¿Por qué escribí “Cómplices del terror”?

El autor de “Cómplices del terror” expone los elementos periodísticos que lo llevaron a escribir al artículo, materia de litigio entre La Jornada y Letras Libres.
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El 30 de enero de 2004, autorizado por el Gobierno Federal mexicano, el juez de la Audiencia Nacional Española, Baltazar Garzón, se presentó en el Reclusorio Norte de la ciudad de México para asistir a una ampliación de declaración en el proceso de extradición de seis detenidos vascos, en el marco de la investigación de un delito de integración con la organización terrorista ETA. 

Me llamó la atención la cobertura parcial y tendenciosa con la que el diario La Jornada cubrió esa malograda visita del juez Baltazar Garzón al Reclusorio Norte. Con sorpresa leí, un día después (31 de enero de 2004), una carta del juez Garzón en la que denunciaba la tendenciosa información que de esa visita había realizado La Jornada, diario al que directamente acusaba “de manipulación informativa con la connivencia de otras personas”, más aún, señalaba Garzón, esa cobertura “sé positivamente que no ha sido casual”. Conocido en el mundo entero como el juez que ha llevado el proceso contra la banda terrorista ETA, Baltazar Garzón mostró su extrañeza ante la actitud del diario mexicano: “me preocupa que presenten como paladín de la libertad y de la dignidad restaurada a una organización terrorista que tantas muertes ha causado y que tanto dolor ha llevado y lleva a muchos hogares españoles y de otras nacionalidades”. El señalamiento del juez Baltazar Garzón, encargado por el Estado español de proteger a sus ciudadanos contra la amenaza terrorista que representa ETA, fue muy claro: la dignidad de una sociedad se alcanza cumpliendo la ley “y no mintiéndole al pueblo como ustedes han hecho” (La Jornada, 31 de enero de 2004).

Preocupado por esa imputación (que señalaba a La Jornada de abierta simpatía hacia una banda terrorista y de manipular a favor de ésta sus notas informativas “en connivencia de otras personas”), decidí investigar. En primer lugar, acudí al mayor experto en la materia, al destacado intelectual y escritor Fernando Savater, autor de innumerables libros, ensayos y artículos sobre el flagelo que ha representado para la armonía social española la banda terrorista ETA. Encontré un artículo publicado en el suplemento cultural de La Jornada, del 13 de junio de 1997, en el que Fernando Savater (presentado por ese diario como “el filósofo más conocido del idioma”) comenta en los siguientes términos un reportaje que sobre ETA publicó La Jornada: “Es difícil encontrar una celebración más partidista y mendaz de un País Vasco afortunadamente imaginario y de un terrorismo desgraciadamente real que la realizada en estas páginas”. Savater encuentra que en ese reportaje “se vierten impunemente absurdas vilezas contra al menos dos de las asesinados por ETA, repitiendo los criterios de quienes instigaron tales crímenes como si tuvieran la mínima verosimilitud o legitimidad moral”. La lectura de Savater –filósofo de renombre mundial y el más grande estudioso de ETA- me hizo concluir que La Jornada tenía una abierta simpatía y solidaridad con ETA, más aún: que La Jornada repetía los argumentos con los que esa banda terrorista justificaba en España sus crímenes, esto es, que La Jornada, al hacerlo, se ponía al servicio de esa banda de asesinos hipernacionalistas.

Continué mi pesquisa periodística. En La Jornada del domingo 20 de enero de 2002, encontré lo siguiente en una nota editorial firmada por Lourdes Galaz: “El justiciero Garzón cerró el diario Egin, la revista Beltza (encarceló a su director, el periodista Pepe Rei), también una radiodifusora y, por si fuera poco, hace una días citó a declarar a los directores de dos matutinos vascos, como el reconocido diario Gara, a quienes imputa el delito de “inducción de asesinato” por haber publicado (7 de junio de 2001) una entrevista conjunta con miembros de ETA… Todo un pájaro de cuenta resultó el señor juez”. Al leer lo anterior, no pude menos que preguntarme por qué La Jornada, en vez de ponerse de lado de la ley y la sociedad española, criticaba tan acremente la labor del juez Garzón y en cambio mostraba tan abierta simpatía y solidaridad con unos acusados de “inducción de asesinato”.

La razón de esta solidaridad me pareció encontrarla en una noticia publicada en el diario español La insignia (5 de noviembre de 2002), en la que señalaba que el diario Gara –cercano a la organización ultranacionalista vasca Batasuna, brazo político de ETA- había firmado un acuerdo de colaboración con el diario mexicano La Jornada. Busqué entonces en la hemeroteca si La Jornada había dado a conocer a su público lector la noticia de ese acuerdo con Gara, y al no encontrar nada al respecto pude concluir que La Jornada quería que dicho acuerdo pasara desapercibido por sus lectores. ¿Por qué –me pregunté- La Jornada sí había dado a conocer los acuerdos firmados con The Independent y Le Monde y en cambio le convenía mantener en secreto su acuerdo de colaboración con Gara?

