Medicina y política: el caso español

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En España estamos viviendo una situación de crisis que afecta a la sanidad pública de manera alarmante. Cataluña, por ejemplo, tiene un déficit de 850 millones de euros. El nuevo consejero del ramo, Boi Ruiz, opina que hay que recortar y propone, entre otras medidas, la paralización de grandes obras hospitalarias como el Hospital Verge de la Cinta de Tortosa y el Josep Trueta de Girona. También propone agrupar especialidades en algunos centros y eliminarlas de otros. Con esta situación, ¿qué medidas piensa que podrían reducir el gasto sanitario?

En primer lugar, hay que considerar el hecho de que con relación al pib de otros países, no solo Cataluña, sino España misma es uno de los que cuenta con una de las inversiones más bajas en sanidad pública. Por otro lado, Cataluña recibe menos inversión, un 25% menos por persona, que otras comunidades autónomas. Si en Cataluña una de cuatro personas no contase con alguna mutua, gente que paga dos veces por su atención sanitaria, la situación sería insostenible. Tenemos un déficit económico crónico estructural que algún día se tendrá que afrontar. Y se ha de hablar claro.

¿Medidas? Como ha dicho usted, desde la administración la primera son las tijeras, el recorte. Además de los hospitales que ha mencionado, seguramente se parará la ampliación del hospital del Vall d’Hebron. También vamos a ver cómo se detiene la generación de nuevos centros de atención primaria.

Dicho esto, hay que buscar otras raíces del problema en la eficiencia del sistema. Leíamos hace unos días en los periódicos que un 15% de las recetas que se dispensan no van a buscarse a la farmacia. Evidentemente, si ni los interesados van a buscar los medicamentos, es que hay una sobredemanda. Otra cuestión importantísima es que muchos usuarios de la sanidad acuden a ella para resolver dificultades de la vida que no tendrían que resolverse allí: problemas de soledad, de tristeza, el no tener nada que hacer. Todo esto, claro, se agrava con la esperanza de vida. En el año 1900 había en España un millón de personas mayores de 65 años. Ahora, al acabar esta década, somos ocho millones, tres millones de estos de más de 85 años. La realidad es que la población le pide al sistema sanitario lo que no encuentra en otros lugares, especialmente en la atención social. Pero el sistema no sabe cómo responder. No tiene sentido que se practique a un anciano de 95 años, con mala salud, una fibrinólisis por un infarto de miocardio. Esto es algo costosísimo. Lo mismo que colocar a un paciente de Alzheimer, con demencia avanzada, que va en una silla de ruedas, una prótesis de cadera. No hay suficientes sistemas de autocontrol que eviten los gastos inútiles e innecesarios con protocolos avalados por la dirección, porque si pasara algo empapelarían al médico.

 

Como se está refiriendo a este mal uso que a veces se hace del sistema, permítame que le pregunte por algo que se está planteando desde hace años como posible solución: el copago. ¿Cree que serviría para disminuir el gasto en sanidad y mejorar la atención a los pacientes? ¿Reduciría la equidad del sistema?

El copago es un sistema a tener presente. Frenaría la demanda innecesaria. Pero hay que tener en cuenta otros factores. Tendríamos que conseguir que el copago no fuera injusto o que no perjudicase a los más débiles. No es lo mismo un anciano que necesite ir a urgencias por un problema asmático que una persona que lo hace porque tiene un dolor de cabeza a causa de un disgusto. Que decida el médico de urgencia cuál de los dos ha de pagar es complicado. Y luego, otro asunto: ¿quién cobra? ¿El administrativo que está de guardia? ¿El médico? No van a tener los euros en un cajón… Habría que implementar una estructura administrativa que podría salir más cara que el posible beneficio que se obtendría.

 

¿Qué hacer entonces? El exministro de Sanidad Bernat Soria alerta sobre una “burbuja sanitaria” si no se adoptan medidas que garanticen la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud.

Insisto en las medidas de las que hablaba. Hemos de tener mejores protocolos de los servicios que se ofrecen. ¿Debemos gastar una fortuna en un trasplante de cara cuando con este dinero se pueden implantar 2.000 marcapasos en personas de 50 años?

 

Pero los avances de la medicina auguran necesidades económicas crecientes. Los medios nos bombardean con descubrimientos, nuevas técnicas, nuevos medicamentos… Sin embargo, ahora hay que recortar.

Hay que gastar menos, pero decidir en qué. Que se comprometan. Lo que los médicos hacemos es atender al paciente. Por ejemplo, un residente que esté de guardia un fin de semana tiene más posibilidades de practicar, poner catéteres y acumular experiencia que entre semana, cuando hay más médicos en el hospital. Hay un sistema de provisión de plazas que prima a quien ha conseguido publicar cosas especiales. Vemos que hay excelentes profesionales, algunos hartos de haberse pasado veinte años de interinos, que ven cómo les pasa por delante otro que no tiene la misma experiencia y capacidad atendiendo a los pacientes pero que ha conseguido publicar algo espectacular en una pequeña rama de la neurología. No estoy en contra de este programa, es un avance importante. Pero hay que racionalizarlo.

 

Como le decía antes, la sanidad española cuenta con técnicas rompedoras. Estos trasplantes de cara nos ponen por delante de muchos países del mundo. Estas noticias tan llamativas, ¿son positivas? ¿Nos aportan beneficios?

No cabe duda de que es una buena publicidad. El nivel tecnológico de la medicina española es muy alto. Pero no se crea; esto no da beneficios económicos. Posiblemente nos empeora, incluso. Es un reclamo peligroso. Ahora quieren poner un poco de orden. Piense que a causa de estas excelentes tecnologías nos llegan pacientes ingleses o alemanes, por ejemplo, que vienen a operarse de la cadera a España aprovechando las vacaciones.

