1. Montaigne y el arte de ensayar tomando prestado
Cuando Michel de Montaigne puso a prueba su juicio en los irrepetibles Essais, con los que inaugurarรญa un gรฉnero revelador y novedoso, dejรณ establecidas, sin intenciรณn de convertirlas en reglas, o sin conciencia de su valor directriz, las pautas formales que le darรญan su sello al ensayo moderno. Bajo la forma de advertencias recurrentes, dirigidas a un lector inocente, incapaz de anticipar el recorrido textual que el autor proponรญa; o a uno mรกs bien curtido en otras lecturas, perspicaz y dispuesto a la censura inmediata, o al nuevo lector que fundarรญa con la lectura inusual que exigรญa su obra, Montaigne intervino aclarando lo que hasta la fecha nos ha quedado como el รบnico legado que legitima la forma abierta del ensayo, tal cual ha llegado a nuestros dรญas. Vรกlidas tanto para los escritores como para los lectores futuros, estas recomendaciones nos siguen dirigiendo desde que fueron pronunciadas con la conciencia de que nada de lo que se iba a encontrar bajo estas formas nuevas de escritura, denominadas por vez primera como โensayosโ, era lo que el lector esperaba. Nada iba a repetir el modo habitual en que el escritor de su รฉpoca se explayaba sobre temas propios o tratados por otros, en presentaciones previsibles y codificadas, como verdades รบltimas o discusiones con punto final. Montaigne dejรณ claro desde el comienzo que para leer sus ensayos habรญa que dirigir la mirada hacia otro foco de atenciรณn. โNo se atienda, pues, a las materias, sino a la manera cรณmo las expongo.โ Esta manipulaciรณn sutil de la atenciรณn del lector, ahora dirigida no a los asuntos, sino al modo en que estos son expuestos, es lo que ha hecho del ensayo un gรฉnero fundado en el arte de la exposiciรณn de los argumentos, mรกs que en los temas en torno a los cuales gira dicha exposiciรณn. Desde 1580, en que fueron publicados los Essais de Montaigne, hasta la fecha, este sigue siendo uno de sus rasgos inherentes, cuyo alcance es difรญcil de precisar. Se trata de eso que Adorno, en el siglo XX, dejarรญa sintetizado bajo el tรญtulo โel ensayo como formaโ, una reflexiรณn sobre la preeminencia del modo en que el ensayista elige comunicar sus contenidos, aceptando el riesgo que reside justamente en la autonomรญa de la exhibiciรณn de su material. Comparado con el discurso cientรญfico, el ensayo ha sido malinterpretado como un gรฉnero carente de solidez, justamente por esta libertad intrรญnseca, concebida desde su gรฉnesis, para dar rienda suelta al curso del pensamiento, sin forzarlo a tomar una forma preconcebida y establecida con rigor. Pero, como Adorno ha puntualizado, esta movilidad propia del ensayo es la del espรญritu mismo, una vez emancipado. Y sรณlo tiene la apariencia de una renuncia que facilita el camino al pensador. En realidad, se trata de un esfuerzo diferente por comunicar โlo que hay de ciego en sus objetosโ, abandonando los contenidos preparados y asumiendo โla tensiรณn entre la exposiciรณn y lo expuestoโ en un reto discursivo que lo vuelve โmรกs dinรกmico que el pensamiento tradicionalโ y lo acerca a la imagen, por tratarse de una โyuxtaposiciรณn construidaโ. Montaigne nos legรณ el desafรญo de un gรฉnero que puso el รฉnfasis en la forma y en la vinculaciรณn de esta con la subjetividad del autor. Con los Essais, asistimos al nacimiento de un tipo de experimentaciรณn textual que ensayรณ un modo distinto de tratar los asuntos, y que propuso simultรกneamente una materia inรฉdita como objeto de anรกlisis: la del propio sujeto pensador. Nunca se agotarรก el sentido que le dio a la forma del ensayo la sentencia de Montaigne: โyo soy la materia de mi libroโ, unida al decreto de no atender las materias sino las formas en que estas se presentan. Doble cambio radical: la materia es el autor, y el autor no estรก en la materia, sino en la forma. La persona determina el asunto, pero el asunto no es lo que importa, sino el modo en que se manifiesta. Atienda pues, el lector, a la manera como un autor se representa en la escritura o nos deja saber su punto de vista sobre algo. Eso es lo que estรก en juego en el texto del ensayo: la escritura improvisada de un yo que ensaya sus puntos de vista sobre un objeto. El ensayo se construye mientras avanza, no hay modo de preparar la forma definitiva que asumirรก el curso de los pensamientos para construir su argumentaciรณn. Lo que parece una excesiva flexibilidad de adaptaciรณn del pensamiento al texto es, en realidad, un reto de sometimiento del pensamiento a su material.
