Manuel Gรณmez Morin-Luis Cabrera. Convenciรณn de 1946

Claroscuros del PAN

Manuel Gรณmez Morin, el demรณcrata catรณlico, y Daniel Cosรญo Villegas, el liberal, lograron al final de sus dรญas confluir en un anhelo comรบn: acotar el poder en Mรฉxico y garantizar elecciones libres. Este ensayo reconstruye ese proceso. Incluimos una carta inรฉdita de Gรณmez Morin sobre las tensiones entre militancia y fe.
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para Alonso Lujambio

 

Pecado de origen

El PAN naciรณ diez aรฑos tarde. El 14 de septiembre de 1939, tras una dรฉcada de intensa polarizaciรณn ideolรณgica, casi no habรญa lugar entre fascismo y comunismo. Y en Amรฉrica Latina lo habรญa aรบn menos, porque esa tercera posiciรณn se interpretaba como un apoyo al Occidente colonialista y decadente, a la “pรฉrfida Albiรณn” o al imperialismo americano. No obstante, las corrientes modernas del pensamiento polรญtico mexicano (el liberalismo proveniente del siglo XIX, el nacionalismo revolucionario y el socialismo, en sus diversas variantes) tuvieron el acierto polรญtico y moral de apoyar a los Aliados. Un vasto espectro de la opiniรณn pรบblica tenรญa posturas distintas: muchas mostraban una abierta simpatรญa por los nazis, otras abogaron por una posiciรณn de neutralidad y terminaron por prestar un tibio apoyo al gobierno cuando declarรณ la guerra al Eje. En este lugar, tristemente, se colocรณ el Partido Acciรณn Nacional.

Entre octubre de 1933 y el mismo mes de 1934, como rector de la Universidad, Manuel Gรณmez Morin habรญa sabido encontrar el justo medio liberal. Ante la tentativa del Estado de ahogar a la Universidad privรกndola de recursos e imponiรฉndole el dogma de la educaciรณn socialista, Gรณmez Morin (secundado por el filรณsofo Antonio Caso y los jรณvenes de la Uniรณn Nacional de Estudiantes Catรณlicos) logrรณ salvar la libertad de cรกtedra y consolidar la autonomรญa sin permitir, al mismo tiempo, que los personeros de la Iglesia sentaran sus reales en la instituciรณn.

Seis aรฑos mรกs tarde, el PAN nacรญa desenvainando la espada contra el orden liberal. Ese fue su pecado de origen. Como su nombre lo indica, buscรณ inspiraciรณn filosรณfica en Action Franรงaise, la organizaciรณn nacionalista, monรกrquica y antisemita fundada por Charles Maurras a raรญz del affaire Dreyfus, en 1898. Maurras predicaba “reaccionar” contra el legado de la Revoluciรณn francesa y proponรญa la vuelta a una Francia tradicional, ordenada y jerรกrquica, purificada de elementos extraรฑos, en particular los judรญos. En sus aรฑos iniciales, Acciรณn Nacional replicรณ algunas de esas posturas: reprobรณ la solidaridad con los exiliados espaรฑoles e insistiรณ en normalizar relaciones con la dictadura franquista, reivindicรณ un hispanismo excluyente y castizo, rechazรณ el panamericanismo y los valores de la “otra familia americana”, fustigรณ eufemรญsticamente a las “mafias internacionales” (es decir, a los judรญos), apoyรณ a Almazรกn (simpatizante del Eje) frente a รvila Camacho. A la derecha del PAN solo estaban los grupos catรณlicos provenientes de la Cristiada, los fascistas del sinarquismo (cuyo lรญder mรกximo, el ultramontano Salvador Abascal, trabajรณ en la Editorial Jus de Gรณmez Morin) y el gran filรณsofo al servicio de los nazis, Josรฉ Vasconcelos.

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El destino del PAN habrรญa sido distinto si el propio Vasconcelos –diez aรฑos antes, a punto de emprender su campaรฑa presidencial– hubiera escuchado el consejo de Gรณmez Morin. “¿Vale mรกs –le preguntaba este, en una carta muy citada, de octubre de 1928– lanzarse a una lucha que pueda llevar a los grupos contrarios al exterminio, para lograr el triunfo inmediato o perderlo todo, o vale mรกs sacrificar el triunfo inmediato a la adquisiciรณn de una fuerza que solo puede venir de una organizaciรณn bien orientada y con capacidad de vida?” Gรณmez Morin (abogado de la Embajada Soviรฉtica en 1924) habรญa creado el Banco de Mรฉxico (1925) y el Banco Nacional de Crรฉdito Agrรญcola (1926), pero a raรญz de los asesinatos de Huitzilac (1927) se habรญa desencantado del rรฉgimen y comenzรณ a organizar a sus coetรกneos –que รฉl mismo bautizรณ como “Generaciรณn de 1915”– para una lucha polรญtica de largo plazo. Su ideario entonces, como el de Vasconcelos, no era adverso a la Revoluciรณn. Ambos se sentรญan, con toda razรณn, protagonistas centrales. Lo que criticaban era la corrupciรณn de los generales, su interminable borrachera fratricida y aquello que ambos intelectuales (y sus miles de jรณvenes seguidores) percibรญan como un abandono del impulso constructivo. Vasconcelos, por supuesto, se rehusรณ a esperar y lanzรณ su candidatura. Apostรณ el todo por el todo, y todo lo perdiรณ menos el genio literario que desplegรณ desde sus exilios. Los batallones estudiantiles que lo seguรญan tambiรฉn perdieron y se perdieron en los laberintos de la burocracia o los fanatismos ideolรณgicos de los aรฑos treinta.

“Aquella carta de 1928 –afirmaba Jesรบs Reyes Heroles, medio siglo mรกs tarde– era un tratado de clarividencia polรญtica.” En efecto, cabe imaginar que el PAN hubiese salido a la luz como el partido laico y civilista de aquellos “batallones”, un instituto democrรกtico y liberal encabezado por los intelectuales de la Generaciรณn de 1915 (Narciso Bassols, Daniel Cosรญo Villegas, Miguel Palacios Macedo, Alberto Vรกzquez del Mercado, etc.), personas con vocaciรณn de servicio y conocimiento tรฉcnico en temas econรณmicos, educativos y agrรญcolas, opuesta al partido ideolรณgico, nacionalista y corporativista de los militares. En vez de un partido hegemรณnico, habrรญamos tenido, desde 1929, un sistema bipartidista.

