Ocho historias juarenses

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REGRESO A CIUDAD JUรREZ

–Te puedo ofrecer mis guardias de seguridad para cruzar. Son de toda confianza.

Con toda normalidad, una desconocida me acaba de brindar parte de su vida. No sรฉ cรณmo reaccionar: si agradecรฉrselo para despuรฉs declinar su invitaciรณn o tomar su gesto como un presagio de lo que serรก mi regreso a Ciudad Juรกrez.

–Es muy peligroso –razona–, y tรบ eres periodista, mujer, joven, extranjera. Hace poco mataron a un periodista. Matan a quince, veinte en un dรญa.

Me encuentro en el aeropuerto de El Paso, Tejas, y pretendo cruzar uno de los puentes que unen y separan a las dos ciudades fronterizas, como lo hice, por primera vez, hace once aรฑos. Ese puente, el de Santa Fe –que une y separa todos los matices de la vida–, me fascina. Incluso me gusta ese cerro entre el desierto, pelado y pintado de blanco, que revela un mensaje: “Lee la Biblia. Es la verdad.”

Mi plan para cruzar ya estรก en marcha. Me llevarรกn dos guardaespaldas que regresarรกn con sus familias despuรฉs de su jornada laboral. Son algunos de los que arriesgan la vida por Guadalupe de la Vega, esposa de uno de los empresarios mรกs ricos de Juรกrez.

El instinto me dice que puedo confiar en esta seรฑora de cabello rubio platino, con porte de actriz clรกsica al estilo de Ingrid Bergman o Lauren Bacall, que posee una hechizante elegancia que quizรก se ha acentuado a sus setenta aรฑos confesados.

Guadalupe de la Vega me abre las puertas de su casa en El Paso, su refugio en Estados Unidos, antes de que yo parta rumbo al lado mexicano. Los chiles rellenos que me ofrece, la relaciรณn de complicidad con su cocinera y los guardaespaldas me hacen sentir, desde ya, cerca de Juรกrez.

–Un dรญa nos amenazaron con cortar nuestras cabezas. Desde ese momento dormimos en El Paso. Mi esposo dice que vivimos exiliados al otro lado del puente.

Su hogar de toda una vida estรก en Ciudad Juรกrez, solitario y custodiado por guardias.

Como miles de juarenses que tienen posibilidades de hacerlo, los De la Vega se han comprado una casa en El Paso, la tercera ciudad mรกs segura de Estados Unidos, y que no ha experimentado la recesiรณn inmobiliaria gracias a la huida de sus vecinos. Otro mundo, a unos minutos de Juรกrez, la ciudad mรกs violenta de Mรฉxico. Con estas personas, emigran los restaurantes que pueden permitรญrselo, ya que en Mรฉxico estรกn desiertos, tanto de juarenses como de estadounidenses. Pocos se atreven a jugarse la vida por una carne asada.

Es la guerra contra el narcotrรกfico emprendida por el gobierno del presidente Felipe Calderรณn y el Ejรฉrcito, que ha azotado a todos los sectores de la sociedad juarense. Es la guerra entre dos cรกrteles por asumir el poder en la zona. Es la ausencia de autoridad en una ciudad militarizada donde la impunidad es el mejor caldo de cultivo para la delincuencia comรบn. Tres ingredientes, un coctel explosivo. Y siguen las mujeres muertas y desaparecidas, como desde hace diecisรฉis aรฑos. Con chivos expiatorios incluidos.

Mรกs de mil seiscientos muertos el pasado aรฑo y un 2009 que promete no defraudar a las funerarias. Este enero se registrรณ mรกs del triple de muertes que el aรฑo pasado, 153. En febrero la cifra se disparรณ a 240 muertos, y marzo finalizรณ con menos muertes, 73 (44 en la calle, veinte en un motรญn en la prisiรณn y nueve en narcofosas), y con la esperanza incierta de la llegada de mรกs de cinco mil militares (que se suman a los dos mil trescientos asignados desde el comienzo de la Operaciรณn Conjunto Chihuahua, en marzo del pasado aรฑo) y de dos mil trescientos agentes de la policรญa federal.

Cada maรฑana, Guadalupe de la Vega vuelve a la vida, a Ciudad Juรกrez, donde tambiรฉn le espera la muerte. Regresa al Hospital de la Familia que fundรณ. Sobrevive a la guerra con ingenio:

–En medio de una balacera, nos llegรณ un mensaje: si salvan a los heridos, los vamos a matar a ustedes y a ellos. Atendimos a los heridos y a la vez organizamos un concierto de flauta clรกsica. Cuando entraron, no supieron quรฉ hacer.

