¿Quiรฉn es Bond? James Bond. Alias: agente 007. Llamado asรญ por otro agente britรกnico, Ian Fleming, educado en las mejores universidades europeas, que una buena maรฑana del aรฑo 1950, habiendo sido agente รฉl mismo de la Naval Intelligence durante la Segunda Guerra, permitiรณ que su mรกquina de escribir diera a luz al espรญa mรกs importante del mundo. El famoso hรฉroe amado por las mujeres (quede claro: no todas), y admirado por los hombres (casi todos) es, desde hace mรกs de cincuenta aรฑos, un autรฉntico fenรณmeno de masas. Sus libros y pelรญculas se venden por millones. Tiene clubs de fanรกticos en todo el globo. Sus novelas han sido traducidas a casi todos los idiomas y medio siglo despuรฉs de morir Fleming esta criatura salida de sus manos sigue dominando el planeta.
¿Quรฉ tiene este personaje, narcisista e impulsivo, que lo convierte en รบnico?
A grandes rasgos, se sabe que es burguรฉs, seductor, violento, educado, conquistador, esteta, canalla, machista, frรญvolo, culto, jugador de golf, infiel con las mujeres, leal con los hombres, cรญnico, guapo, frรญo, duro, peligroso y que viste bien. Odia el tรฉ, le encanta el automรณvil Aston Martin y la pistola Beretta y mima sus objetos fetiche casi mรกs que a las mujeres bellas. Mejor si son inteligentes. Y todavรญa mรกs cuando lo desafรญan. Juega muy bien al bridge y es excelente en la ruleta. No lee nunca salvo el Times y los diarios deportivos. Buen bebedor. Egoรญsta. A veces, tierno en el amor. Salvo esta รบltima cualidad, que aรฑado de mi propia cosecha, el resto de virtudes de la personalidad Bond estรกn entresacadas de artรญculos firmados por hombres. Ellos lo admiran. Las mujeres lo retan. Su padre literario, Ian Fleming, pretendรญa dibujar una “criatura de su รฉpoca” y gracias al cine el hijo del escritor ha terminado por transformarse en prototipo de hombre deseado durante muchas dรฉcadas, al punto de que la posible desapariciรณn de este personaje interferirรญa de manera inaudita en la vida de terrรญcolas espectadores y afines. Como apunta Piergiorgio M. Sandri: “Ha sobrevivido a la caรญda del Muro de Berlรญn, a los atentados del 11 de septiembre del 2001 y a la era de internet. James Bond sigue al pie del caรฑรณn. Hace tiempo que James Bond se ha convertido en un caso de estudio.”
En tanto que figura simbรณlica de importancia, James Bond tiene tambiรฉn sus detractores. Por supuesto, mujeres solidarias con las vรญctimas del seductor verdugo. ¿Feministas obstinadas? No del todo. Para el escritor Kingsley Amis, que fue especialista en Fleming, “Bond es simplemente un hombre sin cualidades”. Lo que tampoco deja de ser cierto, pues, visto desde hoy, el hรฉroe bondiano es arquetipo de una modernidad lรญquida que nos invade, en la que todo fluye y volatiza al instante sin dar posibilidad a un pensamiento culto ni al ejercicio de los valores mรกs universales. Hombres, fรญsica y anรญmicamente, opuestos a nuestro hรฉroe, tambiรฉn lo han criticado. “Bond me es antipรกtico”, llegรณ a decir el mismo Sean Connery, el insigne actor escocรฉs que dio imagen real al agente 007. “Si fuera por mรญ lo harรญa enfermar de reumatismo y transportar por un par de muchachas en el prรณximo episodio.” Y sigue: “Es poco humano e incapaz de verdaderos pensamientos y sentimientos. Cuando me veo sobre la pantalla en el papel de Bond me dan ganas de reรญr y espero de todo corazรณn que no exista un tipo como รฉl.”
