Sigo sin entender por quรฉ el derecho a votar y ser votado –que se supone que garantiza la Constituciรณn (que a su vez se supone que es la mandona)– estรก sujeto al requisito previo de pertenecer a un partido polรญtico. Sรญ, ya sรฉ que hay leyes y reglamentos y estatutos y normativas, pero tambiรฉn se leer y ahรญ en la Constituciรณn (artรญculo 35, fracciรณn II) dice “derecho a votar y ser votado”. ¿Sรญ? Pusnรณ.
La prerrogativa del ciudadano a votar y ser votado pasa por el requisito previo de pertenecer a un partido polรญtico. Me parece discriminatorio: se establece que hay diferentes tipos de ciudadano, los que pertenecen a un partido y los que son honrados. No pertenecer a un partido deberรญa ser requisito, antes que obstรกculo, para poder ser votado.
Que asรญ sea pone de manifiesto que los polรญticos partidarios se han constituido en una clase superior, por encima de las otras y con dominio sobre ellas. Unas “instituciones de interรฉs pรบblico” que se caracterizan por ofender el interรฉs del pรบblico y privilegiarse ante รฉl. Una clase que, para agregarle al asunto una ironรญa infame, convierte la promesa de erradicar las diferencias de clase en la mercaderรญa esencial de su negocio. Buscar un cargo de elecciรณn popular supone de entrada ingresar a esa รฉlite inepta y hacerse de privilegios no populares.
Los partidos se han convertido en una plutocracia dentro de la democracia. Son los caseros de la vecindad. Se han encaramado sobre el resto de la ciudadanรญa y se han abrogado derechos de los que el resto de los ciudadanos estamos privados.
Como en un contrato leonino calculado para ingenuos, resulta que la frase “votar y ser votado” tiene asigunes. Se preserva el derecho a votar –pero sรณlo por ellos– mientras que el derecho a ser votado supone la previa obligaciรณn de sumarse a ellos. Hay una simetrรญa enfadosamente rota en este asunto: el derecho a votar libremente no se equilibra con el derecho a ser libremente votado.
Que los partidos posean el monopolio de la elegibilidad a los cargos pรบblicos es un privilegio que inserta una diferencia humillante en la conciencia que el ciudadano tiene de su libertad. Si poder ser votado es, en teorรญa, la expresiรณn democrรกtica por excelencia de mi libertad ciudadana, condicionarla a la pertenencia a un partido la somete a una previa pรฉrdida de libertad. Es como si mi derecho a buscar la felicidad se condicionase a mi membresรญa en un sindicato o iglesia. Es reconocer una libertad sรณlo en la medida en que prescinde de su valor como valor individual. Y en tanto que ser votado es una libertad individual legรญtima, el verse obligado a quitarle lo individual para que siga siendo libertad, arrasa tambiรฉn con su carรกcter legรญtimo. La inteligencia y la libertad individuales, pasadas por el molino de los partidos, no tardan en producir una pasta homogรฉnea, sumisa, interesada. Las libertades individuales se convierten en coros que loan lรญderes a cambio del derecho a ser votado. No extraรฑa que las mejores inteligencias de Mรฉxico hayan huido de la sumisiรณn a los partidos.
Al decirle que no a las candidaturas independientes, los usufructuarios del poder electoral afrentan a quienes preferimos que nuestra libertad sea individual y no parte de una servidumbre a partidos cada vez mรกs caricaturescos. Es un “no” que se suma al resto de los fueros y privilegios que hacen de los militantes de los partidos ciudadanos tan de primera clase que pueden ser votados por los de segunda, pero no al revรฉs.
La respuesta es tediosa: sรบmese usted a un partido y trabaje desde adentro para llegar al poder. Una vez ahรญ, lance una iniciativa para cambiar la ley electoral y se permita a los ciudadanos ser votados sin requisitos idiotas. No tardarรก en saber con Lord Halifax que las personas ingresan a los partidos por ingenuos, y luego es la vergรผenza lo que les impide abandonarlos.
(Publicado previamente en El Universal)
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.