Son las nueve de la noche y llego con dos guardaespaldas a Ciudad Juรกrez. Nada mรกs cruzamos el puente fronterizo, estos avisan a sus compaรฑeros que han llegado para que les entreguen sus armas, que no pueden entrar a Estados Unidos.

Las calles estรกn vacรญas. Sรณlo pasean los camiones del Ejรฉrcito. No encuentro a Ciudad Juรกrez, mi querida Juรกrez. Sรณlo quedan sus hรฉroes cotidianos.

 

LOS PERIODISTAS

Manuel Gรณmez Martรญnez se siente cerca de Blanca Martรญnez de la Rocha, la esposa del รบltimo periodista asesinado en Ciudad Juรกrez, Armando Rodrรญguez. Tambiรฉn de su propia esposa (la periodista Linda Bejarano), de su madre y de su mejor amigo, liquidados hace veinte aรฑos a la puerta de su hogar por miembros de la policรญa federal y debido a una “confusiรณn”, segรบn la versiรณn oficial. Fueron 65 balas las que recibiรณ el vehรญculo donde se encontraban ese 23 de julio de 1988. Como Blanca, Manuel quedรณ viudo, con dos niรฑas, de seis y cuatro aรฑos de edad:

–Dejรฉ de trabajar durante cinco aรฑos para cuidar a mis hijas. Mi preocupaciรณn no eran mis muertos sino mis hijas.

Armando Rodrรญguez, de 39 aรฑos, muriรณ tambiรฉn acribillado a tiros en la puerta de su casa el 13 de noviembre del aรฑo pasado. Acababa de despedirse de Blanca, su esposa, y de sus pequeรฑos de seis y dos aรฑos, y subiรณ a su coche, con su hija de ocho aรฑos, para llevarla a la escuela antes de dirigirse a la redacciรณn de El Diario de Juรกrez, donde cubrรญa temas policiacos desde hace una dรฉcada. Fueron diez los impactos de bala que recibiรณ sentado en el automรณvil; alcanzรณ a cubrir con su cuerpo a la pequeรฑa.

–Tengo miedo porque no sรฉ a quรฉ me enfrento –dice Blanca, tambiรฉn periodista, sin que se le quiebre la voz.

Por las ondas radiofรณnicas de Ciudad Juรกrez viajan los gritos de denuncia de Manuel Gรณmez. Como su esposa asesinada, es periodista, desde hace 39 aรฑos. Su programa, Enlace Total, es el lรญder de audiencia en la ciudad. Quizรกs es el รบnico espacio libre de la autocensura periodรญstica que se ha impuesto en Ciudad Juรกrez, ahora mรกs que nunca, para sobrevivir.

–Cuando cometen una injusticia, yo les llamo asesinos.

Y nadie se atreve a decirme nada, porque todos lo saben. Yo no tengo miedo a que me hagan daรฑo.

 

–¿Porque ya pagaste tu cuota de muertes?

–No, ellos nunca se cansan de cobrar.

En Mรฉxico han sido asesinados veinticinco periodistas desde 2000. En los รบltimos tres aรฑos han desaparecido siete, segรบn el Comitรฉ de Protecciรณn de Periodistas, con sede en Nueva York.

En Ciudad Juรกrez el “chayote” es un instrumento cotidiano de control de la informaciรณn. A cambio de una cantidad de dinero, tu silencio o disciplina. Es un secreto a voces, pero revelarlo te puede costar la muerte.

Es el dinero del narco, que controla todos los niveles del poder. Las รณrdenes se reciben incluso por medio de tus propios editores. Son, aparentemente, pequeรฑas advertencias: no cubrir un accidente, obviar un suceso. La รฉtica periodรญstica desaparece, y todo se convierte en una jungla de la sobrevivencia. Y mรกs en esta guerra contra y entre narcos, donde el cรกrtel visitante, el de Sinaloa, parece tener la lista de los periodistas que reciben dinero del cรกrtel local. Ahora, tanto si sigues las directrices como si no, corres peligro de muerte. O por ser corrupto. O por ser un periodista รญntegro. O porque trabajas en un medio manchado por el dinero del Cรกrtel de Juรกrez.