Montaigne nos dejรณ el ejemplo de su propio intento de someter su escritura a su yo, y tuvo claro, desde un comienzo, que para hacerlo se auxiliarรญa del pensamiento de los otros a fin de dar relieve o respaldar su propia creaciรณn: โy vรฉase, en lo que de otros tomo, si he sabido escoger bien aquello que realza o socorre la invenciรณn, la cual nace siempre de mรญโ. Asรญ abriรณ el camino para la utilizaciรณn de la cita textual como un acto a la vista del lector, quien podrรก juzgar por sรญ mismo la capacidad del escritor para elegir aquello que apuntale la demostraciรณn de sus razonamientos. Sobre esto tambiรฉn marcรณ una pauta formal, la del uso de la cita incorporada en el texto como herramienta del pensamiento manifestado, abandonando otros usos de la misma, como el de ser una demostraciรณn deliberada de los conocimientos del autor. Para el futuro gรฉnero del que era, sin saberlo, su fundador, indicaciones como estas fueron esencialmente constructivas a fin de ilustrar una nueva relaciรณn del autor con la obra y el pensamiento de los otros, la de ser libre para crear bajo plena responsabilidad un producto, hecho tambiรฉn de otros textos, en que la intertextualidad quedara asumida como uno de sus rasgos propios. โHago, por ende, que los demรกs expresen, no antes, sino despuรฉs que yo, las cosas que no puedo decir bien, por flaqueza de mi lenguaje o de mis sentidos. En las citas que aduzco me atengo al peso y no a la cantidad, pues si nรบmero hubiese querido, habrรญa doblado los pasajes ajenos que introduzco.โ Montaigne propuso un uso de la cita textual mucho mรกs vinculado a la propia construcciรณn formal del texto, al incorporar la nociรณn de peso en contra de la nociรณn de cantidad. Aclarรณ, con suficiente รฉnfasis y memorable modestia, que el hecho de citar a otros autores no revelaba su propia erudiciรณn sino los lรญmites de la misma, y que acudir a los otros era darles la palabra porque lo saben decir mejor que uno. En sus observaciones se puede distinguir una voz clara que reconoce la responsabilidad del escritor frente a lo escrito, al otorgarle a los otros el primer lugar en relaciรณn a uno mismo, pues lo dicen mejor que uno, y el segundo en relaciรณn a lo que uno dice, pues el compromiso por las ideas expuestas es todo del escritor y no de los autores a los que remiten las citas. Por otra parte, no titubeรณ para asumir la libertad de citar como la habilidad para apropiarse de los textos ajenos y convertirlos en algo distinto: โCon tantas cosas que tomar prestadas, me siento feliz si puedo robar algo, modificarlo y disfrazarlo para un nuevo fin.โ
La prรกctica de citar textualmente para acompaรฑar el propio pensamiento ha llegado hasta nuestros dรญas como rasgo caracterรญstico del ensayo, un gรฉnero que se ha liberado del compromiso formal de dar cuenta obligada de textos y fuentes al lector. Pero no siempre conserva el espรญritu que la alentรณ. A la tensiรณn propia del ensayo por equilibrar fondo y forma, pensamiento y discurso, se suma la del equilibrio que le otorga al texto el juicio de los otros, en lo que puede tornarse a veces un juego de citas, no siempre jugado con fortuna, pues puede saturar el discurso dando la impresiรณn de un catรกlogo de conocimientos, mรกs que de una construcciรณn subordinada, cuidadosa y exigente. Aรบn asรญ, a partir del modelo inaugurado por Montaigne, el ensayo ha recorrido un camino en que se ha conservado la esencia ilustrada por los Essais. El papel que la cita textual ha jugado para darle forma al gรฉnero ha llevado al mismo a extremos tales como el que Walter Benjamin tocรณ para dejar un ejemplo รบnico: el de un proyecto que hizo de la cita y su comentario uno de sus principales recursos para comunicar, construir y presentar su tesis personal.
