Nussbaum y la vida humana digna

Una mirada desde la filosofía se pregunta a qué nos referimos cuando hablamos de dignidad humana. 
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La vida digna es algo de lo que hablamos comúnmente a la hora de discutir, por ejemplo, políticas sociales. Además, el concepto de dignidad se encuentra en eslóganes y en nombres de movimientos, piensen en el “movimiento por la paz, con justicia y dignidad”. En este breve artículo trataré de mostrar qué entiende la filósofa Martha Nussbaum por esta idea.

Para empezar, déjenme decir que una vida digna es aquella en la que las personas gozan mínimamente de sus capacidades básicas. Y ¿de dónde salen estas capacidades? Las encontramos en la naturaleza humana. Para Aristóteles, los seres humanos somos, por naturaleza, seres políticos o, mejor, sociales. Nos gusta vivir en comunidad. Esto, claro, no quiere decir que resulte imposible vivir completamente solo. Lo que señala Aristóteles es que escogemos vivir acompañados, preferimos tener amigos y familia, es parte de nuestra identidad como humanos.

Lo anterior, por supuesto, no cancela la posibilidad de que alguien afirme que es mejor estar solo, que esa es la vida buena. Sin embargo, para defender su punto, esta persona tendría que mostrarnos, por ejemplo, que en realidad los humanos  tenemos otro conjunto de creencias del que no somos conscientes, que nos lleva a poner en duda la idea de que somos sociales por naturaleza. También podría terminar la discusión, decir que la vida buena es la solitaria y retirarse de la sociedad. Es importante entender que es fácil afirmar que no somos sociales por naturaleza, pero es muy costoso ponerlo en práctica.

Nussbaum también busca la naturaleza humana en lo que llama el argumento aristotélico de la función humana. Muy al principio del Libro I de la Ética Nicomáquea, Aristóteles nos dice lo siguiente:

como en el caso de un flautista, de un escultor y de todo artesano, y en general de los que realizan alguna función o actividad parece que lo bueno y el bien están en la función, así también ocurre, sin duda, en el caso del hombre […pero] ¿cuál, precisamente, será esta función?

Para averiguarlo, primero tenemos que tener en cuenta que la buena vida humana tiene que ser una vida para nosotros; es decir, debe incluir aquellas actividades que resultan definitivas para nuestra existencia como humanos. ¿Y qué sería hacer aquello por lo que los seres humanos nos caracterizamos? Dice Aristóteles:

El vivir, en efecto, parece también común a las plantas, y aquí buscamos lo propio. Debemos, pues, dejar de lado la vida de nutrición y crecimiento. Seguirá después la sensitiva, pero parece que también ésta es común al caballo, al buey y a todos los animales. Resta, pues, cierta actividad propia del ente que tiene razón.

Con lo anterior, Aristóteles no está diciendo que los seres humanos podemos prescindir de la forma de vida de las plantas y de los animales. No, respiramos y sentimos. Lo que afirma es que la vida humana no se caracteriza únicamente por aquello que compartimos con otros seres vivientes, sino que tiene una especificidad. “La función propia del hombre es una actividad del alma según la razón, o que implica la razón”.

Siendo esto así, la vida buena no será una en la que la razón práctica esté ausente (esta razón nos permite planear nuestra vida y buscar los mejores caminos para cumplir nuestro plan). Por el contrario, será una vida en la que juegue un papel de planeación y organización. Como en el caso anterior, este argumento tampoco descarta del todo la posibilidad de que alguien defienda que la mejor vida es una entregada a los placeres físicos, la vida de un cochino, por ejemplo, en donde la razón no juega ningún papel.

Ahora, es claro que ninguna persona puede “escoger” este tipo de vida sin usar la razón.Y más todavía, cualquiera que defienda que la mejor vida es una en la que no se usa la razón práctica, se hallará en la curiosa situación de utilizar aquello que está desdeñando; el solo hecho de discutir cuál es la vida buena, es un ejercicio de la razón práctica.

En fin, los seres humanos somos esencialmente sociales (políticos) y razonadores prácticos. Esa es nuestra naturaleza (hallar cuál es nuestra naturaleza es exactamente lo mismo que encontrar qué creemos profundamente que es lo más importante e indispensable para nosotros). De ahí se desprende que toda buena vida involucra lo social y la razón práctica. ¿Y la vida digna? Como ya decía, es aquella en la que las personas gozan mínimamente de las capacidades humanas para poder dirigir su vida hacia donde planearon llevarla. Toda vida humana en la que esto no es posible, es indigna.

 

 

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es escritor e investigador del CIALC-UNAM. El oficio de la venganza (Alfaguara) es su novela más reciente.


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