Ciudad Juรกrez se desmorona. A sus 66 aรฑos, Manuel Gรณmez dice que este es el peor periodo de la historia de la ciudad:

–Yo creo que va a llegar el momento en que el gobierno federal va a tener que pactar con los cรกrteles de la droga. Pero aquรญ la pregunta es quรฉ necesita Estados Unidos del gobierno mexicano. Porque esto se tiene que acabar.

Cuando enterraron a Armando Rodrรญguez, Manuel tuvo un recuerdo:

–El dรญa del funeral de mi familia hubo diez mil personas en la catedral. Durante mรกs de seis meses la gente se manifestรณ en las calles pidiendo justicia. Y si hace veinte aรฑos, cuando no habรญa miedo, hubo tanto movimiento y no se hizo justicia, ¿quรฉ pasarรก ahora?

A unos meses de su asesinato, el caso de Rodrรญguez sigue como el primer dรญa. El subdelegado de la Procuradurรญa General de la Repรบblica en el estado de Chihuahua Martรญn Huerta Yedra, que tenรญa a su cargo la investigaciรณn, fue asesinado, con su secretaria, tres semanas despuรฉs del asesinato del periodista.

Mirando al horizonte, Blanca, la viuda de Armando Rodrรญguez, confiesa:

–Me quiero ir de Ciudad Juรกrez, pero no quiero irme. ¿Por quรฉ me tengo que ir si es mi ciudad, donde conocรญ a mi esposo, donde construรญ una familia, donde he vivido feliz entre su gente? Pobre Juรกrez.

 

EL INVESTIGADOR

“Los cuerpos de las muertas aparecieron en un arroyo seco. En la superficie. Sin enterrar. El primer cuerpo podรญa llevar allรญ un poco mรกs de 48 horas. Los otros dos cadรกveres presentaban la piel acartonada: el cuerpo en Ciudad Juรกrez se deshidrata muy pronto.

”Hicimos un rastreo exhaustivo de la zona y encontramos, en otro canal, a unos doscientos metros del primero, otros cinco cuerpos, en hilera. Estaban enterrados. Si no hubiรฉramos encontrado los tres primeros un dรญa antes, jamรกs hubiรฉramos dado con los otros. Ya eran esqueletos: el forense calculรณ que las vรญctimas tenรญan entre uno y doce meses.

”Entonces ocurriรณ una confusiรณn. Un grupo de madres rastreรณ la zona y descubriรณ ropa y una credencial que no estaban cuando nosotros dimos con los cuerpos y tomamos las fotos. Dos dรญas despuรฉs de este hallazgo, la Procuradurรญa declarรณ quiรฉnes eran las vรญctimas. En dos casos se acertรณ, en otros seis no.

”Aรบn no estรก totalmente claro quiรฉnes son las vรญctimas. El 23 de septiembre de 2002, un aรฑo despuรฉs del descubrimiento de los cuerpos, se localizรณ otro cuerpo en el Eje Vial Juan Gabriel, enfrente de la maquila RKA, que resultรณ ser el cadรกver de Verรณnica Martรญnez, una de las jovencitas que se habรญa anunciado como encontrada un aรฑo antes. Este hecho fue ocultado por la Procuradurรญa Estatal durante mรกs de dos aรฑos para evitar que se conocieran las irregularidades en la integraciรณn del caso y se exonerara a los declarados culpables.

”Encontraron muy pronto a los ‘culpables’. En sรณlo dos dรญas. Yo apenas estaba buscando material genรฉtico y ellos ya ‘sabรญan’ quiรฉnes eran los culpables. Como era mucha la presiรณn social, buscaron una soluciรณn polรญtica. Les quemaron los testรญculos, torturaron, a los culpados. Eligieron como chivos expiatorios a los choferes Vรญctor Garcรญa Uribe, ‘El Cerillo’ [declarado inocente tras tres aรฑos y medio en prisiรณn, debido a la gran presiรณn internacional] y Gustavo Gonzรกlez Meza, ‘La Foca’ [que muriรณ al aรฑo de ser encarcelado tras una cirugรญa urgente, segรบn la versiรณn oficial, y pocos meses despuรฉs de que su abogado fuera acribillado a tiros por policรญas judiciales].

”Si este caso del campo algodonero se hubiera investigado, sabrรญamos quiรฉn mata a las mujeres. Porque las siguen matando.

