El 20 de mayo muriĆ³ Stanley Miller, previsiblemente ignorado por los obituarios intelectuales y los cronistas de lo superficial. Stanley Miller diseĆ±Ć³ un experimento notable: demostrĆ³ que, bajo ciertas condiciones, se pueden sintetizar aminoĆ”cidos a partir de molĆ©culas simples que abundaban en la atmĆ³sfera de la tierra primitiva (los aminoĆ”cidos son los componentes fundamentales de las proteĆnas, ingredientes imprescindibles para la vida tal como la conocemos), una atmĆ³sfera que, de acuerdo con la teorĆa prevaleciente, simulaba las condiciones que imperaban en ella antes de que surgiera la vida en el planeta.
El experimento no sĆ³lo era notable, tambiĆ©n era elegante. Aceptando que la definiciĆ³n de elegancia es elusiva en menesteres de diseƱo experimental, cuando se habla de un experimento elegante los cientĆficos se refieren a dos cualidades: 1) los resultados contestan preguntas y resuelven conjeturas de un gran nĆŗmero de investigadores, lo que se puede expresar coloquialmente con la frase: āĀæcĆ³mo no pensĆ© yo en ese experimento?ā, y 2) la sencillez con la que se encara un problema complejo.
Esta segunda cualidad genera en el estudioso de un trabajo cientĆfico la sensaciĆ³n inequĆvoca de estar observando algo hermoso, lo que se ilustra con preguntas del tipo: āĀæCĆ³mo se le ocurriĆ³ hacer esto?ā Aunque parezcan contradictorias, ambas cualidades coexisten: la primera se refiere al mĆ©todo cientĆfico, que estĆ” abierto y disponible para todos, mientras que la segunda apunta a la urgencia por descifrar el intelecto humano a partir de uno de sus exponentes y productos peculiares, es decir: el cientĆfico y la labor cientĆfica. El experimento crucial de Stanley Miller es elegante bajo cualquier perspectiva.
Con frecuencia, se invocan los trabajos de Darwin como la tijera que cortĆ³ el cordĆ³n umbilical que existĆa entre los pensadores y ciertas formas de religiĆ³n y dogmas sustentados por supersticiĆ³n inescrutable. Sin mellar el mĆ©rito de la visiĆ³n darwiniana, para otra generaciĆ³n de pensadores, el experimento de Stanley Miller justificĆ³ la liberaciĆ³n del pensamiento y nutriĆ³ una āSegunda ilustraciĆ³nā que persevera hasta nuestros dĆas como tijera vigilante.
Su contribuciĆ³n es aĆŗn pertinente en nuestro paĆs y notablemente necesaria en Estados Unidos, segĆŗn lo ilustra el hecho de que, hace apenas unos aƱos, el Consejo de las Escuelas del Estado de Kansas promoviera y aprobara la enseƱanza del āDiseƱo inteligenteā, una forma encubierta de creacionismo que desdeƱa mĆ©todos y resultados que han sido escrutados con harto rigor. El experimento de Miller sugiere que todo lo que estĆ” vivo (o deriva de los seres vivos) tiene su origen en descargas elĆ©ctricas que atraviesan una atmĆ³sfera primigenia e impactan un ocĆ©ano tĆ³xico mientras catalizan la sĆntesis de molĆ©culas necesarias para la vida. Es decir, que tanto los tacos al pastor como quienes los comemos venimos de una descomunal silla elĆ©ctrica, asĆ como de sus efectos en la atmĆ³sfera primordial y en cargamentos involuntarios de meteoritos.
En 1953, aƱo en que se publicĆ³ su descubrimiento, y mientras el mundo se debatĆa entre las religiones dogmĆ”ticas del comunismo y la salvaciĆ³n ritual, Stanley Miller continuaba seƱalando las manchitas en papel cromatogrĆ”fico que indicaban la presencia de los aminoĆ”cidos generados en un artefacto de vidrio en su laboratorio. Los trazos con lĆ”piz que circunscribĆan sus hallazgos revelan asombro y humildad ante lo descubierto, como se puede apreciar en su informe de la revista Science: āA Production of Aminoacids Under Possible Primitive Earth Conditions.ā
Stanley Miller muriĆ³ a los 77 aƱos de edad: habĆa publicado el mencionado informe cuando tenĆa veintitrĆ©s aƱos. Que no descanse en paz: el mundo lo necesita. Los supersticiosos se reproducen con ahĆnco y llegan en masa a los school boards del paĆs mĆ”s poderoso del mundo. Los fundamentalistas alzan la cabeza en otras latitudes, cada vez mĆ”s alto. Miller es de una pertinencia necesaria. ~