Ocho caras de la realidad

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En estos momentos, a mediados del 2006, mi propuesta es que la realidad toma la forma de un octรกgono, con las ocho caras que a continuaciรณn describo:

Cara uno: Un hecho bรกsico

en la historia mundial

Nuestras dificultades presentes surgieron a partir del ascenso del liberalismo en los รบltimos siglos. Por liberalismo, me refiero al cuerpo de ideas que comenzaron a asumir una forma reconocible en el siglo xvii, y que se ha seguido desarrollando desde entonces. Las ideas liberales insistรญan en un espรญritu de humildad intelectual y prรกctica; en la tolerante aceptaciรณn de la incoherencia y la contradicciรณn. El liberalismo insistรญa en que la sociedad puede dividirse en esferas separadas, y cada una de ellas puede operar con mayor o menor independencia de las demรกs, sin detrimento para nadie.

El liberalismo insistรญa en separar la Iglesia del Estado. Pero tambiรฉn marcaba otras separaciones: entre el Estado y la sociedad, entre el Estado y los individuos, entre la sociedad y el individuo.

El liberalismo subrayaba que nuestro propio pensamiento puede dividirse en esferas separadas, de modo que en una parte del cerebro podemos representarnos el mundo de una forma estrictamente religiosa, si asรญ lo deseamos, y en otra รกrea del cerebro podemos representarnos el mundo de manera cientรญfica y racional. Asรญ, el liberalismo nos permite al menos intentar mantener la integridad de la propia racionalidad, sin tener que supeditar los cรกlculos racionales a otras maneras de pensar todo el tiempo.

Para el siglo xix, la idea del liberalismo ya era bastante conocida en diversas regiones del mundo, no nada mรกs en la Europa occidental y Norteamรฉrica. Y se difundiรณ la creencia de que el liberalismo, en el sentido amplio que describo antes, contenรญa el secreto del progreso humano. Se creรญa que, si tan sรณlo la gente organizara sus sociedades y su propio pensamiento de acuerdo con los principios liberales, podrรญa desencadenar los poderes del raciocinio y la ciencia. Tales sociedades se volverรญan mรกs eficientes, inventivas y productivas. Y, en todo el mundo, la gente comenzarรญa a vivir una existencia mucho mรกs humana โ€“menos animalโ€“, mรกs segura, satisfactoria, saludable y con mayores riquezas.

Durante el siglo xix, los eventos en muchas partes del mundo parecรญan sugerir que este tipo de progreso estaba al alcance de absolutamente toda la humanidad, tarde o temprano.

 

Cara dos: Los aspectos desagradables del liberalismo

En su humildad, el liberalismo siempre ha permitido la autocrรญtica. En esa tรณnica, los que ahora somos liberales debemos ser capaces de reconocer que hay algo desconcertante, incluso un poco repugnante, en la idea liberal. Un primer aspecto desconcertante ha sido una enorme capacidad para la hipocresรญa. Es perfectamente posible proclamar las intenciones mรกs liberales y, acto seguido, esgrimir una espada y emprender la marcha, matando y provocando el caos por razones que al final no tienen nada que ver con las intenciones liberales.

A lo largo del mismo siglo xix, cuando grandes grupos por todo el mundo comenzaban a aceptar la nociรณn de un camino liberal y sin tropiezos hacia el progreso humano, algunas de las personas que con mรกs alharaca promovieron esta idea se dedicaron a construir gigantescos imperios basados en la explotaciรณn y la bรบsqueda de la fama. Todos y cada uno de los paรญses poderosos que apoyaban las ideas liberales y sacaban provecho de ellas acabaron implicados en estos proyectos.

Los imperios Britรกnico y Francรฉs avanzaron con sangre hasta las rodillas por amplias zonas del mundo, al tiempo que proclamaban las mรกs altas motivaciones. En Estados Unidos, la nociรณn del progreso liberal estaba indestructiblemente ligada a las acciones mรกs horrendas contra las tribus nativas. El esclavismo estadounidense era promovido por algunos de los mismos individuos que promovรญan un liberalismo jeffersoniano en otros aspectos. Justo al final de la centuria, Estados Unidos conquistรณ territorios para formar su propio imperio remoto, nunca en la misma escala que las grandes potencias europeas, pero, de todos modos, con una intenciรณn perfectamente imperial; un territorio que le fue arrebatado, en gran escala, al Imperio Espaรฑol, rabiosamente antiliberal. Y, en las Filipinas, el liberal Estados Unidos acabรณ cometiendo sus propias matanzas, precisamente al estilo europeo, pero con un grado de hipocresรญa aรบn mayor, dadas las pretensiones liberales de los estadounidenses.