Fue a través del libro ETA. El saqueo de Euskadi de José Díaz Herrera e Isabel Durán (editorial Planeta, Barcelona, 2003) que pude conocer (según se precisa en la página 425) que Josetxo Zaldúa, Coordinador General de Información de La Jornada, tiene abiertos dos procesos en España por terrorismo. Las preguntas que me surgieron de esa información las hubiera hecho cualquiera: ¿Por qué La Jornada nombró como Coordinador General de Información a una persona que en España está acusada de terrorismo? ¿No es obvio que esa relación le resta a La Jornada objetividad en su tratamiento del tema vasco? ¿Esa relación del Sr. Zaldúa determinó el tratamiento informático acre hacia el juez Garzón?

Periodísticamente, esos elementos (el juicio del mayor estudioso de ETA, la carta del juez que lleva el proceso en contra de esa banda terrorista y que el Coordinador General de Información de La Jornada tuviera en España dos procesos abiertos por terrorismo) me parecieron suficientes para suponer la complicidad de La Jornada con ETA, ya que, según la primera acepción de “cómplice” que brinda el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, cómplice es aquel que muestra simpatía o solidaridad por un movimiento o causa.

Pese a esos elementos, procuré entonces acercarme al tema en cuestión: la defensa periodística que La Jornada hizo de los seis detenidos vascos en México. Fernando Escalante Gonzalbo, prestigiado sociólogo mexicano, escribió sobre ese tema en el diario La Crónica: “La semana pasada fueron detenidos en México varios ciudadanos españoles, cuya extradición ha sido solicitada por el gobierno de España, que los identifica como miembros de ETA. La Jornada dedicó al asunto buena parte de su espacio, con varias notas al día, artículos y editoriales; publicó entrevistas con los presos, con sus abogados, amigos y familiares. Nada, ni una letra que pudiera poner en duda su inocencia o que explicase los motivos del proceso. Lo que asusta no es eso, lo que da miedo no es que el periódico adopte como línea editorial la defensa más o menos oblicua del terrorismo de ETA, sino que lo haga mediante una retórica hecha a base de eufemismos, mentiras y vaguedades, con la deliberada intención de engañar.” (La Crónica, 29 de julio de 2003).

Esos elementos me parecieron suficientes para escribir el artículo que titulé “Cómplices del terror”, que publiqué en la revista Letras Libres en marzo de 2004. Debo decir que el artículo en cuestión no es un reportaje sino un comentario editorial, el cual se apoya en diversos materiales periodísticos y en fuentes de indudable legitimidad y autoridad, pero que finalmente expresa un juicio subjetivo sobre una situación dada. En ese artículo señalé que la actitud de La Jornada hacia el juez Garzón se explicaba por: la simpatía que ese diario tenía por la causa hipernacionalista vasca, el acuerdo secreto que La Jornada había firmado con el periódico Gara (órgano periodístico de Batasuna, que a su vez es el órgano político de ETA) y la relación que el Sr. Josexto Zaldúa (acusado de terrorismo en España) tenía en ese diario como Coordinador General de Información. Por lo mismo, concluí afirmando que ese diario estaba “al servicio de un grupo de asesinos hipernacionalistas”, entendiendo con ello no que La Jornada recibiera órdenes y estuviera supeditado a la banda terrorista ETA, sino que La Jornada había decidido, dada la simpatía y solidaridad por ese causa hipernacionalista, ser útil a la causa de ese grupo. El máximo estudioso de ETA y el juez que lleva el proceso contra ETA coinciden en lo anterior: La Jornada miente y se muestra tendenciosa en la información relacionada con un grupo de asesinos hipernacionalistas.

Inconforme con mi artículo, Carmen Lira, directora de La Jornada, envió una larga carta a Letras Libres (abril de 2004). Como Subdirector de esa publicación, autoricé su publicación de buena fe, pese a que dicha misiva contenía diversas calumnias y difamaciones en mi contra, y lo que es más: mentiras flagrantes. Lo hice porque considero que la libertad de expresión es un derecho imprescindible para los mexicanos, más aún para aquellos que nos dedicamos al periodismo.

Publicamos de buena fe la respuesta de Carmen Lira a mi artículo a pesar de las claras mentiras en las que incurre. Me refiero  a lo siguiente: “La Jornada –escribe Carmen Lira- ha expresado sistemáticamente y sin ambages su repudio al terrorismo y la violencia asesina de ETA. Ejemplo de ello, entre otros más, son su editorial del 2 de febrero de 2000, donde señala que esta organización "se ha colocado […] como enemiga de la democracia y la convivencia pacífica en el País Vasco", así como la del 7 de julio de ese mismo año, en la que critica su lógica criminal”. Sin embargo, en realidad, el editorial de La Jornada del 2 de febrero de 2000 protesta por la violencia registrada en la Escuela Preparatoria no. 3, y el del 7 de julio de ese mismo año se refiere a la situación del PRD después de las elecciones del 2000; de ETA, ni una sola palabra. Es de hacer notar que en la demanda que presentaron en mi contra se dice que esos dos editoriales sirven para mostrar que La Jornada “incita al diálogo y la negociación”, cuando, según lo afirmó dolosamente Carmen Lira en su carta, esos editoriales señalaban otra cosa, a saber, la “lógica criminal” de ETA.

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