Tierra de redentores

El culto al caudillo y el mito revolucionario han dominado la historia de Amรฉrica Latina. Octavio Paz reivindicรณ su raรญz democrรกtica, y ahora, Mario Vargas Llosa es el lรญder intelectual y moral de aquellos que esperan el triunfo de la libertad.
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No uno sino dos fantasmas recorren la historia independiente y moderna de Amรฉrica Latina: el culto al caudillo y el mito de la Revoluciรณn. Los pensadores liberales del siglo XIX abjuraron de ambos. En Facundo -su obra clรกsica sobre el telรบrico caudillo Facundo Quiroga, "sombra terrible" de las pampas-, Sarmiento recreรณ al prototipo del poder personal en el siglo XIX latinoamericano, el dueรฑo de vidas y haciendas, hombre de horca y cuchillo, sรญmbolo de Barbarie opuesta a la Civilizaciรณn. Publicada en 1845, aquella obra tuvo una brillante descendencia, primero en el Nostromo de Conrad y mรกs tarde en una larga sucesiรณn de novelas sobre dictadores: Tirano Banderas de Valle-Inclรกn, El Seรฑor Presidente de Miguel รngel Asturias, Oficio de difuntos de Arturo Uslar Pietri, Yo, el Supremo de Augusto Roa Bastos y las dos antitรฉticas creaciones de Garcรญa Mรกrquez y Vargas Llosa: El otoรฑo del Patriarca y La Fiesta del Chivo. Por lo que hace a la Revoluciรณn, a pesar del influjo romรกntico de la Revoluciรณn Francesa, en el siglo XIX el concepto se entendiรณ como una ruptura ilegรญtima y violenta del orden legal. En ese mismo sentido lo emplea Conrad para describir a su turbulenta Costaguana: la Revoluciรณn como la otra vertiente de la Barbarie. Pero al despuntar el siglo XX, con el advenimiento de la Revoluciรณn mexicana y la bolchevique, una lenta trasmutaciรณn comenzรณ a operar en la realidad y la imaginaciรณn de nuestros paรญses: la crรญtica del caudillo se transformรณ en culto al hombre fuerte, al hรฉroe providencial; y la Revoluciรณn adquiriรณ el prestigio de una nueva aurora de justicia para los pueblos.

En la larga vigencia del culto heroico y el mito de la Revoluciรณn convergen dos autores clรกsicos: Thomas Carlyle y Carlos Marx. Al ensayista e historiador escocรฉs se debe la idea de que la historia no tiene mรกs sentido del que le confiere la biografรญa de los "Grandes Hombres", en particular la de los inspirados "hรฉroes" polรญticos como Oliver Cromwell o el Doctor Francia, que prescindieron de las instituciones democrรกticas por considerarlas una parafernalia inรบtil. (Varios tiranos latinoamericanos como el venezolano Juan Vicente Gรณmez, a quien un reconocido historiador llamรณ "Hombre de Carlyle", siguieron ese libreto). A propรณsito de la Historia de la Revoluciรณn Francesa de Carlyle, Carlos Marx (que lo admiraba) escribiรณ en 1850: "Le corresponde el crรฉdito de haber combatido en la arena literaria a la burguesรญa… de una manera, por momentos, revolucionaria". El problema -agregaba Marx- es que "a sus ojos, la apoteosis de la Revoluciรณn se concentra en un solo individuo… Su culto a los hรฉroes… equivale a una nueva religiรณn". Pero tambiรฉn Marx creรญa que la apoteosis de la Revoluciรณn se concentraba en un solo protagonista colectivo: el proletariado, las masas. Y ese culto, con el tiempo, "equivaliรณ" tambiรฉn a "una nueva religiรณn". El siglo XX probรณ que las simpatรญas entre ambos pensadores eran mayores que sus diferencias: solo se requerรญa la apariciรณn de un hรฉroe carlyleano que asumiera la Sagrada Escritura de Marx. Ese personaje fue Lenin, y tras รฉl irrumpieron en la escena varios otros: "El Dios trascendente de los teรณlogos…", escribiรณ Octavio Paz, "baja a la tierra y se vuelve 'proceso histรณrico'; a su vez, el 'proceso histรณrico' encarna en este o aquel lรญder: Stalin, Mao, Fidel".

