De memoria locuaz leída

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Ahora sí ha terminado el siglo XX, y por tanto voy a permitirme hacer aquí mi lista de obras literarias fundamentales de estos cien años, contestando así, de paso, a los lectores que a veces me piden orientación para sus lecturas (me disculpo con los no interesados). Me voy a guiar por la memoria, sin ni siquiera levantarme a mirotear la biblioteca: eso será prueba de que lo que recuerde al instante, me dejó huella. No hace falta decir que no lo he leído todo (no lo ha hecho nadie).
     1 y 2) Joseph Conrad y Henry James, pese a las apariencias, publicaron mucho en el siglo XX; así que del primero casi nada tiene desperdicio, y no se deben hacer ascos a su más famosa novela, Lord Jim. Pero dos títulos más breves, El corazón de las tinieblas y La línea de sombra, han de ser leídos por quien quiera asomarse al Mal (pero al Mal sin aspavientos ni demonios). Del segundo, James, busquen más los cuentos que las novelas, aunque éstas sean de enorme virtuosismo. Y La vuelta de tuerca, que no es lo uno ni lo otro sino algo intermedio, les enseñará que el Mal es incomprensible, aunque pueda verse.
     3 y 4) En busca del tiempo perdido es seguramente el libro más verdadero y cruel de todos (cruel por verdadero), y sólo deben acercarse a él los fuertes, esto es, quienes estén dispuestos a saber de la vida. No importa que no lo acaben —siete extensos volúmenes—, ya sabrán demasiado con sólo el primero. (Eso sí, absténganse de la reciente y pedestre traducción de Mauro Armiño, se los ruego). En cuanto a Thomas Mann, a quien no profeso gran simpatía personal, escribió dos novelas tan sabias que no pueden omitirse, La montaña mágica y Doctor Faustus. Se precisa paciencia.
     5 y 6) No es posible dejar atrás el siglo sin pasar por El guardián en el centeno y los Nueve cuentos de Jerome David Salinger. Tal vez no sea una obra maestra el primero, pero su influencia ha sido descomunal, y no sólo literaria: todo el mundo que lo lee (pero sobre todo los jóvenes) se siente identificado con su narrador. Y, siendo tan distinta la gente, eso tiene mérito, además de misterio. De Vladimir Nabokov recomendaría Lolita, que pese a antiguos escándalos y tergiversaciones posteriores, yo veo, más que nada, como la historia de una fidelidad, tan dura como melancólica como lírica.
     7 y 8) En mi opinión pueden pasarse sin el Ulises de James Joyce, pero no sin su volumen de cuentos Dublineses, más que nada por el titulado "Los muertos", en el que se aprende a convivir con éstos cuando —valga la paradoja— están todavía vivos. En cuanto a William Faulkner, sólo deben atreverse con él quienes tengan largo aliento y no teman los torbellinos: los de Luz de agosto, ¡Absalón, Absalón!, Las palmeras salvajes
     9 y 10) De don Ramón del Valle-Inclán no conviene perderse Tirano Banderas, porque así se ahorra uno, además, todas las novelas latinoamericanas sobre dictadores. Ni tampoco Luces de Bohemia, ni las Comedias bárbaras (y eso que detesto el teatro). Es el castellano más fiero escrito en cien años. Respecto a Franz Kafka, pocos autores han determinado más el siglo. Pero yo prefiero sus piezas cortas a sus novelas largas: no sólo La metamorfosis, también "En la colonia penitenciaria".
     11 y 12) Como hay menos costumbre de leer poesía, la limitaré al máximo: pero La tierra baldía y los Cuatro cuartetos, de Thomas Stearns Eliot, son el mejor complemento a Proust para entender el tiempo (eviten la traducción de Valverde, o eviten todas, lamentablemente). En cuanto a las Elegías de Duino, de Rainer Maria Rilke, es uno de los contados textos que me permitirían emplear la palabra "belleza", que normalmente me prohíbo. (Recomiendo la vieja y modesta versión de Ferreiro Alemparte).
     13 y 14) La menospreciada obra de la danesa Isak Dinesen, o Karen Blixen, es para mí, sin embargo, el hilo de la continuidad de todos los cuentos, desde Las mil y una noches en adelante; léanlo todo. Y del austriaco Thomas Bernhard se hace uno adicto o bien no lo soporta. A mí me pasa lo primero, me río y me espanto con sus exageraciones sombrías: Trastorno, Extinción, Maestros antiguos… Prueben uno.
     15, 16, 17, 18, 19 y 20) Menciono por último a algunos autores, en parte por "obligación" (su influencia, indudable), en parte por convencimiento: Juan Rulfo escribió sólo dos libros, quería leerlos, dijo; pienso que los querría leer cualquiera. Jorge Luis Borges fue tan inteligente siempre que resulta cargante a veces. Juan Benet es tan difícil como deslumbrante, si se sube uno a su cortante rueda. Gabriel García Márquez ha escrito dos obras maestras, Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera; pero se lo recordará por otro título. Nuestros antepasados, de Italo Calvino, es uno de los libros más deliciosos del siglo. Y Guillermo Cabrera Infante es el autor de "La amazona": cien páginas.
     Menos mal que se me agota el espacio. Mi memoria se va alegrando de haber vivido en un siglo tan fértil para la literatura, y no se calla. –

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(Madrid, 1951-2022) fue escritor, traductor y editor. Autor, entre otras, de las novelas Mañana en la batalla piensa en mí (1994), Tu rostro mañana (tres volúmenes publicados en 2002, 2004 y 2007) y Tomás Nevinson (2021). Recibió premios como el Rómulo Gallegos en 1995, el José Donoso en 2008 y el Formentor en 2013. Fue miembro de la Real Academia de la Lengua.


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