Las discusiones sobre la reforma en telecomunicaciones giraron principalmente en torno del problema de los monopolios. El tema es fundamental y la nueva legislaciรณn modifica las reglas del juego aunque no acaba con el inmenso poder econรณmico de las grandes empresas que dominan la telecomunicaciรณn. Pero mรกs allรก de los problemas de concentraciรณn econรณmica, nos enfrentamos a una situaciรณn que ha sido poco discutida: la fuerza polรญtica y cultural que ejercen los monopolios por medio de la televisiรณn y la radio. No solamente son preponderantes desde el punto de vista econรณmico: lo son tambiรฉn en el espacio polรญtico. Esta influencia polรญtica, evidentemente, no se expresa en la telefonรญa. Es decir, por su propia naturaleza, los medios que controlan Emilio Azcรกrraga y Ricardo Salinas Pliego tienen una incidencia polรญtica de la que carecen los que controla Carlos Slim. Un telรฉfono interviene muy poco en la polรญtica, en cambio los canales y las estaciones radiotelevisivas intervienen en ella de manera decisiva. Seguramente por ello el amo de la telefonรญa quiere tener sus propios medios de expresiรณn polรญtica.
¿Cรณmo podemos evaluar las funciones polรญticas y culturales de la televisiรณn y la radio? En tรฉrminos muy sintรฉticos podemos decir que la programaciรณn es poco plural y de bajo nivel. Suele ser unilateral y mala. Quiero referirme a una actitud ideolรณgica que parece expresarse ampliamente en la radio y la televisiรณn. Es la crรญtica abierta o encubierta al sistema de partidos. La molestia que provocan los partidos en la radio y la televisiรณn es una expresiรณn de una idea que recorre los medios empresariales. La รฉlite econรณmica prefiere hacer a un lado a los partidos para negociar directamente con los funcionarios gubernamentales.
En los medios masivos de comunicaciรณn esta idea con frecuencia adopta la forma de una diatriba, en nombre de la sociedad civil, contra la partidocracia. La polรญtica es vista como un espacio sucio y corrupto, dominado por intrigas y peleas. La sociedad civil, en cambio, es sana y dinรกmica, especialmente cuando cristaliza en los negocios y las empresas. La democracia, en consecuencia, ha sido recibida como un estorbo que llegรณ para incomodar las buenas relaciones entre la ciudadanรญa y el gobierno. Por ello, el Pacto por Mรฉxico, que fue el impulso inicial del proceso de reformas, fue tan mal recibido por los sectores acostumbrados a negociar directamente con el gobierno. Asรญ, se ha generalizado la idea de que el sistema mexicano ha degenerado en una partidocracia, gracias a la transiciรณn democrรกtica que ha impulsado a los partidos como una gran muralla que excluye a la ciudadanรญa.
La nociรณn de partidocracia ha sido utilizada en Europa por sectores de extrema derecha que tienen poca presencia electoral ante los grandes partidos histรณricos y que aspiran a tener un lugar en el espectro polรญtico. Estos sectores creen que representan los sentimientos de la mayorรญa, pero que son excluidos por la burocracia enquistada en la cรบpula de los partidos. Estos sentimientos supuestamente mayoritarios suelen ser de รญndole nacionalista, populista e incluso racista. No es de extraรฑar que la crรญtica a la partidocracia haya sido adoptada por empresarios y comerciantes que prefieren usar canales directos para comunicarse con las altas esferas del gobierno.
El problema en Mรฉxico es que esta idea ha sido retomada desde hace aรฑos por muchos voceros y opinadores en los medios masivos de comunicaciรณn, especialmente en la radio y la televisiรณn, para fomentar en el pรบblico una animadversiรณn contra la polรญtica en general y contra los partidos polรญticos en particular. Uno de los resultados de esta actitud generalizada es el escaso aprecio que los mexicanos sienten por los diputados y senadores. Por supuesto que la clase polรญtica ha hecho mรฉritos para ser tan mal considerada, ademรกs de que heredรณ la mala fama de los legisladores y los funcionarios del antiguo rรฉgimen. Pero hay aquรญ una peligrosa exageraciรณn de la molestia contra la polรญtica, auspiciada por los medios masivos de comunicaciรณn, a la que se han sumado sectores de la Iglesia Catรณlica, lรญderes de movimientos sociales y militantes de organizaciones no gubernamentales.
Los ataques contra la llamada partidocracia con frecuencia albergan actitudes antidemocrรกticas que se expresan en nombre de una ciudadanรญa ilusoriamente unida. Pero en realidad la ciudadanรญa se encuentra partida en fragmentos, y los pedazos suelen convertirse en partidos. Sin ellos no hay democracia.
(Publicado previamente en Reforma)
Es doctor en sociologรญa por La Sorbona y se formรณ en Mรฉxico como etnรณlogo en la Escuela Nacional de Antropologรญa e Historia.