Hemos pasado ya por este escenario: conocemos hasta el hartazgo la pieza, los parlamentos y los personajes (no se diga su improductividad). La historia en Mรฉxico no es redonda: es redundante. El eterno dรฉjร vu. Repetirรฉ argumentos que he sostenido ante circunstancias similares.
Una vez mรกs brota el enigmรกtico grupรบsculo que se arroga el monopolio de “la voz de la comunidad” y usa como garantรญa su capacidad para emplear la fuerza. De nuevo se actรบa la fascinante convicciรณn de que secuestrar un edificio universitario equivale a presentar un argumento. Otra vez la presunciรณn de que cometer un hecho de fuerza trae incluida la suspensiรณn de los reglamentos. Una vez mรกs la ocurrencia de que ser un educando incluye autoridad y calificaciones para sancionar la forma en que se es educado. Una vez mรกs, la curiosa convicciรณn de que la imparticiรณn de conocimientos en la universidad pรบblica, por una dispensa especial, estรก exenta de autocrรญtica, por lo que cualquier tipo de reforma o actualizaciรณn serรก tomada como una afrenta a su perfecciรณn implรญcita.
Que los estudiantes gocen de un poder superior al de la Universidad para evaluar –y en su caso rechazar (y siempre rechazan)– cualquier reforma o modificaciรณn que la Universidad considere, es mรกs un absurdo que una paradoja. Lo primero que entiende un estudiante, se dirรญa, es que no sabe, pero desea saber: desea un saber que le otorga la escuela. ¿Cรณmo puede entonces condicionar la manera de transmitir ese saber a su tรกcita ignorancia? Fรกcil: lo dicta un dogma de fe.
Porque agregarle a ese gesto la advertencia de que, si no se hace la voluntad de “la comunidad” se emplea la fuerza fรญsica –invadir edificios–, convierte a sus usuarios en cobradores de derecho de piso, del mismo modo que amagar con la realizaciรณn de marchas y bloqueos es una forma de vender protecciรณn.
Nada mรกs degradante para el espรญritu universitario, que una parte de las partes de tal espรญritu (algunos “alumnos”) se otorgue una excepcionalidad sustentada en su explosividad: la pretendida bรบsqueda de “igualdad” y de “democracia” en la toma de decisiones universitarias se condiciona asรญ a la aceptaciรณn de una singular desigualdad: la del poder que deriva de tomar edificios, de emplear, o amenazar con, la violencia.
Los ahora posesionarios del CCH (y hace unas semanas de la UACM, y hace trece aรฑos de la UNAM, y un largo etcรฉtera) no tienen ideas: acatan dogmas de fe. No tienen propuestas acadรฉmicas: tienen tรกcticas polรญticas. No tienen argumentos: tienen el poder de la fuerza. Una fuerza que deriva de privatizar edificios: el movimiento estudiantil como bien inmueble. Una situaciรณn de fuerza que reditรบa poder polรญtico, pero que sin la posesiรณn del edificio no serรญa poder de ninguna clase: sus secuestradores tendrรญan que resignarse a ser como los demรกs, como los que no emplean la fuerza: viles mortales. Los abanderados de la “democracia” derivan su poder de erigirse en seรฑores feudales. Los paladines de la “igualdad” se otorgan poderes autoritarios.
En fin, que una vez mรกs estamos ante el “Manifiesto de Cรณrdoba”, que instrumentรณ la consigna de democratizar las universidades latinoamericanas en 1919. Su dogma de fe era que “la soberanรญa en una universidad radica principalmente en los estudiantes” y que era imperativo “erradicar de la organizaciรณn de la universidad el concepto bรกrbaro y arcaico de autoridad”. (Que el Congreso de Estudiantes que malpariรณ ese manifiesto obedeciese una consigna bolchevique es sรณlo un detalle encantador.)
Curiosa epidemia de “tomas” de edificios universitarios a partir de las elecciones del aรฑo pasado… A unas semanas del secuestro de la UACM, un avatar se engendra en el CCH. Los mismos discursos y tรกcticas, los mismos ideรณlogos, los mismos ex-funcionarios en busca de autor. Demasiado causal para ser azaroso.
La prudencia del rector Narro ha sido encomiable, tanto ante los violentos como ante quienes querrรญan soluciones extremas. En mi calidad de universitario apoyo su proceder y, desde luego, exijo a los privatizadores del CCH y de la UACM que prescindan de sus patentes de corso.
(Una versiรณn de este texto se publicรณ en el periรณdico El Universal)
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.