Es un honor recibir el Premio Villaurrutia, de tanta prosapia en las letras mexicanas. Y quisiera comenzar dando las gracias a los benemรฉritos que lo fundaron y a los que ahora lo sostienen: ayer Francisco Zendejas, hoy la Sociedad Alfonsina Internacional guiada por Alicia Zendejas y por nuestro poeta Alรญ Chumacero. Agradezco a Conaculta y a Bellas Artes, que con generosidad amparan al Premio. El jurado que me lo ha concedido no puede ser mรกs estimulante: un crรญtico, un novelista y un poeta, todos ellos en la flor de su creatividad y cada uno, segรบn su registro, en la primera lรญnea de nuestras letras. Son, ademรกs, un puรฑado de hombres jรณvenes que no se espantan de premiar a un viejo. Los mรกs jรณvenes premian a los viejos: una bonita metรกfora de la rueda de la vida. Gracias, pues, bienvenida sea la ilusiรณn.
ยฟCรณmo no recordar ahora aquel aรฑo de 1951 en que comprรฉ Nostalgia de la muerte en la delgada ediciรณn de Sur, la cual โยกay Dios!โ se amontonaba en las librerรญas de viejo de la Ribera de San Cosme, por donde caminรกbamos los amigos a la salida de Mascarones? Un libro que nunca desapareciรณ y que mi memoria recita cรญclicamente. La voz del poeta โโy es tan grande el silencio del silencioโโ todavรญa quema y dura en โel puรฑo airado de mi corazรณnโ. Reciba mi homenaje el frรกgil y fuerte Xavier Villaurrutia. ยฟQuiรฉn no anhela este Premio? ยฟQuiรฉn no desea ingresar a la casa de los escritores de Mรฉxico? No soy una excepciรณn y lo codiciรฉ desde hace al menos veintinueve aรฑos. ยกQuรฉ pretensiรณn la mรญa!, dirรกn ustedes. Pero asรญ es la naturaleza humana, siempre queremos mรกs de lo que merecemos. Conviene admitir, sin embargo, que los reconocimientos โpremios, medallas, homenajesโ lejos de ser sรณlo sรญmbolos de la vanidad, la cual, por cierto, no debemos despreciar en aras de un aburrido y convencional puritanismo, pues la vanidad es un ingrediente indispensable en la creatividad de los hombres,โ los reconocimientos, decรญa, tambiรฉn son necesarios. La invenciรณn artรญstica es un salto en el vacรญo, es el espacio de la libertad, donde no hay redes de protecciรณn y no hay seguridad alguna acerca del resultado. Siempre queda un resto de inseguridad y desconcierto y los premios pueden ser la palmada que da confianza.
Entre las mรบltiples deudas literarias โcon libros, autores, y colegasโ que un hombre de mi edad acumula, deseo destacar los nombres de aquellos que ademรกs de enseรฑarme literatura, me animaron personalmente a escribirla. En el origen estรกn los pagos por derecho de autor que mi madre me dejaba sobre mi cuaderno de narraciones y despuรฉs el mรญtico Padre Furlong, el fanรกtico y ruidoso jesuita irlandรฉs, inesperado dueรฑo de un extraordinario oรญdo para la prosa y el verso modernista. Doy un salto y llego a la รฉpoca de las revistas: ya saben cuรกles โยกquรฉ otras!โ Plural y Vuelta. En literatura soy un discรญpulo de ellas, que fueron estรญmulo y sostรฉn. ยกQuรฉ privilegio contar con un grupo solidario y atento! Gratitud a Octavio Paz, a Octavio Paz, seรฑoras y seรฑores, que transmitรญa una suprema tensiรณn artรญstica e intelectual, y a los inolvidables Juan Garcรญa Ponce y Salvador Elizondo, todos ellos ausentes y presentes en el corazรณn vivo de la literatura mexicana. Ellos vieron con tolerancia que un profesor de filosofรญa entrara, como quien no quiere la cosa, a la playa encantada de la literatura o, si prefieren, a la taberna vociferante de las letras, pues las musas โlo sabemosโ frecuentan ambos lugares. Es imposible no mencionar a la tercera revista, Letras Libres, heredera de aquรฉllas y que se ha empeรฑado en hacerme sentir โen un experimento de alta alquimiaโ como si yo fuera un purasangre de cuatro aรฑos, apto para conquistar innumerables trofeos. ยกQuรฉ barbaridad! Todo lo cual โtendrรฉ que delatarloโ es mรฉrito del valiente Enrique Krauze y de sus impagables ayudantes de laboratorio.
