El argumento más sólido para crear en 2001 la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) era la necesidad de atender a miles de jóvenes que no habían alcanzado lugar en las principales instituciones de educación superior y que por lo tanto se quedaban sin oportunidades para continuar sus estudios.
Tras nueve años de existencia, el promedio de titulación en la universidad era de apenas tres alumnos por año, lo cual, según el rector Manuel Pérez Rocha (hoy consejero de Morena, de Andrés Manuel López Obrador) se debía a la alta exigencia de la institución para con sus estudiantes.
Durante la administración de Esther Orozcoel número, aunque aún muy pobre, se elevó, de tal manera que para 2011 había 135 egresados con título universitario (de esos, solo seis provenían de las preparatorias del Gobierno del Distrito Federal). Desde la Rectoría se elaboró un diagnóstico sobre los primeros diez años de la institución; los resultados permitían concluir que la UACM, hasta ese momento, había sido un “fraude educativo”.
De acuerdo con los datos, 52% de los estudiantes poseía un Coeficiente de Desempeño Académico (CDA) menor a 2.5 en una escala del 0 al 10, y la mitad del alumnado se quedaba en la universidad mucho más tiempo del necesario para terminar su carrera, de manera que algunos seguían matriculados pese a que había transcurrido más de dos veces el tiempo estimado para que dejaran la escuela.
La responsabilidad, reconocía la rectora, “recae en la institución y en quienes han tomado las decisiones […] El descalabro educativo que vive la UACM, se debe al descuido imperdonable que se ha tenido con los jóvenes”. Por si fuera poco, ante la ausencia de reglamentos que normaran el trabajo y la vida universitaria, los grupos políticos enquistados en la UACM en busca de plataformas electorales, habían vuelto casi imposible realizar cualquier tarea de renovación.
Por fin se ponía sobre la mesa el tema más importante; la universidad no tenía como objetivo preparar jóvenes, sino formar cuadros a costa del erariopara servir a un proyecto político.Había que oponerse, pues, a cualquier criterio “meritocrático y clasista” que postulara conceptos como eficiencia, evaluación o elevación de la calidad educativa. Comenzó entonces la reunión de firmas para exigir la revocación del mandato de la rectora, mientras profesores de maestría de la UACM con sueldos brutos mensuales de más de 39 mil pesos, y sin título de licenciatura, escribían en la prensa contra lo que llamaban “la dictadura de los diplomas”.
Así llegamos a la toma de planteles y la entrada violenta de personas con el rostro cubierto a las oficinas administrativas de la UACM. El conflicto se extendió por más de seis meses, hasta que los paristas determinaron desconocer a Esther Orozco y nombrar como su rector al filósofo Enrique Dussel.
La comisión que integraron la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) y el gobierno capitalino, para supuestamente colaborar en la búsqueda de una salida, jugó un papel vergonzoso de aval de los golpistas. Sin ir más lejos, la comisión mediadora tenía entre sus integrantes a Yuriri Ayala Zúñiga, presidenta de la Comisión de Educación, diputada perteneciente al grupo político de René Bejarano, y quien lleva nueve años como alumna de la UACM, donde solo ha cursado el 20.2% de una carrera que debió terminar en 2007.
La CDHDF emitió, por su parte, una recomendación en la que entre otras cosas se rasga las vestiduras por la autocrítica realizada por Esther Orozco a propósito del bajo nivel académico de la universidad, ya que tras una valoración psicológica dos estudiantes “presentaron afectación psicoemocional con motivo de las declaraciones de la rectora” (ver página 36). Dado que este año su presidente buscará la reelección para un nuevo período de cuatro años, la burocracia de la CDHDF juega del lado del gran elector: Bejarano.
El debate no ha sido educativo, sino político; la UACM ha sido otra de las ruinas donde las pandillas de la izquierda resuelven sus diferencias con los procedimientos de costumbre. Está en juego un botín de 897 millones de pesos otorgados como presupuesto a la UACM, que los bejaranistas y Morena quieren para los suyos.
El pasado 11 de marzo, Enrique Dussel recibió las llaves de la Rectoría de la UACM de manos de sus auténticos dueños, los paristas, quienes antes lo habían ungido en una celebración con mariachis, con la garantía de que podrán quedarse el tiempo que quieran, haciendo una carrera a su propio ritmo —cual diputada del PRD—, sin el lastre de ese discurso “castrador, disciplinador y paralizante” de conceptos indeseables como responsabilidad y rendición de cuentas.
En su discurso inaugural, Dussel llamó a la comunidad de la UACM a estudiar como si estuvieran en Harvard. El chiste, creo, se cuenta solo.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).