Por su parte, los belgas probaron ser mรกs sanguinarios que nadie durante el final del siglo XIX y el comienzo del XX. En cuanto a los alemanes, nunca gobernaron un imperio muy grande, fuera de Europa. Y sin embargo, despuรฉs de llegar tarde a las adquisiciones imperialistas, acabaron practicando en รfrica los mรฉtodos mรกs modernos de opresiรณn. Justamente, en los primeros aรฑos del siglo xx, fueron pioneros en la tรฉcnica de encerrar a todo un grupo รฉtnico en un campo de concentraciรณn y emprender un exterminio, y esto lo hicieron justo cuando la creencia en el progreso liberal mundial estaba en su cรบspide. Luego, a partir de 1914, los asesinatos en masa se extendieron por la misma Europa โ€“una situaciรณn imprevista para la gente que habรญa defendido la idea del progreso fรกcil. De esta terrible manera, se revelรณ que el liberalismo es proclive a una particular debilidad: una catastrรณfica ingenuidad en el tema del sufrimiento humano y la irracionalidad.

El liberalismo siempre ha contenido un segundo aspecto que tambiรฉn provoca abatimiento, no tanto prรกctico, sino metafรญsico. Hay algo en el ser humano que ansรญa la unidad del pensamiento y la sociedad, algo que quiere alcanzar una fuerza sobrehumana, algo que anhela un dios, o algรบn otro poder supremo o mano que lo guรญe. El liberalismo, en su humildad, no niega este deseo. Pero tampoco lo satisface. El liberalismo dice, en efecto: โ€œSรญ, puedes sentir este anhelo, tienes derecho a sentirlo y a elaborar el sistema de pensamiento religioso o filosรณfico que te plazca. Pero debes permitir que estos anhelos y sistemas de pensamiento permanezcan confinados a sus propias esferas, y no reducir cada aspecto de la vida y de la mente a un solo anhelo o sistema de pensamiento.โ€ Al escuchar tal mensaje, el alma se cae hasta los pies. Y por esto, el liberalismo siempre ha dejado a mucha gente insatisfecha.

 

Cara tres: Antiliberalismo

Los aspectos desagradables del liberalismo siempre han generado movimientos de rebeldรญa contra las sociedades y las doctrinas liberales. Estas rebeliones tienden a seguir un patrรณn identificable de dos etapas: comienzan como protestas contra los crรญmenes que, hipรณcritamente, se cometen en nombre del liberalismo y luego evolucionan hasta convertirse en condenas de la naturaleza antimetafรญsica del liberalismo en sรญ. Es decir, las rebeliones comienzan como protestas polรญticas, y terminan como esfuerzos metafรญsicos para eliminar la nociรณn de la separaciรณn de las esferas.

Las rebeliones comenzaron en el siglo XIX como movimientos literarios y filosรณficos de conformidad con los principios del romanticismo. Sin embargo, en los aรฑos que siguieron a la Primera Guerra Mundial, estos impulsos romรกnticos crecieron hasta formar movimientos polรญticos, que tomaron una forma muy especรญfica y original: los partidos totalitarios y las organizaciones masivas de la Europa de la posguerra. Los movimientos totalitarios brotaron prรกcticamente en todos los paรญses europeos.

En la actualidad, cuando miramos en retrospectiva los movimientos totalitarios europeos, podemos suponer que cada uno fue sui generis, y que nada los ligaba. Nos resistimos a la idea de que un movimiento de la extrema izquierda como el bolchevismo pudiera haber compartido rasgos significativos con movimientos de la extrema derecha, como el fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler. Y no obstante, los movimientos de extrema derecha tenรญan aspectos de extrema izquierda; a esto se debe que el movimiento hitleriano reclamaba la palabra โ€œsocialismoโ€, y, por lo mismo, Mussolini, que tenรญa antecedentes en la extrema izquierda, atraรญa seguidores izquierdistas. Hace mรกs de cincuenta aรฑos, Hannah Arendt ya habรญa identificado las similitudes fundamentales entre las versiones derechistas e izquierdistas del totalitarismo, y a su argumentaciรณn solamente aรฑadirรญa yo un รฉnfasis en las estructuras mitolรณgicas, en la mitologรญa comรบn que subyace en cada uno de los movimientos e ideologรญas totalitarias.

