Para Julio Scherer
“Una buena manera de conmemorar el Año del Centenario -me comentó un joven amigo- es recordar a sus críticos, como Daniel Cosío Villegas, autor del famoso ensayo ‘La Crisis de México’, en el que hizo una condena implacable de la Revolución Mexicana”. A sabiendas de que yo había publicado (hace la friolera de 30 años) una biografía del historiador, convinimos en conversar sobre el tema. Su interés primordial era averiguar qué tanta vigencia tiene hoy ese ensayo, sobre todo sus acerbas críticas al PAN y a la derecha. El diálogo fue largo y sustancioso. Me propongo dedicar algunos artículos a transcribirlo.
Comenzando por el contexto, me preguntó: “¿Cuál fue el impacto de ese ensayo crítico en su momento? ¿Cuáles fueron las circunstancias personales en que se escribió? ¿A qué casos concretos se refería Cosío Villegas al hablar del fracaso de la Revolución? ¿Son vigentes sus críticas principales?”. Éstas fueron mis primeras respuestas.
Creo, en efecto, que es muy oportuno recordar ese ensayo, muy citado y mal leído. Algunas de sus tesis son vigentes, otras no. Don Daniel lo publicó en Cuadernos Americanos a fines de 1946, poco antes de la llegada al poder de Miguel Alemán. Fue visto como una herejía: se le vino el mundo encima. Lo llamaron el “enterrador de la Revolución”. Pero es necesario precisar: en ese ensayo Cosío Villegas no condenó la Revolución Mexicana sino sus sucesivos gobiernos (encabezados por Obregón, Calles, Cárdenas y Ávila Camacho) por haber incumplido, o cumplido muy a medias, con sus promesas fundamentales.
Cosío Villegas -como sus compañeros de la llamada Generación de 1915- fue un creador de instituciones. Aquellos jóvenes habían vivido y padecido el furor destructivo de la Revolución, por eso quisieron dedicar su vida a crear una obra de beneficio colectivo. Las fundaciones de esa generación intelectual fueron muchas y perdurables. Cosío Villegas -por entonces director del Fondo de Cultura Económica, a sus 48 años de edad- se propuso hacer un balance de lo que los políticos de la Revolución habían construido; el resultado, a sus ojos, era muy pobre. Pensó que era el momento de denunciarlo. Ése es el origen del ensayo.
Daniel Cosío Villegas analizó con lucidez cinco fracasos: la democracia, la reforma agraria, el movimiento obrero, el nacionalismo y la educación. A la Reforma Agraria, por ejemplo, le reclamó su falta de visión, iniciativa, técnica, consistencia y honradez en el problema del campo. Y fue más lejos. Señaló que el reparto indiscriminado de tierra había sido una medida “simplista” y -en clara referencia a Cárdenas, a quien por otros motivos admiraba- condenó “el afán de hacerse pasar como el más entusiasta dispensador de tierras”.
Pero quizá la crítica más pertinente el día de hoy es la que hizo al movimiento obrero. Lo consideró “desorbitado”, “irresponsable”, “deshonesto”, “carente de visión superior” y dependiente del Estado. Sobre este punto particular opinó: “Los gobiernos revolucionarios sin respetar siquiera la apariencia de conciliador amigable o de arbitrador imparcial, han optado casi siempre por el obrero, sin importarles cuan notoriamente injusta o grotescamente pueril fuera la causa concreta que en un momento defendía el obrero”. Y dijo más: el “maridaje” entre el gobierno y los sindicatos degradaba a los obreros de manera irreparable e impedía al gobierno resolver problemas vitales como el del petróleo o los ferrocarriles.
Dictamen durísimo, que parece escrito hoy, a propósito de las inercias de un sindicalismo que, como en el caso petrolero o educativo, merece aquellos adjetivos y mantiene esos mismos privilegios. El juicio de don Daniel también es vigente como crítica a la corriente de opinión que sigue considerando intocables a los sindicatos, aunque ejerzan la vergonzosa cláusula de exclusión, aunque desconozcan la democracia interna y la transparencia, aunque las empresas públicas que controlan ofrezcan un servicio pésimo al consumidor.
Cosío Villegas hubiera querido ver al campesino convertido en un agricultor próspero e independiente; y al obrero en una persona combativa en la defensa de sus derechos, pero también responsable y respetuosa del régimen jurídico. Se trata, en suma, del ideario de un liberal, con claro sentido social, pero ante todo de un liberal. Ahora hay quien considera “conservadoras” o “de derecha” posturas similares. Pero entonces habría que pensar que don Daniel fue un “conservador de derecha”. Y como cualquiera que lea “La crisis de México” podrá darse cuenta, estaba a años luz de serlo.
– Enrique Krauze
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.