”Protegรญ el expediente. Yo estaba haciendo mi chamba, ni mรกs ni menos. Mi responsabilidad era que no agregaran cosas, que no inventaran evidencias. Una vez, por ejemplo, llegรณ un agente del Ministerio Pรบblico con una bolsa de papel cafรฉ. Querรญa que la integrara al expediente. ‘Pero ¿de dรณnde la sacรณ?’, le dije. ‘Son รณrdenes’, me dijo. ‘Pues bien, si las incluyo voy a aclarar que lo hice bajo presiรณn’, contestรฉ. Y se fue con su bolsa: era marihuana mezclada con restos de la alfombra del vehรญculo de uno de los inculpados. Querรญan relacionar el automรณvil con la escena del crimen.

”Un dรญa un funcionario de alto nivel de la Procuradurรญa, una persona a la que consideraba mi amiga, me dice: ‘Cuรญdate, van detrรกs de ti.’ Y a los dos dรญas me llama uno de mis enemigos, y me dice lo mismo.

”¿Miedo? Estรกs tan indignado que el miedo pasa a segundo plano.

Y por eso renunciรฉ a un trabajo que me gustaba mucho. Renunciรฉ como protesta.

 

”Estamos en 2009 y el caso se estรก cayendo a pedazos, pero lo estรกn arreglando con Kola Loka. Tienen dos nuevos chivos expiatorios, ร‰dgar รlvarez Cruz y Josรฉ Francisco Granados de la Paz.

”¿Por quรฉ matan a las mujeres? Porque pueden. Por placer sรกdico. Si revisas casos de homicidas seriales, te das cuenta de que hay una fantasรญa recurrente en esta personalidad: encerrar y amarrar mujeres en una bodega y torturarlas. Si tienes estas fantasรญas y poder y dinero en Ciudad Juรกrez, ¿quiรฉn te impide llevarlas a cabo? Ni modo que la policรญa.

”Y siguen desapareciendo y esto no tiene por quรฉ sorprendernos si nunca se quiso investigar. Obviamente estamos hablando de un grupo organizado. No estamos hablando de un individuo solitario y loco como en las pelรญculas. Un grupo que tiene recursos, una jerarquรญa. No son crรญmenes pasionales.

”Se manejaron otras teorรญas, como la de los videos snuff (donde se tortura, se viola y se mata de manera real), porque en esa รฉpoca pegaron pelรญculas con esa temรกtica, pero no. No dudo que las personas que cometen estos crรญmenes tengan videos para su consumo propio, pero no para comercializar. Tampoco es venta de รณrganos. Porque no existen las condiciones, los quรญmicos, la gente especializada. Ni tampoco creo en la teorรญa de las sectas satรกnicas: no se ha encontrado parafernalia para confirmar eso.

”Tengo la esperanza de que algรบn dรญa dejen de matar mujeres.”

Es la voz de ร“scar Mรกynez, quien fuera jefe de periciales y medicina legal en Chihuahua por aรฑo y medio, hasta el 2 de enero de 2002. Tiene 43 aรฑos. Es nativo de Ciudad Juรกrez.

 

EL HISTORIADOR

Manejando por una de las calles de la ciudad, el historiador Pedro Siller detiene su coche para contarme con pelos y seรฑales un asesinato que vio ahรญ, en el estacionamiento del concurrido centro comercial Rรญo Grande:

–Cada vez que paso por aquรญ, busco a la mujer de negro que ese mediodรญa estaba arrodillada junto al hombre asesinado. Desde entonces, hace casi un aรฑo, las cosas han empeorado. Se ha acentuado la banalidad del mal, esa naturalidad con que vemos hoy la violencia cotidiana. Hay que pasar por los lugares y recordar. La desmemoria es nuestro peor enemigo.

Una carretera sin pavimentar (como el cincuenta por ciento de ellas en la ciudad), rodeada de casitas construidas con los desechos de las fรกbricas maquiladoras, nos lleva a uno de los lugares mรญticos de la Revoluciรณn mexicana. Aquรญ estuvo la Casa de Adobe, utilizada como comandancia general por el ejรฉrcito libertador. Ahora sรณlo quedan ruinas, basura y un busto de Francisco I. Madero que se asoma entre las ramas caรญdas de un รกrbol.