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Los intelectuales incorporados al PRI y los militantes socialistas y marxistas mostraron un vehemente rechazo al PAN. Pero no solo ellos. Tambiรฉn un liberal puro como Daniel Cosรญo Villegas (rara avis que habรญa atravesado las corrientes encontradas de los treinta en una equidistante oposiciรณn de repudio frente a ambos totalitarismos) expresรณ su divergencia radical en su cรฉlebre ensayo “La crisis de Mรฉxico” (noviembre de 1946). En su concepto el PAN resultaba un enemigo directo de los campesinos y los obreros. La acusaciรณn era extraรฑa, porque las crรญticas a la polรญtica agraria cardenista y al sindicalismo oficial que Cosรญo Villegas vertiรณ en “La crisis de Mรฉxico” eran muy semejantes a las que el propio Gรณmez Morin habรญa externado siempre.

Su divergencia de fondo era otra: la del liberal revolucionario frente a quien este ve como un conservador clerical. Si el PAN llegase al poder –conjeturaba– la Iglesia lo apoyarรญa para revertir el orden liberal surgido de la Reforma:

La Iglesia perseguirรญa a los liberales, los echarรญa de sus puestos, de sus cรกtedras; les negarรญa la educaciรณn a sus hijos; serรญan, en suma, vรญctimas prontas de un ostracismo general. Y los liberales sentirรญan tambiรฉn en toda su fuerza la persecuciรณn desatada de una prensa intolerante, incomprensiva, servidora ciega y devota de los intereses mรกs transitorios y mezquinos.

Tambiรฉn la “plutocracia” –segรบn Cosรญo– apoyarรญa al PAN, anulando con ello los logros sociales de la Revoluciรณn. Por su mente no pasรณ –ni podรญa pasar– la idea de que el partido fundado por Gรณmez Morin tuviera alguna inspiraciรณn maderista. Las filiaciones ideolรณgicas y polรญticas del PAN hacรญan imposible esa identificaciรณn. Una sola virtud concedรญa el liberal a los hombres de Acciรณn Nacional, y a “Gรณmez Morin antes que ninguno”: haber sacudido, con cierto costo personal, “la apatรญa polรญtica tan caracterรญstica del mexicano”.

Su indignaciรณn tenรญa motivos personales. Cosรญo Villegas, no hay que olvidarlo, habรญa concebido la idea de traer a Mรฉxico a los intelectuales republicanos y habรญa trabajado personalmente en la tarea de acogerlos. La indulgencia del PAN con respecto a Franco debiรณ de parecerle intolerable. Pero en su crรญtica resonaba tambiรฉn la antigua querella del siglo XIX. La inclinaciรณn ideolรณgica del PAN hacia la derecha autoritaria habรญa despertado en el liberal Cosรญo Villegas su trasfondo jacobino. No era comรบn en รฉl. A diferencia de su amigo el radical Narciso Bassols (hijo de una familia intensamente catรณlica, nieto del editor de la Revista Eclesiรกstica en Puebla, monaguillo y estudiante del Colegio de San Gregorio), Cosรญo Villegas no habรญa tenido una infancia religiosa contra la cual rebelarse, como se habรญan rebelado tantos personajes de la Reforma y la Revoluciรณn. Pero a su juicio, la instituciรณn fundada por Gรณmez Morin, su compaรฑero de juventud, habรญa ido demasiado lejos. Tan lejos que ponรญa en peligro el valor que mรกs apreciaba: la libertad individual. Esa era la “tara” mayor del PAN: su carรกcter antiliberal.

El Estado contra la naciรณn

Pasada la guerra, gracias al rรฉgimen conciliador de Manuel รvila Camacho, la beligerancia ideolรณgica del PAN pasรณ a un segundo tรฉrmino. A partir de diciembre de 1946, su grupo parlamentario –el primero en muchos aรฑos en tener verdadera voz opositora en el Congreso– comenzรณ a desplegar una actividad febril. Y no se trataba solo de denunciar los problemas del paรญs sino de ofrecer una reorganizaciรณn institucional y soluciones distintas a las oficiales.

De los 110 candidatos panistas que contendieron en 1946, solo cuatro alcanzaron un escaรฑo: Miguel Ramรญrez Munguรญa por Tacรกmbaro, Michoacรกn, Juan Gutiรฉrrez Lascurรกin por el Distrito Federal, Antonio L. Rodrรญguez por Nuevo Leรณn y Aquiles Elorduy Garcรญa por Aguascalientes. (A Gรณmez Morin se le negรณ el triunfo en Chihuahua por ser hijo de espaรฑol.) Desde esa pequeรฑa minorรญa lograron presentar veintiuna iniciativas que trascenderรญan a su tiempo. Retomando ideas originales de Gรณmez Morin sobre crรฉdito agrรญcola, el grupo propuso la creaciรณn de sociedades cooperativas entre agricultores, obras de pequeรฑa irrigaciรณn, el juicio de amparo y una ley general de planeaciรณn, ambas para el campo. El propรณsito era lograr la autonomรญa de los campesinos liberรกndolos de la dependencia de los lรญderes y comisarios ejidales mediante una amplia red de asistencia tรฉcnica, educaciรณn prรกctica, crรฉdito oportuno, transparente y sin ataduras polรญticas. En la cuestiรณn obrera, el cuarteto propuso una ley de defensa del trabajador en el sindicato que eliminase la clรกusula de exclusiรณn, exigiera a los lรญderes la rendiciรณn de cuentas e impidiera la coacciรณn del voto dentro de las asambleas. Los cuatro panistas plantearon tambiรฉn la creaciรณn de una comisiรณn de estudios para hacer mรกs sรณlido y fino el manejo del Seguro Social (instituciรณn ideada originalmente por Gรณmez Morin en 1927), y procuraron reformas para devolver la autonomรญa al Banco de Mรฉxico.

