Pérdida de la ficción

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Sr. director:
     La paranoia existe, y está justificada por el trastorno de la relación entre la realidad y la ficción. La perdida de la ficción, creo, es fundamental. En otros tiempos, en un viejo poema comunista, Andrade pregonaba el deseo de dinamitar Manhattan, y no hubo filósofo que no augurase el fin de la civilización. Pero esta vez no hubo metáforas, y eso implicó una severa pérdida de la capacidad simbólica de la cultura, que siempre transformó su malestar en ficción. Esa es la verdadera fuente del miedo, que hoy aparece en escala real. En 1968, cuando uno de los cohetes Apolo corrió el riesgo de perderse en el infinito, la humanidad sintió un miedo metafísico real, que podría hacer irrelevante a Pascal. En esta oportunidad, los presagios agoreros de las religiones casi no se diferencian del sentido amenazante que cubre el globo. Es otra vuelta de tuerca en la incesante pérdida de la ficción. Esa incapacidad de diferenciar el noticiero de un simulacro es la genuina fuente de la paranoia, que, como se sabe por el psicoanálisis, es un intento patológico de reencontrar la realidad. –

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