Estamos en el triรกngulo de la franja fronteriza de Ciudad Juรกrez, donde colindan Chihuahua, Nuevo Mรฉxico y Tejas. El paisaje del desierto es ferozmente bello: sus montaรฑas peladas acarician el azul intenso del cielo. A unos metros, el rรญo Bravo –en Mรฉxico–, el rรญo Grande –en Estados Unidos–, se encarga de establecer la divisiรณn entre Chihuahua y Tejas.

Pedro Siller me cuenta la historia con tanta emociรณn que sospecho que de pronto aparecerรก galopando Pancho Villa:

–Debemos recordar y celebrar que hubo personas que tuvieron la valentรญa de soรฑar y pelear para cambiar las cosas. Ojalรก hoy tuviรฉramos esa valentรญa. La violencia es parte de la historia de Ciudad Juรกrez, pero nunca fue tan fuerte como ahora. A principios del siglo pasado, tan violenta era Ciudad Juรกrez como El Paso. En ambos lugares dominaba una especie de “ley del Oeste”, pero ahora la violencia sรณlo ocurre del lado mexicano.

Atardece en esta ciudad donde a la gente se le arrebata su dignidad bajo la excusa de la guerra contra el narcotrรกfico, se le secuestra o se le tirotea bajo el imperio de la impunidad, la indiferencia de las autoridades y la presencia omnipotente del Ejรฉrcito. Los rojos dan paso a los ocres para convertirse en los naranjas que juegan con la noche. Es hora de rendirse ante un coctel margarita en el mรญtico bar Kentucky, en el centro de la ciudad.

Poco queda de aquella Juรกrez de la Segunda Guerra Mundial a la que estrellas como Frank Sinatra, Elizabeth Taylor, John Wayne o Richard Burton venรญan a divertirse o divorciarse. Donde reinaba un ambiente de fiesta, con mรบsica en vivo y casinos abiertos de dรญa y de noche. En el Kentucky, testigo de todo aquello, no hay nadie en una tarde de sรกbado: ni mexicanos y menos gringos, a pesar de los atractivos precios.

Hago una รบltima pregunta a Pedro Siller:

–¿Cรณmo vive un historiador como usted la realidad cotidiana de Ciudad Juรกrez?

–Sin duda, la ves con ojos distintos. Las calles, los edificios, la Casa de Adobe, el edificio de la ex Aduana, el destino trรกgico de la ciudad… Todo esto es un reto para el historiador, ya que no sรณlo debe saberlo sino comunicarlo, hacerse entender. Esto es muy difรญcil cuando todos los demรกs sรณlo intentan sobrevivir, un dรญa mรกs, y luego volver a intentarlo el dรญa siguiente.

 

LOS ABOGADOS

El abogado Sergio Almaraz Ortiz, de treinta aรฑos, estรก sentado en la misma silla en que lo estaba su padre cuando lo entrevistรฉ por รบltima vez, antes de que lo mataran el 25 de enero de 2006. La primera ocasiรณn en que lleguรฉ a este despacho fue tras el asesinato de su compaรฑero de lucha, Mario Escobedo Anaya, con el que defendiรณ a los dos chivos expiatorios acusados del asesinato de las ocho mujeres encontradas en el campo algodonero.

En aquella ocasiรณn Sergio Dante Almaraz Mora, el padre, me comentรณ: “Cuando la policรญa matรณ a Mario, no salรญ de la casa en tres dรญas. Me llamaron y me dijeron que el prรณximo era yo. Estoy consciente de que no puedo escaparme de ellos. No voy a llevar un arma y cuando quieran matarme, lo harรกn” (“Las muertas de la frontera”, El Paรญs, Espaรฑa, 13 julio de 2003).

Sergio Dante era el Quijote de Juรกrez. Lo suficientemente loco y soรฑador como para seguir defendiendo a su acusado, el conductor Vรญctor Garcรญa Uribe, “El Cerillo”.

Ademรกs, gratis.

 

Quise regresar a este lugar.

–Se parece a su padre. Al verlo parece que lo estoy viendo a รฉl, pero sin sus bigotes elegantes, discรบlpeme.

–Yo quisiera parecerme no sรณlo en su fรญsico sino en su sencillez, en su don de gente. La muerte de mi padre significa para mรญ muchas cosas: un acto de heroรญsmo, y mucha frustraciรณn tambiรฉn. Uno se pregunta “por quรฉ mi papรก no dejรณ de decir esto, de hacer aquello”, porque asรญ estarรญa aquรญ conmigo.
Pero pedirle que hubiera dejado de hacer algo habrรญa sido como pedirle que renunciara a su propia existencia, cuyas enseรฑanzas hoy me permiten ser el profesionista que soy. Ayudamos a nuestra comunidad, a gente necesitada. Somos gestores de mucha gente humilde, pero vivimos de esto tambiรฉn. Es nuestra profesiรณn, las armas que รฉl nos dejรณ para subsistir.