Quรฉ lejos estaba de imaginar el actor, cuando en los aรฑos sesenta se atreviรณ a liquidar a su รกlter ego en la pantalla, que la humanidad no tardarรญa mucho en quedar inmersa en el mundo tecnolรณgico de aquellos utensilios, juegos y aparatos mรกgicos que la serie Bond preconizaba y que el famoso รญdolo continuarรญa manteniendo clubs de fanรกticos y se convertirรญa en un objeto de estudio para intelectuales de la talla de Umberto Eco, Oreste del Buono, Hรฉlรจne Cixous y cientos de especialistas de ambos sexos dedicados a profundizar sobre el fenรณmeno Bond, hoy en dรญa mรกs desafiante que nunca. Y lo que resulta si cabe mรกs llamativo es que actores de gran altura, desde Alain Delon a Brad Pitt pasando por Marlon Brando, Harrison Ford o George Clooney consiguen ser falsificaciones suyas. Visten, aman y se mueven al estilo Bond. Se comportan con el talante canalla que identifica al maestro y cuidan una juventud eterna que el mismo Bond –pese a ser varios los actores que lo han caracterizado– quisiera para sรญ. A decir verdad, se trata de un hombre poco de fiar, duro y superficial y, como apunta Chiara Simonelli, “alรฉrgico a las relaciones estables”. Un hombre con el que las mujeres buscan competir en un duelo satรกnico y poder vencerlo. Un compaรฑero prรกctico, activo y protector para un rato. Como si ellas dijeran que para inteligentes ya nos bastamos solas. Pues bien, aquel hรฉroe del siglo pasado que enloquecรญa a romรกnticas, casaderas, solteronas y bribonas pasรณ hace tiempo a la historia. Con todo, James Bond sigue siendo inmortal. Ni Gregory Peck, David Niven, Tony Perkins o Cary Grant, galanes cultos y amables hasta el paroxismo, volverรกn a tener la misma suerte en la historia seductora de los amores eternos de pelรญcula.
Tambiรฉn la mujer Bond estรก llena de contradicciones. Por un lado, es adorable hasta la saturaciรณn ademรกs de encontrarse dotada con los atributos de las heroรญnas salidas de la pluma de los grandes poetas griegos de la antigรผedad. Esquilo, Sรณfocles o Eurรญpides estarรญan hoy en dรญa encantados de conocerla. Puede ser sabia, hรกbil, valiente, decidida, abnegada y fiel a su amado pero tambiรฉn maligna hasta lo inverosรญmil. Extrema y desmesurada. Siempre hermosa, pero tan galรกctica, intensa, extravagante y atlรฉtica como la mujer actual que se mueve por las ciudades que habitamos. Al igual que las antiguas divinidades, se encuentra en posiciรณn de debilidad respecto al hombre Bond. Especie de dios todopoderoso contra el cual pelea y, en ocasiones, vence. Las hijas y hermanas virtuales de la tragedia griega se van pareciendo cada dรญa mรกs a sus ancestros. Especialmente porque, a medida que avanzan las pelรญculas, la compaรฑera Bond va manifestando una personalidad cada vez mรกs intensa, una mayor profundidad de pensamiento y envidiable complejidad psicolรณgica.
Fleming y su producto fueron acusados de machismo y misoginia a pesar de que las mujeres Bond, buenas y malas, fueran copiando muchas de las pautas de las grandes semidiosas de la antigรผedad. Una de ellas se llama Elektra y la mayorรญa lleva nombres de tragedia moderna o tecnolรณgica. Por supuesto, cargados de simbologรญa. ¿Pensรณ su autor en los mitos griegos al crear a sus ninfas? La Medea que Eurรญpides presenta en su obra es tambiรฉn una mujer que defiende su derecho a ser tomada en cuenta. Medea representa la lucha del amor contra el poder. Asรญ actรบan tambiรฉn las mejores Bond de la afamada serie cuando imitan con frases antolรณgicas el famoso monรณlogo de Medea a las corintias: “Tres veces formar con el escudo preferirรญa yo antes que parir una sola […] Pues la mujer es medrosa y no puede aprestarse a la lucha ni contemplar las armas, pero, cuando la ofenden en lo que toca al lecho, nada hay en todo el mundo mรกs sanguinario que ella.”
Si Bond goza de los atributos del padre de los dioses de la mitologรญa griega, las mujeres Bond se comportan, ni mรกs ni menos, como aquellas diosas del Olimpo de nombre inolvidable: Atenea, Hera, Artemisa, Afrodita o Hestia. El espรญa 007 cautiva al espectador por sus hazaรฑas en misiones imposibles en las que siempre triunfa. Por su lado, las mujeres Bond, llamadas Honey, Vesper, Elektra, Jinx, Sรฉvรฉrine, Aki o Natalya, movidas generalmente por sentimientos complejos, seducen al personaje equiparรกndose de igual a igual a las gestas imposibles de aquel, perpetrando crรญmenes y ejerciendo de perversas divinas. Con todo, dรฉcadas despuรฉs de su apariciรณn, la idea de Bond como el hรฉroe perfecto del imaginario femenino ha ido decreciendo. Ellas, sus compaรฑeras o enemigas, han contribuido a suplantarlo, colocรกndose en su lugar o, incluso, despreciรกndolo.
