Teoría y práctica de una reseña sobre Alejandro Zambra

Reseña de la novela Formas de volver a casa (Anagrama, 2011) del chileno Alejandro Zambra
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Pensemos –mal y rápidamente– que la lectura de ficción implica una de las siguientes dos actitudes con respecto a la realidad: evasión o reconocimiento. La nueva novela del chileno Alejandro Zambra, Formas de volver a casa (Anagrama, 2011) propone una disyuntiva parecida: “Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla”. En la novela se habla de la dictadura chilena, de la infancia del protagonista durante los años ochenta, del terremoto de marzo de 1985, de la culpa compartida entre padres e hijos, de literatura. En este punto –la literatura– es donde Zambra genera tensión entre dos clases de público; las opiniones sobre el libro han oscilado entre críticas a su estilo simple y al carácter metaliterario y, homenajes a su estilo sencillo y a su carácter metaliterario (aquí hay un ejemplo) Así las cosas, lo que queda es reproducir ambas posturas.

En contra

Hay una frase muy sospechosa que asegura que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Sospechosa, digo, porque siempre que la escucho es un adulto sobrio el que la enuncia. Esto viene a cuento porque la trama detectivesca de la primera parte (“Personajes secundarios”) me recordó la película Brick de Rian Johnson: al igual que en la película, en la novela los protagonistas son niños que no suenan ni actúan como niños. El extremo de esta representación llega con la autodefinición: “¿Y tú eres comunista?”, pregunta el profesor; “Yo soy un niño”, responde el personaje. De igual manera que por principio ningún borracho acepta estar ebrio ni en los peores momentos, a ningún niño que lo parezca le haría falta declarar su condición infantil.

A favor

Durante la dictadura, la militancia política necesita de constante afirmación; para el protagonista que recrea su infancia es necesario recordarse una y otra vez su condición infantil como postura política y casi estética. Por eso, la doble orientación de la novela –cubrirse al leer, mostrarse al escribir– parece jugar con la inverosimilitud como forma de representación: en la primera parte, niños que se comportan como adultos; en la tercera (“La literatura de los hijos”), adultos que actúan como niños.

En contra

Profesor universitario y escritor, el narrador abunda en consideraciones sobre 1) la novela que escribe, 2) las novelas que lee, 3) su divorcio, 4) el reencuentro con Claudia, amor del pasado y 5) la gradual separación ideológica con respecto a sus padres. Los excesos autoconscientes del libro no son consecuentes con la premisa de la novela – “Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla”– pues al mostrarse únicamente a sí misma, la metaficción termina por no mostrar nada: escribo que escribo, mentalmente me veo escribir, etcétera.

A favor

Los excesos autoconscientes del libro, sin embargo, se equilibran con el estilo sobrio característico en la obra de Zambra. En sus libros no hay frases huecas parecidas a “en una suave pendiente, ahora a su izquierda, potros de brillante pelambre se revolcaban en el pasto” (por citar una novela que estoy leyendo) porque, en este caso, Zambra escribiría simplemente: “había caballos”. La brevedad de sus libros no es una consecuencia de este estilo, sino un presupuesto: frente a la acumulación, la obra de Zambra propone economía.

En contra

Las tres novelas que ha publicado Zambra parecen el mismo libro: autoficción, metaliteratura, brevedad.

A favor

La escritura de Zambra proviene quizá no de un proyecto artístico pero sí de una idea clara de lo que es su literatura. Hasta ahora, Zambra es un escritor de obra, no de libros.

 

Contra lo que podría pensarse, ninguno de los dos argumentos corresponde fielmente a las dos actitudes de las que hablé al principio. La escritura que gira sobre sí misma bien puede partir de una voluntad de evadirse o de reconocerse. El libro juega con ambas y la tensión no se resuelve. La pregunta que rodea toda la novela es: ¿para qué escribe el personaje de Formas de volver a casa? ¿Para irse o para volver? La respuesta no está en el libro, sino en los lectores.

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Es profesor de literatura en la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia.


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