Ryszard Kapuscinski

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En
los funerales de papel con que la prensa mexicana despidiรณ a
Ryszard Kapuscinski, una muletilla se repetรญa desde las ocho
columnas hasta la mรกs mรญsera de las lรญneas
รกgata: โ€œha muerto el mejor periodista del siglo XXโ€. La
prensa misionera, nuestra irreductible aldea gala del dogmatismo
ideolรณgico, lo despidiรณ entre loas libertarias y
aleluyas antiimperialistas, en una insufrible cascada de tรณpicos.
Imagino que no leyeron El Imperio, el impresionante testimonio
de Kapuscinski sobre la extinta Uniรณn Soviรฉtica, en que
narra los cinco viajes que realizรณ al interior de sus confines para dibujar el estremecedor mapa del despotismo carcelario que
fue la patria de los sรณviets. Sorteando la burocracia y ajeno
a los cantos de sirena de las informaciones oficiales, armado con un
perfecto idioma ruso de salvoconducto, Kapuscinski se disfrazรณ
de ciudadano comรบn y corriente para visitar Vurkutรก,
las minas de carbรณn situadas mรกs allรก del
Cรญrculo Polar รrtico, y documentar las condiciones de
esclavitud de sus trabajadores, cuya esperanza de vida no rebasaba
los 35 aรฑos; o recorrer el antiguo pueblo de pescadores
de Muinak, en el mar de Aral, ruina desรฉrtica y salada por
culpa de los sucesivos planes faraรณnicos de los seรฑores
del Kremlin, que lograron el milagro inverso de la multiplicaciรณn
de los peces; o recordar, desde las ruinas del sistema carcelario de
Kolymรก, en Siberia โ€“indispensable el testimonio de Varlam
Shalamovโ€“, a los millones de seres humanos que allรญ
perdieron la vida. Por el otro lado, tampoco fueron menores las
jeremiadas de nuestra prensa mercantil, que vive empeรฑada en
demostrar en su secciรณn de gente que Mรฉxico sรณlo
lo habitan prรณsperos criollos de mujeres sutiles y refinadas
que no desconocen los placeres โ€œfive oโ€™clockโ€, y cuya
informaciรณn estรก determinada por el espacio que deja
libre el cierre de publicidad. Parece que no leyeron sus justas
crรญticas al utilitarismo de los medios de comunicaciรณn,
uno de los ejes del libro Los cรญnicos no sirven para este
oficio
, que recoge los sucesivos diรกlogos que sostuvo con
Maria Nadotti, Andrea Semplici y John Berger en un encuentro en
Capodarco, Italia, y que desconocen el nรบcleo argumental de
Los cinco sentidos del periodista, ediciรณn no venal de
la Fundaciรณn Nuevo Periodismo Iberoamericano. Por decirlo de
una manera simple, el consenso que suscitรณ su muerte es
producto de esta doble mala interpretaciรณn.

Hay
una tercera: el peso de la fama. Kapuscinski se retirรณ del
periodismo activo y se dedicรณ, como un escritor mรกs del
mainstream internacional, a recorrer marmรณreas aulas
magnas y lustrosas salas de conferencias. Un hombre satisfecho,
siempre amable, modestรญsimo, que seducรญa por el triunfo
del sentido comรบn en sus opiniones, comedidas y correctas. Ese
Kapuscinski polรญticamente correcto tenรญa poco que ver
con el intrรฉpido reportero que en realidad fue y al que
explican sus mejores libros. Lo ilustra como nada un pasaje de Un
dรญa mรกs con vida
, el libro-reportaje sobre la
independencia de Angola y su larga guerra civil:

Por
casualidad habรญa dado con un aviรณn en Benguela que me
habรญa traรญdo a Lubango. Un mulato a quien habรญa
encontrado por casualidad en el aeropuerto de Lubango me habรญa
llevado al estado mayor. Un extraรฑo del que no sabรญa
mรกs que su nombre, Nelson, y a quien habรญa visto por
primera vez en mi vida, me habรญa metido en un camiรณn. Y
ese camiรณn habรญa arrancado enseguida y ahora rodaba
pesadamente entre dos paredes de espinosa maleza selvรกtica,
hacia un destino que me era desconocido.

El
camiรณn se detuvo en la ciudad de Pereira dโ€™Eรงa, casi
en la frontera con Namibia, bajo ocupaciรณn sudafricana, un
peligrosรญsimo destino del que saliรณ bien librado de
milagro, pero que le permitiรณ dar la primicia mundial de la
inminente invasiรณn sudafricana de Angola.

