Desde las manifestaciones contra la guerra de Irak no había vuelto a ir a ninguna. La verdad es que no me gustan. No me gusta formar parte de una masa, me siento “aborregada” por muy de acuerdo que esté con lo que se reivindica. Ayer, sin embargo, se había convocado una concentración en Sol para protestar por los excesos policiales para frenar las protestas de estudiantes del instituto Luis Vives en Valencia. Me sedujo la convocatoria porque la consigna era llevar un libro. Pensé que por fin había algo con lo que me podía sentir identificada y en lo que estaba de acuerdo. Estuve a punto de llevar 1984, aunque me pareció que podría ser malinterpretado: mi elección estaba motivada porque Orwell me parece uno de los escritores más sensatos, un referente, pero no porque crea que vivimos en un Estado en el que se nos vigila y se nos controla, es decir, no creo que España se parezca a la distopía de Orwell. Así que elegí otro. Al azar.
Cuando llegué apenas había gente. Un grupo preparaba pancartas con protestas porque una de las asambleas del 15M que todavía se reúne en Sol había sido disuelta la semana anterior. Me aparté un poco. Llegaban otros despistados como yo que no sabían bien qué hacer. Hice un amigo chamán y actor que me dijo que yo era bruja y era muy intuitiva, que mi capacidad de percepción era mayor que la media y que por eso se había acercado a mí. Le dije que solo era escritora. En algo tenía razón: me riñó por arrancarme los repelos y me dijo que había algo en mi interior que tenía que reequilibrar. Estaba nerviosa y me sentía fuera de lugar. De pronto la plaza se llenó de gente y de pancartas en las que habían escrito los lemas “Primavera Valenciana”, “Libertad de protestar”, “Yo también soy el enemigo”, etc. Apenas vi a un par de personas agitando sus libros. Empezaba a sentirme decepcionada. Luego, con la plaza ya llena, empezaron a cantar la cantinela del 15M: “Que no nos representan” (que no me canso de tratar de rebatir citando a Savater). Se lanzaron con “El pueblo unido jamás será vencido”. Unos chavales colgaron una pancarta en la salida del metro en la que decía que la policía cobra por matar, y debajo una pancarta que decía “Estado asesino”. Y pensé que ese no era mi lugar. Y que no hay opciones. Que protestar contra la brutalidad de algunos policías en Valencia implica necesariamente ir tras una pancarta que insinúa que en España no hay Estado de derecho; implica codearte con gente que dice que esto es “fascismo puro”; y yo no puedo dejar de pensar que eso es una frivolidad. Rechazo las bofetadas que rompen gafas (no solo de policías a adolescentes), pero hay que tener cierta responsabilidad, porque esa nostalgia de las revoluciones árabes es un desprecio hacia la privilegiada situación de las democracias y minimiza las atrocidades de los tiranos.
Cuando la manifestación cortaba Gran Vía yo ya me había ido. Me fui a merendar un helado. Y a leer libros. No solo a lucirlos.
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).