–Trabaja en su misma mesa, al lado del decรกlogo del abogado que tanto me repitiรณ su padre cuando le preguntรฉ si valรญa la pena arriesgar la vida por defender a alguien.

–Extraรฑรฉ mucho este lugar en Estados Unidos. Este lugar es especial, siento la presencia de mi papรก. Quince dรญas despuรฉs de que mataron a mi papรก llegaron las amenazas de muerte, que dejรกramos de investigar. Nos tuvimos que ir. Fue muy duro sentirse perseguido. Yo estoy orgulloso de ser mexicano. Mis dos hijas son mexicanas. Yo decidรญ, viviendo en la frontera, que ellas nacieran mexicanas.

–¿Quรฉ hizo en Estados Unidos? ¿Cรณmo sobrevivรญan?

–Hicimos paletas y nieves. No me importaba trabajar en el mรกs humilde de los trabajos, pero me sentรญa infeliz lejos de Ciudad Juรกrez. Siento un amor enfermizo por esta ciudad. A los seis meses regresamos. El asesinato de mi papรก nos hizo redefinir nuestras estrategias. Adquirimos el compromiso de familia, porque somos una familia de abogados, de no atender casos criminales. Y eso se debe a que no tenemos en nuestro sistema municipal ni estatal ni federal la garantรญa de que se respetarรก el ejercicio de la profesiรณn.

–Nunca se supo quiรฉn matรณ a su padre.

–Ni se sabrรก. Le puedo decir que hoy los funcionarios asignados por la Procuradurรญa a la investigaciรณn del caso de mi papรก estรกn muertos, fueron blanco de ataques. Ademรกs, la procuradora nunca informรณ de los detalles de la investigaciรณn. El estado tiene la obligaciรณn de dar a los ciudadanos la certeza de que quien atente contra la vida tendrรก que responder ante la justicia, pero en una ciudad donde hay decenas de muertos cada dรญa… A pesar de la descomposiciรณn, de ese temor, nuestra vida tiene que seguir. Seguimos saliendo a llevar a nuestros hijos a la escuela, a trabajar, no a divertirnos. Nos divertimos en casa, no en restaurantes. El estado, por lo pronto, se limita a decir que los ciudadanos de bien no debemos preocuparnos, que la lucha es entre el crimen organizado.

El 6 de enero de este aรฑo la historia se repitiรณ. Los abogados Mario Escobedo Salazar, de 59 aรฑos, y su hijo, Edgar Escobedo Anaya, de 33, fueron asesinados en su despacho. Su otro hijo, Mario Escobedo Anaya, socio de Sergio Dante Almaraz, ya habรญa sido asesinado por agentes de la desaparecida Policรญa Judicial del Estado, finalmente exonerados. La familia Escobedo huyรณ a Estados Unidos. Quedan sรณlo dos hijos vivos, uno de ellos abogado.

Por otro lado, quien ahora representa a uno de los dos nuevos acusados por los crรญmenes del campo algodonero, el abogado Abraham Hinojos Rubio, de 35 aรฑos, aumentรณ su protecciรณn tras los nuevos asesinatos de sus ex compaรฑeros de despacho y de caso. El licenciado representa a ร‰dgar รlvarez Cruz, que a pesar de haber sido exonerado sigue en la cรกrcel.

Hinojos trabajรณ con los Escobedo durante tres aรฑos. Casi de inmediato se enfrentรณ al primer asesinato en el despacho, por el mismo caso que ahora representa, pero defendiendo a otro inocente al que buscan convertir en culpable. Esta vez encontraron al chivo expiatorio en Denver, Colorado; se trata de un inmigrante indocumentado en Estados Unidos. La detenciรณn de รlvarez Cruz fue calificada como “un importante avance en la investigaciรณn de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juรกrez” por el ex embajador de Estados Unidos en Mรฉxico, el tejano Tony Garza, que mantiene una excelente relaciรณn con la procuradora de Chihuahua.

–¿Quรฉ ha aprendido en todo este proceso? –pregunto a Hinojos.

