Versiones del Cuervo de Poe

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Para no fatigar más el bicentenario del nacimiento de Edgar Allan Poe con otro recuento biográfico de sus avatares y tribulaciones, con otra página más que venga a sumarse a las toneladas de papel que sus exégetas y apologistas quisieran transformar —a la manera de un alquimista neurótico— en un lapidario y memorioso gramo de mármol, propongo, como vano e insubstancial homenaje, volver la mirada a una obra en específico cuyas relecturas incesantes delatan no sólo el paso del tiempo, sino también la mutación de las formas artísticas y las plataformas tecnológicas con las cuales es posible consumar el acto de leer. Me refiero al conocido poema “El Cuervo”,The Raven, compuesto durante el verano de 1844 en Bloomingdale, una pequeña ciudad ubicada a las afueras de Nueva York. Llegado el momento en que las notas y reseñas conmemorativas insisten en la sucesión de infortunios personales que fueron la vida de Poe, habrá quienes opten por recuperar su presencia en la sombra y la oscuridad que, al final de la hora, portamos cada uno de sus lectores. “Todos —dice su imbatible traductor al español, Julio Cortázar— en algún sector de nuestra persona, somos él, y él fue uno de los grandes portavoces del hombre.” El siguiente listado no se rige por ningún tipo de categoría u orden jerárquico. Acaso logre, una vez más, la invocación del viejo cuervo de Poe.

1. “Lo sabe el Cuervo”, artículo del narrador y ensayista Jorge F. Hernández publicado en el diario Milenio cuatro días antes del bicentenario de Poe. El texto de Hernández es una personalísima aproximación a la insondable eternidad que es dable identificar en cada una de las obras de Poe, si bien una sola entre ellas sacude al lector con un estribillo que sigue revoloteando lo mismo al interior de la mente, que al interior de una solitaria habitación. “Y el cuervo, con todo su misterio, como aliento que confirma que todo y todos no somos más que un sueño, se posa inmóvil sobre la conciencia para repetir la única palabra que regala como guía: Nevermore.”

2. The Raven, track número 2 del álbum Sunday At Devil Dirt y segunda colaboración —lanzada en noviembre de 2008— del dueto formado por el solista folk Mark Lanegan y la ex-integrante del grupo Belle & Sebastian, Isobel Campbell. En un célebre ensayo, Poe justifica con cierta astucia el efecto sonoro de la palabra Nevermore y su uso reiterado como estribillo alrededor del cual decide componer la totalidad del poema. Es fama que los conciudadanos de Poe reclamaban con insistencia escuchar el poema en voz de su autor. Ignoramos el tono y gravedad con que recitaba “El Cuervo”. Sin embargo, estoy seguro que la voz cavernosa con que Mark Lanegan entona la versión musicalizada de The Raven logra barrer el viento y echar abajo todas las puertas, desde las tabernas aledañas al Diamante, el estadio de los Bravos de Richmond, capital del estado de Virginia, hasta las tumbas y criptas del cementerio de Baltimore donde descansan los restos de Poe, ubicado a tres pasos de Penn Station, la última escala que hicieron Abraham Lincoln y Barack Obama antes de tomar juramento en las escalinatas del Capitolio.

3. The Raven, enésimo álbum de Lou Reed, enteramente dedicado a Poe y a responder las preguntas que, en Nueva York, año 2003, siguen mortificando al viejo camaleón: ¿Quién soy? ¿Hay razón en hacer lo que no debo hacer? ¿Por qué sigo este impulso, este deseo de destrucción? El track número 9 propone una agilísima lectura a cargo del actor Willem Dafoe, quien se permite una difícil pero lograda versión libre consistente en saltarse una buena decena de versos y comprimir —o exprimir— el poema hasta subvertir la función entre intensidad y brevedad que Poe tomaba por lógica y necesaria. El demonio encarnado se digna entonces a recitarlo en apenas seis minutos con treinta segundos

4. Der Rabe, cortometraje animado del artista e ilustrador Hannes Rall, con la participación de quien fuera durante décadas el más popular de los actores vocales de Alemania, Hans Paetsch. En el trazo elemental, en el dibujo áspero, en el empleo de los colores rojo y negro, en la fatal estridencia de la música de fondo, en la agónica y a la vez desesperada cadencia con que una voz ajada y noctívaga recita fragmentos del poema, en todo ello es dable reconocer la más añeja y soberana estética expresionista brotando con renovado vigor en 1998.

5. “El Cuervo” sin otros intermediarios ni intérpretes que la voz de la inescrupulosa razón, la misma que suena estando a solas o en medio de la multitud —como ese maldito pajarraco que jamás se cansa de replicar “nunca más” y sigue graznando en algún ejemplar de las obras de Poe desperdigadas un poco por todas partes, en alguna edición bastarda de su poesía completa, en un desastrado manual escolar de literatura, en fragmentarias y truncas antologías de poesía estadounidense, en la noche y en cualquier rincón de la sombra, en el lector que se escucha a sí mismo decir, otra aterrada y espeluznante vez: Nevermore.

– Bruno H. Piché

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(Montreal, 1970) es escritor y periodista. En 2010 publicó 'Robinson ante el abismo: recuento de islas' (DGE Equilibrista/UNAM). 'Noviembre' (Ditoria, 2011) es su libro más reciente.


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