ร‰sta es la mitologรญa que describรญ en Terror and Liberalism โ€“aunque difรญcilmente soy la primera persona en hacerlo. Es la mitologรญa que comienza estipulando la existencia de un pueblo bueno, atacado por una siniestra conspiraciรณn de fuerzas corruptoras internas y fuerzas diabรณlicas externas. El pueblo bueno debe alzarse en una batalla apocalรญptica contra tales fuerzas y, al final de esa terrible batalla, se producirรก una sociedad perfecta, en la que la separaciรณn de las esferas del liberalismo serรก eliminada; esa sociedad asumirรก la forma de un todo รบnico y sin fisuras, purificado de toda corrupciรณn y elemento extraรฑo.

Todos los movimientos totalitarios que siguieron a la Primera Guerra Mundial en Europa postulaban los tรฉrminos de esta mitologรญa de distinta manera, de modo que el pueblo bueno se identificaba con el proletariado (en el caso de los comunistas), o los hijos de la loba romana (para los fascistas italianos), o los guerreros de Cristo Rey (para los fascistas espaรฑoles), o la raza aria (para los nazis), y asรญ por el estilo. Las fuerzas internas corruptoras eran los kulaks1 y la burguesรญa, o los masones, o โ€“invariablementeโ€“ los judรญos. La conspiraciรณn externa venรญa de los imperialistas angloamericanos, o de la tenaza que formaban la Uniรณn Soviรฉtica y Estados Unidos, de la que, se decรญa, atacaba a Europa, o de las fuerzas del Sรณviet y del ateรญsmo liberal.

La batalla apocalรญptica iba a ser la guerra de clases, la de razas, o la cruzada catรณlica del general Franco. Y la nueva sociedad perfecta serรญa el comunismo, el fascismo, el Tercer Reich, o la Nueva Edad Media de una perfecta Espaรฑa catรณlica.

La mayor parte de los movimientos polรญticos postulan grandes mitologรญas que los sustentan, pero las de tipo totalitario se distinguรญan por un inusual culto a la muerte. La utรณpica perfecciรณn que culminaba la mitologรญa siempre acababa requiriendo la matanza de millones. No era infrecuente que solicitara el autosacrificio de los mismos totalitarios. Naturalmente, el culto de la muerte variaba de un movimiento a otro. Los franquistas gritaban โ€œยกViva la muerte!โ€, mientras que los estalinistas clamaban sobre los Planes Quinquenales. Y, pese a esto, curiosamente, el comunismo soviรฉtico inspirรณ el mayor entusiasmo en todo el mundo precisamente en esos periodos en los que el Plan Quinquenal requerรญa la liquidaciรณn masiva de ciudadanos, incluyendo a la cรบpula del Partido Comunista. En 1956, cuando el comunismo soviรฉtico virรณ hacia una direcciรณn menos sangrienta y opresiva, la Uniรณn Soviรฉtica perdiรณ mucho de su prestigio revolucionario, en favor de la China maoรญsta, en la que la brutalidad de estilo estalinista continuaba.

 

Cara cuatro: La ceguera liberal

El liberalismo siempre ha tenido dificultades para reconocer la naturaleza y a veces la existencia misma de estas rebeliones totalitarias. Esto se debe, en parte, a que el liberalismo da por sentado un mundo en el que la gente se comporta de acuerdo con un anรกlisis racional de intereses y deseos. ร‰se es el ideal liberal, y es natural para sus partidarios asumir que ese ideal ya se profesa extensamente.

Y, sin embargo, justo el propรณsito de los movimientos totalitarios es alzarse en contra de ese tipo de cรกlculos racionales. Los totalitarios quieren vivir sus fantasรญas apocalรญpticas, quieren sentir la excitaciรณn del odio intenso y la emociรณn que rompe los tabรบes del asesinato en masa. La gente con mentalidad liberal quiere creer que no existe esa excitaciรณn y esos deseos.

Dado que el liberalismo siempre se ha querido autocrรญtico, es muy fรกcil para la gente con ideas liberales acabar observando los movimientos totalitarios y, en un รกnimo reflexivo, preguntarse: Y, ยฟno somos nosotros, los liberales, tan malos como ellos, o quizรก peores? Lo que en algunas ocasiones ha sido el caso, aunque no tรญpicamente.

