Salvar los muebles

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Es un dibujo a mano alzada en un cuaderno de espiral tamaรฑo folio, de papel malo, con tinta precaria. Y sin embargo todo un lujo en 1942, para el que quizรก hubo que escatimar pesetas muy necesarias: material de escritura que por milagro ofrecรญan las papelerรญas de la inmediata posguerra. Estรก en el Reina en una vitrina junto a otros documentos y cartas. Y en una exposiciรณn tan amplia, tan ambiciosa y tan excelentemente documentada como Campo Cerrado hay que fijarse bien o puede pasar desapercibido.

Sin embargo, podrรญa funcionar casi como un emblema silencioso de los aรฑos y del paรญs que retrata. Al principio el dibujo parece poca cosa: una comรบn habitaciรณn burguesa y vacรญa, con un sofรก, una lรกmpara, una mesa camilla, una puerta-ventana dando a un jardรญn. Lo firma Hermenegildo Lanz, un pintor granadino que nunca llegรณ a ser muy famoso y que se quedรณ en Granada tras la guerra. El tรญtulo, sin embargo, le da otro sentido (y a nosotros un escalofrรญo): es el retrato de la casa de don Manuel de Falla, intacta, deshabitada, dos aรฑos despuรฉs de que se exiliase en Argentina. Ya no volverรญa a Espaรฑa en vida.

Es mรกs y menos que una foto de urgencia, a falta de cรกmara y carrete. En realidad, un retrato doble: el de los ausentes tras la guerra en Espaรฑa, desde luego. Pero tambiรฉn el de los presentes (sin ninguna exclamaciรณn en este caso) que se quedaron para afrontar cuarenta largos aรฑos de dictadura franquista. La casa vacรญa, donde parece que encogieron los muebles que pudieron salvarse. Y sin embargo abarrotada de recuerdos, de mรบsica borrada y de fantasmas, dibujada a vuelapluma con precisiรณn forense por quien levanta acta privada del “lugar de los hechos” y no se resigna al olvido impuesto por los criminales. Quedan los objetos y los muebles callados y tercos esperando un regreso que no va a producirse.

Esa sala muda pero memoriosa, donde la pulcritud esconde y mantiene vivo un trauma que no puede decirse es casi la instantรกnea de un paรญs, tal como lo propone la comisaria Lola Jimรฉnez Blanco en las salas. Se ocupa, desde luego, de los artistas e intelectuales exiliados. Pero sobre todo hace con rigor algo fundamental que estaba pendiente: retrata el estado de las artes y de los artistas de puertas adentro en los primeros aรฑos del franquismo, desde 1939 hasta que en 1953 los concordatos con la Santa Sede y los pactos (y bases militares) con Estados Unidos dejaron muy claro que Franco morirรญa en la cama y que a las democracias occidentales no les estorbaba tanto un tapรณn anticomunista en plena Guerra Frรญa (digo el rรฉgimen, no el Caudillo).

El dibujo se acompaรฑa de otro folio manuscrito del mismo autor: la crรณnica detallada de un acontecimiento que tambiรฉn parece mรญnimo a primera vista, los adioses a alguien que sale de viaje. Pero lo que cuenta es la despedida de Falla ante unos pocos รญntimos el dรญa en que sale para Argentina. Los apretones de manos sin aspavientos, el esfuerzo difรญcil por mantener el aplomo del que se va. Y, quizรก peor incluso, de los que se quedan. La anticipaciรณn opresiva de una melancolรญa y una aรฑoranza que pronto se sentirรก por el ausente, y que se siente ya por lo que nunca serรก: por una Espaรฑa vencida, por una Granada en la que el cรญrculo de Falla y lo que representa ha sido dispersado o directamente exterminado: Fernando de los Rรญos, Lorca. La salita dibujada hace eco en el recuerdo con la imagen mental de la sala de la Huerta de San Vicente, claro: otro piano arrumbado, otros muebles conmovedores en su despretensiรณn de clase media recordando durante dรฉcadas a otro gran ausente/presente.

Digo que Falla no volviรณ a Espaรฑa en vida porque sรญ lo hizo despuรฉs de muerto: aunque no aceptรณ las prebendas con que los vencedores le tentaron al acabar la guerra, su cuerpo sรญ fue “recuperado” con todos los honores patrios a su muerte, con recepciรณn florida y verbosa del plomo Pemรกn incluida y entierro bombรกstico en la cripta de la catedral de Cรกdiz.

Porque el franquismo de inmediata posguerra fue muy astuto en su relaciรณn con las artes, y tambiรฉn eso lo recuerda la exposiciรณn: sus formas no fueron toscas, ni un erial cultural el paisaje tras la tormenta. Combinรณ las arengas militaristas y machistas que tomaban prestado el lenguaje agresivo del futurismo italiano con una estรฉtica rompedora y sofisticada (ahรญ estรกn las portadas lujosas y modernas de la revista Vรฉrtice, o el esplรฉndido pabellรณn espaรฑol de la Trienal de Milรกn) y con el reciclaje subrepticio de todo lo que podรญa “salvarse” y diera prestigio de puertas afuera al rรฉgimen de posguerra: Falla, en ese sentido, era una presa que merecรญa la pena cobrarse incluso despuรฉs de muerta, visto que otras luminarias internacionales muy vivas, como Picasso, resultaron inasequibles.

En la exposiciรณn estรก tambiรฉn, y merece verse con calma, la ficha policial del pintor, con recortes de “la prensa extranjera” que dan pruebas inequรญvocas de su rojerรญo. Es un papelote sรณrdido, otro retrato (a la vez de grupo y autorretrato) que sin embargo pasรณ inadvertido incluso para el “artista” siniestro que lo elaborรณ en su despacho. De haber sabido que acabarรญamos viรฉndolo aquรญ y leyendo entre lรญneas toda su miseria no se le habrรญa escapado a la censura. ~

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