Papeles dispersos

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En 1979, el Fondo de Cultura Económica publicó las Obras de Gilberto Owen con el material que hasta ese momento se conocía. En esa edición se encuentra la parte sustancial de su escritura: libros publicados en vida, textos dispersos, cartas. Las dirigidas a Clementina Otero se harían públicas en 1982, el año de homenaje nacional a los Contemporáneos. Posteriormente han aparecido diversos textos que si en principio no modifican ni adicionan la obra fundamental, arrojan luz sobre una vida que supo trasmutarse y ocultarse en la escritura, como apuesta a la larga duración. Poemas de juventud descubiertos por Luis Alberto Navarro, ensayos publicados en El Tiempo de Bogotá y las aproximaciones críticas más recientes sobre Owen serán incorporadas a la edición de sus obras en la Colección Archivos.
     Si cada documento perdido es importante para reconstruir la vida de un autor, lo es mayormente cuando el asediado hizo de cada una de sus páginas una obra de arte o una pista para descifrar lo que deseaba legar a sus “numerables lectores”. Los tres momentos en que Owen escribió los papeles que hoy se presentan al lector corresponden a momentos miliares de su biografía: sus inicios literarios en Toluca, su fugaz empresa editorial colombiana y un poema inédito que Carlos Pellicer López rescató entre los papeles de su tío, y que entregó con su generosidad habitual.
     

I

Las cartas aquí reproducidas pertenecen al Fondo Rafael Heliodoro Valle de la Biblioteca Nacional y fueron localizadas por Liborio Villagómez, jefe del Fondo Reservado. Aunque nacido en Honduras, en 1891, Valle fue un mexicano por convicción, y se mantuvo cerca de los futuros Contemporáneos desde las páginas de La Falange, donde Valle publicó varios trabajos y Owen aparece con su “Canción del alfarero”. Los ensayos que sobre nuestro país reunió en el libro México imponderable (1936) convierten a Rafael Heliodoro Valle en uno de los mejores prosistas de su tiempo. Una nueva edición aparecerá, en la Colección Mirada Viajera, con prólogo de María de los Ángeles Chapa Bezanilla. El “Nocturno alucinado” de Owen es uno más de sus papeles aún perdidos.
     El Fondo Mario Colín de la Biblioteca Nacional incluye ejemplares de las publicaciones periódicas mexiquenses donde Owen tuvo participación. Desde 1920, aparece como secretario de redacción del semanario Manchas de tinta. El 3 de junio de 1922 publica un editorial titulado “Nosotros”, en el número inicial —y único— de Raza nueva. Esfuerzo. Quincenal ilustrado. Información, cultura y arte, publicó dos números, correspondientes al 17 de septiembre y al 8 de octubre de 1922. En los créditos se da como dirección Pino Suárez 54, en Toluca. Director: Owen (sin el primer nombre). Secretario de redacción: Jorge Ferrat. Esfuerzo, como el subtítulo indica, no es una publicación estrictamente literaria. Participa de la crónica de sociales, funciona como escaparate de productos y espectáculos, así como de las bellezas femeninas más notables. Incluye poemas. La tercera carta —ya fechada en la ciudad de México— revela a un Owen, no obstante su juventud, en la plenitud de su sentido del humor y su lectura y escritura entre líneas. En Owen nada es lo que parece. Es importante anotar, por otra parte, que Owen solicita a Valle que le escriba a la biblioteca del Instituto Científico y Literario, donde aquél se desempeñaba como bibliotecario, como antes lo hiciera Ignacio Manuel Altamirano.
     Enrique Carniado, de quien Valle solicitó informes biográficos a Owen, fue uno de sus amigos más cercanos en Toluca. Gracias a Francisco Javier Beltrán, investigador mexiquense, autor de Poesía, tiempo y sacralidad. La poesía de Gilberto Owen, sabemos que Enrique Carniado (1895-1857), oriundo de Toluca, fue poeta y llegó a ser director del Instituto Científico y Literario de Toluca, donde estudió Owen. En 1922, año de la primera carta de Owen, inició su carrera como funcionario público. Esfuerzo publica el poema “A mi primera novia”. Apunta Inocente Peñaloza García en su libro ¿Quiénes fueron los institutenses?: “… la obra poética de Carniado está formada por varios libros de versos, ensayos, obras de teatro y una novela. Sus títulos más conocidos son Alma párvula (1935), Romance de la Pasionaria (1943), Epístola a Fuensanta (1957) y Salamandra (1957). Nueve años mayor que Owen, en sus preferencias literarias aparecen afinidades con los poemas del sinaloense. Sin embargo, Owen habrá de separarse literariamente de sus compañeros y correr solo, para ofrecer la versión vanguardista de su juventud en la narración La llama fría (1925) y en algunos destellos de su poesía posterior.