Otra
muestra de su afรกn periodรญstico se encuentra en un
pasaje de La guerra del fรบtbol en el que cuenta cรณmo
el jefe de redacciรณn de la Agencia Polaca de Prensa le
prohibiรณ ir al Congo, donde el ejรฉrcito se habรญa
rebelado contra el gobierno del primer ministro Patrice Lumumba,
reciรฉn declarada la independencia, y le comprรณ a cambio
un boleto para hacer un reportaje en Nigeria; un boleto que รฉl,
sin el consentimiento de sus jefes, cambiรณ por un viaje a
Jartum y a una pequeรฑa ciudad del mismo Sudรกn llamada
Juba, donde, en complicidad con dos periodistas checos, comprรณ
un destartalado Ford y cruzรณ la selva hasta
Stanleyville, de vuelta en el Congo: asรญ, los tres se
convirtieron en los รบnicos periodistas europeos en documentar
el asesinato de Lumumba y el estallido de la guerra fraticida
congoleรฑa desde el corazรณn de las tinieblas. De
Stanleyville lograron salir con vida gracias a los salvoconductos de
un funcionario de Naciones Unidas, que se apiadรณ de ellos y
los depositรณ en un vuelo con destino a Burundi, donde los
capturรณ un grupo de militares paracaidistas belgas, que aรบn
tenรญan bajo su control ese paรญs, pues pensaron se
trataba de espรญas; en esa ocasiรณn, de nuevo, estuvieron
a punto de ser fusilados y se salvaron por… etcรฉtera.

Ryszard
Kapuscinski naciรณ en 1932 en Pinsk (entonces, y de antiguo,
Polonia; hoy Bielorrusia โ€“por la maquiavรฉlica movilidad de
fronteras que decretรณ Stalin despuรฉs de la Segunda
Guerra). La invasiรณn polaca por los nazis (y despuรฉs
por los soviรฉticos, consecuencia del terrible pacto
Ribbentrop-Molotov) convirtiรณ a รฉl y a su familia en
nรณmadas en su propia tierra, huyendo del frente, de los
bombardeos, de los โ€œhorrores de la guerraโ€. Su padre, un soldado
capturado y evadido inesperadamente, fue durante el resto del
conflicto un maestro clandestino empeรฑado en rescatar a la
cultura polaca que los nazis querรญan borrar de la faz de la
tierra, como Kapuscinski contรณ en las lรญneas
autobiogrรกficas del libro no traducido al espaรฑol Busz
po polsku
(โ€œLa jungla polacaโ€), de 1962, parcialmente
recogidas en la antologรญa El mundo de hoy. En la guerra
aprendiรณ que sin zapatos la vida no vale nada en invierno, y
que una papa es algo mรกs que una simple papa. Al tรฉrmino
de la masacre, se mudรณ a Varsovia, ciudad tan arrasada por la
vesania nazi que tuvo que ser repoblada en un noventa por ciento por
polacos de provincia; allรญ retomรณ sus estudios, y
terminรณ el bachillerato con la vocaciรณn de ser poeta,
actividad que nunca dejarรญa. Esto le permitiรณ entrar al
reducido cรญrculo cultural polaco de aquella รฉpoca y
empezar a colaborar con el diario Sztandar Mlodych (โ€œEl
Estandarte de la Juventudโ€), mientras estudiaba la carrera de
historiador en un modelo heredero de la Escuela de los Annales de
March Bloch, Fernand Braudel y compaรฑรญa, justo antes de
que los comunistas cambiaran el plan de estudios. En el Sztandar
Mlodych
, su trabajo consistรญa en recorrer Polonia como un
titiritero en busca de la noticia. En ese diario trabajaba Marian
Brandys, padre del reportaje moderno en lengua polaca y a quien
Kapuscinski siempre reconociรณ como su gran maestro. Fue
Brandys quien lo guiรณ a la escritura de su primer triunfo como
periodista: el reportaje โ€œLa otra verdad sobre Nowa Hutaโ€, una
radiografรญa extremadamente crรญtica de la ciudad obrera
homรณnima, concebida por la propaganda oficial como el
escaparate del nuevo rรฉgimen socialista prosoviรฉtico de
Polonia. Provocรณ un verdadero escรกndalo que lo obligรณ
a esconderse, seguro de que lo detendrรญan. Pero, ante el
revuelo, el gobierno prefiriรณ desenmascarar las โ€œpatraรฑasโ€
del periodista, y nombrรณ una comisiรณn para investigar
la โ€œverdadโ€, que no hizo sino corroborar una por una sus
denuncias. En lugar de meterlo preso, lo condecoraron con la cruz
de oro al mรฉrito
. Por este paradรณjico รฉxito
le concedieron su verdadero anhelo: viajar al extranjero. Kapuscinski
pensaba entonces que el extranjero era algo tan alejado y exรณtico
de su realidad como Checoslovaquia. Su destino serรญa nada mรกs
y nada menos que la India, y se convertirรญa en un verdadero
viaje iniciรกtico.