2. Walter Benjamin, un talmudista moderno
El Libro de los pasajes representa el grado mรกs alto de polarizaciรณn de algunos de los rasgos esenciales del ensayo moderno. En primer lugar, porque se trata de una obra inconclusa (por razones histรณricas) y sin conclusiรณn (por razones artรญsticas y filosรณficas). Walter Benjamin lo experimentรณ como una obra en marcha, el mayor de sus proyectos histรณrico-literarios, un trabajo monumental de investigaciรณn sobre algunos temas del Parรญs del siglo XIX, cuya forma intrรญnseca no admitรญa el tratamiento de los contenidos presentados como una exposiciรณn acabada. El plan inicial de titular sus primeros escritos โPasajes de Parรญs / Un cuento de hadas dialรฉcticoโ fue cediendo su lugar al de un proyecto amplรญsimo que lo comprometiรณ en la bรบsqueda de materiales diversos, y en el debate interno por encontrar la expresiรณn adecuada a sus formulaciones, la forma que tomarรญa el libro. Benjamin estaba seguro de que nunca habรญa escrito โcon tanto riesgo de fracasarโ, y aรบn asรญ le dirรญa a su amigo Scholem: โcuanto mรกs se me aparece la rigurosa actualidad de lo que pretendo, tanto mรกs se me advierte en mi interior de no precipitar aquรญ el final. Lo verdaderamente actual siempre llega a tiempo. Es mรกs: la velada no comienza hasta que el รบltimo invitado no llegueโ. La certeza de que siempre habrรญa algo mรกs que se dibujarรญa repentinamente en su ser y que se debรญa retener en sus escritos le impidiรณ renunciar a los Pasajes, como a un pedazo de sรญ mismo.
Debido al suicidio del escritor judรญo (ante el temor de ser destinado a morir en un campo de exterminio), su obra adquiriรณ la doble dimensiรณn de un texto sin final. Lo que Benjamin concibiรณ como la forma inicial del proyecto de su ensayo pasรณ a ocupar la forma definitiva, decidida por su destino, lo cual vino a iluminar su concepciรณn original. De todos los gรฉneros literarios, el ensayo es el รบnico que, por su misma naturaleza de experimentaciรณn crรญtica, fiel a su gรฉnesis hasta la fecha, admite que un autor deje abiertos los caminos de reflexiรณn que ha ensayado ante un lector invisible, esa manera deshilvanada de tratar la ciencia, que preferรญa Montaigne. No es una falta de capacidad del ensayista el elegir no conducir sus razonamientos a la articulaciรณn de una tesis irrefutable o de un cuerpo de ideas cerrado, imposible de cuestionar. Es parte del mismo acto de ensayar el pensamiento en el discurso, la cualidad de examen y apertura propia del โcentauro de los gรฉnerosโ. El mismo Montaigne viviรณ revisando sus Essais ya publicados, en los cuales habรญa dejado la huella de un giro fundamental hacia la flexibilidad, asumida como fidelidad a los temas