II

Las investigadoras Patricia Londoño y Katherine Ríos localizaron en la Biblioteca Luis Ángel Arango, del Banco de la República de Colombia, un ejemplar del cuaderno Amistad, fechado en octubre de 1941, que incluye tres poemas extensos bajo el título “Tres versiones superfluas”. Aunque son obra suya, Owen no aparece como autor sino como transcriptor y editor de los poemas. El Espectador de Bogotá se referirá después al proyecto como una revista, pero en realidad se trata de una plaquette de 48 páginas, con papel satinado y de mucho cuerpo, en pliegos intonsos y edición limitada. Acaso nuestro poeta deseaba continuar la aventura de las Ediciones de Ulises, patrocinada por Antonieta Rivas Mercado, y donde Owen había publicado en 1928 Novela como nube. El ejemplar número 64 de Amistad, conservado en la Biblioteca Luis Ángel Arango, está autografiado por el autor para Enrique Uribe White, quien fundara la revista Pan en 1935. Aclara Owen en la publicación: “De estos cuadernos trimestrales solamente se tiran 76 ejemplares, fuera de mercado, numerados del 1 al 76 y ofrecidos por el presunto autor a sus amigos.” Con absoluto desprendimiento, y fiel al título de los cuadernos, el poeta-editor escribe en un muy personal y cálido colofón: “Si desea usted seguir recibiendo estos cuadernos, envíe su dirección a G.O. Editorial Bolívar, Calle 40, número 6-13, Bogotá, Colombia, S.A.”
     El 12 de enero de 1942, poco antes de que Owen viajara a México luego de una ausencia de trece años, El Espectador da la noticia de que trabaja un “Cuaderno de Bitácora de Sindbad el Varado”, “que será publicado el mes entrante, como segunda entrega de su revista Amistad“. No existe noticia de su aparición. El 26 de abril en el restaurante Embajador de Bogotá tiene lugar una cena para despedir al poeta, a la cual asisten los más importantes intelectuales colombianos: Jorge Zalamea, José Umaña Bernal, Otto de Greiff, Ignacio Isaza Martínez, Guillermo Espinosa, Arturo Ángel Echeverri, Ignacio Gómez Jaramillo, Alejandro Vallejo, Hernando Villa, Edgardo Salazar Santocoloma, Juan Friede y Eduardo Zalamea Borda.
     No hay diferencias entre los versos de esta edición y los que fueron incorporados en 1948 a la primera de Perseo vencido como parte final de “Sindbad el varado”, donde sólo aparece la adición de que estas “Tres versiones superfluas” son “para el día veintinueve de los años bisiestos”. Con semejante recurso estilístico, Owen lograba cerrar de mejor manera su poema mayor y convertir a febrero en su mes mítico. Lo que sí es una novedad para su bibliografía es el texto inicial de Amistad. El lector oweniano está familiarizado con un texto titulado “Monólogos de Axel”, aparecido en Letras de México de 1940, con motivo del centenario de Villiers de l’Isle Adam. Igualmente, en esa misma revista había publicado, el 15 de enero de 1940, el “Discurso del paralítico”. Como en el caso de Ulises, Simbad, la relectura del Axel del escritor francés llevó a Owen a encontrar otro tema personal y generacional: “A la invitación al viaje de Sara, esa larguísima tirada de cuatro páginas de Baedeker, Axel responde poco más o menos que es mejor hablar de los viajes que viajar, el deseo del viaje mejor que las decepciones del viaje. Le dice que los viajes destruyen.” El impulso del autor de Cuentos crueles continúa en este texto, tan lleno de enigmas como de luces. Guía de lectura para tres de sus poemas más herméticos, el poeta propone el combate al lugar común, la imposibilidad de explicar una anécdota. A partir de la célebre frase de Paul Valéry, que se rebelaba a escribir una novela donde el qué fuera superior al cómo, Owen vuelve a poner sobre la mesa el enigma de la relectura: la biografía transformada en poesía pura, la oscuridad como una apuesta a favor de la iluminación. “Voy a embriagar de elogios a mis clásicos… después voy a respirar deliciosamente libre”, escribió el poeta en una carta a Alfonso Reyes. Las “Tres versiones superfluas” y el texto que las acompaña son la demostración de semejante credo.