¿Por fin iguales: Mr. y Mrs. Bond? Vamos a verlo.
Ya en los inicios de la apariciรณn del agente, Ian Fleming presentaba en sus libros a una mujer fuerte y con necesidad de ser escuchada, hacer notar su presencia y simbolizar su valentรญa, inteligencia e ingenio. A imagen y semejanza del James Bond de turno, ella misma se irรก convirtiendo en imagen de la mujer del futuro. Decidida y solitaria. Humillada y vengativa, especialmente con su hรฉroe, y cuando mata o engaรฑa serรก siempre a causa de รฉl. La Bond debe luchar contra todos: amantes, villanos, bandidos, asesinos, maridos. De tal manera que, si ella es malvada, no hay comparaciรณn entre su temperamento infame y la personalidad psicรณtica del contrario. Pero su perversidad tiene un lรญmite sentimental. Tal es el caso de Vesper Lynd, la mujer que en Casino Royale logra enamorar definitivamente a Bond, la bella apasionada, maligna y astuta Vesper, que terminarรก suicidรกndose por amor al egoรญsta, cรญnico y ambicioso Bond. Pese a sus objetivos malรฉvolos, ella serรก ante todo una mujer enamorada.
Acaso por esta razรณn o por seguir el signo de los tiempos, en pelรญculas posteriores el agente ganarรก mayor complejidad de temperamento, serรก mรกs correcto con el sexo femenino y la mujer irรก dejando de ser un simple objeto de deseo para convertirse en ¿un fantasma?, ¿una colega del trabajo? Este serรก el misterio a desentraรฑar a partir de Skyfall, la mรกs reciente entrega de la serie.
Muchas profesoras, actrices, estudiantes en la red, escritoras, mรฉdicas, investigadoras, etcรฉtera, han reconocido que Bond tiene mucho atractivo entre las mujeres. Unas lo quieren como marido, amante o padre de sus hijos. Otras, sin embargo, lo denigran y tratan de estรบpido e histรฉrico: “Bond cumple con ciertos estereotipos y a las mujeres nos importa cada vez menos.”
Claro que siempre hay excepciones.
Un dรญa cualquiera del aรฑo 2007 la presidenta de Sony Pictures llamรณ por telรฉfono a Angelina Jolie.
–¿Te apetece ser una chica Bond?, le preguntรณ.
–No –respondiรณ Jolie–. YO QUIERO SER BOND.
De forma terminante, la actriz expresรณ que querรญa el papel exacto del agente mรกs taquillero del mundo. Evidentemente, no pensaba conformarse con ser la chica Bond espectacular. Aquella novia por turnos del seductor villano. La segundona. La inferior con respecto a Bond. La mujer Bond llamada Angelina Jolie, compaรฑera de Brad Pitt, madre infinitesimal, viajera del mundo y de los desfavorecidos, la bella entre las bellas, la mรญtica, la atormentada, la rebelde, la tatuada, la gรณtica, la nueva posfeminista, manifiesta de forma tรกcita que quiere el papel del espรญa Bond. Una Bond sin falo pero Bond al cabo. La destrucciรณn de Bond. Y, en efecto, lo sorprendente es que de alguna manera y, tal vez, a pesar suyo Jolie irรก consiguiendo su propรณsito. ¿La metamorfosis de Bond o su leve desapariciรณn?
La rebelde fundarรก su carrera interpretando papeles duros y violentos en una constante fuga del estereotipo de la novia de Amรฉrica.
“He crecido con las cintas de 007, mi pasiรณn secreta –dijo Jolie–. De pequeรฑa soรฑaba con ser una Bond femenina.”
