¿Liberalismo dogmático?

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Señor director:

He leído con atención el número 91 de Letras Libres, dedicado a la “Conciencia de la libertad”. Más allá de las buenas intenciones expresadas en él, pregunto: ¿no sería provechoso que desde las filas liberales se ejerciera, con el mismo rigor con el que se juzgan las derivas autoritarias y totalitarias de la izquierda y la derecha, una autocrítica menos piadosa?

Me temo que, entre tantos elogios de la duda y alegatos contra el dogmatismo, se filtran diversas certezas doctrinarias. La más peligrosa es, a mi juicio, aquella que conduce a hacer un fetiche de la democracia y de la libertad, que, a veces lo olvidamos, no son nociones absolutas. Se habilita así la aparición de discursos intolerantes que, en su extremo, censuran todo aquello que no cumple con la pretendida nobleza de las exigencias democráticas liberales, a través de la invocación de términos –populista o fundamentalista– que se deslizan con una facilidad indigna de la complejidad de los fenómenos.

Pongo sobre la mesa algunas cuestiones. ¿No es evidente que, utilizado con fines muy concretos, el ideario liberal también puede conducir al fundamentalismo? (En un libro reciente, Juan Luis Cebrián ha hablado de fundamentalismo democrático.) ¿No convendría, en honor a la duda, reconocer que diversos males de nuestro tiempo son producto de lo que llamaré aquí, no sin ironía, liberalismo realmente existente? Sabemos, y ahí está la historia para ilustrarnos, que la lucha por las causas justas puede convertirse en una modalidad de lo atroz. A nadie conviene, entonces, permitir que la defensa de la libertad del individuo se transforme en la coartada de aquellos que, en el fondo, sólo defienden la libertad irrestricta de hacer negocios. A cualquier precio. ~

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