III

Aunque Owen había sido expulsado del Servicio Exterior desde 1932, a causa de haber intervenido en asuntos políticos de un país extranjero, en 1945 existió la probabilidad, de acuerdo con testimonios de su sobrina Blanca Margarita Guerra Estrada, de que fuera designado Agregado Cultural en Portugal. El 11 de abril, el embajador J.M. Álvarez del Castillo envía al secretario de Relaciones Exteriores —que entonces era Jaime Torres Bodet— la solicitud de Owen de ser designado “Agregado Cultural ad-honorem”: “El señor Owen con toda franqueza ha manifestado al suscrito que la amplitud económica de la familia de su esposa, le permite ofrecer esta desinteresada colaboración.” En 1946, se llevará a cabo tal proyecto.
     Frustrada la aventura portuguesa, en parte debido a problemas familiares personales y a los vaivenes del imprevisto y omnipotente amor, cuyas heridas aparecen, restañadas, en los versos de Libro de Ruth (Ediciones Firmamento, 1944), Owen se reintegra a Colombia. Si la “Bagdad olvidadiza” de México no había podido retener al hijo pródigo, la nueva tierra lo recibe con generosidad. Revista de América, de abril de 1945, le da la bienvenida desde el artículo editorial: “Gilberto Owen ha hecho de Colombia su segunda patria, ha fijado aquí su hogar, pero más solicitado por labores de periodista o trabajos de traducciones, ha reducido a mínima parte sus empresas poéticas. Cuando incidentalmente hace un poema, que raras veces publica, logra expresiones tan finas como las que hallarán nuestros lectores en ‘Nombres’.” El poema es doblemente significativo, pues además de las referencias autobiográficas —siempre mitologizadas, como es la costumbre del poeta—, se trata de una presentación de México a los ojos extranjeros. Es la Suave Patria que deseaba López Velarde, la épica sordina en la que un poeta sucesor suyo transforma el nacionalismo forzado en una profunda exploración del ser. No es remoto pensar que Owen, en alguna caminata por el antiguo barrio de La Candelaria, hallara similitudes entre los nombres míticos que otorga a los sitios de su tierra natal, con los que la tradición popular había forjado en Bogotá: Calle de la Agonía, Calle del Chorro de Egipto, Calle de la Plenitud, Calle del Buen Ladrón, Calle del Palomar del Príncipe. Por su parte, Owen habla de la Calle del Muerto que Canta, la Isla de la Doncella que aún aguarda. Integrado por veinte poemas —la versión final tendrá veintiocho—, aparece Varado Sindbad en el número 2 de Universidad Nacional de Colombia (Revista Trimestral de Cultura Moderna), correspondiente a marzo-mayo.
     En mayo, Owen fecha este breve poema en un café de la calle Jiménez de Quesada. Está dedicado a Carlos Pellicer, que en 1946 viaja a Colombia para llevar los restos de Porfirio Barba Jacob. Ya no coincide con Owen, quien marcha a Estados Unidos con su familia. El poema no es significativo desde el punto de vista literario, pero sí desde el biográfico y el simbólico. Owen nació no en febrero, como lo pregona en sus poemas, sino a las 2 de la mañana del 13 de mayo de 1904, en Rosario, Sinaloa, como lo ha descubierto Francisco Javier Beltrán, al hallar su acta de nacimiento en Toluca. Escribe Owen en Perseo vencido: “Cuando sin pronunciarla, la palabra mayo, / la luz ya nos untaba de violetas”.

