El prólogo a la antología Teatro mexicano del siglo XIX de Antonio Magaña-Esquivel contiene una frase sorprendente. Después de anotar que el espíritu neoclásico promovía los cambios políticos en México, el autor cita un suceso poco conocido de nuestra historia teatral que anuncia el carácter del que sería líder del movimientoinsurgente: "es la representación de Tartufo, de Juan Bautista Poquelin, llamado Molière, en una versión hecha por el cura Miguel Hidalgo y Costilla". Enseguida, Magaña-Esquivel enumeravarias obras desconocidas, como lossainetes El churro y Los remendones, lamentando las limitaciones del teatro costumbrista de la época; posteriormente, menciona algunos autos como Lecciones monásticas en la solemne profesión de Sor Petra del Sagrado Corazón, que a su juicio merecen destacarse. Nunca más vuelve a mencionar a Hidalgo.
Me pregunto qué querrá decir Magaña-Esquivel con "hecha". ¿Actuada, dirigida, producida? Desde luego que lo más emocionante es imaginar al "padre de la patria" actuando Tartufo, según varios testimonios, su obra predilecta. La historia de un falso religioso que se hace pasar por santo para llevar a cabo sus perversiones cambió la vida de Molière, quien fue severamente castigado por la Iglesia Católica. Un siglo después, la misma obra es objeto de todas las admiraciones de un cura en la Nueva España. En el clímax de la comedia, el ingenuo Orgón se esconde bajo una mesa para presenciar cómo el supuesto virtuoso seduce a su mujer. ¿Podemos imaginar a nuestro sacerdote insurgente en el papel protagónico? ¿O las risotadas de Aldama y Allende como espectadores?
El historiador y cronista teatral Luis Reyes de la Maza ubica la primerarepresentación mexicana de Tartufo o el hipócrita el 13 de julio de 1823 en el Teatro Principal, a cargo del actor Avecilla, "hombre chapado a la antigua, que no comulgaba con las ideas modernas". Sin embargo, y aun cuando resulta difícil precisar con exactitud la participación de Hidalgo, existe suficienteevidencia para apoyar la intrépida afirmación de Magaña-Esquivel.
Apodado desde joven "el zorro" debido a "sus abismos de astucia", Hidalgo era un amante de la cultura francesa del siglo XVII. Además de volúmenes teológicos, su biblioteca incluía las fábulas de La Fontaine, así como las obras teatrales de Molière, Corneille y Racine. De este último tradujo la tragedia Atalía, en la que veía una analogía entre la tiranía de la reina bíblica y los abusos del gobierno español. Varios testimonios inquisitoriales mencionan las incesantes actividades que ocurrían en la casa del cura. Según las palabras de José Martín de Carrasquedo, Hidalgo "tradujo unas comedias [de Molière] e hizo representar en su casa muchas veces una de ellas, intitulada el Tartufo, aunque yo nunca asistí a ella, por no estar en este tiempo en San Felipe".
En el curato de San Felipe como en el de Dolores, Hidalgo era afecto a organizar tertulias pródigas en "músicas y músicos, juegos y fandangos", donde los comensales se reunían para leer algo que hubieran escrito, ensayar alguna comedia o discutir asuntos que les parecieran importantes. Sin duda, uno de estos asuntos debió de ser la conspiración en contra de la Corona española que, al parecer, se fraguó en un ambiente bastante festivo.
No es extraño que el carácter tan laico de estos encuentros le valiera a don Miguel numerosos problemas con las autoridades religiosas. Aficionado atocar el violín y a las peleas de gallos, Hidalgo también fue acusado de "trato de mujeres por cuya causa contrajo deudas que nunca pudo saldar". Las similitudes entre el personaje de Molière y el cura revolucionario saltan a la vista, revelando una personalidad que no parece preocuparse en lo más mínimo por adoptar una conducta discreta y complaciente con las expectativas de suenvestidura religiosa.
Hombre de múltiples pasiones, Hidalgo promovió una vida cultural en su casa que resulta notoriamente más vanguardista que la vida teatral de la capital. En el año de 1810, los escenarios mexicanos se preocupaban más por la posible invasión de los ejércitos napoleónicos a España que por los sucesos que tenían lugar en el centro del país. En las funciones teatrales del Coliseo Nuevo se ridiculizaba a Napoleón en espectáculos en que figuraban letrillas y canciones burlescas, rematando con el famoso número del mono vestido de emperador. Las representaciones eran lugar de reunión, donde los jóvenes de sociedad, según nos refiere Reyes de la Maza, "se dedicaban a gritar frases ofensivas a los cómicos, llegando al extremo de impedir que una 'cantarina' cumpliese con su obligación y abandonara elescenario hecha un mar de lágrimas".
Mientras que la rudeza del público mexicano mereció comentarios reprobatorios de muchos cronistas a lo largo del siglo, los hacedores de teatro dedicaron una buena parte de sus energías a la alabanza de los gobiernos en turno. Los célebres actores del Coliseo Nuevo nos ofrecen un claro ejemplo de la enorme versatilidad política de loshistriones mexicanos en el siglo XIX: acusando una grave situación económica, esta compañía intenta subsistircantando esforzadas loas al mejor postor. En 1817, por ejemplo, entona unas alegres estrofas para celebrar la captura y muerte de Francisco Javier Mina:
Odio siempre y perezca entre horrores
aquel vil que a manchar se atreviera
la lealtad española que fuera
su divisa y tesoro inmortal.
El 27 de octubre de 1821, la mismacompañía organiza una función de bienvenida a don Agustín de Iturbide, donde se ovaciona al Ejército Trigarante y se celebra con júbilo al emperador del recién nacido país. Un año y medio después, el 23 de abril de 1823, habiendo sido derrocado Iturbide, en el mismo teatro tiene lugar una función para celebrar la libertad nuevamente conquistada, con la representación de la tragedia Roma libre, donde el público prorrumpe en vivas a la independencia, al Congreso y a la República. Un cronista emocionado declara: "¡Jamás el templo de Melpómene y Talía ha resonado con tantas aclamaciones emanadas del amor más exaltado a la patria y a su libertad!"
Creo que sería injusto condenar a un modesto grupo de histriones, con frecuencia tan maltratados, que en condiciones tan extremas hicieron lo posible por agradar y complacer a un público proclive a cambios tan súbitos de opinión. Pero también hay que decir que la vida teatral en nuestro país ha padecido largos silencios, donde el ojo crítico ha estado ausente.
Me parece que hay algoprovocador e inquietante en el teatro casero de Hidalgo, en las representaciones organizadas por un cura que tal vez tenía un enorme sentido de autocrítica o tal vez intentaba dinamitar la moralidad esclerosada de su época. Curiosamente, muchas revoluciones teatrales han tenido su origen en el-
teatro casero, de recursos mínimos. Las producciones de gran formato requieren siempre de una infraestructura que las sustente y son por ello mucho más frágiles cuando provocan descontento o incomodidad.
Hoy que se cantan loas a la nueva república, a la nueva Roma reconquistada y libre, ¿cómo debe ser la estrategia para producir un teatro más provocador que realmente logre convocar al público? –
(ciudad de México, 1969) es dramaturgo y director de teatro. Recientemente dirigió El filósofo declara de Juan Villoro, y Don Giovanni o el disoluto absuelto de José Saramago.