Pero el รกmbito de mayor creatividad fue polรญtico. En tiempos en los que el gobierno manejaba todas las instancias electorales (desde la manipulaciรณn del padrรณn hasta los pistoleros que ametrallaban votantes de oposiciรณn en las casillas), el PAN propuso una ley de registro ciudadano, otra ley electoral de poderes federales asรญ como reformas a artรญculos constitucionales para crear un tribunal federal electoral y permitir a la Corte actuar en caso de conflictos electorales graves como el ocurrido en 1945 en Leรณn, cuando las fuerzas oficiales dispararon contra los asistentes a un mitin asesinando a decenas de personas. Ninguno de los proyectos se aprobรณ; la mayorรญa no se dictaminรณ siquiera. Los diputados priistas gritaban consignas como “No dejaremos el poder, pase lo que pase”, “Aquรญ no hay democracia”, “Solo nos echarรกn por la fuerza de las bayonetas”. Pero esos proyectos anticiparon punto por punto las reformas polรญticas de las dรฉcadas siguientes.

Gรณmez Morin, el 16 de septiembre de 1939, en la asamblea seminal del PAN.

En la doctrina del PAN, el Estado mexicano no representaba legรญtimamente a la naciรณn. Para restaurar la legitimidad perdida habรญa que construir desde abajo, desde los cimientos mismos, una ciudadanรญa apta para la democracia. La democracia reivindicarรญa a la naciรณn. (No por casualidad, el periรณdico oficial del PAN que comenzรณ a circular en 1941 se titulรณ precisamente La Naciรณn.) El PAN postulaba la “primacรญa de lo polรญtico” e insistรญa en lograr una verdadera reforma polรญtica. Sin ella toda la vida pรบblica permanecerรญa “falseada”. En su discurso final como presidente del PAN (16 de septiembre de 1949), Gรณmez Morin –como un nuevo Madero– afirmรณ:

Si no se cumple la efectividad del sufragio […] la libertad individual y colectiva, el vivir ordenado y tranquilo, la escuela, y todos los valores intelectuales y morales, y la propia autonomรญa real de Mรฉxico y sus ricas posibilidades de colaboraciรณn en el nacimiento del mundo mejor que todos anhelamos, serรกn frustrados por una autoridad que no viniendo de la Naciรณn sino del compadrazgo, de la combinaciรณn y del fraude, pondrรก siempre el apetito y el interรฉs parciales sobre el interรฉs nacional, sobre el bien comรบn.

En sus viajes por el paรญs –rรฉplicas tambiรฉn del maderismo– Gรณmez Morin organizaba comitรฉs regionales y distritales, atraรญa aliados y repetรญa su frase favorita: “Hay que mover las almas.” Actuaba movido por una fe o, mรกs bien, por un desplazamiento de su fe cristiana a la arena pรบblica. Estaba convencido de la vocaciรณn democrรกtica del pueblo, pero ese pueblo debรญa despertar a sus deberes ciudadanos para vertebrar a la naciรณn y regenerar, desde la base, al Estado. El ritmo del proceso era forzosamente lento. “Que no haya ilusos para que no haya desilusionados.” Y no habรญa atajos: “El PAN no es tarea de un dรญa sino brega de eternidades.”

Gรณmez Morin dejรณ la presidencia de su partido en 1949. Muy pocos, fuera de su cรญrculo, aceptarรญan entonces (o despuรฉs) que fue el PAN, un partido de catรณlicos, quien mantuvo viva la flama democrรกtica cuando casi nadie se acordaba de ella. Entre esos pocos estuvo su compaรฑero mรกs antiguo de generaciรณn, Vicente Lombardo Toledano. Por esas fechas fundรณ el Partido Popular (al que mรกs tarde agregรณ el adjetivo Socialista) con la participaciรณn de un grupo de intelectuales desencantados con el rumbo del alemanismo, como Narciso Bassols. Al poco tiempo Bassols renunciรณ, al advertir los puentes del nuevo partido con el mundo oficial.

Brega de eternidades

El PAN no carecรญa de hombres, doctrina y propuestas, pero en amplios sectores de la opiniรณn pรบblica no representaba el partido democrรกtico que retomaba la bandera de Madero sino el partido “retrรณgrado” ligado a la Iglesia y la burguesรญa. Varios factores contribuyeron a lo largo de las siguientes dos dรฉcadas a congelar esa imagen.

Uno, decisivo, fue la composiciรณn de su รฉlite rectora. A pesar de la trayectoria humanista de Gรณmez Morin (amigo de Ramรณn Lรณpez Velarde, discรญpulo del Ateneo, miembro del grupo de los “Siete Sabios”, buen prosista y hombre singularmente dotado para la vida prรกctica, creador de instituciones perdurables como el Banco de Mรฉxico y el de Crรฉdito Agrรญcola, rector de la Universidad en verdad heroico), el PAN nunca atrajo a grandes figuras intelectuales o acadรฉmicas. El nรบcleo de universitarios catรณlicos que lo habรญa apuntalado en 1933 en su defensa de la libertad de cรกtedra y la autonomรญa universitaria fue rebasado en 1946 por otro grupo mucho mรกs numeroso de universitarios de raigambre liberal que llegรณ al poder con Miguel Alemรกn. La nueva รฉlite (integrada por antiguos discรญpulos de la Generaciรณn de 1915 en las aulas de la Preparatoria y la Escuela de Leyes) hubiese formado parte quizรก de aquel partido que vislumbraba Gรณmez Morin en 1928, pero ya en los aรฑos treinta su orientaciรณn era otra: subirse al carro de la Revoluciรณn, consolidarlo, manejarlo y, eventualmente, heredarlo.