A
esta primera salida la sucederรญa una segunda a China. Estos
periplos, como cuenta en Viajes con Herรณdoto, sellaron
su destino: descubriรณ la fascinaciรณn de sentirse libre,
de descubrir nuevas culturas y lenguas, de ampliar sus horizontes.
Podemos imaginar lo que, para un sensible historiador y joven poeta
polaco, periodista en ciernes, significaba dejar la grisura y la
mediocridad de la Polonia comunista de la posguerra y vivir a sus
anchas en dos de las realidades culturales mรกs fascinantes del
mundo. Para llevarse al viaje escogiรณ, sin saberlo, a un autor
clave, una suerte de amuleto: Herรณdoto, el historiador griego
que, en lugar de despreciar a las culturas no helรฉnicas
llamรกndolas bรกrbaras, quiso conocerlas, descubrir sus
dioses, escuchar sus leyendas, registrar sus batallas, contar sus
relatos. Y รฉste ha sido en muchos sentidos el destino
literario de Kapuscinski, la รฉpica cotidiana de los pueblos
del mundo.

Al
poco tiempo, la agencia oficial de noticias de Polonia lo contratรณ
para que fuera su corresponsal extranjero, y le ofreciรณ la
รบnica plaza vacante: รfrica. Ese continente serรก
el eje vertebrador del resto de su vida y de casi toda su obra.
Cuando se dice en las solapas de los libros de Kapuscinski que cubriรณ
veintisiete revoluciones (o diecisiete, segรบn otras solapas, o
doce frentes de guerra, perdรณn catorce, y treinta golpes de
Estado, digo veintiunoโ€ฆ), lo que se olvida es que era el รšNICO
corresponsal de la agencia polaca para TODA รfrica. Su trabajo
cotidiano consistรญa en mandar despachos noticiosos casi sin
recursos, de un continente por el que nadie se interesaba en Polonia,
y en el que su paรญs no tenรญa ningรบn interรฉs
estratรฉgico, cultural o econรณmico. ยกKapuscinski
era el vรญnculo! Para colmo, sus reportajes eran
sistemรกticamente censurados, y el pรบblico polaco
recibรญa una versiรณn edulcorada y reducida.
Curiosamente, sรณlo la jerarquรญa polรญtica, a
travรฉs de un sistema de informaciรณn exclusivo, tenรญa
acceso a las versiones completas de sus notas. Con una notable
capacidad de empatรญa, facilidad de idiomas y suerte a lo largo
de las dรฉcadas, Kapuscinski logrรณ sobrevivir al
torbellino de transformaciones que marcaron la segunda mitad del
siglo XX africano.

En
1957, en su primera misiรณn, en Acra, fue testigo de la
independencia pionera de Ghana, liderada por Kwame Nkrumah, padre del
panafricanismo. Una a una irรญan cayendo el resto de las
antiguas colonias europeas: a veces de manera pactada, como en el
caso de la mayorรญa de los territorios britรกnicos
(Kenia, Uganda, Tanzaniaโ€ฆ), cuyos colonos aceptaron la
independencia a cambio de mantener resguardados sus intereses
econรณmicos ante los nativos; otras de manera violenta,
como las colonias de origen belga y portuguรฉs (el Congo,
Angola, Mozambiqueโ€ฆ). En el caso de Francia, en ocasiones tras
terribles y brutales enfrentamientos, como Argelia, y otras de manera
pacรญfica pero a cambio de mantener una elite de cultura
francesa en el poder, como el Senegal, Costa de Marfil, el Camerรบnโ€ฆ
A estos movimientos de liberaciรณn los sucediรณ de
inmediato una verdadera eclosiรณn de conflictos que la opresiรณn
colonial habรญa congelado: guerras รฉtnicas, religiosas,
tribales. Ante esos desรณrdenes, en la mayorรญa de los
paรญses la รบnica instituciรณn que resistiรณ
fue el ejรฉrcito, que dio sucesivos golpes de Estado de un
signo y de otro, siempre crueles y contraproducentes, pero
entendibles en esta lรณgica entrรณpica. Simultรกneamente,
รfrica โ€“sobre todo el รfrica negraโ€“, el viejo
escenario de los caprichos, disputas y anhelos europeos, pasรณ
a convertirse en otro frente, quizรก el mรกs activo, de
la Guerra Frรญa, en donde las dos grandes potencias emergentes
despuรฉs de la Segunda Guerra Mundial apoyaban facciones en
funciรณn de sus estrictos intereses. ร‰ste era el
escenario del que Kapuscinski fue testigo privilegiado e
imprescindible cronista. ร‰bano, un clรกsico de
nuestro tiempo, es la decantaciรณn de toda esta experiencia
africana, un intento por capturar el alma del รfrica negra al
tiempo que un minucioso registro de sus particularismos. El trabajo
de ร‰bano, ademรกs, fue elaborado muchos aรฑos
despuรฉs, desde Varsovia, apoyado por un importante expediente
fotogrรกfico โ€“su otra gran pasiรณnโ€“, sustentado en
una imponente bibliografรญa y depurado como sรณlo logra
hacerlo la memoria.