Una incapacidad liberal para reconocer la existencia y naturaleza de los movimientos totalitarios ha sido un rasgo cardinal de la historia del siglo pasado. Asรญ como en el siglo xix, en el que los liberales fueron en ocasiones extraรฑamente ciegos ante los crรญmenes de sus peores enemigos, los totalitarios del XX cometรญan genocidios que tendรญan a pasar inadvertidos ante los ojos de los liberales, al menos por un tiempo. Actualmente, todo el mundo conoce, demasiado bien, la historia de los camaradas viajeros del comunismo โ€“la gente de ideas liberales que, sin ser comunista, intentรณ imaginar que el comunismo era un liberalismo a toda mรกquina, en una versiรณn eslava primitiva. Mรกs tarde, los camaradas viajeros liberales no pudieron ver o creer que, en la dรฉcada de los treinta, Stalin estaba privando deliberadamente de alimentos a millones de campesinos ucranios hasta matarlos, y cometiendo otros crรญmenes equivalentes; del mismo modo en que los descendientes de esos viajeros, los radicales al estilo del 68, nunca lograron reconocer lo que estaba pasando en la China comunista en manos del presidente Mao.

Debemos recordar que los liberales derechistas padecรญan de una ceguera similar en relaciรณn con el fascismo, incluso con el nazismo. Bueno, hasta algunos de los liberales izquierdistas eran incapaces de entender la naturaleza del fascismo y el nazismo. La facciรณn mayoritaria del Partido Socialista Francรฉs terminรณ votando a favor del mariscal Pรฉtain y de la Francia fascista. Los socialistas franceses que fueron tenazmente antifascistas eran una minorรญa.

 

Cara cinco: variaciones musulmanas

El totalitarismo surgiรณ en Europa despuรฉs de la Primera Guerra Mundial, pero se extendiรณ de inmediato al mundo musulmรกn, primero en la forma del comunismo, pero, de manera mรกs importante, como variantes musulmanas del concepto original europeo. Los dos ejemplos bรกsicos han sido el baazismo (que es la versiรณn mรกs radical del nacionalismo panรกrabe) y el islamismo radical, como el que se dio en el Egipto sunรญ, al sur de Asia, y mรกs tarde en el Irรกn chiita.

El baazismo y el islamismo radical se perciben convencionalmente como opuestos porque, mientras que el baazismo pugna por una dictadura conducida por los polรญticos de su propio partido, los islamistas radicales buscan una dictadura clerical โ€“son distintas metas. El baaz y los islamistas se han enfrentado en terribles guerras, no solamente en los aรฑos 80 entre Iraq e Irรกn. Pero, de cualquier modo, tambiรฉn tienen detrรกs una larga historia de alianzas; por ejemplo, entre el baaz sirio y el Hezbolah libanรฉs, que se ha mantenido firme por mรกs de un cuarto de siglo. En la actualidad, las alianzas de baaz e islamistas luchan con uรฑas y dientes contra las fuerzas democrรกticas tanto en el Lรญbano como en Iraq. Esas alianzas tampoco deben sorprendernos.

El baazismo y el islamismo radical tienen cosmologรญas similares; en realidad son variantes de la misma cosmologรญa, que postula un mundo en el que el pueblo bueno es, o bien la naciรณn รกrabe (en el caso de los baazistas) o la comunidad del islam (para los islamistas), que sufren el acoso, segรบn el caso, de fuerzas internas corruptoras (judรญos, masones, falsos รกrabes y musulmanes hipรณcritas) y por fuerzas diabรณlicas externas (sionistas, imperialistas occidentales), que buscan exterminar al pueblo bueno. Ambos claman por una guerra apocalรญptica (la revoluciรณn รกrabe, la yihad) para resistir el mal cรณsmico y crear la sociedad perfecta. Tanto el baazismo como el islamismo describen esta sociedad perfecta como una resurrecciรณn modernizada del Califato musulmรกn del siglo sรฉptimo, si bien el baaz enfatiza el aspecto รฉtnico รกrabe imperial del Califato, mientras que los islamistas radicales dan preponderancia al aspecto teocrรกtico sagrado y al reino de la shariah. Hace un aรฑo, un editor en Jordania publicรณ una novela que se decรญa fue escrita por el propio Saddam Hussein, la cual, resumida por The New York Times, sigue muy cercanamente la narrativa bรกsica acerca del antiguo Califato y sus enemigos que describo antes.