La literatura, por suerte, es una planta que crece en los terrenos mรกs ingratos y sorprendentes. Lo cual indica que mรกs que un adorno es un instrumento de salvaciรณn. La vida complaciente en manera alguna garantiza escritura excitante y novedosa. Un destino de ronroneante gato lujoso a lo mejor nos deja unos versos insรญpidos y una prosa amarillenta. Pero atenciรณn, no hay fatalidades: una vida cuidada e insonorizada puede darnos nada menos que a Juan Ramรณn Jimรฉnez. La comodidad es una cosa y la felicidad otra. ยฟSerรก verdad que la felicidad adormece el impulso hacia la literatura? ยฟPara quรฉ pasar โse preguntarรกn esos bienaventuradosโ por lo que Flaubert llamaba โla tortura de la composiciรณnโ? Mรกs allรก de las mรบltiples respuestas circunstanciales, al hombre le es esencial construir la realidad con palabras y en algรบn momento de la evoluciรณn descubriรณ ese misterio para el cual carecemos de nombre adecuado: emociรณn estรฉtica o conciencia de la belleza, eso que de pronto aparece en la obra de los hombres. Ese golpe interior, ese clic de que algo estรก ajustado, รฉse es el estรญmulo irresistible, el que nos somete a la tortura y al posible placer de la composiciรณn. Ser escritor es, por definiciรณn, una empresa de ejecuciรณn รญntima, casi siempre muy aislada, porque el escritor estรก como del โotro ladoโ de la escena social, a una distancia que lo convierte en observador mรกs que en actor, condiciรณn necesaria para el artista de obra secreta y cifrada y tambiรฉn para la crรณnica mรกs hediondamente realista. Es natural, pues, que en ocasiones al escritor le parezca insoportable la aridez de la vida privada y que aspire a entremezclarse โdigรกmoslo asรญโ con la vivacidad de la historia, en el sueรฑo tal vez de modificarla y hasta de mejorarla. La literatura necesita la aceleraciรณn de las ideas y de las pasiones. En el Mรฉxico de los รบltimos sesenta aรฑos la tentaciรณn era convertirse en consejero del Prรญncipe, acceder al mรกs exclusivo tรญmpano de la Naciรณn y, en su defecto, a los mรกs modestos pabellones de los visires. Parece que hoy la tendencia ha cambiado y mรกs bien se favorece la figura del tribuno inspirado y, en su extremo, la del Profeta redentor. Pero recordemos que la literatura se alimenta de todo, de dietas blandas y de dietas duras, de carnes blancas y de carnes negras y que las circunstancias materiales mรกs insรณlitas se transforman en letras inmortales. Mi confianza en la literatura mexicana es infinita.
El jurado ha tenido a bien premiar Edรฉn. Vida imaginada, un libro enaltecido por la hermosa ediciรณn que imprimiรณ el Fondo de Cultura Econรณmica, nuestra nave almirante. Reciban la directora, Consuelo Sรกizar y Joaquรญn Dรญez-Canedo, el agradecimiento del autor por el cuidado y el esmero. A la lista aรฑado el nombre de Miguel Cervantes, quien imaginรณ la carรกtula y me uniรณ a Pierre Bonnard. Este libro salda una vieja deuda narrativa con una historia โporque de eso se trata, de una historia con un finalโ que se hacรญa presente una y otra vez y que yo mรกs balbuceaba que contaba a los amigos de la intimidad. Hay recuerdos adorables, esenciales que, sin embargo, no exigen integrarse a una narraciรณn mรกs amplia: se quedan quietos, en una autonomรญa colmada. Pero hay otros sedientos de asociaciรณn, como si supieran que solos no alcanzan a expresar su significado, que apuntan hacia el siguiente apelando a toda clase de maรฑas โsuspenso, ambigรผedad, ira, humor, piedadโ y no se satisfacen hasta que la narraciรณn dice la รบltima palabra. Lo puedo decir de otra manera: como si la fotografรญa no fuera suficiente y aspiraran, esos recuerdos impacientes, a las magias de la cinematografรญa. En este caso tuvieron que conformarse, lo siento, con la mera literatura. Quisiera ahora agregar que esos recuerdos, no por ser mรญos, son mรกs fรกciles de entender. El escritor, el hombre mayor, los enfrenta como lo que son, personajes lejanos, e intenta comprender la secuencia y el ritmo de sus vidas. Me pareciรณ que escribir en tercera persona era la mejor manera de escucharlos y distinguirlos. He citado con frecuencia la frase โel niรฑo dicta, el hombre escribeโ, pero habrรญa que observar que en ocasiones las palabras del niรฑo son enredadas, confusas y que el hombre mayor, el escritor, debe interpretarlas, tender puentes, agregar escenas y figuras. Asรญ es Edรฉn. Vida imaginada: la voz urgente del niรฑo y tambiรฉn la ilusiรณn del viejo de contar a su manera la antigua historia. El propรณsito del libro serรญa convertir el tiempo histรณrico en tiempo mรญtico. โLa literatura, nos dejรณ escrito Hรฉctor Libertella, es ese ir y venir sobre una huella que nadie eligiรณ.โ
Muchas gracias. ~
(Florencia, 1932-ciudad de Mรฉxico, 2009) fue filรณsofo y uno de los escritores e intelectuales mรกs relevantes del siglo XX mexicano.