ยฟCuรกl
es el verdadero empeรฑo de Kapuscinski en ร‰bano?
Lograr la empatรญa con los africanos. Y para ello, durante
todos los aรฑos que suman las estancias que pasรณ entre
ellos, decidiรณ vivir como uno mรกs. Repitiรณ
muchas veces que, quien viaja a รfrica para hospedarse en un
hotel de cinco estrellas y recorrer los acotados enclaves turรญsticos
o parques salvajes, no conoce la esencia de รfrica. Recorrer
sus caminos, vivir en sus chozas, compartir su misma comida, le
permitiรณ comprender el verdadero rostro del continente. A
รบltimas fechas, se ha cuestionado la informaciรณn
fรกctica de ร‰bano y en general, del trabajo
periodรญstico de Kapuscinski. Una de las crรญticas mรกs
duras la escribiรณ John Ryle en el Times Literary
Supplement
: โ€œAt play in the bush of ghosts.โ€ La esencia de
este reproche es que Kapuscinski exagera o simplifica a propรณsito
para dar coherencia literaria a sus observaciones, ademรกs de
una no despreciable cantidad de errores puntuales (nombres de tribus,
de ciudades, datos histรณricosโ€ฆ). Creo, sin embargo, que la
verdad de ร‰bano es el empeรฑo humanista,
herodotiano, de aceptar la magnรญfica diversidad del mundo,
comprenderla y respetarla. Aparte, es un libro extraordinariamente
bien construido, en el que el detalle significativo, la anรฉcdota
jocosa, la burla oportuna, van construyendo un poderoso relato coral
que deja entrever la grandeza del espรญritu africano en medio
de la tierra muerta. Sรญ, รfrica engendra lilas en la
superficie yerma.

Otra
obra que reรบne metafรณricamente la esencia de la
realidad oprobiosa de รfrica es el magistral El Emperador.
A diferencia de ร‰bano, se concentra en un solo paรญs,
Etiopรญa, y en un solo momento histรณrico, el reinado
grandiosamente bufo del emperador Haile Selassie. Esta obra, por
cierto, tambiรฉn ha sido criticada por expertos acadรฉmicos
de la realidad etรญope, pero de nuevo, la grandeza de El
Emperador
no estรก en su acuciosidad histรณrica,
aunque en una inmensa mayorรญa todo lo que se cuenta es cierto,
sino en que funciona como una metรกfora universal del poder
despรณtico. Y esa metรกfora tiene aรบn mรกs
valor, si cabe, escrita por un polaco de la era comunista.
Kapuscinski llegรณ a Etiopรญa despuรฉs del golpe
que derrotรณ a Selassie y descubriรณ que esa revoluciรณn
estaba ya documentada, por lo que se centrรณ en el proceso
inverso: contar la tiranรญa del gobierno reciรฉn
derrocado. Buscรณ subrepticiamente por las calles de Addis
Abeba supervivientes de la corte del Rey de Reyes, y los entrevistรณ
de manera anรณnima para reconstruir los mecanismos del poder de
Selassie. Por si fuera poco, hizo una investigaciรณn del
lenguaje medieval polaco para referirse a las figuras de autoridad, y
mezclando ambos elementos, reconstruyรณ el reinado del โ€œLeรณn
de Judรกโ€, โ€œel Elegido de Diosโ€, โ€œel Muy Altรญsimo
Seรฑorโ€, โ€œsu Mรกs Sublime Majestadโ€, Haile
Selassie. La anรฉcdota del sรบbdito que tenรญa que
limpiar en las recepciones oficiales las deposiciones del emperador
ha sido demasiado trillada, y se repite como un monotema cada vez que
se habla de este libro; prefiero en cambio la del pobre infeliz, al
mismo tiempo un privilegiado dentro de la pobreza etรญope, cuya
funciรณn exclusiva era indicar mediante reverencias la hora al
seรฑor Selassie. Un inmenso cucรบ humano.

