El 13 de noviembre murió Leónidas Lamborghini (1927-2009), poeta argentino que es, desde hace varios años, más que un autor de culto, un rumor creciente entre los lectores de habla hispana. Lamborghini cultivó la parodia como un antídoto certero contra el lirismo y la abrumadora metafísica de sus primeros contemporáneos. Uno de sus más incuestionables méritos fue escribir una poesía social, incluso política, sin renunciar al sentido del humor, opción tan infrecuente entonces, entre las consignas afectadas de “los comprometidos”, como ahora, ante las prescripciones altivas de los biempensantes. Desde la risa, Lamborghini marcó su margen, más lúcido y, a la postre, más afilado que el arrebato contencioso de otros.
Siempre me ha sorprendido el hecho de que pasara trece años en México, exiliado, sin dejar una huella demasiado visible en nuestras letras. Aquí se dedicó a hacer publicidad para algún banco, a ver la tele y a garabatear, entre otros, un poema épico y paródico, Odiseo confinado, sobre las páginas y entre las líneas de un ejemplar de la revista Vuelta (así lo cuenta Daniel Freidemberg), como una nota al pie –al margen– de una tradición que nunca hizo suya.
Las palabras que le dedicara Leopoldo Marechal resuenan hoy, aquí, más pertinentes que nunca: “El suyo […] es uno de los caminos que todavía pueden liberar a la poesía de sus llantos esterilizados.” Ya en su vejez, celebró la afirmación de la ironía en la poesía rioplatense, aunque advirtiendo que se trataba más bien de una moda.
Burlesco, agudo, ajeno por igual al rencor y a la rabieta, escribió en otro poema:
“No son todos los que están
no están todos los que son”
mi pobre especie
son
los no antologados. ~
(México DF, 1984) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es La máquina autobiográfica (Bonobos, 2012).