El baazismo y el islamismo radical tambiรฉn comparten una porciรณn de su historia intelectual. Cada uno de estos movimientos vio la luz en el periodo clรกsico de todos los movimientos totalitarios, es decir, los aรฑos que siguieron a la Primera Guerra Mundial, y los dos abrevaron de fuentes europeas. El baaz, especialmente en el nazismo, aunque tambiรฉn en el estalinismo. El mentor de Hussein, Michel Aflaq, estudiรณ en Francia y tradujo al teรณrico nazi Alfred Rosenberg al รกrabe. El islamismo radical estudiรณ a algunos de los escritores de Vichy, asรญ como las ideas nazis acerca de los judรญos โ€“por ejemplo, en Los protocolos de los sabios de Sion, que desde hace tiempo entrรณ en los comentarios islรกmicos del Corรกn. Tambiรฉn el fascismo italiano los influyรณ. No deja de ser significativo que, en su juicio en Iraq el pasado diciembre, Hussein (como lo reportรณ The New York Times, el 6 de diciembre de 2005) invocara a Mussolini como su modelo de resistencia heroica โ€“una afirmaciรณn notable.

El baazismo y el islamismo radical tambiรฉn han prosperado polรญticamente a un ritmo bastante parecido. Ambos movimientos alcanzaron el apogeo de su poder en 1979, cuando el ayatola Jomeini condujo su revoluciรณn islรกmica en Irรกn, y Hussein logrรณ radicalizar la ya existente dictadura baazista en Iraq. Ambos, tambiรฉn, dieron el disparo de salida de sus apocalipsis. Y las consecuencias han resultado, desde el punto de vista de la historia del totalitarismo moderno, por completo predecibles y tradicionales. En su esfuerzo por resistir las siniestras fuerzas cรณsmicas de la maldad y por resucitar el antiguo Califato, la revoluciรณn รกrabe del baazismo y la yihad de los islamistas radicales han asesinado, entre ambos, a mรกs de dos millones de personas desde 1979. La era del totalitarismo es la era del genocidio, y hoy, en el mundo musulmรกn, se vive la era del totalitarismo.

 

Cara seis: La ceguera liberal en Oriente Medio

La misma ingenuidad que impidiรณ que los liberales de buen corazรณn se dieran cuenta de la escala que habรญan alcanzado los crรญmenes de Stalin y Hitler en el pasado, impide tambiรฉn a sus descendientes darse cuenta de las matanzas mรกs recientes. Los liberales de buen corazรณn hoy se dicen a sรญ mismos que las masacres en el mundo musulmรกn moderno son de origen antropolรณgico, y reflejan rasgos eternos de la civilizaciรณn musulmana; por lo mismo, concluyen, no deben verse como sucesos extraordinarios o modernos. Esta explicaciรณn es una calumnia. La historia del islam y del Imperio Otomano ha visto muchas centurias doradas de paz y civilizaciรณn, con beneficios para el mundo entero. A lo largo de los siglos, el islam ha tendido a ser mรกs โ€“y no menosโ€“ tolerante que el cristianismo.

Alternativamente, la gente de buen corazรณn gusta de imaginar que las matanzas en el mundo musulmรกn moderno se derivan de autรฉnticos agravios, y que millones de musulmanes han sido exterminados porque los israelรญes han oprimido a los palestinos; aunque esta hipรณtesis no puede explicar por quรฉ los peores sufrimientos de los pueblos รกrabes y musulmanes en los tiempos modernos les han sido infligidos, abrumadoramente, por los movimientos totalitarios musulmanes, y no por los sionistas. Algunas veces, la gente de buen corazรณn insiste en creer que, sea quien sea el que cometa los asesinatos, la culpa debe recaer, al final, en Occidente. Asรญ, se culpa a Estados Unidos por haber apoyado a Hussein en la dรฉcada de los 80, lo mismo que por derrocarlo en el 2003, y en ambos casos su actuaciรณn es equivocada. Pero la consecuencia de este tipo de razonamiento es que se induce a la gente a desviar la mirada de lo que estรก ocurriendo, conduciรฉndola, una vez mรกs, a la ceguera.

A esto se debiรณ que, cuando la oleada de asesinatos alcanzรณ Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, gran cantidad de personas en verdad percibieron los ataques terroristas como hechos insรณlitos, o como una variante del terrorismo que ha afligido Europa occidental en los รบltimos tiempos โ€“algo comparable a los crรญmenes de eta, las Brigadas Rojas, el Baader-Meinhof Gang, o el eri. Quienes dan esta interpretaciรณn, altamente eurocรฉntrica, simplemente no pudieron reconocer que la matanza azarosa de unos cuantos miles de ciudadanos estadounidenses fue apenas un eslabรณn mรกs en una cadena de masacres mucho mรกs extensas en el mundo รกrabe y musulmรกn. El mismo patrรณn de reacciones ocurriรณ despuรฉs de los bombazos en Madrid en 2004. En ambos casos, se describiรณ a los terroristas como un puรฑado de forajidos que necesitaban una redada policรญaca, y no como la vanguardia de un movimiento masivo. Esto se debe a que, en nuestra รฉpoca, nos resulta tan difรญcil percibir la existencia de movimientos totalitarios masivos con intenciones genocidas, como lo fue para nuestros ancestros y predecesores en los dรญas de Stalin, Hitler y Mao.