En tรฉrminos maquiavรฉlicos, su integraciรณn al PNR, el carรกcter hรญbrido de su base econรณmica (cabalgaban entre la iniciativa y el gobierno) y su indiferencia ante las cuestiones religiosas, los diferenciaba ventajosamente del puรฑado de profesionistas universitarios del PAN que hacรญan polรญtica en sus ratos libres, trabajaban en despachos, bufetes u oficinas de la iniciativa privada y profesaban un abierto catolicismo. Los revolucionario-institucionales tenรญan vรญa libre a los negocios y concesiones pรบblicas (hasta legalmente) y una mayor flexibilidad ideolรณgica. Y lo supieron aprovechar.

El carรกcter civil del nuevo gobierno dio pie a la tercera mutaciรณn histรณrica del PNR-PRM-PRI. En un arranque de genio, el grupo alemanista discurriรณ la construcciรณn de una ciudad a su imagen y semejanza, la Ciudad Universitaria, que desde entonces serรญa el emblema del ascenso para las clases medias. Con esa triple legitimidad (revolucionaria, civil y universitaria), el grupo dio inicio a la consolidaciรณn del sistema polรญtico mexicano que, si bien monopolizรณ el poder (desvirtuando todos los รกmbitos de la vida democrรกtica) y favoreciรณ una plutocracia (polรญtica, empresarial, burocrรกtica y sindical) mรกs poderosa que la porfiriana, al mismo tiempo sentรณ las bases de un crecimiento industrial sin precedente, acompaรฑado de paz interna, estabilidad y una considerable movilidad social. Fueron tiempos muy lejanos ya del combativo espรญritu nacionalista y agrarista de Cรกrdenas, aรฑos en que el ascenso consistente de las clases medias urbanas restaba incentivo a la oposiciรณn polรญtico-electoral, mรกs aรบn si esa oposiciรณn se empeรฑaba sinceramente en encarnar el papel –utilรญsimo para el rรฉgimen– del oscurantismo reaccionario.

Y es que, en los aรฑos cincuenta (como le ha ocurrido siempre), un sector ultramontano del PAN hizo todo lo posible por conformar sus dichos y hechos a la idea que se tenรญa de รฉl. Desde un principio habรญa vivido la tensiรณn entre dos corrientes: la de Gรณmez Morin (chihuahuense emprendedor, socialista en su juventud y colaborador del presidente Calles, que no mezclรณ la religiรณn con la polรญtica ni tuvo relaciones polรญticas significativas con la jerarquรญa) y la de Efraรญn Gonzรกlez Luna (abogado jalisciense que habรญa sido simpatizante activo de los cristeros y cuya รณptica histรณrica y social se anclaba en el conservadurismo clerical del siglo XIX). A partir de 1949, el pรฉndulo oscilรณ hacia Gonzรกlez Luna, con tres presidentes sucesivos pertenecientes a la Asociaciรณn Catรณlica de la Juventud Mexicana, la ACJM, rama fundamental de Acciรณn Catรณlica y brazo urbano de los cristeros. Ni siquiera los impulsos democrรกticos puros y significativos (como la caravana de protesta por un fraude electoral, encabezada en 1956 por el valeroso joven Luis H. รlvarez a Mรฉxico desde Ciudad Juรกrez, o su meritoria campaรฑa presidencial en 1958) lograban modificar la percepciรณn del PAN como un partido anclado en las querellas religiosas de los aรฑos veinte y al servicio del clero. En gran medida, la percepciรณn coincidรญa con la realidad.

La famosa frase de Ruiz Cortines “los panistas son los mรญsticos del voto” expresa muy bien la desdeรฑosa opiniรณn del sistema frente a un partido que mezclaba –contradictoriamente y en detrimento propio– la adscripciรณn religiosa con la vocaciรณn democrรกtica. Pero expresa tambiรฉn la cerrazรณn del sistema ante los “enemigos de la Revoluciรณn”. Las posibilidades del PAN para contender libremente en elecciones municipales y legislativas se redujeron a un mรญnimo. En algรบn momento, el propio Gรณmez Morin se postulรณ como candidato para el distrito de San รngel y entonces, para que la cuรฑa apretara, el PRI le opuso a Antonio Castro Leal, otro de los “Siete Sabios”, hombre fiel al rรฉgimen que, por supuesto, lo venciรณ arrolladoramente. Para colmo, en 1958 un ciclo histรณrico se cerrรณ en detrimento del PAN: llegรณ al poder un vasconcelista, Adolfo Lรณpez Mateos, que terminรณ por subir al “carro completo” a muchos de sus viejos compaรฑeros.

En cuanto a la generaciรณn intelectual y acadรฉmica mรกs joven, gente nacida entre 1920 y 1935, si bien sus representantes criticaban las insuficiencias de la polรญtica social, el abandono del campo o la corrupciรณn de los polรญticos venales y los lรญderes “charros”, todos operaban dentro de las categorรญas mentales de la Revoluciรณn mexicana y muchos tenรญan puestos en el rรฉgimen que decรญa representarla. Y la democracia electoral, claramente, no estaba siquiera en su horizonte o lo estaba como un peligro: “la democracia –se decรญa en esos cรญrculos– llevรณ Hitler al poder”.

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En los aรฑos sesenta, un sector mayoritario de esa misma รฉlite fue mรกs lejos: abandonรณ la vetusta Revoluciรณn mexicana a cambio de la pujante Revoluciรณn cubana, proyecto que no necesitaba ya simular (como el PRI) la democracia electoral sino que sencillamente se propuso abolirla. Al mismo tiempo, en el Concilio Vaticano II y la encรญclica Rerum novarum la propia Iglesia virรณ sus posiciones doctrinales a la izquierda. El PAN pudo haber aprovechado ese aggiornamento pero lo intentรณ tarde, en los aรฑos setenta. Era la hora de retomar la doctrina social del PAN –por ejemplo, el principio de la subsidiariedad–, asรญ como su programa econรณmico –la filosofรญa tรฉcnica de Gรณmez Morin–, con ideas prรกcticas, pertinentes a las necesidades de la poblaciรณn mรกs necesitada. Pero el PAN no generรณ proyectos nuevos ni atrajo pensamiento original. De allรญ que muchos jรณvenes catรณlicos formados en publicaciones catรณlicas o en las escuelas de periodismo afines al PAN (como la dirigida por Carlos Septiรฉn Garcรญa) descartaran la opciรณn panista y se inclinaran por las corrientes socialistas de acciรณn y pensamiento.