 

Y, al final, ¿estas noticias interesan? ¿Hasta qué punto lo hacen en Estados Unidos, por ejemplo? ¿No obedece más a una lucha entre centros por obtener recursos? ¿No es una cuestión de reputación y…

… ¿Autobombo? Sí, también. Si el hospital A hace una serie de cosas y sale en los periódicos, luego quiere hacerlo el B y luego el C… Pero en el sistema de valoración de un hospital entran otras muchas cuestiones. El Hospital Clínico, por ejemplo, siempre está en primer lugar. Pero no hace trasplantes de caras. Se gana su reputación descubriendo técnicas no invasivas, tratamientos de un día de hospitalización, técnicas endoarteriales para taponar una malformación en el cerebro con unos dos días de hospitalización. En estas técnicas es un pionero.

Lo extraordinario no puede hacerse por sistema. No todos los hospitales pueden hacer trasplantes de corazón, por ejemplo. No todos tienen que hacer de todo. No pasa nada porque quien viva en Girona tenga que ir a Barcelona. Tiene que haber especialidades complementadas con otros hospitales que tengan otras. Y no es así por motivos económicos solamente, sino porque la masa crítica de trabajo no es suficiente. No tiene la misma calidad un servicio de cirugía que efectúa diez trasplantes al año que un centro que opere a cien.

 

Dijo el consejero Ruiz que hay que aumentar la productividad. La agrupación sindical de Médicos de Cataluña, por su lado, opina que lo que hay que adelgazar es la estructura burocrática y directiva.

En 1969 gané la plaza en el Vall d’Hebron. Entonces había 3.000 camas y un staff de dirección de diez personas. Ahora hay 1.000 camas y un staff de cien. Hablo de memoria. Han aumentado mucho las consultas externas, que es el gran objetivo. Pero aun así hay una inflación de gestores en la sanidad. La primera inflación vino cuando los médicos que no pasaban el mir dijeron: “me dedicaré a la gestión”. Y hacían másters, iban a la escuela de negocios. Su solución fue dirigir a quienes sí pasaban el mir. Y no les critico, creo que un número determinado de gestores es imprescindible.

 

Bernat Soria opina que hace falta una sanidad menos politizada y más homogénea entre las diecisiete comunidades. Dice que existen problemas burocráticos entre ellas y recuerda que sigue siendo necesario un pacto por la sanidad. El problema, explica, es que el sistema no permite que se dirija desde el gobierno en qué gastan el dinero las comunidades.

He dejado claro en más de setenta o cien artículos mis opiniones sobre sanidad. Tener diecisiete autonomías es un absurdo. Aquello fue un pacto de la Transición. Se tenía que crear un régimen especial para el País Vasco y para Cataluña, pero se acabó así por vicisitudes políticas y militares. Pero hay cosas que se pueden arreglar. No tiene sentido que haya diecisiete programas de vacunación en España.

 

En España se está dando una situación paradójica. Formamos a médicos y enfermeras que luego se van al Reino Unido o a Portugal y aquí importamos a médicos de Latinoamérica o de Europa Oriental…

Esto empieza en 2005, cuando la consejera de salud decreta la jubilación anticipada para los médicos a los 65 años en vez de a los 70. Los jubilamos y nos traemos médicos jóvenes de fuera. Debería haber un estudio sobre los gastos que acarrea este sistema. Un médico con experiencia, cuando viene alguien con dolor de cabeza, piensa “esto es una migrañilla” y lo manda a su casa con una receta. Pero un medico joven piensa “le haremos un escáner por si tiene un tumor cerebral”. Todo esto exige aún más que existan buenos protocolos.

 

Los últimos decretazos han tocado de lleno a la industria farmacéutica. ¿Cree que va en detrimento de la investigación y desarrollo en este sector, además de las repercusiones en el mercado laboral, en las
oficinas de farmacia y en tantos sectores que dependen de la industria?

El peso de la investigación no sale de la industria farmacéutica. Existe más gasto en marketing que en investigación. También se dan situaciones paradójicas. ¿Qué ha pasado con las millones de dosis de vacunas de la gripe A? ¿Dónde están? ¿En un almacén de Getafe? O, por ejemplo, nos gastamos cien millones de euros anuales en las llamadas “pastillas de la memoria” para los enfermos que inician un Alzheimer. Pero los trabajos de revisión científica más serios ponen en duda su eficacia.

 

Saliendo del tema de la crisis y ahora que hablamos de píldoras y de tratamientos ineficaces, ¿qué sentido tiene que existan secciones de acupuntores y de homeópatas en el Colegio de Médicos?

En líneas generales, la homeopatía y la acupuntura (cito estas por ser las más populares) no son perniciosas para la salud. Incluso en algunos procesos dolorosos parece que la acupuntura apunta buenos resultados, aunque no se sepa en realidad por qué. Pero no son tecnologías médicas de alta eficacia. Para mí no tiene sentido que los colegios profesionales cuenten con ellas.

 

Para acabar, ¿es usted optimista con respecto al futuro de la sanidad en España?

Sí que lo soy. Solo piense en cómo estaba este país hace cien años. El hecho mismo que le he comentado, de que en 1900 había un millón de mayores de 65 años y ahora ocho millones, es un triunfo de las buenas prácticas higiénicas y sanitarias. Tenemos un sistema que es de los mejores del mundo. Si los ingleses y los alemanes vienen a operarse aquí por algo será. Otra cosa es el problema que nos causan los políticos. ~

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(Barcelona, 1955) es antropóloga y escritora. Su libro más reciente es Citileaks (Sepha, 2012). Es editora de la web www.terceracultura.net.


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