 

Cara siete: El antifascismo actual

Las guerras en Afganistรกn e Iraq tienen muchos aspectos, y uno de ellos ha sido, desde el principio, antitotalitario, o, mรกs precisamente, antifascista. Esto es algo que tambiรฉn ha sido difรญcil de ver.

En parte se debe a que la administraciรณn de Bush ha ofrecido explicaciones incoherentes para las guerras, y en ocasiones ha mentido al pรบblico, y ha cometido crรญmenes; todo lo cual desvรญa la atenciรณn de los movimientos masivos locales que han traรญdo consigo la mayor carga de sufrimiento al mundo รกrabe y musulmรกn. En Iraq, la ineptitud militar de las fuerzas de la coaliciรณn, que lideran los estadounidenses, ha dejado a la poblaciรณn civil a merced de los ataques y presiones de terroristas e insurgentes, y, de esta manera, ha llevado a varios sectores de la poblaciรณn iraquรญ a buscar la protecciรณn de las milicias sectarias โ€“situaciรณn que resultarรก fatal para las esperanzas democrรกticas, si no se logra revertir a tiempo. Aun asรญ, si miramos mรกs allรก de las intervenciones estadounidenses y de la coaliciรณn en Iraq y Afganistรกn, debemos ser capaces de detectar en ambos paรญses ciertas seรฑales de una nueva vida polรญtica que puede describirse como liberal.

En otoรฑo de 2004, en Afganistรกn, millones de personas participaron en las elecciones mรกs democrรกticas que jamรกs se hayan llevado a cabo en ese paรญs, y eligieron un gobierno en el que algunas corrientes de autรฉntico liberalismo estรกn inequรญvocamente presentes โ€“incluso hoy, si bien es cierto que los liberales afganos han tenido que aliarse con algunos de los antiguos seรฑores de la guerra y oscurantistas clericales. El gobierno afgano ha emprendido una guerra contra los remanentes de los talibanes y de Al Qaeda; contra los mรกs fieros guerrilleros del islamismo radical. La diferencia entre los dos bandos debe quedar suficientemente clara. Es una guerra entre una coaliciรณn liderada por liberales y los paladines del totalitarismo islรกmico โ€“un conflicto que, como en el caso de las mayores guerras antifascistas del pasado, tiene un claro componente internacional, en ambos bandos.

La guerra en Iraq tiene muchas idiosincrasias โ€“aunque en algunos aspectos, no es del todo distinta. Las dos elecciones nacionales en Iraq en 2005 atrajeron a un sorprendente nรบmero de votantes, pese a las terribles amenazas en su contra. Los lรญderes de los partidos mรกs exitosos en esas votaciones se declararon a favor de un Iraq democrรกtico con respeto a los derechos humanos โ€“si bien es cierto que algunas de esas declaraciones fueron algo turbias y ambiguas, y las milicias han prosperado a la sombra de esas declaraciones. De todos modos, los principales partidos sรญ hicieron declaraciones contundentes en favor de un Iraq liberal, y algunas de las figuras polรญticas mรกs destacadas han sido consistentes en este tema.

Es imposible saber si estas elecciones y sus defensores y la gente con ideas liberales, tanto en Afganistรกn como en Iraq, tendrรกn รฉxito en el largo plazo. Un fracaso es muy fรกcil de imaginar en este momento โ€“fracaso militar, en primer tรฉrmino. Le estรก yendo bien a Al Qaeda en ambos paรญses. Y sin embargo, desde un punto de vista histรณrico de largo alcance, es posible, pese a todas las calamidades, detectar algunos indicadores de progreso โ€“o, por lo menos, semillas de un progreso futuro. Si el 10 de septiembre de 2001 hubiรฉramos revisado la vasta regiรณn que se conoce como el Gran Oriente Medio, en busca de movimientos poderosos que lucharan contra los diversos totalitarismos del mundo musulmรกn, nos habrรญamos detenido en la Alianza del Norte en Afganistรกn, cuyas intenciones era imposible interpretar, y los pesh merga kurdos en el norte de Iraq, los designios de los cuales parecรญan meramente separatistas โ€“y ninguna de estas dos fuerzas tenรญa posibilidades reales de lograr gran cosa. Hoy en dรญa, las fuerzas en favor de un desenlace liberal indiscutiblemente forman parte del panorama. El 10 de septiembre de 2001, no habรญa ninguna fuerza รกrabe poderosa que luchara de manera abierta y con una expectativa razonable de รฉxito por un futuro democrรกtico liberal. Ahora, en cambio, un nรบmero bastante considerable de รกrabes estรก haciendo exactamente eso, en las filas del gobierno iraquรญ โ€“incluso tomando en cuenta que muchรญsimos liberales iraquรญes han sido asesinados por sus enemigos, y que la perspectiva para aquellos que continรบan la lucha parece desalentadora รบltimamente.