A principio de los sesenta llegรณ a la presidencia del PAN Adolfo Christlieb Ibarrola, abogado y pensador cercano a Gรณmez Morin, cuyo objetivo era relegar a los “meadores de agua bendita” –frase suya, textual– y volver al espรญritu democrรกtico del partido en la Legislatura de 1946-1949. Un ejemplo fue su impulso a la participaciรณn de las mujeres en la machista polรญtica mexicana: Florentina Villalobos fue la primera diputada federal en 1964 y, dos aรฑos despuรฉs, Norma Villarreal de Zambrano fue la primera alcaldesa, en San Pedro Garza Garcรญa.

Por esas fechas, un ciudadano independiente, el doctor Salvador Nava, enfrentaba en una lucha solitaria y heroica al cacique Gonzalo N. Santos: incapaz de disuadirlo “por las buenas”, el gobierno lo enviรณ al Campo Militar Nรบmero 1 donde sufriรณ tortura fรญsica por el “delito” de lanzar su candidatura independiente para el gobierno de San Luis Potosรญ. Aunque Nava no era panista, su hazaรฑa convergiรณ con los afanes del PAN, que entre 1964 y 1967 contribuyรณ a arrancar al gobierno de Dรญaz Ordaz una incipiente reforma polรญtica (que, entre otros puntos, abriรณ la representaciรณn proporcional) y algunos magros triunfos municipales. Pero en 1968, aun aquellos logros mรญnimos se detuvieron por orden de Dรญaz Ordaz. (Segรบn testimonio de Antonio Ortiz Mena, Luis Echeverrรญa le llamรณ para que enviase auditorรญas contra los pocos empresarios que se habรญan atrevido a apoyar al PAN en la alcaldรญa de Mรฉrida.) Al poco tiempo, el valeroso Christlieb renunciรณ a la presidencia del PAN y muriรณ vรญctima del cรกncer y la desilusiรณn.

La izquierda polรญtica y la cultural (universitaria, acadรฉmica, literaria) permanecieron indiferentes a la democracia. Los escritores y artistas simpatizaban con las perspectivas revolucionarias y desdeรฑaban por principio la democracia; la consideraban una supercherรญa burguesa inventada para oprimir al pueblo. No conocรญan la brega democrรกtica del PAN, ni les interesaba. Y el PPS de Lombardo se habรญa vuelto, claramente, un apรฉndice del gobierno. Luego de regresar de un viaje a Cuba, tras ver a Fidel conversando animadamente con unos caรฑeros, un gran editor de izquierda comentรณ: “Esa es la democracia.”

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En las elecciones presidenciales e intermedias de esos aรฑos, al PAN se le concedรญa hasta el diez por ciento del sufragio, sobre todo en el Distrito Federal y en el occidente tradicional de Mรฉxico, con enclaves en Baja California y Yucatรกn. Esa lenta edificaciรณn no debรญa nada a la burguesรญa mexicana, que a lo largo de todos esos aรฑos se negรณ a apoyar al PAN, aun en el caso de Nuevo Leรณn. A pesar de la contribuciรณn decisiva de Gรณmez Morin a la salvaciรณn y consolidaciรณn del Grupo Monterrey (tras la crisis del 29), los industriales de Monterrey –que se vanagloriaban de haber “parado a Cรกrdenas”– no dudaron en apoyar a Alemรกn. En Mรฉxico, la “nueva plutocracia” de la que habรญa hablado Cosรญo Villegas no fue panista. Abierta o moderada, concesionaria o autรณnoma, cercana o remota, fue “revolucionaria institucional”.

En cuanto a la Iglesia, en entrevista concedida a los esposos James y Edna Wilkie entre 1964 y 1965, el propio Cosรญo Villegas corregรญa sus opiniones de veinte aรฑos atrรกs:

Acciรณn Nacional, contra lo que pueda creerse, no cuenta con ciertos apoyos […] digamos, tรญpicamente, la Iglesia catรณlica… La Iglesia catรณlica nunca le ha dado un apoyo abierto, ostensible, a Acciรณn Nacional. Y dudo mucho que se lo dรฉ, aun callada o silenciosamente.

Si sus “รบnicas fuentes de apoyo”, la Iglesia y la plutocracia, no fueron tales, ¿quรฉ representaba entonces, Acciรณn Nacional, a casi treinta aรฑos de su fundaciรณn? Entrevistado tambiรฉn por los esposos Wilkie en esas fechas, Gรณmez Morin lo definiรณ con humildad. El PAN era partidario de la negociaciรณn limpia y digna y del avance fragmentario. La eternidad habรญa debilitado la brega:

Estamos todavรญa en la situaciรณn clรกsica de un partido de oposiciรณn. No de “Her Majesty’s loyal opposition”, que puede ocupar los puestos al dรญa siguiente que sale el gobierno, sino en la posiciรณn de la oposiciรณn latina: un partido que estรก seรฑalando errores, que estรก indicando nuevos caminos, que estรก tratando de limpiar la administraciรณn, de mejorar las instituciones, de programar el esfuerzo colectivo de mejoramiento y de formar ciudadanos y personas capaces de ocupar con rectitud y eficacia los puestos pรบblicos.

Reconocรญa abiertamente la impreparaciรณn del PAN para ejercer el poder ejecutivo y la justificaba con serenidad (y un estremecedor sentido profรฉtico):

No hemos tenido mucha ansiedad de llegar a puestos de gobierno. Reconocemos inclusive que si maรฑana, por uno de esos trastornos pรบblicos de fondo, Acciรณn Nacional tuviera que hacerse cargo del gobierno, tendrรญa que hacer un esfuerzo intenso para formar un equipo de gobierno. Tal vez un gobierno de uniรณn nacional.