–Que el enemigo estรก en casa. Es el propio gobierno. Son personas que delinquen en corbata, que incluso se atreven a encarcelar los sueรฑos de personas que estรกn a miles de kilรณmetros, antes de hacer una investigaciรณn cientรญfica y profunda, siguiendo la ley.

 

EL ALCALDE

Recuerdo mi encuentro con el alcalde de Ciudad Juรกrez, Josรฉ Reyes Ferriz (PRI), a finales de noviembre de 2008. Me recibiรณ en su amplio despacho, con una รบnica ventana que mira a El Paso, la ciudad donde vive con su familia, aunque tanto รฉl como su jefe de prensa lo niegan rotundamente.

–Ciudad Juรกrez es una ciudad con muchos problemas. ¿Quรฉ estรก haciendo usted para solucionarlos?

–Pues mucho… Nosotros hemos… Por un lado… hemos estado atendiendo algo que se descuidรณ por muchos aรฑos, el รกrea social. Desarrollamos un programa de guarderรญas. Hemos abierto veinte guarderรญas, y el objetivo es abrir cien.

–Y en seguridad, ¿quรฉ estรก haciendo?

–Identificamos el mayor problema de la policรญa de Ciudad Juรกrez: era muy pequeรฑa, tenรญa mil seiscientos policรญas cuando debรญa de tener cuatro mil. Comenzamos un proceso de reclutamiento de militares para la policรญa. Hicimos un proceso de depuraciรณn porque habรญa infiltraciรณn muy fuerte de la delincuencia organizada dentro de la policรญa municipal, que nos llevรณ a sacar a trescientos elementos y otros ciento cincuenta la dejaron cuando comenzamos a hacer los exรกmenes.

–¿La soluciรณn para Ciudad Juรกrez?

–Mucho trabajo [rรญe]. Hay muchos problemas y hay que ir avanzando en los problemas, no se puede hacer en un dรญa.

Ferriz apuesta a convertirse en el nuevo gobernador del estado de Chihuahua.

No siempre los planes para Ciudad Juรกrez, los buenos y los malos, se manejan desde la alcaldรญa.

El proyecto mรกs ambicioso es el Plan Estratรฉgico de Juรกrez, creado en 2004 por un grupo de ciudadanos, desde empresarios hasta organizaciones sociales. Estรก basado en el realizado en Bilbao, Espaรฑa, para recuperar una ciudad que habรญa caรญdo en su etapa mรกs oscura. Las reuniones del grupo parecen las de un concejo dirigido por un alcalde. Traen a expertos de todo el mundo para discutir las mejores estrategias en todos los รกmbitos que afectan a una ciudad que supera el millรณn y medio de habitantes.

 

–La inseguridad es consecuencia de lo que no hacemos –me dice Miguel A. Fernรกndez, el empresario retirado que dirige el Plan Estratรฉgico–. Los gobernantes sรณlo actรบan por votos. Hay un alto grado de indiferencia. A mรญ me da coraje la injusticia, la pobreza, el cinismo de los polรญticos.

 

LA DRAMATURGA

Perla de la Rosa naciรณ dos veces, siempre en Ciudad Juรกrez. La primera fue hace 45 aรฑos, en una ciudad alegre y tranquila, fronteriza con Estados Unidos. El aroma de las lilas se escapaba de los patios de las casas de adobe y los niรฑos jugaban en las calles. Las tardes de su adolescencia eran de teatro y tertulias literarias. El teatro la llevรณ hasta la ciudad de Mรฉxico, donde trabajรณ como actriz durante diecisiete aรฑos.

La segunda vez fue en 2001. Estaba embarazada de su primer hijo y la muerte de su mamรก la hizo regresar a Juรกrez. Se encontrรณ una ciudad desbordada. Descubriรณ los feminicidios, la impunidad. De ahรญ surgiรณ su primera obra como directora de teatro, Antรญgona, las voces que incendian el desierto, que recorriรณ Europa. La realidad la atrapรณ y nunca mรกs quiso dejar su ciudad, menos su paรญs, a pesar de tener la opciรณn de hacerlo: es residente estadounidense.

–Es un amor con mucho dolor el que siento por Ciudad Juรกrez.

