Tendemos muchas veces a pensar que las grandes mutaciones culturales son una versiรณn ampliada de las conversiones ideolรณgicas o religiosas que experimentan los escritores o los artistas, y que a veces adquieren modalidades dramรกticas. No solemos detenernos a pensar en los casos, esos sรญ verdaderamente trรกgicos, en que las conversiones son un fenรณmeno de masas. No me refiero, desde luego, a los vaivenes en la intenciรณn de voto o en la opiniรณn pรบblica sobre fenรณmenos mรกs o menos circunstanciales.
Hay situaciones en las que millones de personas se ven obligadas a cambiar sus ideas e incluso sus hรกbitos a raรญz de profundas revoluciones, invasiones militares o cambios significativos y duraderos de rรฉgimen. En cierto sentido es una historia antigua de conquistas de territorio y de colonizaciรณn. Pero ahora quiero referirme a una realidad mรกs cercana y que modelรณ el carรกcter de la รฉpoca que vivimos. Me refiero a los cambios que ocurrieron a raรญz de la Segunda Guerra Mundial y que afectaron a millones de personas, especialmente en Europa.
Un excelente libro de historia publicado el aรฑo pasado me sirve de apoyo para reflexionar sobre el problema de las conversiones como un fenรณmeno masivo. Me refiero a Continente salvaje (2012) de Keith Lowe, donde podemos leer un formidable estudio sobre la Europa de la posguerra. Al terminar la Segunda Guerra Mundial millones de personas se encontraron viviendo en territorios destrozados y bombardeados, sujetos al control de los ejรฉrcitos aliados que derrotaron al nazismo y al fascismo. A esta poblaciรณn se agregaron grandes masas de personas desplazadas que provenรญan de los campos de concentraciรณn y de los centros de trabajo forzado, pero tambiรฉn de los ejรฉrcitos derrotados que se rendรญan en los paรญses que los nazis habรญan invadido. El caos era impresionante y el resultado fue ese tรฉtrico continente salvaje al que se refiere Keith Lowe.
En medio de este caos transcurrieron grandes procesos de reconversiรณn masiva. En los territorios ocupados por el Ejรฉrcito Rojo se procediรณ a la construcciรณn forzada de Estados socialistas y a desmantelar los sistemas polรญticos anteriores. En las zonas ocupadas por los aliados occidentales (Inglaterra y Estados Unidos) se iniciaron procesos para sustituir los poderes fascista y nazi por gobiernos de orientaciรณn democrรกtica. Todo esto significรณ que millones de personas quedaran sรบbitamente sujetas a regรญmenes nuevos que no procedรญan de las situaciones inmediatamente anteriores. El entorno completo cambiรณ y las personas tuvieron que adaptarse a nuevas realidades. No es de extraรฑarse que las sociedades –especialmente las europeas– entrasen en una profunda crisis moral que se reflejรณ no solamente en la polรญtica, sino tambiรฉn en el profundo malestar cultural que se expandiรณ a escala mundial.
He puesto un ejemplo histรณrico especialmente traumรกtico y trรกgico para que pensemos en lo que puede significar, en la vida de millones de personas, la necesidad de convertir y modificar sus costumbres, creencias e ideas para adaptarse a una realidad que ya no corresponde a los viejos sistemas de valores. Algo similar estรก ocurriendo hoy en Amรฉrica Latina, en Rusia y en los paรญses del Este de Europa, debido a que desde finales del siglo pasado ha habido grandes mutaciones que, para abreviar, solemos definir como transiciones democrรกticas (aunque en algunos casos la democracia resultante es muy dudosa). Desde luego estas transiciones no tienen ese carรกcter trรกgico y brutal que tuvieron las que se vivieron despuรฉs de la Segunda Guerra Mundial. Pero han implicado igualmente la rรกpida desapariciรณn de un mundo basado en sistemas autoritarios o dictatoriales y su sustituciรณn por sistemas mรกs o menos democrรกticos. Hay casos, como en China, en que no se puede hablar de una transiciรณn democrรกtica, pero las masas allรญ se enfrentan a un cambio rรกpido y profundo hacia una economรญa capitalista salvaje, a veces llamada “socialismo de mercado”.
Estas transiciones implican a millones de personas, que son presa de tensiones y malestares. No toda la gente percibe dramรกticamente que hay grandes disonancias entre sus hรกbitos o ideas y las realidades que han surgido. Una importante franja de la sociedad oscila entre la indiferencia y la hipocresรญa propia del ketman que describiรณ Czesลaw Miลosz, y que he comentado anteriormente en esta columna. El peso de esta franja se constituye en un serio obstรกculo para avanzar en la democratizaciรณn y en ocasiones es el caldo de cultivo de tendencias restauradoras. Otra parte de la sociedad inicia su conversiรณn democrรกtica. Pero no debemos olvidar que esta conversiรณn, por su carรกcter masivo, es muy diferente a la que experimentan los individuos. Como muchas veces lo olvidamos, caemos en la confusiรณn y no entendemos las causas del malestar que nos rodea. No comprendemos los signos que emanan de las masas en conversiรณn ni las seรฑales que surgen de quienes parece que viven en la indiferencia o en el pasado. Hay que aprender nuevos lenguajes si queremos entender lo que sucede. …
Es doctor en sociologรญa por La Sorbona y se formรณ en Mรฉxico como etnรณlogo en la Escuela Nacional de Antropologรญa e Historia.