Sayula está a noventa minutos del sentido común y todos sabemos que el sentido común está sobrevalorado. Por ejemplo, en Guadalajara, un taco de camarón es una tortilla que envuelve una porción del marisco, normalmente capeado. Cuestión de sentido común, ¿no? Bueno, rueden noventa minutos hasta la tierra de Juan Rulfo y pidan lo mismo. La tortilla estará rellena de queso, pero el resultado será mucho mejor. Más camaronil, incluso.
Es fácil adivinar la naturaleza engañosa de Sayula, empezando por lo de Rulfo. En vida se encargó de desmentir varias veces haber nacido allí y ofreció casi siempre la versión alternativa de ser de San Gabriel. En Pedro Páramo hay alguna referencia desagradable a Sayula, también, y tanto maltrato ha hecho que no pocos locales vean con recelo al primer autor darks de la literatura contemporánea latinoamericana. Sayula, que debería ser un monumento viviente y orgulloso al hombre de los dos libros, apenas muestra una pequeña placa conmemorativa en la antigua casa No. 48 de la Calle Madero. Los bustos a Rulfo son menores y cualquier visitante desprevenido pensaría que ese solo es el pueblo del ánima homosexual que ofrece dinero para pagar deudas, a cambio de que los hombres se inclinen noventa grados con los pantalones abajo. Si eres mujer, supongo, toca buscarse otra ánima.
Uno podría apelar al sentido común y decir que Rulfo reniega de Sayula porque ahí perdió a su padre, por lo que arrastró hasta San Gabriel, ya en su preadolescencia, la amargura de la ausencia. O uno podría hacer teoría literaria y especular que nada es más rulfiano que ese sufrimiento; ergo, no hay pueblo más rulfiano que Sayula, precisamente porque lo negó desde el dolor. Y todo suena razonable, como comer un taco de camarón con camarón adentro.
Pero Sayula está hecha de otra materia. Varios me explicaron con absoluta seriedad que Rulfo renegó del pueblo por culpa de la famosa ánima, porque no quería pasar por homosexual. En tanto de San Gabriel, siempre sería Juan Rulfo; en tanto de Sayula, Juan Nepomuceno, “El joto". Juro que no me estoy inventando el razonamiento.
Un lugar capaz de procesar estas historias normalmente tiene gastronomía propia y este no será el único texto que le dedicaré al pueblo, donde los amigos del Hotel La Provincia me hincharon a platillos sorprendentemente distintos a los que abundan en Guadalajara. Será porque Sayula fue fundada antes que la actual capital de Jalisco.
El taco de camarón es una tortilla rellena de queso adobera, que se derrite con firmeza, y la gracia está en la salsa que empapa todo. Hecha a base de jitomates, tomates, ajo y chiles (nopaleros, anchos y de árbol), se le añade polvo de camarón seco y entonces no solo la tortilla absorbe el sabor, sino que el olor entra con mucha más potencia de la que tendría un simple marisco capeado o a la plancha. Metáfora perfecta de Sayula: el pueblo donde un ánima le ganó a la literatura y donde los tacos de camarón saben más porque no llevan camarón.
Periodista. Coordinador Editorial de la revista El Librero Colombia y colaborador de medios como El País, El Malpensante y El Nacional.