Un cotidiano de circulaciĆ³n nacional y amplio tiraje enfurece por algo que publica una revista literaria mensual y le asesta una denuncia.
Interviene la ProcuradurĆa. La policĆa, con la orden de aprehensiĆ³n, presenta a los responsables de la revista en calidad de procesados. El juez concluye que no hay delito y los exculpa. El Ministerio PĆŗblico apela el fallo. Se traslada el caso al Tribunal Superior de Justicia, que se pronuncia en favor del diario. Se concede nueva orden de aprehensiĆ³n. Los escritores se amparan y el diario se ampara contra su amparo. Un laberinto de ministerios, jueces y defensores; un diluvio de “tocas” y un engordante “auto cabeza proceso”… Y un buen dĆa, la procuradurĆa se desistiĆ³ y el caso fue sobreseĆdo.
La revista se llamaba Examen: Revista mexicana de literatura. ApareciĆ³ tres veces, a fines de 1932. La dirigĆa Jorge Cuesta, uno de los acusados junto a Samuel Ramos, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, JosĆ© Gorostiza y RubĆ©n Salazar MallĆ©n. El periĆ³dico era el ExcĆ©lsior, dirigido por el derechista Rodrigo de Llano. La denuncia se basaba en la publicaciĆ³n, en las pĆ”ginas de Examen, de la novela CariĆ”tide de Salazar MallĆ©n, que contenĆa dieciocho “malas palabras”.
A la acusaciĆ³n del ExcĆ©lsior se sumaron otros diarios: desde El Nacional (Ć³rgano del Partido Nacional Revolucionario, PNR) hasta El Machete (del Partido Comunista). TambiĆ©n se sumaron los derechistas padres de familia que los izquierdistas Sindicato de Maestros y los Veteranos de la RevoluciĆ³n. Y la vanguardia hipernacionalista y ultrarevolucionaria del PNR en la CĆ”mara de Diputados: los “ComitĆ©s de Salud PĆŗblica” expertos en denunciar curas, chinos y judĆos como “elementos antisociales”. Si la derecha acusaba a los redactores de la revista de “inmorales” y de “pervertir a la juventud”, la izquierda los acusaba de “reaccionarios”, “exquisitos”, “antimexicanos”, “elitistas”, “pederastas” y “traidores a la patria”.
A la derecha le interesaba atacar a Narciso Bassols, titular de la SEP, pues los colaboradores de la revista eran sus empleados (aunque la revista era ajena a la SEP y al erario). El agravio a la “moral pĆŗblica” les caĆa de perlas. A la izquierda le interesaba distanciar a Bassols de la revista que habĆa publicado los ensayos de Samuel Ramos (oficial mayor de la SEP) que discutĆan el complejo de inferioridad del mexicano y que molestaron al lĆder mĆ”ximo Plutarco ElĆas Calles. Como no podĆa censurar asĆ nomĆ”s a Ramos (pues la RevoluciĆ³n garantizaba la libre expresiĆ³n de las ideas), la izquierda se montĆ³ tambiĆ©n en lo del agravio a la moral. Si para la derecha las malas palabras ofendĆan a la gente decente, para la izquierda poner malas palabras en boca del pueblo, ofendĆa su idea del pueblo.
Los responsables de la revista pagaron caro el delito de pensar y escribir con libertad: los renunciĆ³ Bassols, se les tratĆ³ de reos, se endeudaron para pagar abogados, no volvieron a dirigir una revista. La derecha los dejĆ³ en paz sĆ³lo cuando Abelardo RodrĆguez renunciĆ³ a Bassols. La “izquierda” nunca dejĆ³ de zarandearlos.
Gracias a Jorge Cuesta y sus amigos (pues el caso sentĆ³ jurisprudencia), el Ministerio PĆŗblico dejĆ³ de ejercitar acciĆ³n penal contra escritores acusados de agraviar la moral. (La Ćŗltima vez que lo intentĆ³ fue contra Oscar Lewis por Los hijos de SĆ”nchez, en 1965, y perdiĆ³.) Y ya en 1991, con el antecedente de Examen, se modificĆ³ el CĆ³digo Penal Federal.
Siglo XXI Editores acaba de publicar un libro de mi autorĆa que analiza y documenta el caso. Se titula Malas palabras. Jorge Cuesta y la revista Examen. Tiene un epĆgrafe de Coetzee: “en una sociedad sin prohibiciones y sin ley (si tal sociedad fuera posible), ¿quiĆ©n querrĆa leer o escribir?”
Es un escritor, editorialista y acadĆ©mico, especialista en poesĆa mexicana moderna.