Sobre la legalización de las drogas

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La imagen de México en el extranjero está deteriorada y deteriorándose. Somos noticia en el mundo por la alegre profusión con que nos matamos y la altiva originalidad con que lo hacemos. La culpa desde luego no es de los aviesos medios foráneos empeñados en una oscura conspiración contra México, aunque a veces por pereza se vayan por el camino fácil de magnificar, descontextualizar o simplificar los hechos. Lo mismo pasa con los medios nacionales. La violencia es omnipresente. Pero es necesario repetir una y mil veces que los medios no inventan la realidad, la reflejan. Aunque de nuevo, en no pocas ocasiones, la distorsionen. ¿Se imaginan el golpe de efecto que significaría para la imagen internacional de México y, en cierto sentido, para nuestra alicaída autoestima, que se decretara la legalización del consumo, distribución y venta de las drogas en nuestro país? Ninguna tibia campañita publicitaria, turística o promocional tendría un efecto semejante. Seríamos el centro del debate mundial por única vez en nuestra historia y por las buenas razones. Eso sí es iniciativa, México.

Victor Hugo propuso como solución a las periódicas carnicerías en que incurrían los europeos la creación de un único país, los Estados Unidos de Europa. Este sueño romántico tuvo que esperar dos siglos para realizarse. La Guerra Franco-Prusiana, la Primera Guerra Mundial (esa “matanza inmóvil” en palabras de François Furet), la Segunda Guerra Mundial (esa matanza planificada que sigue desafiando nuestra condición de humanidad) tuvieron que pasar para que naciera la Unión Europea. Primero modestamente, como un acuerdo comercial del carbón y del acero entre un puñado de países hasta entonces enemigos acérrimos. Hoy, veintisiete países unificados sin fronteras, con un mercado laboral libre y muchos de ellos bajo una misma moneda. Lo mismo va a pasar con la legalización de las drogas. Veremos horrores sin cuento, actos indescriptibles y miles de vidas humanas absurdamente segadas. Por cierto, es necesario repetir una y mil veces que los responsables son los criminales y no quienes los combaten. Pero, ¿tiene sentido una guerra que es por definición inútil e inacabable? El mercado negro funciona en cualquier realidad en la que algún objeto de consumo esté prohibido caprichosamente. La inmarcesible ley de la oferta y la demanda. Stalin no pudo acabar con él. Castro no puede acabar con él. Franco y Pinochet no pudieron acabar con él. ¿Cómo pueden hacerlo las democracias sin traicionarse a sí mismas?

La legalización no es la panacea. Los grupos delictivos asociados al narcotráfico tienen muchos tentáculos, incluido el tráfico de personas, armas, trata de blancas, venta de protección, contrabando y un ominoso etcétera. Y seguirán activos y desafiantes. Y habrá que combatirlos, con inteligencia policial y cooperación ciudadana. Pero el mejor thriller de esta serie negra es el narcotráfico y aquí sí se aplica la sabiduría popular: muerto el perro, se acabó la rabia.

Desconozco los pasos a seguir. El tipo de discusión necesaria para lograr un consenso entre gobierno y parlamento, entre sociedad civil y autoridades. Lo lógico es empezar razonablemente, con la legalización de las drogas blandas y medir el impacto de la medida. Y, en cualquier escenario, el Estado debe seguir velando por la salud de los ciudadanos. Hacer campañas de educación de los riesgos ciertísimos que el consumo de cualquier droga entraña, incluidas las blandas. Campañas, por cierto, mucho menos costosas que la guerra abierta contra los narcotraficantes. Y su consumo debe estar estrictamente regulado. Por ejemplo, vetado a los menores de edad. Por ejemplo, con información clara, precisa y objetiva sobre los peligros, de todo tipo, de cada sustancia, como hoy sucede con el tabaco. Por ejemplo, con una separación clara entre el trabajo y el uso lúdico de la droga, entre la circulación automotriz y el uso recreativo de las drogas, como hoy sucede con el alcohol. Pero, en la intimidad de mi hogar, como adulto consciente y en mi tiempo libre, ¿por qué el Estado puede decirme que una planta que se da hipotéticamente en el jardín no puede ser fumada por un hipotético ciudadano cabal?

Los callejones sin salida, y México está en uno dramático, deben servirnos para soluciones imprevistas, radicales (en sentido etimológico). La legalización de las drogas es el conejo en la chistera que podemos usar hoy para salir del atolladero. ~

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(ciudad de México, 1969) ensayista.


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