Nómada de la escena

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Dramaturgo y director, nadador y surfista, Kautto es una de las voces principales de la escena contemporánea de Finlandia. Es fundador del grupo Quo Vadis, con el que produce teatro desde hace veinticinco años. Sus obras se han presentado en Francia, Alemania y España, donde desde hace tiempo colabora con Teatro Replika. Recientemente estuvo en México, invitado por el Dramafest, para ofrecer un taller de dirección de actores y asistir a la lectura de su obra Es niña.

 

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¿Cómo fue que comenzaste a hacer teatro?

Tenía doce o trece años. En la escuela en la que estudiaba en Helsinki se le daba mucha importancia al teatro. Un día, a unos amigos y a mí se nos ocurrió que podíamos hacer pequeñas obras durante los recesos entre clase y clase que duraban quince minutos. Los profesores nos lo permitieron y, sin pensarlo demasiado, comenzamos a representar cuatro pequeñas obras todos los días. El esfuerzo era agotador. La mayor parte lo improvisábamos y yo sin saberlo dirigía. La respuesta de los alumnos fue sumamente entusiasta, sobre todo cuando invadíamos el tiempo de las clases. Esa experiencia me hizo ver el poder social del teatro. Concluyendo la preparatoria tenía tres opciones: estudiar genética (que me interesaba mucho), ir a una universidad en Estados Unidos con una beca como nadador (llegué a ser campeón nacional en 100 metros libres) o estudiar teatro. Y elegí el teatro porque mi sueño era escribir y me dio la impresión de que dirigir obras me mantendría cerca de la literatura. La verdad es que, en esa época, no tenía las agallas para escribir, me daba mucho miedo. Fue algo que enterré en mis entrañas mucho tiempo. Quería pensar en mí mismo como actor, pero rápidamente descubrí que mi lugar estaba en la dirección. Tal vez por ese deseo de escribir es que trabajé tanto con autores contemporáneos. Varias de esas primeras puestas tuvieron éxito. Y eso me permitió relajarme. Sentía que dirigir era algo fácil para mí. Transmitir mis ideas a los actores y algo propio de mi alma se me daba de modo natural. Se me abrieron las puertas muy rápido. Con el tiempo, eso me permitió ser invitado a dirigir lo que yo quería. Viendo el sufrimiento de los directores jóvenes de ahora me queda claro que tuve mucha suerte. Pude mantener a mis cuatro hijas haciendo teatro.

 

¿Nunca estudiaste dramaturgia o literatura?

No. Fundé un grupo experimental, llamado Quo Vadis, con el poeta Markku Hoikkala. En un principio trabajábamos con sus amigos, que eran unos punk rockers muy jóvenes. Tres de ellos se volvieron actores profesionales. Creamos un equipo de trabajo que se fue desarrollando a la manera de una tribu o un circo. Incluso nuestros hijos estaban en el escenario. Nos criticaban mucho, pero poco a poco fuimos conquistando un lugar. Y pronto comenzamos a hacer giras y a representar en otros lugares de Europa.

 

¿Y qué tipo de teatro hacían?

De muchos tipos. Viajábamos con una carpa, estilo mongol, que tiene una capacidad de sesenta espectadores. Hemos trabajado para dos públicos: uno de pequeños pueblos, que rara vez ha visto teatro, y otro de las grandes metrópolis, que asiste a teatros superequipados. Acabamos de hacer una gira en Madrid y en Moscú. Esa confrontación con la naturaleza de los distintos públicos ha sido fundamental para la elaboración de nuestro discurso estético. No quiero hacer un teatro que parezca intelectual y posmoderno. Quiero que el público reaccione emocionalmente a lo que hacemos.

 

¿Trabajas con frecuencia en Madrid?

Ser invitado a dirigir en grandes teatros me permitió que Quo Vadis pudiera presentar sus obras cuando estuvieran listas y poder experimentar con libertad. Eventualmente, entré en contacto con Teatro Replika, que dirige Jaroslaw Bielski, un alumno de Grotowski, y tiene su base en Madrid. Sentí mucha afinidad con los actores y comencé a trabajar con ellos todos los años. Ahora, varios de esos actores han fundado Quo Vadis Madrid.

