Fotografรญa: Rodolfo Angulo/Cuartoscuro

La mentada estrategia

La aguda crisis de seguridad que padecemos desde hace una dรฉcada ha llevado a desear una โ€œestrategia integralโ€. Se trata de un planteamiento equivocado: una misma soluciรณn no funciona para todo el paรญs.
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En diciembre de 2006, el presidente Felipe Calderรณn se lanza a la batalla contra el crimen organizado. Pronto, a pesar de contar con tropas federales repartidas en buena parte del paรญs, se topa con un muro de violencia. Es que se fue a la guerra sin estrategia, dicen los crรญticos. No, claro que hay estrategia, integral, con cinco pilares, atendiendo cada dimensiรณn del problema, del desmantelamiento de bandas criminales a la cooperaciรณn internacional, responden los voceros gubernamentales.

Pero es que se necesita otra estrategia, replican los candidatos presidenciales de 2012. Una que vea el fenรณmeno con gran angular, que atienda las causas profundas de la inseguridad, que se centre en la prevenciรณn, que haga uso intensivo de la inteligencia, que siga el rastro del dinero. Ya ganador, ya presidente, Enrique Peรฑa Nieto dobla la apuesta: a diecisiete dรญas de iniciado su mandato, presenta su estrategia que no se dice estrategia, sino polรญtica de Estado para reducir la violencia y la delincuencia. “Coordinaciรณn”, “inteligencia”, “prevenciรณn” son las palabras claves.

Pero los crรญticos, que siempre los hay, pronto les achacan a las nuevas autoridades que no tienen estrategia, que la coordinaciรณn no es estrategia, la inteligencia no es estrategia, la prevenciรณn no es estrategia. Instrumentos apenas, palancas para algo mรกs. Hay que tener una estrategia, pronto. Y cuando revienta la crisis de Iguala, cuando desaparecen los 43 de Ayotzinapa, los reclamos se tornan ensordecedores. Ya ven, eso les pasa por no tener estrategia. Y ante tanto griterรญo, el gobierno de Enrique Peรฑa Nieto presenta una estrategia que no se llama estrategia, pero que se le parece montones.

Pero un aรฑo despuรฉs, no hay nada: la estrategia que no era estrategia pero que parecรญa estrategia se quedรณ en discurso. Algรบn llamado al mando รบnico policial, algรบn reclamo a los que nadan de muertito, un macromural con supuestos efectos preventivos aquรญ, una detenciรณn de capo allรก. Fracaso de la estrategia, dicen los inconformes. Se requiere una nueva, dicen los que se sienten visionarios.

Desde hace diez aรฑos por lo menos (tal vez desde hace veinte), Mรฉxico debate sobre la estrategia para vencer a la delincuencia y restablecer la seguridad de los ciudadanos. La estrategia, asรญ en singular. Pero, por mรกs esfuerzo que se derroche, por mรกs tinta que se derrame, no hay consenso. Y tal vez pueda haberlo. Por una sencilla razรณn: la pregunta estรก mal planteada.

Estrategia es lenguaje marcial. Como primera acepciรณn, el Diccionario de la Real Academia Espaรฑola define el tรฉrmino como “arte de dirigir las operaciones militares”. Estratega era el conductor de los ejรฉrcitos griegos. Estrategas: Alejandro y Julio Cรฉsar, Napoleรณn y Wellington, Rommel y Eisenhower. Estrategia es una serie de acciones meditadas, encaminadas hacia un fin determinado. La victoria en el campo de batalla, la rendiciรณn del enemigo.

¿Pero quรฉ pasa si no hay un fin determinado? ¿O tal vez no uno solo o no el mismo siempre y en todo lugar? ¿O si el enemigo muta en cada enfrentamiento? ¿O si no hay enemigo, sino un puro y positivo desmadre? Entonces pensar en estrategia, asรญ en glorioso singular, es como pensar en el sexo de los รกngeles: interesante, pero bรกsicamente inรบtil.

La seguridad pรบblica no es terreno de victorias decisivas. No es lugar de enemigos que arrojen sable y signen su derrota. No hay un fin determinado, no uno solo. No es lo mismo estar seguro que sentirse seguro. No es lo mismo combatir el secuestro que el robo en transporte pรบblico. No hay delito, hay delitos. No hay delincuencia salvo en el espacio de la abstracciรณn, hay delincuentes concretos, a veces de tiempo parcial, a menudo solo porque se presentรณ una oportunidad, en ocasiones con motivaciones complejas.