Cuando Perla volviรณ a su hogar y no lo encontrรณ, creรณ, junto con otros artistas de la ciudad, el Movimiento Pacto por la Cultura. Despuรฉs surgiรณ la asociaciรณn civil Telรณn de Arena, que desde 2002 ofrece producciones teatrales para construir espacios imaginarios, no violentos, para todo tipo de pรบblico, incluso para los mรกs marginados por la sociedad, a los que traen en autobuses para formar parte de este diรกlogo.

–Tenemos la responsabilidad de hablar del terror que padecemos, de cรณmo estamos perdiendo la ciudad; si no esto va a suceder en todo el paรญs.

Si existieran dos palabras para definir a la Ciudad Juรกrez alejada del horror serรญan, tal vez, oasis cultural. El Paso, por ejemplo, no tiene ni los festivales ni los teatros ni los intelectuales ni la explosiรณn de vida, con sus luces y sus sombras, de Ciudad Juรกrez. No puede competir con los cinco espacios teatrales (dos de ellos en el reciรฉn inaugurado Centro Cultural Paso del Norte), los tres museos y los cinco centros de formaciรณn artรญstica que encienden a la ciudad mexicana. Hay que viajar hasta Tijuana para encontrarse con una ciudad fronteriza con actividad cultural tan vibrante.

–Estoy en una guerra y no deseo por nada del mundo hacer otra cosa ni estar en otro lugar –me dice Perla de la Rosa, con sus dos pequeรฑos.

 

LA VOZ

Hay dรญas en los que la quimio intenta apagar su voz. Se recuesta en la cama. Cuando piensa que su jornada termina, el telรฉfono suena:

–Estรฉ tranquila, seรฑora. Ahora voy.

El cรกncer es una enfermedad cabrona. Tambiรฉn lo es la realidad cotidiana en Ciudad Juรกrez: con sus muertos en nombre de la guerra contra el narco, sus viudos y sus niรฑos, los retenes constantes, las desaparecidas.

–Estamos como hace diecisรฉis aรฑos. Peor.

Hay voces que anuncian el horror, y la esperanza. A la de Esther Chรกvez Cano se le intentรณ desprestigiar, en su propia tierra, con campaรฑas mediรกticas. Asรญ actuรณ el ex gobernador Patricio Martรญnez para acallarla desde el mayor periรณdico del estado, El Diario de Juรกrez, del que Martรญnez es accionista principal. Pero no pudieron silenciarla. Tampoco detuvieron sus logros: en 1993 comenzรณ a elaborar una lista con los nombres de las muertas y desaparecidas de Juรกrez, que dio la vuelta al mundo. Despuรฉs pasรณ a la acciรณn: creรณ Casa Amiga, un centro no lucrativo que atiende integralmente, y gratis, a las vรญctimas de la violencia. Veinticuatro horas al dรญa.

Esther, de 75 aรฑos, me dice:

–Vivimos cerca de Estados Unidos, que requiere del narco y nos controla. En Juรกrez los policรญas y las autoridades siempre han manejado la droga. Les dejaban la venta de la droga a unos o a otros, y asรญ iban pasando los aรฑos, sin proyectos para detener la violencia hacia las mujeres, sin parar la venta de droga.

Nunca imaginรณ ver la ciudad militarizada:

–Yo tengo miedo, pero no por mรญ, yo ya soy vieja y voy de salida, sino por la juventud. Me pongo a pensar en cuรกntos niรฑos han quedado sin padre. ¿Quรฉ serรก de ellos si no se hace nada? Dentro de unos aรฑos serรกn los asesinos brutales que cortan cabezas o cuelgan cadรกveres en las avenidas. ¿Quiรฉn se va a hacer cargo de ellos?

Hay voces que no se escuchan. Porque parece que lo conveniente es vivir dentro de un teatro del absurdo. Hasta que la realidad golpea. Con sus muertos. Y las noticias en la portada de los periรณdicos internacionales duelen mรกs a las autoridades que los propios muertos.

–¿La soluciรณn? Que se vayan los militares, que asuma la autoridad civil su obligaciรณn o renuncie, porque fueron votados y muchos ciudadanos les entregaron no sรณlo su poder sino su confianza. Juรกrez es una ciudad fallida.

A Esther Chรกvez Cano, que recibiรณ en diciembre del aรฑo pasado el Premio Nacional de Derechos Humanos de manos del presidente Calderรณn, no la calla ni el cรกncer. Es dura de matar, lo dice mientras rรญe. Hoy su voz es un susurro: le dieron la quimio. ~

Editor invitado de fotografรญa: Ulises Castellanos

 

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