 

¿No te gustaría que alguien más dirigiera tus textos?

Con frecuencia se piensa que los autores no deben dirigir sus propios textos, pero en mi caso, como tengo tanta experiencia dirigiendo, creo que puedo hacer la distinción entre el autor y el director. Es un poco esquizofrénico –a veces tengo serias peleas conmigo mismo–, pero me gusta. Finlandia es monocultural: generalmente, solo le permite a una persona hacer una cosa. Yo me he rebelado contra eso. También tengo un grupo de rock con el que recito mi poesía. Quiero hacer teatro porque me provoca mucho placer. Si dejo de sentir esto, dejaré de dirigir. Sobre todo me gusta cuando no se ve la dirección, cuando el espectador se olvida del director y todo es orgánico. Ver a los actores sin pensar que están actuando. Permitirle al espectador que realice su propio viaje por el mundo de la obra.

 

Leyendo tus obras, como Es niña, me da la impresión de que hay elementos que se manejan en un plano mitológico. Hay insinuaciones de que la realidad aparentemente cotidiana tiene una dimensión mítica que pretende dialogar con el mundo contemporáneo.

Sí, puede ser, aunque yo lo veo distinto. Pertenezco a una generación obsesionada con el contenido, con el significado de las obras. Y ahora me doy cuenta de que, aunque quisiera, no puedo escapar de mis contenidos. He optado por concentrarme más en la forma. He leído mucho a Witkiewicz. Si tienes un gato y una piedra, el contenido es el mismo: agrupaciones de átomos y moléculas. Lo que varía es la forma. Y en ese sentido, sí, me interesa explorar los rituales de la cotidianidad.

 

Hay una vocación poética en tus textos, una propuesta de lenguaje.

La poesía ha sido muy importante para mí. Me interesa devolverle la vida a palabras que han sido asesinadas. No me interesa la estructura convencional de un diálogo, donde muchas cosas no se dicen. En mi obra Es niña, sobre la relación padre-hija me interesa lo contrario: que se diga lo que nunca se dice. Tratar de que la palabra sea el contenido.

 

¿Cuál era tu especialidad como nadador?

100 metros libres. Fui campeón nacional. Era un sprinter natural. Lástima que en esa época no había 50 metros. Siento que en mi teatro se nota eso: trabajo muy rápido. Puedo corregir cosas, pero articulo muy rápido mis ideas sobre el escenario. En cierto sentido, necesito actores que trabajen así, que sean sprinters. Nunca me he entendido con los maratonistas. Yo soy muy intuitivo.

 

¿Qué diferencias encuentras entre el público de España y de Finlandia?

Son muy diferentes. Los españoles son más abiertos, es más fácil saber lo que están pensando porque reaccionan abiertamente. Los finlandeses son más reservados, más afectados. Con frecuencia están pensando cuál es la manera aceptable de reaccionar, lo cual me hace sentir un poco extranjero en mi país. Es una condición geográfica: un instinto natural de reservarse para el invierno y los momentos difíciles. Me desespera.

 

¿Cómo es tu proceso creativo como escritor?

Comienzo con una intuición, una necesidad de algo que no he encontrado en mis textos previos. Nunca tengo un plan. Descubro las consecuencias de lo que escribo conforme voy avanzando. La historia se asoma a medio camino. Nunca escribo en mi casa, ni tengo un estudio. Intento ir a un lugar específico cada vez que escribo una obra. Procuro que el lugar me afecte, tenga una influencia en mí, me ayude a escuchar las voces de los personajes. Para los actores creo que es más fácil trabajar textos en los que existe una sucesión de ideas que se van encadenando (y no una estructura premeditada). En una segunda fase, me dedico a cortar. No me gustan las reglas, las estructuras tradicionales. A veces aparecen, pero no es mi objetivo. Para mí las obras nacen escribiendo. ~

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(ciudad de México, 1969) es dramaturgo y director de teatro. Recientemente dirigió El filósofo declara de Juan Villoro, y Don Giovanni o el disoluto absuelto de José Saramago.


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