Hace unos meses comentĂ© en una entrada de este blog que habĂa visto en YouTube una dizque âmesa redondaâ en la que el Supremo Fidel Castro, decĂa ante un par de impĂĄvidos acadĂ©micos cubanos que âcuando los soviĂ©ticos instalaron los proyectiles aquĂ, a nosotros no nos gustaba, figĂșrate tĂșâ.
El MĂĄximo repetĂa la posiciĂłn oficial suya y la del gobierno de su propiedad que, como se sabe, es que Cuba no pensĂł nunca en atacar a Estados Unidos con las bombas atĂłmicas que pusieron ahĂ los soviĂ©ticos.
Bueno, me acordĂ© de esto por una casualidad que tiene dos elementos. El primero es que el Emperador de esa isla revolucionaria publica desde hace dĂas (en MĂ©xico en un diario singularmente progresista), un sentido anĂĄlisis sobre el peligro de una confrontaciĂłn nuclear mundial y los horrores que encierra una bomba atĂłmica. (El primero de esos artĂculos se titula, de manera bastante elocuente, âLajarma nucleare y la supebibencia delomo sapieâ.)
El otro elemento es que estoy leyendo un libro de Tony Judt. Es el penĂșltimo que publicĂł el gran historiador inglĂ©s, autor de libros esenciales como Past Imperfect: French Intellectuals: 1944-1956, de 1992, y del clĂĄsico Postwar: A History of Europe Since 1945, de 2005. Judt muriĂł hace un par de meses, tan joven, a los 61 años. El que leo se titula Reappraisals: Reflections on the Forgotten Twentieth Century (2008) y reĂșne ensayos publicados en The London Review of Books, The New Republic y The New York Review of Books, entre otras revistas. (Los ensayos sobre Koestler, Althusser, Camus, Said, Arendt, Primo Levi y Hobsbawm son enormenente interesantes, lo mismo que el dedicado a ManĂšs Sperber, de quien confieso haber estado ignorante.)
Bueno, pero el asunto es que en uno de los ensayos (âThe Crisis. Kennedy, Khruschev, and Cubaâ) Judt comenta esos aterradores dĂas de octubre de 1962 en que Kennedy exigiĂł el desmantelamiento de los lanzacohetes atĂłmicos e impuso el bloqueo naval que rodeĂł a la isla con Ăłrdenes de interceptar cualquier navĂo que se dirigiera a ella. Nunca estuvo el mundo tan cerca de la guerra atĂłmica como en esos dĂas.
Como es sabido, Khruschev desistiĂł, ordenĂł el regreso a la URSS de sus barcos y ordenĂł desmantelar las bases.
Ahora bien, en relaciĂłn al Caudillo Que Cautiva y a su insistencia en que nunca se pensĂł en atacar a los Estados Unidos con esas armas âque se suponĂa tenĂan sĂłlo fines disuasivosâ, cuenta Judt (p. 335) que cuando Khruschev hablĂł con Ă©l y le explicĂł que habĂan perdido la partida, el CĂ©sar Augusto del Proletariado
Se manifestĂł decepcionado, pues habrĂa preferido una confrontaciĂłn armada (y de ser necesario, nuclear) con los norteamericanos. âNo hay duda de que los cubanos habrĂan peleado valientemente ni de que habrĂan muerto como hĂ©roes. Pero no estamos luchando contra el imperialismo con objeto de morirnosâ (dirĂa mĂĄs tarde Khruschev).
Y ahora, a casi cincuenta años, el LĂder Infinito se ha convertido en un predicador que imparte lecciones sobre el peligro de las bombas atĂłmicas.
âA nosotros no nos gustabaâ. FiguratetĂș…
Fidel y Khruschev bailando un guaguancĂł en 1961