Un poema no se abandona,
se termina.
Nada a la deriva hasta llegar allá,
al fin de lo imprevisto, al café en que se rompe,
al teléfono muerto en la esquina
donde llama, al divorcio del poema
por mutua decisión
(¿pero mutuo es terminar o abandonarse?).
Que el poema te diga que lo dejas
no significa nada: así Nerón miró quemarse a Roma;
qué si lo hiciste y lo dejaste vivo: eso no se disculpa.
Un poema cabalga y se pierde
entre la urdimbre. Nadie lo busque: nadie lo ensilló.
Que tu poema diga que no está terminado
y que quiere más zafra,
más de esas noches tórridas mirándose:
no hace falta que falte, no hace falta que importe.
Somos esto que somos. No abandonamos nada en el camino.
Es el camino el que acaba cuando quiere. ~
(Saltillo, 1984) es poeta y editor. Su libro más reciente es El ciervo vulnerable (La Ceibita, 2011)