— Vicente Quirarte

TRES CARTAS DE JUVENTUD

Toluca, Mex. a 19 de septiembre de 1922.

Sr. D.
Rafael Heliodoro Valle.
México, D.F.

Muy Sr. Mío y Poeta de toda mi admiración:
Tengo el placer de enviarle, acompañando a ésta, un ejemplar de mi nueva Revista Ilustrada; cuando hace algún tiempo fundé y dirigí en ésta “raza nueva”, conseguí por mediación de mi muy culto y querido amigo el Sr. Lic. D. Enrique A. Enríquez, que usted nos enviara su apreciabilísima colaboración, que mucho ilustró nuestro humilde periódico provinciano.
     Por motivos que no viene al caso mencionar, nos hemos separado de aquélla todos los redactores, que publicamos ahora la Revista cuyo primer número, que le adjunto, adolece naturalmente de infinidad de defectos, principalmente porque fue hecha de prisa, en sólo tres días, y en una imprenta increíblemente pequeña.
     El objeto de la presente no es otro, después del de hacerle presentes mis saludos y respetos, que el solicitar se sirva enviarnos algunos de sus trabajos, que darían un nuevo lustre a nuestro periódico, y el que nos permita contarlo, estimado Poeta, entre nuestros más ilustres colaboradores.
     Perdóneme el laconismo de ésta, pero tengo una multitud de ocupaciones que horrorizan; yo, personalmente, le ruego acepte por anticipado las seguridades de mi gratitud y que me cuente como su afectísimo y leal amigo y servidor.

Gilberto Owen
P.D. Asimismo, le agradeceré me conteste a la Biblioteca.

~ · ~

Toluca, julio 23 d/923.
Sr. D.
Rafael Heliodoro Valle.
México, D.F.
Amigo mío magnífico:
Con gran placer obsequio su deseo y ahí están los poemas ofrecidos; no me place ya, desde luego, la manera de expresión de los más; les concedo algún valor a los versos del “Nocturno Alucinado”, que por arbitrario y romántico no podría permanecer airoso, sin embargo, ni medio minuto, ante los espejuelos del crítico más desautorizado. Pienso que sólo un ademán de simpatía y amistad puede asomarse alguien a sus parvas bellezas y éste me mueve a dedicárselo, amigo mío, como homenaje fervoroso y cordial.
     Carniado, gallardo portador de la presente, me va a dar el gran placer de abrazar a usted en mi nombre y de recordarle el ansia con que espero el principesco don de su “Ánfora sedienta”.
     Puede ser que también quiera anticiparle las seguridades de mi gratitud. Algún día le escribiré menos torpemente. Soy su amigo leal y muy afecto,

Gilberto Owen.

