En algunos medios periodísticos, el hecho de que el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo 1999 haya sido otorgado al poeta, crítico y traductor brasileño Haroldo de Campos ha dado lugar a un injusto énfasis en el tema de la amistad. Nada más oportuno, en este caso, que hacer una breve semblanza del autor y recordar el origen del contacto entre dos grandes escritores de las dos lenguas más importantes de América Latina.
El 1956, Haroldo y Augusto de Campos, junto con Décio Pignatari, lanzaron el movimiento de la Poesía Concreta, en Sao Paulo, como antídoto contra el desbordamiento de la poesía lírica y sentimental de la llamada generación del 45. Bajo el signo de la antropofagia cultural y la poesía de exportación propuestas por Oswald de Andrade, el grupo asimiló el legado más radical de Pound (método ideográmico y léxico imaginista de esencias y médulas), Joyce (técnica de palimpsesto, narraciones simultáneas y palabra-valise), cummings (desintegración fonética y gráfica) y Mallarmé (“divisiones prismáticas de la idea” y especialización visual del poema). Logró ser, además de un parteaguas en la literatura brasileña, el primer movimiento de vanguardia brasileño de repercusión internacional. La poesía como trabajo con la materialidad del lenguaje, la palabra como objeto tridimensional (niveles gráfico-espacial, acústico-oral y de contenido), el poema como ideograma, la certeza de que no hay contenidos nuevos sin formas nuevas, y la interacción de la palabra con otros sistemas semióticos como la música, las artes gráficas y los medios masivos de comunicación, fueron algunas de sus características.
Después del concretismo, Haroldo de Campos profundizó en la exploración de la tradición ibérica del barroco. Su escritura reforzó una preexistente tendencia a la expansión neobarroca y la vinculó con la compactación minimalista, practicada durante su fase concretista. Así surgieron su “prosa-límite” Galáxias (1963-1976) y su iluminador ensayo O seqüestro do barroco na formaçao da literatura brasileira (1989).
Otro aspecto de gran importancia en la obra de Haroldo de Campos son sus cuidadosas “transcreaciones” de Pound, Joyce, Maiakovski, Mallarmé, Goethe, Brecht, Wang Wei, Paz, Dante, poetas latinos y griegos, textos bíblicos y teatro japonés. Para Haroldo, la traducción es un instrumento para la recombinación crítica de tradiciones (antropofagia textual y make-it-new poundiano) y una herramienta de estudio que permite desmontar y remontar textos creativos. Ataca el culto del original: cada traducción es un original (y cada original, una traducción); toda traducción es traducible; y el original puede considerarse como la traducción de su traducción.
La historia de la relación entre Octavio Paz y Haroldo de Campos comenzó en 1967, cuando Haroldo leyó El arco y la lira, Libertad bajo palabra y “Los signos en rotación”. Al siguiente año, le escribió una carta a Paz —en la que comentaba con gran interés los temas de la antidiscursividad, la metapoesía y la sintaxis de montaje, y preguntaba detalles de la traducción de algunos poemas de Libertad bajo palabra— y le envió la Antologia Noigandres y el volumen Teoria da poesia concreta.
En 1959, Octavio Paz había visitado en Nueva York a e.e. cummings, quien elogió la vigorosa actividad experimental de los poetas concretos. No obstante, sólo cuatro años después Paz pudo identificar a algunos de estos poetas, mediante los pocos datos que acompañaban a algunas traducciones al inglés, francés o alemán. Por una ironía latinoamericana, ni traducciones al español ni textos originales en portugués habían podido llegar a sus manos. En su respuesta a Haroldo, Paz lamentaba no haber tenido acceso antes a las rigurosas formulaciones teóricas que proponían los poetas concretos brasileños.
A partir de ese momento, las afinidades y diferencias de ambos autores se irían revelando para concretarse principalmente en dos manifestaciones poéticas del diálogo: el homenaje y la traducción. Paz escribió los Topoemas (1968) en homenaje “a antiguos y nuevos maestros de la poesía”, entre los que se encontraban “Haroldo de Campos y los jóvenes poetas brasileños de Noigandres e Invençao“, y Haroldo publicó Constelaçao (1972) —traducciones y ensayos pacianos— y más tarde Transblanco (1986; 1994: 2a. ed. ampliada), “transcreación” de Blanco (1967), acompañada de otras traducciones y ensayos y de la correspondencia que mantuvieron desde su primer contacto hasta 1981, año en que Paz felicitó a Haroldo por la versión final: “No sólo es muy fiel sino que, a veces, el texto en portugués es mejor y más conciso que el español”.
El contacto entre Haroldo de Campos y Octavio Paz se extendió a lo largo de varios años. Sus afinidades y diferencias dan lugar a interesantes paralelos entre conceptos, ensayos y poemas de ambos autores. O amago do omega y Blanco, la “poética sincrónica” y “la tradición de la ruptura”, Galáxias y El mono gramático, O seqüestro do barroco y Las trampas de la fe, “Da traduçao como criaçao e como crítica” y Literatura y literalidad, por mencionar algunos. La amistad entre estos dos grandes poetas-críticos fue primordialmente literaria. Quien afirme lo contrario seguramente desconoce la obra de Haroldo de Campos, quizá en una nueva ironía latinoamericana, como la que Paz lamentó.
Tan cerca y tan lejos, la obra de Haroldo de Campos merece más traducciones al español; y el portugués, más lectores de origen hispano. –