Un internauta que ha comentado la biografรญa secreta de Jolie escrita por Andrew Morton, de donde he obtenido esta informaciรณn, agrega: “Cuando en otra ocasiรณn le preguntaron a Jolie quiรฉn era su modelo de interpretaciรณn dijo: Al Pacino o Brando.” Si lo damos por cierto, la ambiciรณn de la actriz no es tan sorpresiva como parece. Retrocediendo a otras รฉpocas, en el siglo pasado, cuando preguntaron a la escritora Virginia Woolf quiรฉn era su modelo de escritor dijo: Henry James. Y dos siglos atrรกs, cuando sonsacaron a Emily Dickinson para que revelara quรฉ poeta querรญa ser, ella respondiรณ sin titubeos: William Shakespeare.
Nace la Bond mujer. La Jolie se ha ocupado ella misma de convencernos. Cuando la prensa escrita se ha hartado de hablar de la chica Bond como reclamo sexual y necesario para volver mรกs interesante la mรญtica serie, actrices y hasta ejecutivas actรบan y visten como iconos bondianos sin otra preocupaciรณn que la de seguir siendo ellas mismas. Aun cuando el primer movimiento feminista atacรณ a aquellas seรฑoritas desvaรญdas o malvadas porque utilizaban su belleza para entregar sus encantos al villano, siendo ademรกs “preciosos floreros de colores, olores y formas”, el eco Bond resucita, a pesar suyo, lo mejor de la mujer postBond. Los argumentos de los sucesivos directores de la serie son otros. El cambio social ha tenido una gran influencia en la mutaciรณn del agente 007. Para muestra la pelรญcula Skyfall (2012), en la que una apariciรณn pasajera –cinco minutos en total– de la hermosa y exรณtica Sรฉvรฉrine es todo lo que el melancรณlico Bond y sus espectadores pueden disfrutar de ella.
Quรฉ distinto era cuando en 1962 apareciรณ en pantalla Honey Ryder (Ursula Andress), saliendo del mar, con bikini blanco y cuchillo colgado de la cintura. Una nueva Eva nacรญa en el universo tecnolรณgico futuro. ¿Lo sabรญan los directores, guionistas y productores de El satรกnico Dr. No? ¿Lo sospechaba su autor? Ni siquiera podรญan prever hasta quรฉ punto realidad y ficciรณn llegarรญan muy pronto a confundirse en la vida real cuando mujeres y chicas Bond viven, trabajan y pasean a diario con la misma libertad y provocaciรณn que las divinas bondianas mitolรณgicas. Despuรฉs de Honey fueron sucediรฉndose mรกs de una veintena de prototipos de chicas Bond y todas –rubias o morenas, blancas, amarillas o negras– han logrado configurar el abanico de la mujer moderna que se mueve a su aire por el orbe del nuevo milenio.
Sin duda, la belleza suprema era una de las principales cualidades que debรญa poseer una Bond. Nada mรกs fรกcil hoy en dรญa cuando la cirugรญa estรฉtica obra milagros. Y del mismo modo que el canon de belleza femenino ha ido variando sutilmente en cada pelรญcula, la inteligencia, otra de las cualidades de la mujer fantaseada en la obra de Fleming, tambiรฉn ha ido evolucionando desde la primera Honey, aventurera enamorada, pero tradicional, hasta lady Jinx (Halle Berry), de la que se ha llegado a decir, con razรณn, que es la versiรณn femenina del 007 y, tambiรฉn, que en muchos casos lo supera. Ignoro lo que pensarรญa Fleming de haber sabido que la chica inofensiva de Dr. No, la dulce Honey, se irรญa reproduciendo en una variedad fantรกstica de figuras femeninas, duras, es verdad, pero cada vez mรกs emancipadas, valerosas e inteligentes. Sin olvidar a la secretaria enamorada de James Bond, Moneypenny, que sรญ lee libros, ni a la superagente M (de 67 aรฑos) interpretada por la magnรญfica Judi Dench y cuyo parecido con la exministra francesa Simone Veil o la misma Simone de Beauvoir es notorio. Alternando estas mujeres Bond sus personajes clรกsicos con los de las mujeres explosivas pero dรณciles respecto al hombre, muy pronto las sucesivas musas terminarรกn adquiriendo su propia entidad individual. Compiten todas con el hรฉroe hasta que al llegar a las รบltimas diosas de la saga formarรกn ya parte de la trama esencial y sobresaldrรกn en muchos casos sobre su 007 masculino.