El 10 de septiembre de 2001, prรกcticamente nadie en el mundo hablaba de una revoluciรณn democrรกtica en el mundo รกrabe. Hoy, al menos la idea ha sido planteada, e incluso ha tenido algunos vacilantes รฉxitos โ€“grandes pasos hacia adelante a principios de 2005, tanto en el Lรญbano como en Iraq โ€“seguidos, es verdad, por algunos retrocesos descorazonadores. Lo peor que puede decirse, aun asรญ, es que de momento la suerte de la regiรณn sigue en juego, lo cual significa que la gente en el resto del mundo tendrรญa la posibilidad de influir en el resultado si tan sรณlo eligiera mostrar un poco de solidaridad. Y sin embargo โ€“esto tambiรฉn es desalentadorโ€“, la solidaridad del resto del mundo no ha aumentado mucho en los รบltimos tiempos. De hecho, ha disminuido: una realidad que no resulta muy favorecedora para nuestros tiempos.

 

Cara ocho: un conflicto de ideas

Mรกs allรก de cรณmo terminen los enfrentamientos militares en uno u otro paรญs, el conflicto entre el liberalismo y sus enemigos totalitarios siempre ha sido principalmente un conflicto de ideas: lo mismo que en las luchas antitotalitarias del pasado. Si multitudes de simpatizantes nazis en todos los paรญses de Europa no hubieran sido convencidos de abandonar su mitologรญa totalitaria y sus odios paranoicos en favor de ideas distintas y mejores, la victoria militar sobre el nazismo en 1945 nunca habrรญa traรญdo como resultado una nueva y exitosa sociedad liberal. Del mismo modo, el comunismo en Europa fue derrotado por un enfrentamiento de ideas, sin aspectos militares de ninguna clase.

En nuestros dรญas, mucha gente con ideas liberales en los paรญses occidentales no sabe cรณmo participar en una batalla de ideas en el Gran Oriente Medio. Parece que los sucesos toman lugar demasiado lejos. A veces, la gente de mentalidad liberal se dice que el totalitarismo รกrabe y musulmรกn no tiene nada que ver con las tradiciones intelectuales del mundo occidental, lo que no deja espacio para discutir. Pero nada de esto es cierto. Los baazistas e islamistas radicales pueden proclamarse productos puramente indรญgenas de una civilizaciรณn completamente extraรฑa a Occidente, pero resulta que los totalitaristas siempre han proclamado sus orรญgenes puros y exรณticos. Los nazis decรญan ser antiguos teutones exploradores de los bosques. Los estalinistas clamaban ser maestros de una dialรฉctica mรญstica, sรณlo comprensible para los geniales lรญderes del Partido Comunista. No habรญa razรณn alguna para aceptar estas afirmaciones.

El Medio Oriente no es Europa, pero tampoco es Marte. En ciertos aspectos, el Medio Oriente puede ser, de algรบn modo, como Europa. Todo el mundo รกrabe ha sido aplastado bajo dictaduras de una especie u otra, blandas o totalitarias, y las condiciones para un debate abierto existen principalmente en la diรกspora รกrabe en las grandes ciudades de Europa. El necesario debate debe tener lugar en los periรณdicos europeos editados en lenguas europeas y en รกrabe.

