Helos aquí: San Kevin y el mirlo.
De rodillas, los brazos en cruz, el santo
Está dentro de su celda, pero la celda es tan angosta,
Que una palma volteada sale por la ventana,
Rígida como una viga transversal, cuando un mirlo
Llega a posarse: pone sus huevos y se dispone a anidar.
Kevin siente los tibios huevos, el pequeño pecho,
La cabeza y garras acurrucadas, se sabe parte
De la gran cadena de la vida eterna,
Y eso lo mueve a piedad: ahora habrá de mantener la mano
Como una rama a merced del sol y de la lluvia semanas enteras,
Hasta que los polluelos rompan el cascarón, echen plumas y vuelen.
*
Y ya que todo esto es algo imaginado,
Imagina que eres Kevin. ¿Cómo estará?
¿En olvido de sí o en agonía todo el tiempo,
Desde el cuello hasta los adoloridos antebrazos?
¿Se le habrán dormido los dedos? ¿Sentirá aún las rodillas?
¿O acaso la mirada en blanco del subsuelo
Habrá trepado a través suyo? ¿Existirá la distancia en su cabeza?
Solo y reflejado claramente en el río profundo del amor,
"Trabajar, sin pretender ninguna recompensa", reza,
Una oración elevada por su cuerpo enteramente,
Pues él ha olvidado el ser, ha olvidado al ave
Y, en la ribera, el nombre del río ha olvidado.
Versión de Pura López Colomé