1. El 2 de noviembre de 2004, en Amsterdam, Mohammed Bouyeri le disparó ocho tiros a Theo van Gogh, luego lo degolló y a continuación, con otro cuchillo, clavó un mensaje de varias páginas en su pecho.
2. El mensaje era, principalmente, una amenaza de muerte contra Ayaan Hirsi Alí, joven mujer somalí, entonces residente en Holanda y diputada en el Parlamento de ese país, que llevaba años denunciando la involución del islamismo (había padecido ella misma la ablación del clítoris y la perspectiva de un matrimonio forzado).
3. Van Gogh, cineasta y provocador profesional, acababa de estrenar el cortometraje Submission, con guión de Hirsi Ali, sobre la violencia contra las mujeres en las sociedades islámicas.
4. Desde entonces y hasta el año pasado, el escritor holandés Ian Buruma se planteó una pregunta: ¿por qué sucedió eso en uno de los países más liberales de Europa, que alguna vez fuera modelo multicultural? Su respuesta es un libro de gran interés titulado Murder in Amsterdam. The Death of Theo van Gogh and the Limits of Tolerance (Penguin, 2006), que aparecerá el próximo mes en Debate. En el libro, Buruma desliza algún reparo a la campaña antiislamista de Hirsi Ali. El Islam es diverso, asevera Buruma: no se le puede criticar de bulto.
5. A finales del año pasado, Timothy Garton Ash reseñó Murder in Amsterdam para el New York Review of Books. La reseña es pormenorizada y rinde homenaje a un libro exhaustivo, en el que Buruma procuró entrevistar a todos y ofrecer una visión panorámica del contexto holandés. Lo llamativo de ese texto es la crítica que, a su vez, Garton Ash hace de Hirsi Ali. ¿Cómo, uno de los campeones del liberalismo contemporáneo criticando a la campeona de la libertad? Sí, y con una frase como esta: “Ayaan Hirsi Ali es hoy una franca y valiente, acaso algo simplista, fundamentalista ilustrada”. Garton Ash le reprocha haber pasado de un extremismo a otro y de descalificar al Islam en general. Esa no es la manera, insiste, de abrirle el camino a los musulmanes en Europa.
6. En enero de este año, un Pascal Bruckner enfurecido arremetió contra el libro de Buruma y contra la reseña de Garton Ash, acusándolos de promover un “multiculturalismo anglosajón”, que no es otra cosa que “un apartheid legal”. El multiculturalismo, continúa Bruckner, es “el racismo de los antirracistas”. Entre otras linduras, también los acusa de francófobos y de filósofos de sillón. El texto apareció originalmente en la revista online alemana Perlentaucher, que tiene un servicio en inglés: signandsight.com, donde también se puede leer el resto de las participaciones de la polémica.
7. La primera línea de la respuesta de Garton Ash a Bruckner dice así: “Pascal Bruckner es el equivalente intelectual a un borracho que deambula por la calle, discutiendo a gritos con enemigos imaginarios”. Lo acusa de contradecirse: Bruckner alguna vez deploró que a los críticos del Islam se les llame islamófobos, excepto que ahora “él es el chantajista. A Voltaire le daría vergüenza”.
8. También Buruma había contestado. Aunque menos estridente, no resistió la tentación de acusar a Bruckner de “chovinismo galo”.
9. Intervino Nekla Kelek, escritora turco-alemana, y acusó a Buruma de relativismo cultural. Más allá de su diversidad, argumenta, el Islam es una realidad social y una visión compacta del mundo. En 1990, 45 ministros de la Organización de la Conferencia Islámica, el organismo secular de más alto nivel en el mundo musulmán, firmaron la “Declaración del Cairo sobre los Derechos Humanos dentro del Islam”. En ella, al final de cada uno de los artículos básicos sobre derechos humanos, agregan un “pero”: “todos estos derechos están sujetos a la Sharia Islámica”, cuya interpretación, como se sabe, puede validar el asesinato.
10. Finalmente, hasta donde yo sé, entró al ring Paul Cliteur, profesor de jurisprudencia holandés. Al igual que Kelek, acusa a Buruma de “relativismo posmoderno”. Considera un grave error que Buruma equipare el fundamentalismo islámico con el “fundamentalismo ilustrado”. Ambos podrán ser radicales, concede Cliteur, pero unos usan la espada y otros la pluma. Chamberlain tenía bigote, pero eso no lo equipara con Hitler. El relativismo posmoderno es peligroso, concluye Cliteur, porque al no apostar por valores acordados (como la democracia), y al no hacer la crítica de las desviaciones de otras culturas, le da entrada a la ideología del islamismo radical: si tu no defiendes tus principios, yo no tengo por qué aceptarlos –dirá el terrorista.
Y aquí detengo la exposición de las coordenadas de esta candente (y urgente) polémica sobre la libertad y sus límites. En julio de 2006, Ricardo Cayuela Gally entrevistó a Ayaan Hirsi Al para Letras Libres. Y el mes que entra publicaremos la reseña de Mi vida, mi libertad, de Ayaan Hirsi Ali (Círculo de Lectores), a cargo de Charo González Prada, y de Asesinato en Ámsterdam, de Ian Buruma (Debate), a cargo de Félix Romeo.
– Julio Trujillo