La sacralizaciรณn de la Historia en la persona de un hรฉroe produce la figura polรญtica de los "redentores". En Amรฉrica Latina el proceso tuvo antecedentes populares en la guerra de independencia mexicana y en los movimientos mesiรกnicos de Brasil (que Vargas Llosa recreรณ en su clรกsica novela La guerra del fin del mundo), pero su versiรณn moderna -a mi juicio- nace del agravio contra Estados Unidos a partir de la guerra de 1898. Todavรญa Martรญ, el รบltimo liberal del XIX, pudo soรฑar con una constelaciรณn de repรบblicas americanas, orientadas al progreso y respetuosas entre sรญ. Pero las actitudes imperiales del "monstruo" en cuyas entraรฑas habรญa vivido (y cuya democracia y dinamismo habรญa admirado) terminaron por decepcionarlo. Con su muerte muriรณ tambiรฉn el proyecto de una Amรฉrica homogรฉnea e igualitaria. Habรญa que imaginar y construir otra Amรฉrica, distinta y opuesta a la del Norte. Movido por ese agravio, el pensador uruguayo Josรฉ Enrique Rodรณ publicรณ en 1900 un opรบsculo que influyรณ en el destino polรญtico e intelectual de "Nuestra Amรฉrica". Se titulaba Ariel y postulaba un "choque de civilizaciones" entre la superior espiritualidad de Hispanoamรฉrica y la "barbarie" materialista de Estados Unidos.

Conforme avanzรณ el siglo, las mรกs diversas corrientes ideolรณgicas (el nacionalismo, el anarquismo, el socialismo, el marxismo, el indigenismo y aun el fascismo) fueron deudoras, en diversa medida, del idealismo "arielista" y encarnaron en personajes con ideas o actitudes "redentoras", como las del mexicano Josรฉ Vasconcelos (que quiso ser presidente para "salvar a Mรฉxico" y vio en Amรฉrica Latina la cuna de una "Raza Cรณsmica") o las mรกs terrenales del peruano Josรฉ Carlos Mariรกtegui (que profetizรณ la convergencia revolucionaria entre el marxismo y el indigenismo). Tras la guerra civil espaรฑola, Amรฉrica Latina se escindiรณ entre fascistas y socialistas (con poco espacio para los liberales) pero a ambas corrientes las vinculaba aquel resentido desprecio contra el yanqui. Hasta un personaje ajeno al universo de los libros como Eva Perรณn, la "santa de los descamisados", lo albergaba.

En 1959, cuando el Ariel seguรญa siendo lectura obligada en las escuelas del continente, una santรญsima dualidad de redentores apareciรณ en el escenario y cumpliรณ la profecรญa de Rodรณ: Fidel y el Che. Mi generaciรณn los venerรณ. Debido a ellos, la Revoluciรณn -palabra mรกgica, concepto histรณrico, promesa de redenciรณn social- volvรญa a adquirir, acrecentado, el viejo hechizo de la Revoluciรณn mexicana o rusa. Era fรกcil adoptarla: una pasiรณn excitante, un libreto sencillo y una inmediata gratificaciรณn del narcisismo moral. Y era imposible evadirla: estaba en las aulas y los cafรฉs, en las pรกginas literarias, los suplementos culturales y la oferta editorial. La filiaciรณn de izquierda habรญa dejado sus รกmbitos habituales de la primera mitad del siglo XX (los sindicatos, las infinitas sectas, los partidos subterrรกneos o proscritos) para refugiarse en el mundo de la cultura y la academia, donde se volviรณ hegemรณnica. Y como el neotomismo en tiempos coloniales, la doctrina marxista alcanzรณ el rango de canon irrefutable.

En el verano de 1968 estallรณ en Mรฉxico un movimiento estudiantil que, si bien tenรญa orรญgenes de izquierda, no se proponรญa una Revoluciรณn sino la apertura de espacios de libertad en un sistema cerrado y autoritario. Vacunรกndose contra una hipotรฉtica conjura comunista (que creรญa inminente), el 2 de octubre el Gobierno masacrรณ a decenas de estudiantes en la plaza de Tlatelolco. Nunca olvidamos el agravio. Unos tomaron las armas y se incorporaron a la guerrilla urbana o rural, otros practicaron la guerrilla ideolรณgica en la redacciรณn de los periรณdicos y revistas o el trabajo editorial y acadรฉmico. Otros mรกs fueron activistas en organizaciones obreras y campesinas. Sin embargo, comparada con la radicalizaciรณn armada de muchos paรญses de Amรฉrica Latina, la mexicana fue relativamente dรฉbil. Tras el golpe de Estado en Chile, de Guatemala a la Patagonia, al menos dos generaciones de estudiantes y profesores universitarios quisieron emular al Che Guevara. Muchos perdieron la vida a manos de los feroces Gobiernos militares -algunos, como el argentino, verdaderamente genocidas- que aparecieron en la regiรณn.

