Una universidad que no sirve, pero sirve

Sobre la UACM y los líos que actualmente vive
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Ya he conjeturado la agobiante paradoja mexicana: consiste en decidir que algo no sirva para lo que debe servir (por ejemplo, educar), pero que sirva para generar beneficios aleatorios más concretos y redituables (por ejemplo, salvar a la educación). Es decir, ante un problema determinado, lejos de crear una solución, preferimos empeorar el problema, convencidos de que resolver el problema puede ser bueno, pero empeorarlo es mejor, pues arreglarlo erradica las utilidades (económicas y políticas) que genera no arreglarlo. 

Que esta actitud desastrosa afecte la educación no debe asombrarnos. Los beneficios de la educación son a largo plazo y más o menos abstractos; convertirla en un problema irresoluble arroja en cambio lo beneficios más inmediatos y acuñables de tratar de arreglarlo.

Si la solución al problema de México es una educación de calidad, se impone convertir la educación en el peor de los problemas. Un remedio que está enfermo no va a arreglar nada, pero va a redituar la utilidad de su fracaso. Y administrar el fracaso, entre nosotros, siempre es más atractivo y redituable que conseguir el éxito, como lo demuestran el SNTE y su propietaria vitalicia.

En los líos que vive actualmente la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) hay un perfecto ejemplo de esta paradoja a la mexicana. El problema era que se necesitaba “educación para todos” en el DF. El jefe de gobierno López Obrador resolvió el problema decretando esa universidad, le dio edificios y presupuesto y proclamó que “todos” pueden ingresar a ella (como todos son muchos, los lugares se rifan).

Diez años más tarde, y 5 mil 500 millones de pesos después (mas los bienes inmuebles), en palabras de su rectora, la Dra. Esther Orozco, la UACM es “un gran fraude” y “un desastre”. Sólo han logrado recibirse 47 de sus 12 mil alumnos. Un porcentaje elevado del resto se encuentra detenido en los primeros semestres o con muy pocos créditos; la universidad carece de normatividad y estructura, no hay reglamento interno, no hay rutas para tomar decisiones, no hay seguimiento académico para los jóvenes, no hay laboratorios, “hay carreras sin responsables y profesores de tiempo completo que trabajan en otras instituciones”. Un instrumento de medición de efectividad que la UACM llama Coeficiente de Desempeño Académico (CDA) señala que el 52 por ciento de los inscritos entre 2001 y 2009, y activos hasta el 2011 (10,697 estudiantes), tiene un CDA menor a 2.5, en una escala del 0 al 10 y sólo el 15 % está por encima de 5.0

En resumen: no sirve. Es decir, no sirve para lo que debería servir, pero sirve para muchas otras cosas: sirve para que la Asamblea Legislativa del DF haga grilla y la rectora la acuse de violentar la autonomía; sirve –dice la rectora– a “los intereses grupales que han tomado como consigna oponerse violentamente a todo, a cualquier criterio de productividad, eficiencia, evaluación y calidad educativa”; sirve para que unos grupos de estudiantes exijan respeto a la autonomía y para que otros exijan que se viole la autonomía; sirve para que algunos acusen a la rectora de ser corrupta y sirve para que otros la defiendan; sirve para que el Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México repudie a la rectora; sirve para que la Coordinadora Nacional de Sindicatos Universitarios de Educación Superior la Investigación y la Cultura apoye al sindicato, y acuse a la rectora de robar a los trabajadores; sirve para que la prensa ultra la acuse de “eficientista”, y sirve, sobre todo, para que los pleitos entre Ebrard y López Obrador tengan otro escenario en el cual reñirse la candidatura presidencial…

En fin, que la UACM no sirve como universidad, pero aparte de eso sirve para todo lo demás.

El pueblo paga.

 

(Publicado previamente en El Universal)

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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