Aun si se piensa en el crimen organizado, es mรกs รบtil imaginar una hidra que un dragรณn. Mรกs que espacio de jerarquรญas prusianas, es un ecosistema de extraordinaria diversidad que incluye una multiplicidad de actividades ilรญcitas, un mundo de actores, a menudo independientes, y una infinidad de formas de operaciรณn.

Si esa descripciรณn de la seguridad pรบblica es correcta, entonces la apuesta no puede ser por las soluciones grandotas, por la estrategia nacional perfectamente geomรฉtrica que atienda todo el fenรณmeno desde todos los รกngulos. La jugada tiene que pasar mรกs bien por las soluciones concretas a problemas especรญficos, construidas desde lo local, descubiertas a punta de ensayo y error.

Esto no quiere decir, por supuesto, que los gobiernos no tengan o no deban tener una cierta visiรณn de lo que deben hacer en materia de seguridad pรบblica. De hecho, la elaboraciรณn y publicaciรณn de los planes nacionales de desarrollo y los programas nacionales y sectoriales –ademรกs de los discursos sobre el tema y otros documentos menos formales– implican, en teorรญa, establecer un marco de referencia. Pero estos planes y programas, por su propia naturaleza, permanecen estรกticos, mientras que los problemas tienen la maldita tendencia de evolucionar.

Nada en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, por ejemplo, habrรญa permitido anticipar que en 2014 se terminarรญa creando una Comisiรณn para la Seguridad y el Desarrollo Integral en el Estado de Michoacรกn o una Coordinaciรณn Nacional Antisecuestro –que son respuestas directas a una coyuntura de crisis–, de la misma forma en que la Estrategia Integral de Prevenciรณn del Delito y Combate a la Delincuencia de 2007 no anticipaba la intervenciรณn conocida como “Todos Somos Juรกrez” en 2010.

En un paรญs como Mรฉxico, no hay un problema de delincuencia sino varios, y las diferencias no existen solamente a nivel regional o estatal, sino incluso entre municipios y colonias. En una misma ciudad, la experiencia con el crimen que vive una persona que reside en una colonia peligrosa es fundamentalmente distinta a la de la que se vive en una colonia relativamente mรกs segura. Hablar de los grandes problemas de seguridad pรบblica no pasa de descripciรณn genรฉrica. Se quiere, por supuesto, mejor seguridad pรบblica. Pero diferentes personas en diferentes localidades probablemente se estarรญan refiriendo a algo distinto cuando lo dicen.

En consecuencia, es poco factible que una sola estrategia, una sola soluciรณn, tenga buenos resultados en todas las localidades. Contar con mejores policรญas es quizรกs una buena idea, independientemente de dรณnde estรฉn actuando estas policรญas. Pero la idea de mejores policรญas, como la idea de mejor seguridad pรบblica, probablemente no es la misma en la prรกctica en un lugar que en otro. Por supuesto, es mejor que la policรญa tenga mรกs capacidades y sea mรกs eficiente a que lo sea menos. Pero estas afirmaciones estรกn al nivel de que es mejor que haya menos hambre y pobreza a que haya mรกs. Proveen una guรญa, un principio general, pero no dicen nada sobre quรฉ capacidades es mรกs urgente desarrollar en circunstancias especรญficas. Tampoco dice mucho sobre dรณnde y cรณmo deben concentrarse los esfuerzos del gobierno, quรฉ debe decidirse antes y quรฉ debe decidirse despuรฉs.

Matices de esta clase hacen inviable una estrategia รบnica nacional y a la vez hacen casi imposible mantener una visiรณn general relativamente coherente a lo largo y ancho del paรญs, excepto en los tรฉrminos mรกs genรฉricos. La incertidumbre sobre cรณmo puede evolucionar una situaciรณn local en el futuro contribuye tambiรฉn a esta complejidad. Es un nivel de detalle y precisiรณn, que no puede incorporarse en una perspectiva nacional: tratar de incluir todas las dinรกmicas locales en un solo plan maestro para todas las localidades resulta no solo increรญblemente complejo, sino que es una receta para que el propio plan tenga una vida รบtil muy corta. Pretender que se puede encontrar una sola fรณrmula para resolver los problemas de seguridad pรบblica del paรญs es utilizar un mazo cuando lo que se requiere es un escalpelo.