Acaso sin ironรญa, Cosรญo Villegas apuntรณ entonces que el PAN desempeรฑaba “un papel muy importante”: el de permitirle al gobierno hacer una especie de shadow boxing, que lo mantenรญa “รกgil y dispuesto a la lucha”. Pero dos aรฑos despuรฉs, al estallar el movimiento estudiantil, cambiarรญa de opiniรณn. El shadow boxing habรญa servido menos al gobierno que a la sociedad. Sin esa labor electoral y parlamentaria (con su cuota de esfuerzo, penurias e incluso sangre) Mรฉxico habrรญa sido no un rรฉgimen de partido hegemรณnico, sino รบnico.

Diรกlogos en San รngel

A punto de cumplir los setenta aรฑos, ambos personajes entraron en un perรญodo de introspecciรณn. Las entrevistas con los esposos Wilkie sirvieron como un catalizador. Gรณmez Morin hizo el recuento de su vida y sus obras, y parecรญa resignado. En cambio Cosรญo Villegas, a pesar de su extraordinaria obra cultural (el Fondo de Cultura Econรณmica, El Colegio de Mรฉxico) e histรณrica (la Historia Moderna de Mรฉxico), manifestaba una estoica frustraciรณn, solo paliada por la obra tangible de su generaciรณn:

Yo no vacilarรญa en decir que sin nuestro concurso el Mรฉxico de hoy no serรญa lo que es hoy, o que habrรญa llegado allรญ, pero bastante mรกs tarde. Pongamos un solo ejemplo: no puede caber duda de que habrรญa acabado por crearse el Banco de Mรฉxico sin Manuel Gรณmez Morin; pero, por una parte, ya es significativo que habiendo sido anunciado en la Constituciรณn de 1917, no se creara antes de que รฉl interviniera; por otra parte, su alumbramiento se hubiera confiado a manos espeluznantemente bรกrbaras.

Cosรญo era, en su propia definiciรณn, un “liberal de museo”, pero en 1968 reapareciรณ en el horizonte pรบblico de Mรฉxico para reanimar la crรญtica del poder. Llevaba mรกs de dos dรฉcadas de trabajar silenciosamente en su trabajo histรณrico, con fugaces incursiones en la diplomacia. El movimiento estudiantil, gestado en la izquierda y de carรกcter libertario, lo llevรณ a jubilarse del gobierno y a emular a sus hรฉroes personales, los “Gigantes de la Reforma”, esos hombres apasionadamente independientes a quienes conocรญa como si hubiera convivido con ellos. Comenzรณ a publicar un artรญculo semanal en el Excรฉlsior de Julio Scherer.

Los antiguos abusos y ahora los crรญmenes del poder presidencial habรญan terminado por convencerlo –como a Gรณmez Morin– de que el problema central de Mรฉxico era de รญndole polรญtica. Para muchos lectores de todas las edades esos textos fueron una revelaciรณn: Cosรญo Villegas mostraba el potencial crรญtico del liberalismo mexicano, corriente de pensamiento ilegรญtimamente expropiada, absorbida, subsumida y domesticada por un partido, el PRI, que en sus usos efectivos representaba lo contrario al espรญritu y al proyecto liberal: una “monarquรญa absoluta, sexenal, hereditaria por vรญa transversal”.

Uno de esos lectores sorprendidos y agradecidos vivรญa en San รngel, muy cerca del historiador. A partir de la sobria casa (Segunda Cerrada de Frontera #9) donde vivรญa Cosรญo Villegas, doblando a la derecha cuesta arriba hasta una risueรฑa fuente, uno podรญa recorrer la barda de una gran propiedad que desembocaba en la Calle del รrbol, dar unos pasos y tocar una puerta de madera con el nรบmero 6: la casa de Manuel Gรณmez Morin.

Se habรญan conocido en 1915. Habรญan compartido la aurora educativa de Vasconcelos y el aliento constructivo de los aรฑos veinte. Se habรญan interesado en los estudios econรณmicos y la economรญa agrรญcola, habรญan fundado con otros compaรฑeros la Escuela Nacional de Economรญa en la Universidad. Las querellas ideolรณgicas de los treinta los habรญan separado, sin duda alguna, pero no al grado de la enemistad (como ocurriรณ entre otros miembros de la generaciรณn). Al paso de los aรฑos, la porfรญa democrรกtica del PAN atrajo la atenciรณn del liberal. Por su parte, el demรณcrata catรณlico retomรณ el temple liberal de su juventud, hasta admitir frente a los Wilkie: “Juรกrez fue un hombre admirable, que supo mantener el espรญritu republicano y liberal, hasta los confines de la Repรบblica.” ¿Quรฉ le achacaba a Juรกrez? No un pecado contra la Iglesia sino un pecado contra la democracia: haber sido “autor de los primeros fraudes electorales”. Por todo ello, a fines de los sesenta comenzaron a verse en casa de don Manuel, para tomar un buen whisky y hablar de Mรฉxico. Fue entonces cuando don Daniel reconociรณ que el PAN “es el รบnico partido polรญtico independiente y aรบn opuesto al gobierno”.

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A Cosรญo Villegas, el liberal puro, le importaba responder a esta pregunta: ¿cรณmo acotar el poder? No un tema de representaciรณn y participaciรณn sino de lรญmites. Un tema de libertad negativa. Por eso empleรณ dos dรฉcadas en estudiar la Repรบblica Restaurada y su reverso, la dictadura porfirista. Quiso entender el poder para desmontar sus mecanismos de control y ofrecer vรญas de progreso polรญtico que consolidaran el valor –supremo para รฉl– de la libertad individual. Nada podรญa lograrse en ese sentido sin poner lรญmites al poder presidencial, sin fortalecer la autonomรญa del legislativo y el judicial, sin restablecer el contrapeso de la vida federal y municipal, sin minar la hegemonรญa del PRI, sin ejercer hasta el exceso todas las libertades polรญticas, sin criticar despiadadamente a los presidentes y sus gabinetes: sus decisiones, sus dislates, sus locuras y despropรณsitos.