A raรญz de la matanza de Tlatelolco, Octavio Paz, nuestro poeta mayor, habรญa renunciado a la Embajada de India. Sus jรณvenes lectores esperรกbamos su regreso para encabezar un partido revolucionario de izquierda. Pero Paz pensรณ que la batalla central de Amรฉrica Latina era de ideas y debรญa librarse en el รกmbito de la literatura. Por eso hizo algo insรณlito: hace exactamente 40 aรฑos, el 1 de octubre de 1971, fundรณ la revista Plural y en ella puso casa a la disidencia de izquierda en Mรฉxico y Latinoamรฉrica.

Tener a Paz de vuelta era como tener cerca a Orwell, Camus o Koestler, los antiguos hechizados, los grandes desencantados de la Revoluciรณn. Paz hizo entre nosotros lo que los disidentes del Este (Kolakowski, Havel, Sajarov) hacรญan en sus paรญses: criticar a la izquierda totalitaria real desde la izquierda democrรกtica posible. Mi generaciรณn no lo entendiรณ asรญ, y lo atacรณ sin tregua. Paz venรญa de un periplo polรญtico que nos era casi desconocido. Aunque sabรญamos algo de su participaciรณn en la guerra civil espaรฑola, ignorรกbamos la historia de su paulatino desencanto con el rรฉgimen soviรฉtico. En 1971, a raรญz del caso Padilla (reediciรณn caribeรฑa de los Procesos de Moscรบ, admirablemente recreada por Jorge Edwards en Persona non grata), varios escritores latinoamericanos y espaรฑoles (Vargas Llosa, Juan Goytisolo y el propio Paz, entre otros) marcaron sus distancias definitivas con Castro. Pero los universitarios radicales, armados o no, permanecieron por muchos aรฑos -y algunos por siempre- fieles a la Revoluciรณn y a su caudillo.

Para Paz, la lectura del Archipiรฉlago Gulag en 1974 fue el punto de quiebre definitivo. Allรญ terminรณ por confrontar la naturaleza totalitaria del socialismo soviรฉtico y, para su sorpresa y sosiego, redescubriรณ el viejo ideario liberal del siglo XIX, el de su propio abuelo. Paz, en una palabra, se volviรณ plenamente demรณcrata. No era una hora temprana en su vida -cumplรญa 60 aรฑos- pero aรบn era tiempo para prevenir a los jรณvenes latinoamericanos sobre los peligros del redentorismo polรญtico en el que convergรญan el culto al poder (ya sea del caudillo o del presidente omnรญmodo) y el mito de la Revoluciรณn: "La gran Diosa, la Amada eterna, la gran Puta de poetas y novelistas". No quisieron escucharlo. La querella de Paz con la izquierda continuรณ hasta su muerte, en abril de 1998. Incluyรณ polรฉmicas, descalificaciones, insultos y hasta amenazas de muerte. En 1984 su efigie fue quemada por una turba a unas calles de su casa, frente a la Embajada de Estados Unidos en Mรฉxico, por haber cometido la herejรญa de pedir elecciones en Nicaragua.

Su trinchera fue la revista Vuelta, heredera de Plural, que apareciรณ de diciembre de 1976 a septiembre de 1998 y circulรณ ampliamente por el mundo de habla hispana. (Trรกnsfuga de mi generaciรณn, lo acompaรฑรฉ en su aventura). Trinchera es la palabra exacta, porque Vuelta no se ocupaba acadรฉmicamente de la historia polรญtica de Amรฉrica Latina: Vuelta querรญa cambiar esa historia. Por eso, en la arena de las ideas postulaba la democracia y combatรญa las lacras derivadas del culto al caudillo y el dogmatismo ideolรณgico: el militarismo, el populismo, el presidencialismo, el estatismo, la guerrilla. Naturalmente, la revista fue prohibida lo mismo en la Argentina de Videla que en la Nicaragua de los sandinistas (no se diga en el Chile de Pinochet o en la Cuba castrista). Los principales escritores del idioma para quienes la libertad ha sido un valor supremo escribieron en sus pรกginas. En Vuelta, Mario Vargas Llosa publicรณ su estrujante reportaje sobre la Matanza de Uchuraccay (documento irrefutable contra el fanatismo guerrillero) y los principales ensayos de su travesรญa liberal. En Vuelta, Gabriel Zaid revelรณ la naturaleza elitista y universitaria (no campesina, ni obrera, ni espontรกnea, ni social) de las guerrillas salvadoreรฑas. En Vuelta, Guillermo Cabrera Infante explicรณ por quรฉ el suicidio ha sido la ultima ratio de expresiรณn polรญtica en la Cuba de Fidel.

