Celebrรฉ que el rector de la UNAM, Dr. Josรฉ Narro Robles, criticase a la instituciรณn que preside, y que ordenase a los funcionarios ahorrar recursos limitando el uso de telรฉfonos celulares, automรณviles, gasolina, gastos de representaciรณn y otros lujos.
El asunto se relaciona con la paradoja que aceptรณ el rector Josรฉ Sarukhรกn hace veinte aรฑos cuando hablรณ de la necesidad de โacademizarโ a la UNAM. Se reconocรญa que en la UNAM conviven el conocimiento y sus reglas con diversas formas de poder polรญtico (y sus propias reglas). Se entendรญa que en la UNAM hay una pugna con un poder no acadรฉmico, pero capaz de โdesacademizar a la academiaโ. Los usos polรญticos y partidarios de la universidad la โdesacademizanโ, pero tambiรฉn lo hace la preeminencia del interรฉs de los funcionarios sobre el desinterรฉs de los acadรฉmicos.
El dispendio aludido es un ingrediente mรกs entre los que propician que en la mayorรญa de las instituciones pรบblicas de educaciรณn superior del paรญs la carrera de funcionario sea mรกs redituable que la de acadรฉmico. Asรญ como hay quienes prefieren ingresar al Sindicato de la UNAM que a la UNAM, hay quienes prefieren administrar el conocimiento en oficinas que generarlo o enseรฑarlo en bibliotecas, laboratorios y aulas obviamente carentes de lujo.
Desde luego, hay funcionarios universitarios รญntegros, creativos y con un intachable sentido del servicio; pero el simple hecho de que el rector haya tenido que detener los gastos suntuarios ya delata privilegios que nunca debieron existir. Pero junto al problema de su costo estรก el otro, que es aรบn peor: el problema del poder que va de la mano con los privilegios.
Se trata de privilegios que suelen ser adictivos: quien ha probado sus mieles, difรญcilmente aprenderรก a prescindir de ellos. El resultado es que, para conservarlos y aumentarlos, hay quienes politizan su desempeรฑo administrativo; quienes explotan polรญticamente y en beneficio propio el desinterรฉs de los acadรฉmicos; quienes no tardan en adquirir compromisos, en crearse alianzas polรญticas o prestarse a ellas.
Esto se puede observar en todo tipo de prรกcticas. Habrรก quienes distribuyen a su conveniencia los puestos disponibles, manipulan comisiones, hacen negocios, practican el nepotismo. Puede haber un director que se ordena a sรญ mismo prologar los libros de sus subordinados o hasta compartir su autorรญa, a lo que รฉstos se resignarรกn a la espera de un eventual provecho. Ha habido quienes despojan a sus subordinados de sus iniciativas para decorar su ansioso curriculum, y quienes optan por el silencio crรญtico propio y de los demรกs.
Las prรกcticas mรกs ofensivas son las que los funcionarios han diseรฑado para autopremiarse. Ser funcionario acadรฉmico, por ejemplo, supone cumplir de entrada con uno de los requisitos para aspirar al mรกximo nivel de los estรญmulos econรณmicos que se dan por mรฉritos. Durante aรฑos, ser director suponรญa recibir de manera vitalicia el salario รญntegro al dejar el cargo (ahora son sรณlo tres aรฑos). De todos modos, en tanto que el salario de un director es superior al de un mero acadรฉmico, y en tanto que un director puede serlo hasta ocho aรฑos, la promesa de once aรฑos con un salario de primera se carga de atractivo. Y un director ambicioso que no puede serlo mรกs, siempre podrรก apelar a ardides para salir del brete, como cambiarle de nombre a su instituto y empezar de cero.
Y no son malos salarios, como habrรก de verse aquรญ…
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.