El vuelo de Oslo a Madrid de la compañía Norwegian llega a su hora. Reconozco a Dag Solstad inmediatamente: su disparado cabello blanco es inconfundible. Me dice Therese, su mujer, que no han tenido un buen vuelo, que un par de niños han estado alborotando desde que salieron de Oslo. Llueve y son las siete de la tarde, así que tardaremos más de una hora en llegar hasta su hotel, en el centro de Madrid. Menuda bienvenida a España. Solstad se anima mucho cuando pasamos frente al estadio Santiago Bernabéu. Lógico, no por nada ha escrito cinco libros sobre cuatro Copas del Mundo de fútbol. Una de ellas la de México. Me cuenta que estuvo dos meses viviendo en México DF, en la misma calle que Gabriel García Márquez. Un día intentó buscar su teléfono en el listín telefónico: “Sabía que tenía que buscar por la g, no por la m, como haría un noruego”, afirma muy orgulloso. Ésa fue la segunda vez que estuvo en México; la primera fue en 1984 durante un “viaje de estudios” de seis meses: “Quería tener impresiones, conocer un mundo en el que nunca había estado. Al final de aquella estancia escribí Intento de descifrar lo impenetrable. Aunque lo impenetrable no era México sino un barrio de Oslo. En México las cosas son más claras, mientras que en Oslo son impenetrables.” Recuerda que lo que más le impresionó era que los ejecutivos de las empresas privadas fueran radicales y apoyaran a Fidel Castro: “En Noruega un empleado de una agencia de seguros nunca apoyaría a Castro.” También se acuerda muy bien de un taxista cuyo progresismo se traducía en tener sólo dos hijos.
Solstad publicó su primer libro de relatos, Spiraler, con veinticuatro años, y desde entonces no ha parado de escribir: más de treinta libros en total. Su dedicación ha sido reconocida en numerosas ocasiones. El primer y más claro ejemplo es que es el único autor noruego que ha recibido tres veces el Premio de la Crítica de su país (en 1969 por Irr! GrØnt!, en 1992 por Ellevte roman, bok atten y en 1999 por T. Singer).
Al día siguiente, después de las entrevistas, instalados tranquilamente en La Dolores, le pregunto a Solstad por la recepción que tuvo Spiraler, su primer libro, en Noruega: “En 1965 la situación en mi país era muy particular. El mainstream escribía realismo psicológico. Yo no fui el primero en escribir un libro modernista, pero sí el único de mi generación en hacerlo. Me gustaban y leía a los grandes autores clásicos realistas, pero lo que me atrapaba era la literatura que escapaba del realismo. En cuanto a la crítica, recibió con gran entusiasmo el libro. Fue un enorme estímulo y desde entonces me he podido dedicar a escribir.”
Nuestra amable traductora durante las entrevistas, Cristina Gómez Baggethum, hija de unas de las traductoras de Pudor y dignidad, Kirsti Baggethum, sugiere a Solstad que me repita el esquema sobre su obra que le ha explicado al periodista de El País: “Los setenta es la época de los relatos y las novelas experimentales. Buscaba una nueva manera de escribir, quería experimentar como hacía l’avant-garde. Después, en los ochenta vino una época más política con novelas como Intento de descifrar lo impenetrable y Roman 1987, que recibió el premio del Consejo Nórdico. El período de los noventa es el que llamo el de las novelas reflexivas, o el de las novelas breves como Pudor y dignidad, T. Singer o La noche del profesor Andersens. Y ahora son los libros del tiempo extra. Siento que ya he dicho todo lo que quería, pero como aún estoy vivo, sigo escribiendo. Pero de otra manera. Ahora estoy más liberado, porque siento que ya he cumplido con mi deber como escritor. Eso no quiere decir que no ponga todo mi empeño en que sean muy buenas.” De hecho, Armand V. Notas a pie de página de una novela no excavada, su última novela publicada en Noruega, recibió el premio Brague y ha sido considerada por muchos como su mejor novela.
Pudor y dignidad, su primera obra publicada en español, nos cuenta la vida de Elias Rukla, uno de los muchos profesores en la obra de Solstad. Después de treinta años explicando El pato salvaje, Rukla comprende la intención oculta de Ibsen al escribir el diálogo del profesor Relling con la señora Sørby. Esa revelación desencadena en este personaje una imparable necesidad de revisar su vida y su historia de amor con su indescriptiblemente bella esposa Eva. Durante la cena, tras la presentación del libro por Jesús Ferrero en la librería Tierra de Fuego, interrogo a Solstad por una de las cosas que más me interesan sobre su país: su relación con el dinero, su aceptación de la riqueza generada por el petróleo: “Para mí Noruega siempre ha sido un país rico. Primero por la navegación y a partir de 1900 por el aprovechamiento de energía que se hizo de los saltos de agua. Teníamos recursos energéticos que el mundo necesitaba. Creo que la importancia que se le ha dado al petróleo está sobrevalorada, porque antes se tenía acceso al agua, que también producía mucha riqueza. Ahora se dice que Noruega en los años sesenta era pobre, pero para mí siempre ha sido rica. Lo que sí es cierto es que el enriquecimiento de los últimos años no se ha distribuido igualitariamente entre la población como en los años anteriores. Se ha repartido sobre todo entre la clase dominante. Por ejemplo, un escritor como yo sería igual de rico ahora que antes. Se ha enriquecido otra clase social, la de la cultura desde luego no”.
Le pregunto si la percepción de la ue en Noruega está cambiando y si terminará por entrar: “Sí, al final entrará. Por ejemplo, ahora se están iniciando algunas reformas económicas y sociales, que no están gustando nada. En realidad aún no hay necesidad de iniciar esas reformas (aunque la habrá porque la fortuna que tenemos en petróleo es finita) pero sí quieren hacerlas antes de volver a plantear el tema de la entrada en la Unión Europa. Una estrategia para que la población no culpe a Bruselas”.
Mientras pido otra ración de empanadas chilenas, que le han entusiasmado, me cuenta otra de las peculiaridades que ha observado en sus compatriotas: “Al volver a Oslo después de un mes y medio viajando por Argentina, hicimos cuentas y nos asustamos de lo mucho que nos habíamos gastado. Pero hablando con unos amigos nos dimos cuenta de que ellos se habían gastado el doble en reformar la cocina. Es curioso pero ahora los noruegos están obsesionados en reformar sus cocinas, sus salones, sus dormitorios… Y eso está afectando a las costumbres porque por ejemplo antes nadie se descalzaba para entrar en las casas y ahora todo el mundo lo hace. ¡No quieren que les manches sus alfombras, y no se dan cuenta de que uno pierde mucho tiempo en descalzarse!”.
A la mañana siguiente le recojo en el hotel para la última entrevista. Después Solstad y su mujer se van al Prado. A las ocho en punto de la noche estoy de nuevo en el hotel para la última gran cita de Solstad: una cena en casa de su embajador, uno de sus más fieles lectores. ~