~ · ~

México, julio 14 de 1925.
Querido Rafael:
Me convenzo de no poder enviarle, como le ofrecí, datos biográficos de Carniado, porque nadie más que él iguala a las naciones venturosas. En cambio le ofrezco sus penúltimos versos.
     Ésta es una voz que había enmudecido, ocupados los ojos en desentrañar rompecabezas jurídicos; ahora vuelve, un poco exagerada y más conmovida que nunca, a la humildad de la canción vernácula, sonando su timbre idéntico a siempre, no obstante su comercio con la campanilla del salón de Jurados. Nació en Toluca, donde se le considera profeta a pesar de la parábola cristiana, e incidió en varios juegos florales que ya le hemos perdonado nosotros; no así las muchachas de su tierra, que seguirán emocionándose al recordar el gesto vagamente lírico con que dice sus poemas. Ya ha traspuesto los años en que se asigna al mundo la misma edad de la novia, pero sus poemas no lo denotan. Versos publicados en Revista de Revistas le valieron la estimación de muchos ciudadanos sencillos, y la temible irritación de algún Gobernador que lo encarceló para obligarle a ejercer su profesión, interponiendo amparos que, por no ir redactados en verso, como debían, no pertenecen a la historia de la literatura; él los ha regalado a un coleccionador anónimo de datos en desorden sobre las tiranías provincianas. Dos libros de versos, “dintel” —que debió publicar hace tiempo—, y veredas, afirmarán pronto, en todos, la seguridad de que su canción merece ser oída, sobre todo ahora que se ha manumitido de la tutoría de Ramón López Velarde, sin necesitar, para ello, de las estridencias, un poco en desuso ahora que, como afirma Costeau, el escándalo mayor es no hacer escándalo alguno.
     Le ruego lo perdone todo a quien de veras lamenta no haberle podido ser útil en ésta ocasión. Muy su amigo y leal servidor,

Gilberto Owen.

TEXTO PRELIMINAR A “TRES VERSIONES SUPERFLUAS”

Y cuando, en su impertinente monólogo llegó Axel a la ineludible cita de Valéry, para decirnos que la frase más difícil de escribir es: “La baronesa entró y tomó asiento”, alguien, indignado, y sólo por interrumpirle, indagó: —¿Cómo la escribiría usted?
     Pero a Axel no se le corta así como así su intolerable discurso: —De mí no sé, porque se me ha olvidado ensayarlo. Pero tuve un amigo, en trance siempre de nacer, que logró tres versiones aproximadas. (Y nos leyó, sacándolas de un cesto de papeles, las que nuestra piedad recoge en esta revista.)
     Luego, el bilioso interruptor de antes le exigió una explicación perentoria. Y Axel, tan literal, en su manía de tomar los rábanos por los rábanos, continuó: —La haría sin gusto. Podría tomar por ejemplo la última línea de la tercera versión, no por rigor sistemático, sino porque será la que ustedes recuerden. Es claro que mi amigo no pretendía aludir a los noventa inmerecidos años que alcanzó un gigante tan plausiblemente perseguido como Orestes. Eso sería una repetición de la primera cuarteta. Lo que quería decir, y lo que dice, es la cifra: “Ora, ores, orá”. Y en las dos anteriores no trata de evocar el cuento del viejo de la selva, sino de imitar los dos versos de Rimbaud para quejarse de la dura carga que nos son nuestros clásicos. Lo que acontece es que mi amigo era periodista y escribía con prisa exagerada. Y se le olvidaban las comillas, como en la línea: “O la hija de Forkis y de Ceto”, que es una traducción literal del verso: “La fille de Minos et de Pasiphaé”. Y así me iría, línea por línea, y más morosamente aún, pues habría que decir por qué escogió a Simbad y no a Eneas, que en ese momento hicieron exactamente lo mismo. Pero sospecho que mi amigo tendría otra exégesis, tan legítima y tan exacta como la mía, y otras cada uno de ustedes. Lo que demuestra que, quien necesite que le explique a Góngora, no tiene para qué leerlo. Y tampoco he visto nunca la necesidad de escribir: “La baronesa entró y tomó asiento”, por lo cual me apasiona hablar de ello. Y soñar en ello, de preferencia en latín. ~

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