Segรบn los crรญticos hay un abismo entre la primera chica Bond, Honey, “que simplemente pasaba por allรญ” y se puso a seguir a Connery, y la espรญa Berry que, en Otro dรญa para morir (2002), se ocupa de salvar a nuestro hรฉroe, pelea bien y en ocasiones gusta mucho mรกs que Pierce Brosnan. Y por si fuera poco, tiene la naturalidad de replicarle al hรฉroe: “Soy una chica a la que no le gusta que nadie la ate.”
En otro significativo diรกlogo de esa cinta, Verity (Madonna), profesora de esgrima, dice sutilmente al agente Bond que los hombres no le interesan. Y antes, en 1985, May Day (Grace Jones), la chica Bond menos sexi de la historia en opiniรณn de algunos cinรฉfilos, en otra pelรญcula titulada En la mira de los asesinos, adquiere tal importancia en pantalla que consigue opacar al mismo Bond. Tambiรฉn existirรก la mujer Bond con ideologรญa propia y personalidad polรญtica muy definida como es el caso de la mayor Anya Amasova (Barbara Bach), en la pelรญcula La espรญa que me amรณ, considerada agente de primera categorรญa, que serรก tan respetada en la kgb como lo es 007 en el servicio secreto de su Majestad. La espรญa soviรฉtica defiende los intereses de su paรญs, lo que no le impedirรก caer en brazos de Bond por un largo rato. Pero no solo es capaz de salvar la vida de su oponente sino que logra dominarlo en los diรกlogos letales. El propio Bond le dice a su chica de turno, la gran Bond con carรกcter Tatiana Romanova, en Desde Rusia con amor, cuando esta le reprocha su frialdad: “Es lo que me mantiene vivo”, a lo que ella le responde: “Es lo que te mantiene solo.” Buen florete.
Gracias a la glamorosa y compleja multiplicidad de mujeres Bond –un grupo que tiene a Halle Berry en la cima– los productores del agente 007 han conseguido, acaso sin ser demasiado conscientes de ello, que las espectadoras de cada entrega se muestren mรกs interesadas por las mujeres Bond y algo menos por el desleรญdo agente. Por impactantes y sofisticadas que sean algunas heroรญnas ya no aparecerรกn como princesas de cuento al estilo de las primeras pelรญculas, sino mรกs bien como mujeres corrientes. Uรฑas sin manicura, a veces vestidas con toque masculino y poco maquillaje. La chica Bond se ha superado a sรญ misma. Y de quรฉ modo. Surgen en una pelรญcula y, mueran o sobrevivan en ella, ya nunca repetirรกn un mismo perfil. La mujer Bond es รบnica. Y, al mismo tiempo, todas somos Bond, parecen anunciarnos, si quitamos de la lista a la agente M, en su fuerte papel de madre castradora del espรญa 007 y a Rosa Klebb (la cantante Lotte Lenya) ejerciendo el papel de mala por excelencia. De ella decรญa su marido, el tambiรฉn famoso mรบsico Kurt Weill: “Es una pรฉsima ama de casa pero excelente actriz.” Palabras que podrรญan salir de la misma boca de Bond.
Recordemos de nuevo la imagen de Berry en Otro dรญa para morir, con bikini de color naranja, pelo recortado, mirada dura, cuerpo espectacular, vigilante de playa, sรญ, pero sin los atributos triviales de una Pamela Anderson, y, cรณmo no, con cuchillo colgado a la cintura, en clara rรฉplica a otros tiempos felices. La Honey del siglo XXI reencarnada en Berry. Y, esta vez, sin salvavidas.
Me pregunto si no fue precisamente la competencia ingrata de las chicas Bond con el divo la causa por la que la serie del 007 pareciรณ haberse estancado por un tiempo. Al parecer andaban buscando actores Bond que estuvieran a la altura de las mujeres Bond. Connery, siempre crรญtico con Bond, seguramente sigue echando en falta que a su doble en la pantalla “no se le vea nunca con un libro en la mano o guardado en su maleta, mirando un cuadro o encargando una localidad de teatro”. Despuรฉs de รฉl ha habido tantos tipos Bond como posibles actores capaces de mantener la marca para la eternidad.
