MM en bicicleta

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Los recortes de periódicos y revistas van acumulándose en un polvoriento desván o en un sótano o, a falta de éstos, en tu propio “cuarto de trabajo” (de escritura), donde, cada vez más grises o amarillentos, forman montones de papel y de tiempo pasado, guardando así para el roedor olvido una mínima parte de información histórica y un inmenso volumen de microinformación anecdótica, o bien fotos y dibujos que por alguna razón, creíste

Los recortes de periódicos y revistas van acumulándose en un polvoriento desván o en un sótano o, a falta de éstos, en tu propio “cuarto de trabajo” (de escritura), donde, cada vez más grises o amarillentos, forman montones de papel y de tiempo pasado, guardando así para el roedor olvido una mínima parte de información histórica y un inmenso volumen de microinformación anecdótica, o bien fotos y dibujos que por alguna razón, creíste que no merecían pasar al devorador boiler pues podrían serte útiles un día. Ayer en la noche me había puesto a (tratar de) arreglar el caos rampante que impera en la habitación en que escribo y, cuando iba desechando una gran cantidad de papelerío sin que al parecer éste disminuyera gran cosa, he aquí que surgió esta imagen de Marilyn Monroe como señorita de la Belle Époque, con sombrero muy alón y empenachado, con medias blancas, con botines negros de arriba del “huesito”, con un sospechable corset que le acentuaba los pechos generosamente mostrados en escote enguirnaldado, y montada en una dorada bicicleta delante de un paisaje de fondo como los de los studios de fotógrafo de aquellos tiempos.

¿De dónde venía esa encantadora imagen falsamente retrospectiva que evidentemente era una “reconstrucción” publicada en una revista de los años cincuenta o sesenta? En el reverso del recorte había fragmentos de un artículo sobre las películas de Marilyn y, desde luego, ninguna información sobre de qué película se trataría y acerca de la cual se hubiera querido hacer esa encantadora forma de publicidad. La verdad es que he visto casi todas las películas en las que MM intervino, hasta aquellas en las que sólo fue la figurante Norma Jean Baker, y no creo que la imagen pueda corresponder a ninguna de ellas, o… ¿tal vez correspondería a las secuencias de ensoñación erótica que Billy Wilder filmó y luego desechó en Comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, de 1955)?… Espero que algún lector de este blog me resuelva el misterio, y mientras tanto va un minicuento mío en el que trato de una de mis recurrentes ensoñaciones con una MM ciclista y que incluí en mi libro de 1998, Muertes ejemplares:

 

D E M A R I L Y N

 

La blanca, la rubia, la sonriente, la suicida. Tenía entonces quince años y toda la alegría de vivir y cuando la encontrábamos en la calle y le silbábamos nuestra admiración, nuestro gusto de que existiera, ella reía, luminosa, y me pedía que le prestara la bicicleta, se montaba y salía pedaleando, gozosa de que el viento que su movimiento mismo formaba le diera en la cara y le hiciera aletear la falda y el cabello, y luego se eclipsaba tras una esquina y esperábamos un rato a que apareciera por la esquina contraria, un poco inquietos, ¿y si no volvía?, y sí, siempre volvía, pedaleando con brío y riendo como si supiera que nos había asustado un poco, pero yo sé que, de otra manera, en una de esas vueltas a la manzana ya no volvió, que se fue a Hollywood y a la fama y a la desesperación y la muerte, y han pasado los años y yo guardo la bicicleta en la que no hemos vuelto ni yo ni nadie a montar, y beso el sillín que tuvo su cálido peso y me digo: Quién sabe, cualquier día de estos ella da vuelta a la esquina y viene pedaleando hacia mí, el viento moviéndole la falda y el rubio cabello acariciándole el rostro…

 

 

 

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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