Dormíamos. Al fondo, el fanal de la luna
y, de pronto, rajada por un hacha
de luz, se abrió la noche.
Mis oídos
oyeron lo inaudible, lo sin nombre,
una gota ebria de sangre, los latidos
y el chasquido de los cuerpos envueltos
en metales, vidrios y gelatinas:
fragmentos que mi fiebre
reúne vanamente.
Yo colectaba rosas en verano.
Sólo un año antes, mis padres y mis hermanas
bailaron en mi boda.
Contra el muro,
los huesos triturados de mi esposo.
Envuelto en barro y en astillas,
la carne de mi carne,
apenas una sílaba que subrayaba
la sorda querencia de ser.
La historia
cubrirá con palabras a mis muertos,
olvidará las manos que cortaban el pan
y la boca que en la noche narraba
el cuento sin fin de la infancia;
o tal vez no fue historia
tu mirada sin tiempo en la ventana.
Vinieron a matarnos o a salvarnos.
¿Quiénes? ¿En nombre de qué Dios,
de qué Lengua o Frontera? El fanal de la luna
cayó en nuestra casa, su luz
brilló sobre los cuerpos,
yesca del ser
que la tierra consume.
La inocencia
de quién en los hogares de anestesia,
de quién la culpa, la estadística, el recuento,
de quién la tesis cum laude y la mano de tierra.
Han pasado los años desde entonces.
En lo que fue mi casa erigieron, mis vecinos,
el monumento epónimo de los ausentes:
la piedra que habla sola. Yo presido
la Fundación del Drina contra la guerra. ¿Quién?
es la pregunta que el tiempo despliega
y arrastra
bajo los puentes. "Yo misma", me digo,
mientras afirmo mi inocencia. –
(Marbella, 1956) es poeta, crítico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro más reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fórcola, 2020)