Esto lleva a una segunda dificultad. Si lo que se necesita es un escalpelo para enfrentar los problemas de seguridad pรบblica, ¿quiรฉn debe empuรฑarlo y cรณmo podemos responsabilizarlo de lo que hace con รฉl? Si se parte del supuesto de que las corporaciones estatales y municipales son esencialmente incapaces, la soluciรณn obvia pasarรญa por desaparecerlas y concentrarlas en un solo mando al que se considere capaz: crear una policรญa รบnica a nivel nacional. Pero esta soluciรณn no es viable polรญticamente e implica una concentraciรณn de poder inmensa que atenta contra la idea misma del pacto federal.

Crear una serie de mandos รบnicos a nivel estatal, como soluciรณn intermedia, puede resultar mรกs atractivo en tรฉrminos polรญticos, pero no resuelve necesariamente el problema de fondo. Mientras se pretenda que hay una estrategia nacional, diseรฑada, liderada y ejecutada por el gobierno federal, no hay mucha diferencia en que haya 32 mandos o miles de mandos. Son las autoridades electas, los gobernadores y los presidentes municipales, quienes tienen que asumir la responsabilidad, con sus pros y sus contras, de lo que estรก ocurriendo en sus localidades. De lo contrario, no tendrรญa sentido atribuirles responsabilidades si no pueden decidir por sรญ mismas quรฉ es lo que deben hacer.

Se puede argumentar, por supuesto, que el gobierno federal tiene una obligaciรณn subsidiaria en materia de seguridad pรบblica local. Esto es, las autoridades federales no pueden permanecer al margen y deben intervenir cuando las autoridades locales no pueden cumplir con sus responsabilidades. Esta ha sido, de hecho, la lรณgica de las intervenciones federales que se han registrado en la รบltima dรฉcada: crear las condiciones para que las policรญas locales puedan hacerse cargo, eventualmente, de la seguridad pรบblica.

Pero en un contexto en el que el gobierno federal asume todos los costos de lo que ocurre en materia de seguridad pรบblica, estas intervenciones resultan insostenibles como estrategia de largo plazo. La intervenciรณn subsidiaria deberรญa ser una excepciรณn, no la regla. Y el diseรฑo de estrategias nacionales no puede sobreponerse ni suplir el diseรฑo de estrategias locales. El gobierno federal puede y debe intervenir cuando no hay alternativas –el policรญa de รบltima instancia–, pero esto no puede hacernos olvidar que la responsabilidad original recaรญa en otra autoridad y que esta no hizo apropiadamente su trabajo. La nociรณn de que, en todo momento, el gobierno federal es responsable de la seguridad pรบblica de cada municipio del paรญs no solo es imprรกctica, sino que abre la posibilidad de que otras autoridades electas simplemente abdiquen de sus responsabilidades. Por no mencionar el hecho obvio de que no hay suficientes elementos federales para hacer el trabajo. El impulso a centralizar la toma de decisiones es comprensible ante la crisis permanente de seguridad pรบblica, pero es un impulso que debe resistirse.

Pensar en la estrategia de seguridad pรบblica como un conjunto heterogรฉneo de estrategias, tรกcticas, programas, proyectos y acciones puede resultar inquietante, en tanto que describe un mundo mucho mรกs incierto del que preferirรญamos y deja mucha responsabilidad en manos de funcionarios en los que muchos ciudadanos no confรญan. Pero es el รบnico camino para que se rindan cuentas y para que el gobierno pueda mantener una visiรณn coherente y flexible de los distintos problemas de seguridad pรบblica.

Y mรกs importante aรบn, es quizรก la รบnica forma de entender y evaluar la responsabilidad de la seguridad pรบblica en un paรญs en el que, como Mรฉxico, no estรก en una sola persona ni en un solo equipo, sino en una multitud de actores con diversas capacidades, prioridades y agendas. La seguridad pรบblica lidia, en esencia, con un mundo incierto. Aceptar este hecho nos obliga a abandonar la obsesiรณn por la mentada estrategia, a pensar en lo concreto y en lo local, a reparar en que lo que sirve puede no servir maรฑana y que lo que funciona en Querรฉtaro no necesariamente funciona en Iguala. La situaciรณn es complicada. Y como es complicada, hay que intentar muchas cosas y fracasar en muchos intentos, idealmente, aprendiendo en el proceso.

Desde hace dos dรฉcadas, cada crisis de seguridad ha tenido una respuesta simplificadora y centralizadora. Los resultados estรกn lejos de ser impactantes. Tal vez es hora de mirar al paรญs con otros ojos. ~

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es analista especializado en polรญticas de seguridad. Es socio consultor de GEA (Grupo de Economistas y Asociados)


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