En 1989 la batalla de las ideas parecรญa ganada. En Parรญs, con motivo de la recepciรณn del Premio Tocqueville, Paz hablรณ de dos "portentos de una nueva era que, quizรกs, amanece: …el ocaso del mito revolucionario en el lugar mismo de su nacimiento… y el regreso a la democracia en Amรฉrica Latina". Tenรญa razรณn en recordar que el acta de fundaciรณn de los paรญses iberoamericanos en las primeras dรฉcadas del siglo XIX habรญa sido precisamente la democracia liberal -entendida en un sentido amplio, republicano y constitucional-. Parecรญa un milagro que todos los paรญses de Amรฉrica Latina (salvo Cuba) estuviesen a punto de volver al origen democrรกtico, pero el milagro fue real y muy pronto se consolidรณ. Significativamente, muchos detractores de la democracia (sin mayor explicaciรณn) se volvieron sรบbitos demรณcratas. No obstante, en 1994, la Historia -ese teatro sorprendente- puso en escena una nueva representaciรณn revolucionaria: una rebeliรณn indรญgena vagamente inspirada en las ideas de Mariรกtegui. Ocurrรญa al sur de Mรฉxico, en el Estado de Chiapas. La encabezaba un sacerdote que profesaba la "Teologรญa de la liberaciรณn" (el obispo Samuel Ruiz) y un guerrillero enmascarado (el subcomandante Marcos) que, emulando al Che, fumaba pipa, recetaba medicinas y escribรญa cuentos. Ante esta resurrecciรณn, Paz entrรณ en un estado de perplejidad y asรญ muriรณ.

El Rรฉquiem por la Revoluciรณn habรญa sido prematuro. La tensiรณn entre Revoluciรณn y Democracia seguรญa desgarrando a Amรฉrica Latina. Mientras la democracia se consolidaba, el posmarxismo seguรญa imperando en no pocas universidades del continente (y hasta en algunas norteamericanas). Y a principios del siglo XXI, en Venezuela, el mito revolucionario reencarnรณ en un esperpento polรญtico extraรญdo de Valle-Inclรกn. En su discurso inaugural, Chรกvez vituperรณ a la "maloliente" democracia y en su desempeรฑo -como dicta Carlyle- buscarรญa reducir la historia venezolana a su biografรญa personal. Marx habรญa escrito: "Todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijรฉramos, dos veces… una vez como tragedia y la otra como farsa". Chรกvez, es cierto, serรญa una caricatura de Fidel, pero una caricatura con cientos de billones de petrodรณlares en la cartera y un carisma diabรณlico: un caudillo posmoderno, un redentor por Twitter.

Como tragedia y como farsa, los fantasmas redentores del poder y el dogma siguen rondando la vida latinoamericana. Ningรบn empeรฑo por exorcizarlos se compara al de Mario Vargas Llosa. Su liderazgo intelectual y moral ha sido indiscutible. En sus obras, como expresรณ el comitรฉ que le otorgรณ en 2010 el Premio Nobel, Vargas Llosa ha construido una "cartografรญa de las estructuras de poder y el reflejo de รฉstas en la resistencia del individuo, en su rebeliรณn y su derrota". Su tema central -su obsesiรณn, su misiรณn- ha sido la minuciosa y apasionada crรญtica de ese poder: el poder de los fanatismos de la identidad (racial, nacional, ideolรณgica, religiosa) y el poder de los dictadores militares o revolucionarios, los "Chivos" del continente, a quienes detesta por razones casi genรฉticas. En ese sentido, su trayectoria contrasta con la de Gabriel Garcรญa Mรกrquez, el otro gran novelista latinoamericano en cuya obra no es difรญcil advertir una marcada veneraciรณn por el hombre fuerte a partir de la cual se comprende su prolongado servicio a la Revoluciรณn cubana y a su amigo, el redentor inmortal.

El mesianismo polรญtico latinoamericano naciรณ en 1898 en Cuba, cristalizรณ en Cuba en 1959, y definirรก su destino en Cuba, en un futuro cercano. El hechizo de la Revoluciรณn fue tan grande como lo es ahora el desencanto y la pesadumbre de las generaciones sacrificadas en el altar de un caudillo vitalicio. Ojalรก llegue la hora de la reconstrucciรณn y la reconciliaciรณn, la hora de la libertad: obra de demรณcratas, no de redentores.

(Publicado previamente en El Paรญs)

 

El miรฉrcoles 5 de octubre, a las 19:30 horas (en el Cรญrculo de Bellas Artes de Madrid) se presentarรก Redentores, de Enrique Krauze, con el autor, Jon Juaristi, Jorge Edwards y el editor Cristรณbal Pera. Esta presentaciรณn tendrรก lugar dentro de la programaciรณn con motivo del X aniversario de la ediciรณn espaรฑola de Letras Libres.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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