Kapuscinski
se interesรณ tambiรฉn, y muy profundamente, por Amรฉrica
Latina. Residiรณ en Santiago de Chile y en la ciudad de Mรฉxico,
capital por la que siempre sintiรณ nostalgia. Desde el df,
fungiรณ como corresponsal durante siete aรฑos para toda
Latinoamรฉrica, cubriendo nuestras tristes vicisitudes, muchas
veces anรกlogas a las africanas. Uno de sus mejores trabajos
periodรญsticos sobre Amรฉrica Latina estรก recogido
en el libro La guerra del fรบtbol, donde documenta la
tragicรณmica batalla entre Honduras y El Salvador, producto de
causas muy profundas, pero cuya chispa fue el mutuo maltrato a los
hinchas de sus respectivas selecciones de futbol. Una guerra que en
cien horas ocasionรณ miles de vรญctimas, que fue
totalmente inรบtil y cuyo mejor testimonio es justamente el de
este Herรณdoto moderno.

El
otro gran proceso que Kapuscinski documentรณ y estudiรณ a
fondo fue el gobierno del Sha Reza Palhevi en Irรกn y la
revoluciรณn de los ayatolas que lo depusieron. El Sha o la
desmesura del poder
conjuga algunos de los mejores talentos
periodรญsticos de Kapuscinski: la solidez histรณrica y la
atenciรณn al detalle. El libro es un brillante recorrido por la
antigua Persia, desde la dinastรญa Kadjar hasta el
derrocamiento de Palhevi, pasando por las sucesivas ocupaciones rusa
e inglesa, al tiempo que una indagaciรณn de los orรญgenes
de Jomeini; y es tambiรฉn la crรณnica de las calles de
Teherรกn, de las multitudinarias manifestaciones en contra del
Sha y de anรฉcdotas que pasarรญan inadvertidas para la
mayorรญa. Lo nimio como significante. Asรญ descubre quรฉ
dรญa habrรญa caos en las calles por las persianas
cerradas de un comerciante armenio del centro de la ciudad. La tesis
del libro es que el Sha logrรณ aglutinar en su contra a cada
vez mรกs grupos sociales iranรญes, y que los ayatolas
aprovecharon el instante del derrocamiento para imponer su fuero y su
verdad al resto de las facciones revolucionarias. El Sha es
tambiรฉn un curioso rompecabezas de documentos y fotografรญas
que, al describirse sucesivamente, van reconstruyendo el cuerpo de
una naciรณn en crisis. El mundo vive hoy al borde del abismo
por el desafรญo nuclear de Irรกn; pues bien: algunas
claves estรกn en este libro, y por eso su lectura es mรกs
acuciante que nunca.

Conocรญ
a Ryszard Kapuscinski en junio de 2002, en Varsovia, cuando aceptรณ
conceder una entrevista a Letras Libres. Vivรญa en una
vieja casona de un barrio modesto de la capital polaca. En el desvรกn
de esa casa, la โ€œguarida del nรณmadaโ€, tenรญa un
amplio estudio donde se apilaban libros, recortes, fotografรญas,
objetos de su paso por el mundo, y, cual ropa tendida al sol, hojas
colgadas manuscritas con sus apuntes de viaje, clasificadas de una
manera โ€œno cartesianaโ€, que no eran sino la autรฉntica
materia prima de la que extraerรญa, a travรฉs de su
mรฉtodo de trabajo, el cuerpo de sus libros. Estaba, pues, ante
el verdadero magma primigenio del escritor Ryszard Kapuscinski.
Recuerdo que me sorprendiรณ que, antes de tener tiempo siquiera
de empezar mi trabajo, era รฉl, sin que me diera cuenta, quien
me estaba entrevistando a mรญ: querรญa saber todo sobre
Mรฉxico, sobre la revista, sobre mi vida, en aquel entonces por
Espaรฑa. Su genuino interรฉs por un interlocutor
desconocido fue quizรก la verdadera enseรฑanza de aquella
tarde inolvidable. Ryszard Kapuscinski no fue un autor de libros de
viaje, ni un narrador, ni un historiador, ni, en sentido estricto, un
periodista: fue una suma caprichosa de lo mejor de estos gรฉneros.
Ahora tiene la palabra ese insobornable sinodal que es la posteridad.
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(ciudad de Mรฉxico, 1969) ensayista.


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