Sucede simplemente que tambiรฉn el hรฉroe Bond se ve afectado por el cambio social de un sistema en el que han dejado de primar los valores culturales esenciales. Bond con su aureola de hombre imposible ha calado en muchos jรณvenes deslumbrados por la imagen de hombre duro y superficial, desde deportistas impecables a modelos urbanos y campestres de la era metrosexual. Jรณvenes y menos jรณvenes que cuidan su cuerpo por encima de su espรญritu, usan cremas, se hacen la manicura, se depilan, se maquillan, visten como figurines, y se mueven a su aire de pasarela con el estilo propio del que lo puede todo. El bรณtox y demรกs inyectables decorativos que las mujeres utilizan con facilidad son tambiรฉn recursos frecuentes en el hombre interesado por la importancia del fรญsico en una sociedad en la que la imagen parece ser la mejor tarjeta de identidad. Ese cierto aire entre ejecutivo y playboy les resulta vital y necesario. Espรญas y directivos apenas se distinguen. Todos juegan a ser actores de pelรญculas americanas. A comienzos del siglo XXI el modelo Bond sigue siendo patrรณn de un hombre atlรฉtico, bronceado y menos caprichoso con las mujeres. Ahora en muchos casos sucede a la inversa. Mira quรฉ macho soy equivale a decir mira quรฉ sexi soy. Se publicitan cuerpos, mรบsculos calificados con diez. La imagen del hombre en los medios publicitarios ha evolucionado tanto o mรกs que la de la mujer pero, en algunos casos, en sentido inverso. Si los calendarios de mujeres sexis estaban reservados para varones ya casi es un lugar comรบn ver a hombres en ellos enseรฑando su cuerpo y otros atributos. Los strippers han pasado a ocupar el lugar primordial en las despedidas de soltera o fiestas similares. Algunos hombres atractivos (quรฉ difรญcil ahora es no serlo) mueven su esqueleto de manera tan sensual como cualquier mujer subida a un podio. Hombres y mujeres quieren (¿necesitan?) estar a gusto con su fรญsico y lo cuidan como si de modelos se trataran. Es posible que, debido al auge de las mujeres Bond, el hombre haya decidido ser รฉl tambiรฉn objeto de deseo ya sea por gusto o por necesidad de compensar el vacรญo que ellas han dejado en el hogar matrimonial.
Desde el punto de vista masculino, la evoluciรณn de la chica Bond en mujer Bond, de esclava a guerrera, de chica a mujer, es comentada de dos maneras contrapuestas. Para algunos hombres la apariciรณn de personajes femeninos tan activos quita encanto a las pelรญculas. Al parecer, las chicas pasivas hacen que Bond sea mรกs Bond. En suma: mรกs estรบpido, como dirรญa Sean Connery. Para otros muchos, ver a mujeres bellas, exรณticas, futuristas, luchadoras les ofrece mayor divertimento y placer cinematogrรกfico. No se detienen a analizar mรกs allรก. Por ejemplo, que el increรญble Bond pueda ser retado o superado por la nueva mujer contemporรกnea.
Si el estreno de la primera pelรญcula de la serie (1962) coincidiรณ con el inicio de los movimientos feministas mรกs importantes, su รฉxito no evitรณ que fuera recibida por la corriente feminista como ejemplo supremo de falocentrismo masculino. En los tiempos cumbres del movimiento en defensa de la liberaciรณn de la mujer, la ninfa en bikini fue vista como modelo de hembra sumisa, mera pieza decorativa que solo despuรฉs de conquistar por completo a su prรญncipe se permitirรก tener relaciones sexuales con รฉl. Empieza siendo su guรญa en la isla ante la persecuciรณn del enemigo, para acto seguido pasar a ser la “mujer florero”, segรบn destacaron las plumas adversas. Pero en realidad, ¿es Honey Ryder la seรฑora tรญpica con la que Bond pretende casarse? Francamente, no lo veo asรญ. Por el contrario, marca un papel de aventurera exitosa y con cuchillo al cinto para defenderse. Y no digamos la primera mujer con la que Bond se enfrenta en la misma pelรญcula: Sylvia Trench, la rica jugadora de cartas que utiliza su suerte en el casino para atacar a Bond. “Admiro tu coraje –le dice รฉl–. Parece como si quisieras derrotarme.” Luego, cada uno a lo suyo hasta que, ya en la noche, nuestro agente llega a su habitaciรณn de hotel y, para su sorpresa, se encuentra a miss Trench vestida solo con la camisa blanca del guerrero y dispuesta a comรฉrselo en un segundo. Se ha hablado de violaciรณn, en este sentido. Yo hablo de libertad sexual. Se ha hablado de sumisiรณn de la amazona cuando en realidad es mรกs una decisiรณn de la mujer que se anticipa a Bond en el deseo y en el mando. Ella hace su santa voluntad con el contentamiento de su cuerpo.