tratados, y no como falta de consistencia en su punto de vista. Walter Benjamin recupera este espรญritu y lo materializa en una obra que exige como primer acercamiento la aceptaciรณn de que no hay muros que detengan las rutas hacia donde lleva una reflexiรณn cuyo mensaje estรก encerrado justamente en su apariencia de apertura formal. Si Harold Bloom calificรณ los Essais de Montaigne como un milagro de mutabilidad, el Libro de los pasajes de Walter Benjamin podrรญa invertir el sentido de dicha expresiรณn pues se trata de la mutabilidad de un milagro, el de la caรญda en el pozo vertiginoso del libro, una lectura hacia adentro en busca de la voz que orienta la lectura en una direcciรณn determinada. La tendencia del ensayo moderno โa la curva abiertaโ, o โal etcรฉteraโ que ha seรฑalado Alfonso Reyes, es llevada, en el caso del Passagen-Werk, a un extremo de realizaciรณn. Pero nada mรกs alejado de Walter Benjamin que proponerse deslumbrar a sus lectores arbitrariamente con una maniobra formal de alto riesgo. El libro de mรกs de mil pรกginas se presenta como una obra inacabada porque existe ante nosotros sรณlo como proyecto; por lo tanto, como seรฑala Susan Buck-Morss, nos enfrentamos a su vacรญo. Pero, en realidad, se trata de un acto de extremo acercamiento a su objeto de anรกlisis, caracterรญstico de la โmirada de medusaโ propia de su filosofรญa, que volvรญa inconmensurable lo que tenรญa ante sรญ, como si al observarlo bajo una lupa perdiera su tamaรฑo real y mantuviera su movilidad en una imagen fija. Si hemos hablado de un sometimiento del pensamiento a su material en la forma que asume el ensayo como gรฉnero, este es un caso que ilustra a la perfecciรณn dicho rasgo esencial.
Pues Benjamin eligiรณ como objeto de reflexiรณn el Parรญs decimonรณnico, โcapital del siglo XIXโ, y encontrรณ en el montaje de textos una forma de reproducir la experiencia fragmentaria del hombre y del lector moderno. La ciudad fue el principio formal elegido, presente en la yuxtaposiciรณn de materiales y argumentos. Adorno ha subrayado el origen de la capacidad de Walter Benjamin โde establecer constantemente aspectos nuevos de las cosas โno tanto por el procedimiento de romper crรญticamente las convenciones cuanto por comportarse segรบn su organizaciรณn interna con el objeto como si la convenciรณn no tuviera poder alguno sobre esteโ. Sรณlo tomando como punto de partida la experiencia urbana como alegorรญa de una รฉpoca histรณrica podemos entender el cambio formal que operรณ en el ensayo como un cambio obligado por el objeto de anรกlisis y representado por el discurso simultรกneo que resultรณ del entrecruzamiento de citas, reflexiones, fragmentos, comentarios, anotaciones, etcรฉtera.
