En “Estrella interior”, Paz describe el dibujo que le dio Bona para la portada de La estaciĆ³n violenta (Astros o peces brillan entre sus piernas / la sombra de los pĆ”jaros apenas oscurece su sexo); pero en el mismo poema la mirĆ³ como un arma dormida y temible. Es la misma incertidumbre detrĆ”s del empleo de ArthĆ©mis como epĆgrafe de Piedra de sol: ¿eres el solo amante?
El amor no solo es ciego: enceguece. Los amantes “no piensan en la muerte o en la vida, en Dios o el diablo… Les basta con estar frente a frente y mirarse”, dice el Mensajero en La hija de Rappaccini (1956). Bona y Paz se instalan en ParĆs; ella pinta y teje sus cuadros, Ć©l trabaja en la embajada y escribe febrilmente. En vacaciones viajan a CĆ³rcega, Venecia, Sicilia, Ustica, o por trabajo a Nueva York: siempre llegan. Paz siente culpa ante AndrĆ© Pieyre de Mandiargues (PdeM), tan rey ArtĆŗs. Admira su prudencia, pero siente que “es como Rappaccini”, que mezcla flores y ponzoƱas en un raro jardĆn.
Estupefacto ante su dicha escribe que “se abre de par en par la vida”, o que “mi vida fluye parecida a la vida”. El renacer augurado por Piedra de sol se cumple: “eres la Ćŗnica mujer de la que realmente me he enamorado […] me haz hecho salir de la pesadilla en que he vivido durante aƱos”. El recorrido por esos dĆas febriles se relata en Salamandra (1962), segundo acto de Piedra de sol: si Bona es el sol que se levanta / yo soy el camino de sangre. Un sol despiadado: su cabellera es la tormenta, su vientre la respiraciĆ³n del mar, sus pechos las frutas del dĆa y su belleza como el motĆn de los pobres. El gĆ©iser de imĆ”genes y analogĆas solo cesa ante su vulva indecible: estrella negra donde se tocan los cuatro puntos cardinales.
Y bueno… Il n’y a pas d’amour heureux. Bona habĆa conocido al joven pintor Francisco Toledo al comenzar 1961, lo presenta con artistas, lo promueve en galerĆas, le diseƱa la imagen, le pide a Paz que interceda para conseguirle hospedaje en la Casa de MĆ©xico. Y en abril de 1962, cuando Paz ya organiza su traslado con Bona a la India, ella le dice que no irĆ”, que es amante de Toledo y se va con Ć©l a Mallorca. El golpe, escribe Paz, fue mortal.
En mayo, PdeM le escribe a Jean Paulhan: “sabrĆ” usted ya quizĆ”s que Bona a changĆ© de Mexicain. Ha dejado a Octavio con una prontitud que hasta a mĆ me ha sorprendido”. En junio, Paz debe ir a MĆ©xico para planear la apertura de la embajada en Nueva Delhi: lo asquea saberse en la boca de todos. Mientras, Bona regresa de Mallorca en catastrophe, averiada, y se refugia con PdeM. Le escribe a Paz, le pide perdĆ³n y le dice que todo fue una locura. Paz responde que “estoy vivo y muerto. MĆ”s allĆ” solo estĆ” la muerte, o el muerto que yo soy desde abril”, escribe, “me asesinaron antes, me asesinaron unos muertos”. La Diosa es ahora “el cuchillo del sacrificador”. ¿HabrĆ” recordado Paz la etimologĆa de Artemisa, artamein, la que trae la muerte? De nuevo, como ante Helena, se repite la paradoja de AntĆ³n de Montoro, “allĆ do piensa bevir / faze a mi solo morir”, y la glosa en MĆ©xico:
Come mis restos, sol del altiplano:
Yo estaba vivo y fui a buscar la muerte.
Bona logra que Paz piense en la reconciliaciĆ³n (que se explica luego en El mono gramĆ”tico, 16). Por fin acepta verla en ruta a Nueva Delhi y convienen encontrarse en Estambul el 14 de agosto. Un dĆa antes, PdeM le escribe a Paulhan que l’Indio de Bona vino a buscarlo, trĆØs nerveux: “Le aconsejĆ© que se tatĆŗe para verse bien y tener de quĆ© hablar con el juez, si es que lo juzgan un dĆa.” El 20 de agosto, luego de ocho dĆas en Estambul, Bona viaja a Venecia y Paz a la India, en automĆ³vil.
En Nueva Delhi el protocolo obliga al muerto a sonreĆr. A pesar de haber firmado “el Pacto de Estambul” –amistad y paciencia–, le escribe a Bona que “solo por un esfuerzo de la voluntad puedo seguir viviendo”. El mantra ahora es el de Catulo, odi et amo, y asĆ lo reflejan las cartas: “te quiero cada dĆa mĆ”s”, comienzan; “tienes el alma podrida”, acaban. A fines de octubre, PdeM le dice a Paulhan que Bona se prepara “para una Ćŗltima bronca con Toledo”.
En diciembre Paz recibe ejemplares de Salamandra y lo lee entre el llanto pues “lo escribĆ a tu lado, por ti y para ti”. ReĆŗne fuerzas para escribir de nuevo e inicia los poemas de Ladera este; trabaja y hace yoga “con desesperaciĆ³n metĆ³dica” para agotarse y derrotar al insomnio. Bona le escribe que vive escondida por miedo a Toledo, y que “mi cama se calienta con tu recuerdo”. Paz le sugiere que se refugie en la India…
Y Bona acepta, y Paz se alegra, y a la vez teme: “Pasan los dĆas, pasan las horas, tĆŗ no pasas: eres mi idea fija… A veces surtidor de alegrĆa, gran oleada cĆ”lida de mi vida; otras, enigma que nunca descifrarĆ© y que estoy condenado a contemplar hasta el dĆa de mi muerte.” Es el fin de aƱo: meses antes, si extendĆa la mano cortaba racimos de verdades intactas; si lo hace ahora toca un cuerpo fofo el aire / un ser promiscuo sin cara. Odia y ama: ¿cuĆ”l de las dos Bonas llegarĆ” a la India, la GrĆ”cil Parvati o su reverso, la Terrible Durga?~
(El mes que viene: horizonte)
Es un escritor, editorialista y acadĆ©mico, especialista en poesĆa mexicana moderna.