Naturalmente, cada vez que James Bond se encuentra con un personaje femenino correspondiente a su canon de conquistador, quiere acostarse con ella y privarla de su magia seductora. No es nuevo, sino casi prehistรณrico. La primicia estรก en que, a medida que avanzan las entregas de la serie Bond, son las mujeres las que le van ganando la partida. Menos preocupadas por marcas de coches y otras bagatelas que excitan al 007, las mujeres Bond educan sus cuerpos acordes a sus cabezas bien amuebladas creando de su persona una especie de mujer futurista, androide, solitaria a veces, y siempre mรกs preparada de lo que cualquier otro agente pueda estarlo. ¿Silencian sus sentimientos amorosos estas mujeres? En realidad, los expulsan sin miedos, una vez se han alimentado sabiamente de ellos.
Las mujeres de la รบltima etapa Bond son en su mayor parte autรฉnticas heroรญnas feministas aprรจs la lettre. Prรณximas a la visiรณn que la filรณsofa y cientรญfica norteamericana Donna Haraway ofrece del individuo actual: “Estamos experimentando cambios tan profundos en la producciรณn de la raza, el gรฉnero y la sexualidad que son equivalentes en fuerza de transformaciรณn a aquellos que se produjeron durante la revoluciรณn industrial.” La autora de Un manifiesto cyborg califica nuestra era de “tiempo mรญtico”, donde “todos somos quimeras, hรญbridos teorizados y fabricados de mรกquina y organismo; en unas palabras: somos cyborgs”. Afirma tambiรฉn que la idea de que las mรกquinas pueden contribuir a la liberaciรณn de la mujer es algo que las feministas deberรญan considerar. Prefiero ser una cyborg a ser una diosa, es la conclusiรณn de la cientรญfica.
Es evidente. Algo ha cambiado en James Bond, sobre todo desde la apariciรณn de Daniel Craig, de quien se dice que ha ido modificando, en parte, algunos de los rasgos mรกs clรกsicos del carรกcter del personaje. En palabras de David Black, presidente del Club Internacional de Fans de James Bond: “Bond ya no hace cosas que socialmente hoy serรญan menos aceptables. Creo que trata mejor al sexo femenino. Es mรกs educado.” Pero la cรบspide de esta pequeรฑa revoluciรณn bondiana la protagonizรณ el mismo actor Craig cuando, en ocasiรณn del Dรญa Internacional de la Mujer, participรณ en una campaรฑa denominada “Equals”. En el video, disponible en YouTube, James Bond (Daniel Craig) con tacones, peluca y vestido de mujer, reflexiona, junto a su jefa (Judi Dench), sobre la necesidad de superar las diferencias de gรฉnero. Merece la pena verlo.
La รบltima pelรญcula de la serie (Skyfall) pone en solfa, con la ironรญa caracterรญstica del fenรณmeno 007, varios de los elementos aquรญ seรฑalados. El papel principal de la protagonista ya no es la chica Bond por excelencia, sino todo lo contrario. El papel recae en la casi anciana agente M, jefe inseparable de nuestro hรฉroe mรกs parecida aquรญ a la directora gerente del Fondo Monetario Internacional cuando no a la abuela feliz y mandona de familia numerosa. Tambiรฉn es digna de menciรณn la presencia del agente Q (Ben Whishaw), joven adolescente con รญnfulas de repelente superhombre tecnolรณgico que es desafiado por el experto en gadgets sofisticados, James Bond, quien, sorpresivamente, logra matar al villano con sus prehistรณricas armas de defensa escocesas consistentes en un cuchillo de pastor, una escopeta de cazar liebres y pรณlvora para petardos. No es menos importante el regreso de Eve Moneypenny (Naomie Harris), la secretaria lectora, que procederรก como tal aunque, a diferencia de la primera Eve, en lugar de leer libros y maquillarse los labios es versada en disparar con caรฑรณn supersรณnico y manejar un todoterreno asumiendo riesgos mayores que el mรกs afamado piloto de carreras de la historia.
Por primera vez descubriremos a un Bond envejecido, soltero, cansado y depresivo que regresa al hogar de su infancia (Escocia) donde, tal vez, resucitarรก de nuevo.
Un Bond melancรณlico, sin duda. Casi humano. ~