El libro incluyรณ, en sus distintas fases de concepciรณn y clasificaciรณn de materiales, juegos de citas intercaladas que hablan unas con otras y entre las cuales nos habla el propio autor. Usando en ocasiones su propia voz como una cita, Benjamin consigue anular su propia autoridad como autor del libro, simulando ocultarse detrรกs de los textos que lo circundan. Al insertar sus reflexiones y comentarios bajo la forma de fragmentos, Benjamin consigue hacer de su pensamiento una cita mรกs entre las citas, que no destaca ni invade el conjunto formal, sino que reverbera entre las demรกs. Su voz no aparece precisamente para dictaminar el juicio que el lector deberรก crearse sobre el conjunto del material exhibido, sino para comentar la naturaleza de las reflexiones contenidas en las citas. Sus comentarios parecieran reflejar de nueva cuenta la posiciรณn de Montaigne, quien dijo: โExpongo libremente mi opiniรณn sobre todas las cosas, incluso aquellas que quizรกs rebasan mi capacidad y no pertenecen a mi jurisdicciรณn, porque en mis opiniones pretendo dar la medida de mi visiรณn y no de las cosas.โ Tampoco Benjamin pretendรญa dar la medida de las cosas, sino la de su visiรณn, materializada en la forma del libro. Elegir como tema de reflexiรณn la ciudad moderna lo llevรณ a someter el discurso a un camino apropiado de construcciรณn que revelara los posibles sentidos de su pensamiento al contacto con el lector. En muchos sentidos, el Libro de los pasajes extrema los rasgos del gรฉnero. El ensayo asume aquรญ la forma de su objeto polimorfo y simultรกneo, asimilando sus rasgos a las propiedades del discurso. La yuxtaposiciรณn de textos citados, como recurso formal predilecto, consigue convocar eso que Adorno denominรณ un โcampo de fuerzasโ, creado a partir del comentario de cada cita y la lectura simultรกnea de lo que se despliega ante los ojos del lector como una โconstelaciรณn de ideasโ. Benjamin procede como un talmudista moderno, un pensador habituado a la exรฉgesis que elige como material para la interpretaciรณn lo cotidiano e inmediato, haciรฉndolo ocupar el lugar de lo sagrado. En la postura de un exรฉgeta convierte tambiรฉn al lector dispuesto a asumir el recorrido al que su proyecto invita, pues exige del mismo una inclinaciรณn a la lectura como relectura e interpretaciรณn. Su obra, de la que este libro es sรณlo una de las partes mรกs significativas, se asoma en el lรญmite, ya borroso, ya luminoso, entre literatura y revelaciรณn, pues el texto no tiene un sentido รบltimo y estรก mรกs emparentado con la visiรณn sustentada por รฉl mismo de una ruina o un conjunto de desechos que albergan la promesa de uno o mรกs sentidos, que con un discurso articulado en torno a un planteamiento unรญvoco que ofrece rutas que podrรญan agotarse fรกcilmente. Benjamin nos acerca a la historia del siglo XIX a travรฉs de las imรกgenes que elige para representarla, tomadas de la vida urbana del Parรญs decimonรณnico, y consigue arraigar en ellas su percepciรณn crรญtica. Toma ademรกs, como una fuente confiable, la visiรณn que la literatura, y en particular la poesรญa de Charles Baudelaire, consigue asegurarnos sobre la ciudad transformada. En todos los casos, procede al anรกlisis de imรกgenes y a la construcciรณn de un juego de significados que, aunque estรกn siendo dirigidos por su discreta y ubicua autoridad, no admiten una sola direcciรณn en la lectura. Por el contrario, como aรฑade Susan Buck-Morss, โel Passagen-Werk nos transforma en una suerte de detectives histรณricos, aun contra nuestra voluntad, forzรกndonos a involucrarnos activamente en la reconstrucciรณn de la obraโ. Calles, materiales de construcciรณn, tipos de iluminaciรณn, asรญ como personajes y paisajes urbanos (entreverados con trasfondos de mitos), son capturados en instantรกneas y expuestos ante el lector como una topografรญa, llena de desviaciones y rodeos, como evoca Rolf Tiedemann, el autor de esta hazaรฑa editorial.
