QuĆ© es la corrupciĆ³n

El verdadero problema de la corrupciĆ³n en el poder radica en la doble personalidad de todo apoderado. Su investidura representa algo distinto de su propio ser.
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El uso de la palabra corrupciĆ³n estĆ” documentado desde 1438. Viene del latĆ­n corruptio, cuya raĆ­z indoeuropea (reup) comparte con romper, interrumpir, derrotarse (salirse de la ruta) y usurpar. Corromperse es desviarse, echarse a perder, dejar de ser lo que se es. Se dice de las cosas, de las personas y de la sociedad, del ambiente fĆ­sico y el ambiente moral. Pero hay que distinguir.

Hay corrupciones que terminan bien. Si los frutos no se pudren, las semillas no germinan. Si los niƱos no dejan de ser niƱos, no crecen. El espaƱol es un latĆ­n corrupto, pero no es deseable que vuelva a ser latĆ­n. La RevoluciĆ³n mexicana consolidĆ³ la corrupciĆ³n como sistema polĆ­tico, pero acabĆ³ con la matazĆ³n.

El MĆ©xico del siglo XIX creĆ³ una repĆŗblica artificial. No era tan fĆ”cil pasar de un virreinato de tres siglos (y sus instituciones, y el acatamiento de los sĆŗbditos) a una supuesta repĆŗblica moderna, carente de instituciones republicanas y de consenso ciudadano. La inestabilidad resultante durĆ³ hasta que el general Porfirio DĆ­az restaurĆ³ la monocracia, manteniendo la fachada republicana. AƱos despuĆ©s declarĆ³ que, al imponer la paz, el orden y el progreso, habĆ­a logrado que el paĆ­s estuviera listo para la democracia. Pero no habĆ­a creado las instituciones para que funcionara, ni aceptĆ³ una transiciĆ³n pacĆ­fica encabezada por otro general: Bernardo Reyes. Vio venir el desastre y prefiriĆ³ el destierro, cuando la insurrecciĆ³n de Madero "soltĆ³ el tigre" de las aspiraciones al poder y la lucha armada de todos contra todos. La soluciĆ³n para volver a pacificar el paĆ­s en el siglo XX fue el acceso al poder por turnos y el reparto pacĆ­fico del queso: restaurar la monocracia bajo una modalidad institucional, no personal.

Esta soluciĆ³n empezĆ³ a desmoronarse cuando el presidente Salinas dio la impresiĆ³n de que buscaba la monocracia personal: romper la regla de que nadie llega al poder para quedarse. Reaparecieron los magnicidios, el ambiente insurreccional y las disputas entre capos. Afortunadamente, su heredero (el presidente Zedillo) aceptĆ³ la derrota electoral del PRI frente a Fox. Pero la democracia naciĆ³ con el nuevo siglo, en circunstancias difĆ­ciles.

Por tercera vez en la historia de MĆ©xico, la desapariciĆ³n de la monocracia desatĆ³ el aspirantismo y una multitud de poderes autĆ³nomos, voraces y hasta sangrientos que no le rinden cuentas a nadie. La soluciĆ³n para muchos serĆ­a restaurar la repĆŗblica simulada bajo una mano dura que, dentro o fuera de la ley, recoja los hilos sueltos del poder en las riendas del SeƱor Presidente.

Para no recaer en eso, la soluciĆ³n democrĆ”tica se enfrenta a una dificultad histĆ³ricamente inĆ©dita: enfrentar la corrupciĆ³n como problema, no como soluciĆ³n. Es posible, porque no se trata de cambiar la naturaleza humana.

Todo es corruptible. ¿Y quĆ©? Meter bajo esa generalidad la corrupciĆ³n como sistema polĆ­tico sirve para considerarla insuperable y resignarse. Atribuirla al carĆ”cter de los mexicanos es errĆ³neo y racista. No es la supuesta perversidad humana o la inferioridad nacional lo que explica nuestra situaciĆ³n.

El verdadero problema de la corrupciĆ³n en el poder radica en la doble personalidad de todo apoderado. Su investidura representa algo distinto de su propio ser. AsĆ­ como el actor que representa a Hamlet es y no es Hamlet, todo apoderado representa intereses que son y no son los suyos. Que pueden incluso ser contrarios a los suyos.

Que nadie represente a nadie es imposible en una democracia representativa. En la democracia directa de los griegos ni siquiera se permitĆ­a que un abogado hablara en representaciĆ³n de un acusado. PodĆ­a asesorarlo, y hasta escribirle un discurso que memorizara, pero nada mĆ”s.

De igual manera, para que una instituciĆ³n o empresa haga sus compras directamente, no por medio de empleados sobornables, tiene que ser microscĆ³pica. Cuando el dueƱo de una microempresa actĆŗa como comprador, no tiene doble personalidad. Sus intereses como comprador y sus intereses como dueƱo son los mismos. No pide sobornos para comprar, sino reducciones de precio.

Que los representantes no tengan intereses o tengan los mismos intereses que sus representados es un deseo piadoso, no una soluciĆ³n. La Ćŗnica soluciĆ³n encontrada hasta hoy es que la doble personalidad y los dobles intereses sean pĆŗblicos, y que la actuaciĆ³n del representante estĆ© sujeta a sus representados: a su vigilancia, aplausos y castigos.

La corrupciĆ³n como sistema polĆ­tico fue una soluciĆ³n histĆ³rica que debe ser comprendida, pero no continuada.

 

(Reforma, 27 abril 2014)

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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