A Gรณmez Morin, el demรณcrata catรณlico, le importaba responder a otra pregunta: ¿quiรฉn ejerce el poder? No un tema de lรญmites sino de participaciรณn y representaciรณn. Un tema de libertad positiva. Estaba convencido de que el poder en Mรฉxico lo ejercรญa una casta de lรญderes polรญticos que no representaba legรญtimamente a la naciรณn porque no habรญa sido electa con un padrรณn confiable, con instituciones electorales autรณnomas, en condiciones de equidad y mediante un sufragio efectivo. El problema no era el acotamiento al poder sino el origen del poder y aun el poder mismo. Y en la base de ese problema estaba la falta de participaciรณn ciudadana, la debilidad de la ciudadanรญa, la ausencia de la democracia. Por eso, para alentar la participaciรณn, formar ciudadanรญa y vivir en democracia, Acciรณn Nacional (a pesar de la insistente y, en muchos momentos, violenta represiรณn del gobierno) una y otra vez presentaba candidatos a las elecciones municipales y empujaba la reforma polรญtica.

Cosรญo Villegas, el liberal puro, no ponรญa en entredicho la legitimidad del Estado mexicano surgido de la Revoluciรณn y creyรณ siempre que el rรฉgimen mismo podรญa y debรญa corregir el rumbo. A los gobernantes no los criticรณ por su falta de representatividad sino por sus abusos y torpezas, por sus mezquindades y su inveterada corrupciรณn. La represiรณn del 68 y los desplantes populistas del gobierno de Echeverrรญa lo convencieron de que el rรฉgimen debรญa cambiar, y cambiar pronto. ¿Cรณmo? No reemplazรกndolo con otro sino retomando el legado liberal de los Constituyentes de 1857. Habรญa que poner a funcionar las instituciones y leyes de la repรบblica y ejercer las libertades (en particular la de crรญtica y expresiรณn). Un paradigma suyo lo definรญa: “hacer en verdad pรบblica la vida pรบblica”. Su utopรญa era la Repรบblica Restaurada, un gobierno de intelectuales ilustrados, desinteresados, patriotas, limpios, independientes, deliberantes y liberales.

Gรณmez Morin, el demรณcrata catรณlico, habรญa dejado de tiempo atrรกs la inspiraciรณn maurrasiana para acercarse a un concepto mรกs propio de la tradiciรณn catรณlica ibรฉrica, la idea orgรกnica del pueblo como depositario original de la soberanรญa, que delega el poder (proveniente de Dios) en un seรฑor, cuya vocaciรณn debe ser el bien comรบn. Por eso una de sus frases favoritas provenรญa del Cid: “¡Quรฉ gran pueblo, si hubiese buen seรฑor!” En Mรฉxico habรญa un gran pueblo pero no un buen seรฑor. Esta idea habรญa sido siempre adversaria histรณrica de la concepciรณn maquiavรฉlica del poder como una ciencia o un arte de dominaciรณn, rasgos que Gรณmez Morin veรญa en el Estado revolucionario. Los gobernantes, por cรกlculo, hablaban de “acercarse el pueblo”; los panistas, por sentido de igualdad cristiana, debรญan “ser el pueblo”. Su utopรญa era “una patria generosa y ordenada”.

Cosรญo Villegas era agnรณstico y Gรณmez Morin catรณlico, pero no disputaban sobre cuestiones del otro mundo. En las cosas de este mundo, Gรณmez Morin actuaba como laico (rehusaba ser instrumento de la jerarquรญa, fustigaba las “ilusiones fascistoides” de los sinarquistas) y al hacerlo abrรญa un espacio de tolerancia para que el liberal Cosรญo Villegas guardara sus armas jacobinas. Y asรญ descubrรญan sus puntos en comรบn. Ninguno de los dos era (ni remotamente) liberal en el รกmbito econรณmico o social. Ambos creรญan en un Estado con vocaciรณn moral, que procurara el “bien comรบn” (Gรณmez Morin) o el “beneficio colectivo” (Cosรญo Villegas). A ambos los movรญa el propรณsito de “hacer algo por Mรฉxico”. Ambos eran maderistas: uno leรญa el maderismo desde el polo liberal, como un lรญmite al poder absoluto; otro leรญa el maderismo desde el polo democrรกtico, como una hazaรฑa de participaciรณn popular.

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Incidentalmente, fui testigo de la convergencia polรญtica entre los dos mexicanos eminentes. Por sugerencia de Cosรญo Villegas, hice mi tesis sobre su “Generaciรณn de 1915”. Para ello visitรฉ a Gรณmez Morin de septiembre de 1970 hasta su muerte, en abril de 1972. Celebraba los artรญculos de Cosรญo. Alguna vez me contรณ la anรฉcdota de Vasconcelos desenfundando frente a รฉl una pistola oculta, tras lo cual ambos se murieron… de risa, porque se sabรญan incapaces de emular a los generales que la usaban con naturalidad. Seguรญan largos silencios. Luego movรญa de un lado a otro la cabeza, levemente, en un gesto que denotaba negaciรณn y lamento. El paรญs habรญa ido mal, sobre todo para la gente del campo, sobre todo en la vida polรญtica, “secuestrada por la pandilla del PRI”. Sin embargo, lo consolaba pensar que muchas de las instituciones creadas en los aรฑos veinte “habรญan sobrevivido a administraciones ineptas, torpes o corruptas”. Era de voz suave y trato gentil, tenรญa una prodigiosa sonrisa, una sonrisa “para mover las almas”.

Los miรฉrcoles a las cuatro y media, visitaba yo a su adusto e irรณnico amigo Daniel. “¿Quรฉ cuenta Manuel?”, preguntaba. Una vez narrรณ que Gรณmez Morin era capaz de dictar de corrido un texto de veinte cuartillas sin corregir una coma. Yo me sentรญa como un mensajero entre el pasado y el presente, un cartero que llevaba de una casa a otra las buenas nuevas de un documento, una confidencia, un descubrimiento. Cierto dรญa, caminando con don Daniel por la calle de Madero hacia la American Bookstore, vimos acercarse a Gรณmez Morin. “¡Manuel!”, “¡Daniel!”, exclamaron al mismo tiempo, abriendo los brazos para estrecharse en un gran abrazo. “Ahรญ lo espera el whisky de siempre”, “¡Pues habrรก que tomรกrnoslo pronto!” Alguien en la acera contraria identificรณ a Cosรญo y le gritรณ festivamente: “Don Daniel, ya suelte al PRI!” Todos reรญmos alborozados.