Si el lector se detiene en alguna de las pรกginas de la secciรณn titulada โApuntes y materialesโ, podrรก encontrarse con distintos tipos y tamaรฑos de letras (que en la ediciรณn en espaรฑol sirven para distinguir el idioma original en que aparecen las citas), distintos modos de fragmentar lo citado, y una corriente paralela y subordinada de anotaciones, enmiendas, explicaciones, preguntas y reflexiones que recuerdan una pรกgina del Rashi o de alguno otro de los principales comentaristas del Talmud, la obra fundamental que recoge las discusiones rabรญnicas en torno a las leyes, costumbres, historias y leyendas del pueblo judรญo a manera de comentarios a pie de pรกgina o de anotaciones al margen del texto central. Resultado de siglos de debate, en principio de tradiciรณn oral, el Talmud, en sus diferentes ediciones, se convirtiรณ en una obra representativa del modo caracterรญstico de razonar de los sabios judรญos, a travรฉs de preguntas y cuestionamientos permanentes a la tradiciรณn, asรญ como de comentarios cortos que ofrecen explicaciones diversas de las sagradas escrituras. A lo largo de generaciones de comentaristas, el Talmud fue adquiriendo la forma de un texto hecho por acumulaciรณn de anotaciones superpuestas, unas sobre otras, preservando asรญ, de modo singularรญsimo, la libertad para opinar, cuestionar e incluso contradecir, bajo la forma de enmiendas y agregados, los temas contenidos en los textos centrales. Al desplazar hasta los mรกrgenes la discusiรณn y exรฉgesis del texto central, obligรณ a un nuevo modo de lectura hermenรฉutica, pues el hilo argumental sostenido por alguno de los comentaristas podรญa constituir por sรญ mismo una lรญnea de lectura. Un juego รณptico, de letras y tamaรฑos de letras, de renglones, anotaciones en cursiva, subrayados y tachones, frases inconclusas, o ideas agregadas que se suman a la discusiรณn original, y que exponen la vitalidad del debate y la importancia de la atenciรณn a cada mรญnima lรญnea escrita sobre los temas en cuestiรณn. El talmudista hacรญa de la polรฉmica escrita una obligaciรณn, transmitida por la tradiciรณn, que crecรญa de un comentarista a otro, de maestros a alumnos, de modo que el libro fuera el resultado de la discusiรณn abierta y de continuo actualizada, entretejida por la escritura de unos sobre la de otros, en los mรกrgenes de cada pasaje. Walter Benjamin parece hacer lo mismo con sus contemporรกneos al acercarse a sus textos, eligiendo extractos que discutir, aclarar, interpretar o rememorar, aรฑadiendo sus propios comentarios, como parte del pasaje que comenta. Como un talmudista, expone sus puntos de vista a travรฉs de anotaciones y preguntas que, en ocasiones, vuelven a retomarse junto a otro fragmento o en un capรญtulo sobre otro tema, y en los que podemos distinguir la voz de una reflexiรณn sostenida con la intenciรณn de acercarse a cada cita para insistir en su importancia, desde una perspectiva diferente. En lugar de avanzar exponiendo una teorรญa abstraรญda del material, elige la forma del comentario enlazado de un fragmento a otro, para mostrar cรณmo nacen sus ideas, al mismo tiempo que exhibe grรกficamente el recorrido de sus asociaciones. La escritura desde los mรกrgenes, que va desplazando nuestra atenciรณn y transformando la experiencia de la lectura en un acto de reconstrucciรณn personal, es asumida por este talmudista moderno en su mirada marginal de judรญo, con la seguridad del que sabe que el libro habla desde donde sea que se lo oiga si el lector elige entrar en รฉl.
