Usted está aquí. Ha penetrado a la Zona por el costado Sur. No se asus-te. No se desanime. No se demore. (El arte busca hacer más extraño lo extraño.) A su izquierda, la Fuente Movediza de las Conchas Gigan-tes y los Jinetes del Apocalipsis. A su de-recha, familias con viandas y autito propio, el fin del verano y el comienzo de Otro País. Ha dejado atrás, sin notarlo, la hora oficial, el monumento a La Ola, y más atrás todavía, la Ciudad-Musa, que es un abismo lleno de simulacros, vueltas del perro e infinitas traiciones activas y pasivas. Usted apunta hacia el Norte y se adentra en el pastizal pampeano. Camina entre bagres, pitotoys chicos, alisos de Punta Lara, repollitos de agua, cucarachas cosmopolitas, curupíes, ranas criollas, y una sinfonía de trinos. Todo, sin abonar ni un peso, una maravilla, y sin tener que afrontar ningún show de delfines ni carreras de motocross ni patios de comida con toboganes, a lo sumo algún observador extranjero, con algún trip en el bocho, sacando fotografías. Shhh, dice un señor muy paquete, ahora que tenemos nuestra propia Camargue… en cualquier momento aparecen los flamands roses… ~
Tras los pasos de Azúa y Manganelli
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