OstentaciĆ³n rampante

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En Ć©pocas de parĆ”lisis econĆ³mica, la farĆ”ndula, la polĆ­tica y el hampa son quizĆ” los Ćŗnicos semilleros fructĆ­feros de nuevos ricos. El ansia de ostentar la riqueza explica el aire de familia entre esos gremios y su proclividad a mimetizarse. Los capos del narco solo araƱan la gloria cuando se codean con los grupos norteƱos de moda, mientras que los polĆ­ticos Ć”vidos de relumbrĆ³n explotan electoralmente sus oportunos romances con estrellas del espectĆ”culo. Manuel Velasco, el joven gobernador de Chiapas, estĆ” siguiendo al pie de la letra el ejemplo de PeƱa Nieto. Comprometido en matrimonio con la rutilante AnahĆ­, quiere “posicionarse” desde ahora en la contienda presidencial, gastando cientos de millones en una campaƱa publicitaria digna de Octavio CĆ©sar Augusto. Como la presidencia es un botĆ­n que el voto clientelar o desinformado concede al candidato mĆ”s marrullero, al que invierte mĆ”s dinero del erario en autopromociĆ³n, los padres de familia ya no aconsejan a sus hijos: “Si estudias con ahĆ­nco puedes llegar a la presidencia.” La nueva manera de hacer polĆ­tica los obliga a motivarlos con crudo realismo: “ApodĆ©rate de una gubernatura, compra notoriedad con dinero del contribuyente, cĆ”sate con una estrella de Televisa y nunca, por ningĆŗn motivo, se te ocurra abrir un libro.”

Pero el exceso de codicia es incompatible con la discreciĆ³n y el tacto polĆ­tico. El dinero nuevo tiene prisa por relucir, y de hecho, quema las manos a sus poseedores. Para un polĆ­tico reciĆ©n llegado a la opulencia debe de ser un suplicio atroz tener que ocultar su enorme capital en una cuenta bancaria de las Islas VĆ­rgenes. Lo mismo le sucede a una estrella de telenovelas con sueƱos de grandeza. ¿Por quĆ© resignarse al modesto lujo de una primera dama si desde niƱa soĆ±Ć³ con un boato imperial? Ambas urgencias parecen haber provocado el mayor traspiĆ© polĆ­tico en la presidencia de PeƱa Nieto: la ostentaciĆ³n de un palacete con valor de siete millones de dĆ³lares, escriturado a nombre de su esposa. SegĆŗn la inverosĆ­mil explicaciĆ³n oficial AngĆ©lica Rivera comprĆ³ esa propiedad gracias a una esplĆ©ndida liquidaciĆ³n otorgada por Televisa, que jamĆ”s habĆ­a recompensado asĆ­ a ninguna de sus estrellas. Pero como el Grupo Higa, que le concediĆ³ insĆ³litas facilidades de pago en la compra del terreno y en la construcciĆ³n del anexo a la residencia, habĆ­a obtenido contratos de obras pĆŗblicas por un monto de ocho mil millones de pesos cuando PeƱa era gobernador del Estado de MĆ©xico, la opiniĆ³n pĆŗblica abriga la sospecha de que el hoy presidente es accionista de esa compaƱƭa o recibiĆ³ la residencia como pago o moche por favorecerla. El escĆ”ndalo tambiĆ©n averiĆ³ el prestigio de Televisa, que tiene una larga experiencia en el lavado de cerebros, pero no tomĆ³ suficientes providencias para incursionar en otro giro negro: el lavado de dinero. Del sonrojo, PeƱa Nieto pasĆ³ al berrinche y ha empezado a resucitar los tics del antiguo rĆ©gimen autoritario, desempolvando a las “fuerzas oscuras que amenazan con desestabilizar al paĆ­s”. ¿Puede haber estabilidad en un paĆ­s donde los ejĆ©rcitos criminales gobiernan provincias enteras?

El atisbo del incalculable botĆ­n acumulado por la pareja presidencial caldeĆ³ los Ć”nimos de una sociedad estrangulada por la corrupciĆ³n y la impunidad, que exige la verdad sobre la tragedia de Iguala. El despertar cĆ­vico de los Ćŗltimos meses ha renovado la esperanza en el poder transformador de la protesta social, porque no intenta llevar agua al molino de ninguna fuerza polĆ­tica: repudia a PeƱa, pero tambiĆ©n a los lĆ­deres del prd y a la no menos vapuleada dirigencia del pan. Es un movimiento contra el hampa polĆ­tica en su conjunto. Si la sociedad insurrecta sabe articular jurĆ­dicamente sus demandas y se las impone a un gobierno errĆ”tico y debilitado, podrĆ­a lograr lo que los gobiernos de la alternancia nos quedaron a deber: un severo ajuste de cuentas con la facciĆ³n legaloide del crimen organizado (Moreira, Montiel, MarĆ­n, el NiƱo Verde, Romero Deschamps, Villarreal, Ɓngel Aguirre, los Chuchos, etc.) y una drĆ”stica disminuciĆ³n de las sangrĆ­as presupuestales que exacerban la injusticia social. O damos ese paso a la modernidad o seguiremos retrocediendo hacia la barbarie.

Los empresarios no han respaldado abiertamente esta cruzada cĆ­vica, pero sus actos revelan que tampoco toleran ya los atentados contra la libre competencia. Fue muy sintomĆ”tico que todas las empresas interesadas en construir el tren rĆ”pido MĆ©xico-QuerĆ©taro se retiraran de la licitaciĆ³n, cuando advirtieron que estaba amaƱada para favorecer, entre otros, al privilegiado Grupo Higa. Al parecer, PeƱa Nieto ya se malquistĆ³ con una parte del empresariado que exige nuevas reglas del juego en las concesiones de obras pĆŗblicas. De ahĆ­ pueden venir los golpes mĆ”s duros contra su gobierno. La gran difusiĆ³n internacional que tuvo el escĆ”ndalo de la residencia en las Lomas es un claro indicio de que algunas empresas nacionales y extranjeras han empezado a tomar represalias contra el capitalismo de cuates. La ostentaciĆ³n rampante parece haber obrado el milagro de unificar a todo el mundo en su contra.~

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(ciudad de MĆ©xico, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela mĆ”s reciente, El vendedor de silencio.Ā 


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