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“Catรณlicos de Pedro el Ermitaรฑo / y jacobinos de รฉpoca terciaria. (Y se odian los unos a los otros / con buena fe.)” Asรญ resumรญa Ramรณn Lรณpez Velarde la querella central de nuestro siglo XIX. Ese odio frustrรณ toda posibilidad de diรกlogo entre liberales y conservadores, y la existencia misma de un liberalismo catรณlico que solo podรญa darse en el marco de una democracia.

En 1911, Francisco I. Madero se propuso desterrar el odio y para ello dio la bienvenida al Partido Catรณlico Mexicano, “primer fruto de las libertades que hemos conquistado”. Recordando aquella actitud, Vasconcelos escribiรณ: “habรญa llegado la hora de la concordia”, pero no una conciliaciรณn subrepticia y vergonzante (como la del porfiriato) sino abierta y generosa. Como ha explicado Gabriel Zaid en su ensayo “Muerte y resurrecciรณn de la cultura catรณlica” (Vuelta, nรบm. 156, noviembre de 1989), una nueva generaciรณn de liberales catรณlicos progresistas buscaba participar (con respeto al laicismo y sin involucrar al clero) en la construcciรณn del Mรฉxico moderno. Madero les tendiรณ los brazos. Entre ellos destacaban el filรณsofo Antonio Caso (cuyas conferencias de 1915 sobre el cristianismo espiritual marcaron a Cosรญo Villegas y a Gรณmez Morin), Ramรณn Lรณpez Velarde, el amigo de Gรณmez Morin, maderista de primera hora que habรญa contribuido a la redacciรณn del Plan de San Luis, y Eduardo J. Correa, que fundรณ el diario La Naciรณn (1912-1913). Por desgracia, el golpe de Estado de 1913 truncรณ aquella “primavera maderista”.

La esperanza democrรกtica renaciรณ fugazmente con el vasconcelismo. Su derrota abriรณ las puertas a la polarizaciรณn ideolรณgica. Durante la Revoluciรณn y los aรฑos veinte, los catรณlicos militantes y los militares jacobinos habรญan llevado sus diferencias al campo de batalla, y en los treinta los bandos se enfrentaron en el campo minado de la educaciรณn y las creencias.

El impulso democrรกtico renaciรณ con el PAN, cuyo periรณdico (fundado en 1941) se llamรณ La Naciรณn, igual que su antecedente maderista. Una tregua al estilo porfiriano calmรณ los รกnimos en las dรฉcadas siguientes, pero los extremistas clericales permanecieron fijos en los tiempos de la Cristiada. Fueron ellos quienes dentro del PAN crearon al tenebroso Yunque, organizaciรณn antidemocrรกtica, heredera directa del fascismo sinarquista, cuyo designio (cumplido en varias zonas del paรญs) ha sido regresar al PAN a su autoritarismo de origen. Esa corriente es la responsable principal de que la opiniรณn pรบblica mayoritaria no conceda al PAN el reconocimiento que le corresponde en la construcciรณn histรณrica de nuestra democracia.

Frente a la propensiรณn al odio, es bueno recordar el ejemplo de Cosรญo Villegas y Gรณmez Morin, dos maderistas que decidieron dialogar –real y simbรณlicamente– sobre el cambio profundo que necesitaba Mรฉxico. El “liberal de museo” valorรณ el solitario aporte del PAN a la democracia mexicana. El demรณcrata catรณlico honrรณ el ideario liberal. Decepcionados de un rรฉgimen autoritario, coincidieron en lo fundamental: la alternativa democrรกtica y liberal era la mejor, y seguรญa abierta para Mรฉxico. Esa convicciรณn de raรญz maderista inspirรณ a muchos mexicanos de todas las filiaciones en los aรฑos que siguieron. Sin el concurso de esos hombres y de las instituciones que fundaron, “el Mรฉxico de hoy no serรญa lo que es hoy, o habrรญa llegado allรญ, bastante mรกs tarde”. ~

Bibliografรญa

Daniel Cosรญo Villegas, La crisis de Mรฉxico, obras completas de Daniel Cosรญo Villegas, Mรฉxico, Clรญo/El Colegio Nacional, 1997.

_______, Labor periodรญstica. Real e imaginaria, Mรฉxico, Biblioteca Era, Ediciones Era, 1972.

Manuel Gรณmez Morin, Diez aรฑos de Mรฉxico. Informes del Jefe de Acciรณn Nacional, introducciรณn de Efraรญn Gonzรกlez Luna, Mรฉxico, Editorial Jus, 1950.

Soledad Loaeza, El Partido Acciรณn Nacional, la larga marcha, 1939-1994. Oposiciรณn leal y partido de protesta, Mรฉxico, Fondo de Cultura Econรณmica, 1999.

Alonso Lujambio, La democracia indispensable. Ensayos sobre la historia del Partido Acciรณn Nacional, Mรฉxico, DGE|Equilibrista, 2009.

James W. Wilkie y Edna Monzรณn de Wilkie, Daniel Cosรญo Villegas. Un protagonista de la etapa constructiva de la Revoluciรณn mexicana, ediciรณn y notas de Rafael Rodrรญguez Castaรฑeda, Adolfo Castaรฑรณn y Diego Flores Magรณn, Mรฉxico, El Colegio de Mรฉxico, 2011.

_______, Mรฉxico visto en el siglo XX. Entrevistas de historia oral, Mรฉxico, Instituto Mexicano de Investigaciones Econรณmicas, 1969.

Gabriel Zaid, “Muerte y resurrecciรณn de la cultura catรณlica”, Vuelta, nรบm. 156, noviembre de 1989.

 

[Carta inรฉdita de Manuel Gรณmez Morin, presentada por Javier Garciadiego.]

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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