Se comienza a discutir la necesidad de educar a los votantes sobre la manera de lograr que su voto cuente y no sea anulado por la comisión de un error. Y hay que hacerlo porque la metodología tiene un grado de complejidad que, me temo, rebasa la capacidad intelectual de no pocos votantes y, en consecuencia, propiciará descalabros de toda índole. Ya se habla de “educar para evitar la confusión”. Pues decir eso ya equivale, en México, a aceptar que la confusión será inevitable.
(Lo mismo que ayer en el debate: el estupor con que el “moderador” explicó reglas que no entendía sólo compitió con el de los candidatos. Diez minutos en lugar de los 4 programados. ¿Podía ser de otro modo? El “moderador” le dijo a AMLO, lo juro, en un momento dado: “Tú eres el primero que cierra en tercer lugar el principio del debate”…)
La cosa es que en estas elecciones se podrá votar de muchas formas.
Mala idea.
Gracias a las coaliciones entre los partidos, habrá una buena cantidad de combinaciones. Por ejemplo, hay sólo cuatro candidatos a la presidencia, pero habrá doce formas de votar por ellos. AMLO puede ser votado de siete maneras, válidas todas ellas, y Peña Nieto de tres (y Josefina sólo de una). Por ejemplo: AMLO figurará en las boletas como candidato del PRD, el PT y el MC. Si usted tacha esos tres partidos –o sólo dos, o sólo uno– contará como un solo voto para AMLO. (Lo mismo con EPN y sus partidos: PRI y PVEM.)
El asunto es que si tacha usted dos o tres partidos, además del voto por su candidato, dará un voto a cada partido. (Si los partidos que tache están coaligados, su voto vale, si no están coaligados, se anula.) Los escrutadores darán así un voto al candidato y un cacho de voto a cada partido tachado, porque si usted tacha los tres partidos de AMLO –por ejemplo– le da 1/3 de voto a cada uno. Los escrutadores, de este modo, llevarán dos cuentas: la de los votos que obtuvo el candidato, y la de las fracciones de voto que se corresponderán a cada partido. El otro lío es que hay lugares en los que están coaligados para presidente y senadores, pero no para diputados y presidente, etcétera…
¿No entendió? No se preocupe: faltan 20 días y el código electoral, COFIPE, sólo tiene 404 artículos.
Por lo pronto, imaginarse a los ciudadanos escrutadores haciendo quebrados creo que descarta, de entrada, cualquier posibilidad de que el famoso “conteo rápido” llegue a suceder. Es más, apuesto a que va a pasar un promedio de tres semanas y un tercio para que cada casilla logre hacer los quebrados y complete las actas a satisfacción de las partes-partidos. Previsiblemente, serán semanas llenas de manifestaciones gritando “fracción de voto por fracción de voto” y corretizas de algoritmos.
Durante décadas votar fue fácil. Las instrucciones se reducían al tajante imperativo VOTA ASI: PRI. Era imposible equivocarse (incluso si se votaba por otro partido). Los elementos no podían ser más simples: un círculo con el escudo del PRI adentro y la orden de tacharlo con una crayola. Punto. Las únicas competencias requeridas eran conocer los colores del lábaro patrio y la destreza suficiente para atinarle con un tache.
La culpa del relajo que se va a armar (porque se va a armar) se debe sobre todo a esta ocurrencia de que un candidato represente al mismo tiempo a un partido y a uno o más partiduchos. Si durante cien años se repitió que tachar más de un partido mataba al voto, ahora hay que aprender que tachar más de un partido engorda el voto. Según la ley electoral en vigor, ningún ciudadano puede estar afiliado a más de un partido, pero los candidatos no sólo pueden, sino hasta se hacen postular por más de un partido que es, a la vez, idéntico pero diferente.
No sé si esto obedece a la versatilidad de los candidatos o a la esquizofrenia de los partidos, o viceversa, o ambas cosas a la vez, pero así es. Tampoco entiendo por qué si los partidos son diferentes, y reciben dinero público para ser diferentes, a la hora de postular candidato se hacen idénticos.
Y, para terminar, tampoco entiendo por qué si el COFIPE dice con toda claridad (en su artículo 4.2) que “el voto es universal, libre, secreto, directo, personal e intransferible”, hay un ciudadano como Manuel Espino que dice tener un millón de votos y una ciudadana Elba Esther que tiene tres.
Supongo que es un problema de quebrados.
(Publicado previamente en El Universal)
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.