Una obra que ha llegado asรญ hasta nosotros, eternizada como proyecto de obra (hoy en dรญa constituida como libro), parece reproducir lo que en la plรกstica se habrรญa de llamar mรกs adelante action painting, esa corriente pictรณrica que exhibe el modo en que el pintor llega a sus resultados finales como una obra acabada en sรญ misma. A un reto similar nos obliga la lectura de un libro que nos pone en apuros como lectores, pues exige que estemos dispuestos a tener una mirada inocente sobre los materiales que presenta y nos involucra en el procedimiento crรญtico de descifrar y reconstruir un sentido, tal como lo ha hecho el autor, o se lo propuso hacer, al vincular una parte con otra. El acto de exhibir ante el lector sus argumentos a partir de un cruce de fragmentos, imรกgenes, citas y comentarios le da preeminencia al texto, en un esfuerzo por anular la subjetividad del autor. Adorno ha seรฑalado que โla intenciรณn de Benjamin era renunciar a toda interpretaciรณn manifiesta y hacer que las significaciones se impusieran simplemente por el montaje contrastado del material […] Para coronar el antisubjetivismo, la obra entera tenรญa que constar de citasโ. La deliberada construcciรณn que parece ocultar a la persona del autor, y dejar en primer plano al texto, alienta la libertad de apreciaciรณn pues crece el espacio del lector. No tiene prioridad un fragmento sobre otro, y la lectura puede comenzar en cada ocasiรณn, arrancando desde otro juego de ideas presentadas. Aquรญ es el juicio del lector, y no solamente el del autor, el que se pone a prueba, y toda la obra constituye un testimonio de la capacidad de ensayar los puntos de vista como imperativo textual para hablar de la modernidad. La obra, sin embargo, no se plantea sin una lรญnea de investigaciรณn rigurosa. โNo se trata sรณlo de invocar experiencias sino de probar la validez de ciertos conocimientos decisivos de la conciencia histรณrica bajo una luz inesperadaโ, nos aclara Walter Benjamin. Los lรญmites especรญficos que buscรณ determinar en los planteamientos basados en la percepciรณn de la imagen de los pasajes del Parรญs premoderno suponen una configuraciรณn precisa que el estudioso deberรก descubrir. Pero no sin antes aceptar ingresar en una ensoรฑaciรณn dirigida para atender, como en los sueรฑos, las claves dictadas desde su interior.
El efecto singular que provoca una obra que ha llevado al extremo algunos de los rasgos formales del gรฉnero es inseparable del juego consciente que el escritor estableciรณ con una de las formas del discurso filosรณfico y literario que admitรญan un tratamiento mรกs libre. Walter Benjamin ensayรณ con el ensayo su propio modo de comunicar un punto de vista absolutamente nuevo, que requiriรณ igualmente una vinculaciรณn nueva entre la palabra y la realidad, asรญ como entre el texto y el lector. โSu propia sustancia, la experiencia espiritual no reglamentadaโ, quedรณ latente esperando ser revelada en este proyecto textual, un reverberante ensayo que tuvo como imagen espacial los pasajes de la ciudad de Parรญs, construidos en el paso de un siglo a otro, y que fueron convertidos por el autor en la prueba que ofrece el pensamiento cuando se lo somete a la exรฉgesis de una clave de la historia. Las poderosas tendencias judรญas manifiestas en estas y otras elecciones formales, que tanto Scholem como Adorno han advertido en la obra de Walter Benjamin, resultan ser un modo de apropiaciรณn de la tradiciรณn judรญa del comentario en manos de un autor moderno โque estaba decidido a no renunciar, aunque debiera pagar por ello un alto precio, a la fuerza que รฉl mismo habรญa redescubierto mejor que ningรบn otro contemporรกneo judรญo en la vida secreta del comentario como categorรญa religiosa decisivaโ.
De Montaigne a Walter Benjamin, el ensayo como gรฉnero ha transitado entre los extremos que su misma naturaleza permite, como el del uso particular de la cita textual que aparece en el Libro de los pasajes, convertida en la materia del tejido argumental de la obra, desplazando al autor constructor de ese tejido al lugar de un comentarista de citas, empeรฑado en demostrar mediante la forma del libro la intenciรณn de su contenido, en un esfuerzo รบnico por dignificar el valor de la escritura y la lectura fragmentarias. ~
(Buenos Aires, 1957) es ensayista, poeta, traductora y profesora-investigadora de tiempo completo de la Universidad Autรณnoma Metropolitana, Iztapalapa. Ha difundido la obra del poeta israelรญ Yehuda Amijรกi en espaรฑol. Es autora de La ciudad de los poemas. Muestrario poรฉtico de la Ciudad de Mรฉxico moderna (Ediciones del Lirio, 2021).