Los asesinos que mataron a doce personas el pasado 7 de enero en la redacción del semanario francés Charlie Hebdo atentaron contra la libertad de expresión. No lo hicieron como respuesta a la injerencia occidental en Oriente Medio, sino como castigo por las caricaturas de su profeta. De lo contrario, su ataque no habría sido tan específico: entraron en la oficina, preguntaron por los nombres de los dibujantes y los mataron.
El móvil de esta masacre es el rechazo a la libertad de expresión. Es una libertad universal, un valor moral que va más allá de las creencias. Como dice Ismael Grasa, “el límite de la igualdad es la libertad del otro, no las creencias del otro”. No voy a dejar de ejercer mis libertades por el hecho de que te resulten ofensivas. Si tú consideras que has sido vejado y humillado como persona, puedes buscar una compensación. La ley te lo permite. Y puede que falle a tu favor. Pero si consideras que el universo es una gran tortuga sujeta por cuatro elefantes, es posible que me ría o que haga incluso una sátira. La libertad religiosa y de conciencia significa que tú puedes profesar la religión que quieras, y que puedes ejercerla en el lugar de culto que quieras, sin que yo pueda impedírtelo. De nuevo: el límite de la igualdad es la libertad del otro (de ejercer su religión como desea, por ejemplo), no las creencias del otro. Si yo me río de ellas no le estoy impidiendo tenerlas, ni exteriorizarlas, ni vivir de acuerdo a ellas, siempre y cuando no violen las leyes comunes.
En Charlie Hebdo no se ríen solo de una religión, sino de su interpretación asesina y genocida. Cuando el semanario dibuja a un militante de ISIS degollando a Mahoma, que se defiende diciendo que él es el verdadero profeta, hay un mensaje muy serio: ISIS mata a los propios musulmanes, y mataría hasta al mismo profeta si considerara que su interpretación del islam es infiel. ISIS mata a musulmanes chiíes por su distinta interpretación del islam. Si acaso, lo que hace Charlie Hebdo es ponerse del lado de los musulmanes moderados.
En cambio, son varias las voces que afirman que el semanario es racista, que sus viñetas ofenden al mundo musulmán. Considerar que el mundo musulmán está formado únicamente por integristas radicales que no saben lo que es la sátira es igual de condescendiente que considerar que no está preparado para la democracia. Los que no entienden la sátira son los radicales. Cuando en Charlie Hebdo dibujan a Mahoma postrado antes de ser sodomizado, o cuando publican la viñeta del profeta con una bomba en la cabeza que apareció originalmente en el semanario danés Jyllands Posten, quizá pueden estar considerando erróneamente que todo islamista es terrorista, pero no están siendo racistas. Están satirizando, quizá muy burdamente, una religión que no es exclusiva del mundo árabe. Una religión no es una raza: hay musulmanes en todo el mundo. Solo en Indonesia, Bangladés e India viven casi más musulmanes que en el mundo árabe. ¿También están siendo racistas con los creyentes de esos países? ¿Lo están siendo también con los árabes no musulmanes que hay en Oriente Medio? Una religión es una ideología, un sistema de pensamiento. Reírse de sus símbolos, de sus tradiciones, no es racista.
En septiembre de 2005, Flemming Rose, el responsable de la sección de cultura del Jyllands Posten, cansado de la autocensura de los artistas y los medios con respecto al islam, propuso a cuarenta artistas daneses una viñeta sobre Mahoma. Solo doce aceptaron. Las viñetas se publicaron y, aunque no está clara la prohibición en el islam de representar al profeta, el mundo musulmán entró en cólera. Varios trabajadores de Charlie Hebdo han muerto por seguir, todavía diez años después, el valiente ejemplo de la revista danesa con las caricaturas. Algunas son muy buenas, otras carecen de gracia. No importa. Creer en la libertad de expresión no implica directamente defender toda manifestación que se ampara en ella. Ha de ser defendida su difusión, pero no tiene por qué gustarme, o hacerme gracia, o coincidir con mi punto de vista.
Tras el atentado en Charlie Hebdo, el Jyllands Posten se ha negado a republicar las caricaturas por una cuestión de responsabilidad. Aunque los terroristas no han ganado y no ganarán, es una pequeña victoria para ellos. Salman Rushdie afirma que el respeto por la religión quiere en realidad decir miedo a la religión. Juan Manuel de Prada repite ese mantra del miedo a Dios en un artículo en el ABC, trayéndonos de nuevo a los años cincuenta (o al Concilio de Trento). Reírse de la religión es perderle el miedo, es desactivar su solemnidad asfixiante. El humor tiene la capacidad de desacralizar, de descubrirnos que el rey está desnudo. Cuando Mahoma pueda ser un muñeco cabezón de los que se agitan de arriba abajo en el maletero del coche, cuando pueda haber un Buddy Mahoma como el Buddy Christ de la película Dogma de Kevin Smith (1999), cuando en South Park Mahoma pueda tener un programa estilo late show como tiene Jesucristo (Jesus and Pals) y pueda aparecer junto a los Superbestfriends de la serie(Comedy Central censuró la imagen de Mahoma en un capítulo de South Park en el que Buda, Jesús, Krishna y demás luchan contra el mal como superhéroes), la libertad habrá ganado. A pocas tiranías les gusta el humor.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).