Es verdad que, para ponerse a discutir con las corrientes mรกs radicales del panarabismo y el islamismo, la gente de ideas liberales debe proceder con delicadeza. Los liberales deben denunciar las corrientes totalitarias del islamismo radical, mas no las nobles tradiciones del antiguo islam. Los liberales deben manifestar una aprecio sensible de otras culturas โ€“sin permitir que esa sensibilidad degenere en una aceptaciรณn de patologรญas polรญticas. Los liberales tienen que respetar las diferencias culturales, sin aceptar la nociรณn de que la libertad es meramente una invenciรณn occidental, condenada a seguir siendo รบnicamente una herencia occidental. Los liberales deben simpatizar con quejas legรญtimas; por ejemplo, los reclamos legรญtimos del pueblo palestino, y tambiรฉn de otros pueblos. Pero no deben permitir que el darle reconocimiento a esos reclamos degenere en la aceptaciรณn de fantasรญas apocalรญpticas y el culto a la muerte. Y, finalmente, los liberales deben mantener una mirada alerta ante los odios y prejuicios antimusulmanes que florecieron en el pasado occidental: las muestras de intolerancia que pudieron observarse en Europa tan recientemente como en los aรฑos noventa, cuando Slobodan Milosevic dirigiรณ su cruzada cristiana en los Balcanes.

La lucha contra el totalitarismo siempre ha requerido de este tipo de sutiles distinciones. Durante la lucha contra el comunismo, los liberales no tuvieron dificultades en apoyar los derechos de los trabajadores y condenar el rรฉgimen comunista al mismo tiempo โ€“aunque los comunistas decรญan ser los lรญderes mรกs autรฉnticos de los trabajadores. Los liberales seรฑalaron que, lejos de defender a la clase trabajadora, el comunismo representaba una nueva y terrible forma de explotaciรณn. De la misma manera, los liberales deberรญan apuntar hacia el hecho de que el baazismo, lejos de defender los derechos de los รกrabes, los sacrifica. Los islamistas radicales, en vez de defender el islam, lo corrompen y difaman.

ยฟCรณmo se da actualmente este tipo de debate, el del liberalismo contra el totalitarismo? Podemos contestar recordando el periodismo intelectual de los aรฑos setenta y ochenta. En aquellos tiempos, las publicaciones intelectuales mรกs prestigiosas en el mundo occidental cuidaban de apoyar a los disidentes liberales del bloque oriental โ€“incluso si esas mismas publicaciones con frecuencia condenaban las acciones del gobierno estadounidense. En nuestros dรญas, las principales publicaciones intelectuales de los paรญses occidentales siguen condenando las acciones del gobierno de Estados Unidos, con mucha frecuencia de manera acertada. Pero la defensa de los disidentes contra el totalitarismo ya no estรก de moda, salvo en contados casos.

Este tipo de error, de parte de los intelectuales liberales de los paรญses de Occidente, no es nada raro en la historia moderna. Sus resultados tampoco son difรญciles de observar. Millones de personas con buena educaciรณn marcharon por las calles de Europa y Estados Unidos a principios del 2003 con la esperanza de impedir que el presidente Bush y sus aliados siguieran adelante en su propรณsito de derrocar a Saddam Hussein. Pero nunca se ha organizado una marcha masiva en ningรบn paรญs occidental para denunciar los ataques terroristas contra los nuevos y tambaleantes gobiernos democrรกticos en Iraq y Afganistรกn. En los dos รบltimos aรฑos, hemos observado de lejos cรณmo un movimiento dirigido por Al Qaeda comete asesinatos masivos de chiitas, en ocasiones, mientras los chiitas oraban en mezquitas. Innumerables personas han muerto de este modo. Y no ha habido ni una marcha masiva en los paรญses occidentales en protesta contra รฉsto.

La gente consciente se pregunta cuรกles son los factores que ayudan a crear movimientos totalitarios. Uno de ellos es la traiciรณn de los intelectuales.

ร‰stos son los ocho aspectos que propongo. Al revisarlos, un amigo se queja de que le he dado muy poco peso a las estupideces, los errores garrafales, las falsedades y, algunas veces, los crรญmenes de la polรญtica estadounidense. Esto es lo que le respondo:

โ€œTienes razรณn. Describรญ una realidad octagonal. Los pentรกgonos no saben muy bien quรฉ hacer con los octรกgonos. Trabajemos para cambiar las cosas. Opongรกmonos a los diversos crรญmenes del gobierno estadounidense. Sobre todo, tratemos de compensar sus mรบltiples errores y deficiencias de la mejor manera que podamos. Serรญa maravilloso que Estados Unidos fuera guiado por mejores personas en este momento. Pero, dada la realidad existente, conduzcamos, dentro de los lรญmites de nuestra capacidad, nuestras propias campaรฑas antifascistas y antitotalitarias.โ€ ~

Traducido por Una Pรฉrez Ruiz

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