Saartjie Baartman: más historia, menos ideología

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A bordo del HMS DiademSaartjie Baartman, una mujer khoekhoe nacida en el valle del río Gamtoos, viajó de Ciudad del Cabo a Europa con su dueño, Hendrik Cesars, un mulato libre, y Alexander Dunlop, un cirujano militar inglés venido a menos. Durante cuatro años Baartman fue la protagonista de un espectáculo que insistía en que el tamaño de su trasero y la hipertrofia de sus genitales eran curiosidades de la naturaleza. Baartman vestía un ajustado leotardo del color de su piel para que el público pudiera apreciar estas “deformaciones”.

El show de la Vénus Hottentote se exhibió en París, Londres y el interior de Inglaterra entre 1810 y 1814, aunque también se le contrató para presentaciones privadas. Cuando el espectáculo perdió popularidad, el nuevo dueño de los derechos, un domador de animales de nombre Réaux, aceptó que Baartman fuera examinada por Henri de Blainville, Georges Cuvier, miembro del Colegio de Francia, y Geoffroy Saint-Hilaire, quien había participado en la expedición científica que acompañó a Napoleón Bonaparte a Egipto. A la muerte de Baartman, estos naturalistas y teratólogos hicieron un molde de yeso de su cuerpo y diseccionaron y preservaron sus genitales en brandy, pues el formaldehído solo comenzó a usarse para la conservación de órganos humanos a partir de 1893.

Casi dos siglos después, y con el fin del apartheid, Nelson Mandela solicitó la repatriación de los restos de Baartman a François Mitterrand. Después de una larga y tediosa negociación, el 3 de mayo de 2002 el Senado francés aprobó la repatriación y Baartman fue enterrada cerca del río Gamtoos en el Día Sudafricano de la Mujer.

Durante su vida, su muerte y después de ella, Saartjie ha ido de una representación a otra y ha sido la bandera de uno, otro y otro movimiento social. Primero fue un espectáculo; después, una curiosidad científica; más tarde, una de las reliquias del Musée de l’Homme de París. Recientemente, se volvió la Abuela de la Nación Sudafricana y, de acuerdo con muchas feministas, es el modelo que sirvió de base para los prejuicios sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres africanas, afroamericanas y afrodescendientes. La Vénus Hottentote, como el origen de toda discriminación, se encuentra en biografías, artículos, libros y obras de arte que pretenden hacerle frente. Incluso en los escándalos de Serena Williams, Kim Kardashian y el de las bailarinas afroamericanas que acompañaban a Miley Cyrus se ha hecho mención de Baartman.

En un intento por denunciar y contener esta tendencia, Zine Magubane detectó el texto que inauguró la referencia obligatoria a Baartman. Fue Sander L. Gilman quien, en 1985, afirmó que la Vénus Hottentote fue “el icono central de la representación de las mujeres africanas en el siglo XIX y la esencia de las mujeres de raza negra” y que “los victorianos veían en el trasero de cualquier africana el indicio de sus genitales defectuosos y, en ello, el signo de su deseo sexual excesivo”. Gilman quiso demostrar que los ingleses percibían a las africanas a partir del cuerpo de Baartman. Otras feministas fueron un paso más allá al asegurar que los prejuicios contra las afroamericanas en los siglos XX y XXI provienen de la imagen que los europeos tenían de la Vénus Hottentote en el XIX.

Con apenas tres óleos y unas cuantas caricaturas de época, Gilman “comprobó” la omnipresencia de Baartman. Está claro que no se puede concluir esto con tan pocos materiales, sin embargo, muchas siguen citando que “la Vénus Hottentote ha sido el icono atávico de la sexualidad afro en el arte y la literatura europeas desde Manet hasta Picasso”.

Habrá que decir que África y sus habitantes no eran un misterio para los ingleses. A principios del siglo XIX, cerca de 20,000 africanos vivían en Londres. Además de caminar junto a los europeos en las mismas avenidas, algunos de ellos se presentaban en espectáculos, los cuales no echaban mano de la “sexualidad desviada” de sus protagonistas para promocionarse. Ante las feministas que piensan que los africanos eran siempre parte de un freak show, está la evidencia de los carteles que utilizaban la etnia de los participantes, y no su sexualidad, para atraer al público. También deberían considerar que dentro de las curiosidades científicas se encontraban franceses, como Claude Ambroise Seurat, ingleses, como Daniel Lambert, sicilianos, irlandeses y hasta los llamados “aztecas liliputienses”, quienes en realidad eran centroamericanos. Los espectáculos en los que participaron los africanos insistían en la etnia porque los ingleses reconocían las diferencias entre los zulus, los san y los khoisa, de modo que los khoekhoe no fueron la imagen ni la esencia de las tribus africanas.

Gilman, y las feministas que lo retoman, presentan una parte del debate científico sobre la diversidad humana en el siglo XIX. Si bien es cierto que Buffon, Darwin y Linneo veían en la hipertrofia de los genitales de las khoekhoe el signo físico de su temperamento sexual lascivo y primitivo, otros científicos no coincidían en ello. Había quienes veían en la actividad económica preponderante (la caza, la recolección o la agricultura) el nivel de civilización de las sociedades. De acuerdo con Sadiah Qureshi hubo dos posiciones en este debate: quienes creían que las diferencias eran un motivo suficiente para otorgar menos derechos a los africanos y quienes pensaban que la raza no debía ser el criterio para organizar a la sociedad.

Al menos para los historiadores está claro que los europeos del XIX no pensaban que una etnia representaba a todas las africanas. Sin embargo, esta tesis sigue vigente entre muchas feministas, lo que resulta en una grave contradicción. Al respecto, Magubane señala que si para el movimiento la imagen de la mujer no es estática ni monolítica, sino que cambia de un sitio a otro y de un momento al siguiente, ¿por qué la raza sí habría de serlo? Y si bien es cierto que Baartman fue reducida a sus órganos sexuales, ella no es el origen ni la base de la percepción europea de las mujeres africanas.

Parece que somos nosotros, y no lo decimonónicos, quienes vemos un continente, África, y un color de piel, el negro, en lugar de la variedad étnica. Lamentablemente, a la corriente del feminismo que persiste en ello le sobra ideología y le falta historia. ~

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(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.


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